lunes, diciembre 29, 2025

Evolución, misterio y creación. (Parte 1)

 "Lo que yo creo".

A la hora de proceder al análisis de la percepción y la sensibilidad en el humano y por extensión a todos los seres vivos, una forma fácil de establecer lo que verdaderamente les diferencia al respecto de otras máquinas o robots es, precisamente, partir de las condiciones de los autómatas más o menos complementados con la llamada Inteligencia Artificial (IA), haciendo uso de lo que establecimos con los conceptos de primera y segunda manifestación del universo.

El robot, aún dotado de la mayor amplitud posible que nos permite la ciencia actual hasta ahora, objetivamente solo puede considerarse perteneciente a la primera manifestación (materia y "aledaños"); el campo mental le sería ajeno según las técnicas más avanzadas.

En un esquema teórico podríamos representarlo por una "caja" de la primera manifestación (incluido dentro de la misma).

En mi opinión, el ser vivo se caracteriza por tener elementos de la primera y segunda manifestación. Una interface entre ambas constituiría el campo mental, más o menos evolucionado.

En el caso lo más simple (campo mental casi irreconocible), la criatura viva  podría esquematizarse con una caja donde la capa externa, una insignificante cubierta apenas identificable, sería el elemento más simple de la segunda manifestación Pero esa simple capa supone un verdadero mundo, un elemento cualitativo que supone "vida" y como tal, el elemento conjunto, esa criatura "viva" más simple, poseería lo que podríamos denominar el "instinto de permanencia" (de "conservación", como se decía anteriormente), y ese "impropio instinto" supone la existencia de una cierta "consciencia mínima" y una "voluntad incipiente" de poder "ejercer" ese "instinto de permanencia", cierta libertad de acción y de voluntad de expresarlo, es decir, de "actuar" (acción). Esa mínima "consciencia" supone una cierta e incipiente representación del mundo que le rodea, "el entorno", y sobre esa "representación" establecería su acción. Entonces ya empieza a aparecer esa "intromisión" de la voluntad del ser vivo sobre la "representación" anterior, que en sí constituye un pensamiento captado por la incipiente consciencia; el resultado, como establecí en la metafísica MoM de la sensación, es la aparición de lo que podríamos llamar la primera sensación de la criatura viva, de su propia presencia, la sensación de ser... Un mundo de "potencialidades" se abre entonces, acompañando a la evolución biológica que la propia materia permite, y que inconscientemente busca el instinto de permanencia como "motor" de la misma. La "complejidad" futura de de la química (orgánica) de la vida inicia su expansión y con ella la aparición de los distintos sentidos (tacto, vista, oído, etcétera) que captan todas las posibilidades que permite la naturaleza: calor, luz, sonido y el sin fin de ondas electromagnéticas que nos rodean con sus distintas frecuencias. Un grupo o conjunto de nuevos sentidos van adornando, con el tiempo, a cada una de las especies que van apareciendo en la Evolución, y que como vemos tuvieron su origen, con carácter general, en la "inmersión" de la voluntad (Schopenhauer, Nietzsche, etcétera) en las estructuras materiales (cuerpos) de los diversos seres vivos.



Desde el mismo origen que palpitaba en la vida, empezaba a "balbucear", pues, la voluntad, la individualidad y su incipiente sí-mismo, la imagen del entorno y la aparición del pensamiento más simple, junto con su ínfima consciencia acoplada, y consecuentemente la "sensación", algo totalmente ausente en el autómata, el robot, aún adornado de la IA que sí puede permitir el aprendizaje, pero ese aprendizaje tiene que "transformarse en pensamiento", lo que sí sucede en el ser vivo más simple con su consiguiente "consciencia", algo inaccesible para el autómata o robot. (Establecí hace años que la definición más simple de vida era: "aglomerado de información (ADN) y sensación").

Advertir de algo evidente y que no estimé necesario exponer al emitir la hipótesis de la metafísica de la sensación (MoM). Para que no haya dudas, ahora sí haré un pequeño resumen complementario de lo que supone el enorme campo de la Psicofísica, con sus conocidas leyes principales: la Ley de Weber-Fecher y la de Stevens (*). Pero a grandes rasgos estas leyes hablan de estímulos (inputs) y de su "incidencia" en los cuerpos que atañen al campo psíquico o mental (subjetivismo) y a los signos materiales internos (neuronales) que les acompañan en su aspecto material (neurotransmisores, trastornos y efectos varios). Realmente lo que significan globalmente es la relación de las intensidades de los estímulos con la subjetividad percibida por el individuo (sensaciones), algo puramente explicado por la fisiología de los propios sentidos y las relaciones logarítmicas y lineales establecidas entre las mismas, aunque no exactamente del todo.

Una vez establecido el grupo de sentidos que corresponden a cada especie, estas leyes psicofísicas se presentan automáticamente sin un especial significado que atañese al puro pensamiento de la criatura viva en cuestión.

MoM como metafísica de la sensación (ver el artículo en esta misma Web) establece, por el contrario y a diferencia de lo que estiman estas leyes psicofísicas, la forma en que la Evolución ha conseguido "construir" el grupo de sentidos que adorna a cada criatura viva.

(Continuará en la Parte 2)


(*)  Ley de Weber- Fechner

Establece la relación entre la intensidad del estímulo físico y la sensación percibida (relación no lineal, sino logarítmica). Se expresa matemáticamente por la fórmula:

P=k x log (l) ; siendo l la intensidad.

También se expresa con la ecuación:  S=k lelevado a n , o también S= c Eelevado a k

n y k dependen de la modalidad sensorial (electricidad, sonoridad, etcétera).


Ley de Stevens

Estudia la relación sensación-juicio del receptor; estando el juicio determinado por el valor de la sensación y por la decisión del sujeto.

En 1972 fue criticada por Zuriff al opinar que la psicofísica se basa en la falacia de que la sensación puede ser medida, cuando lo cierto es que no puede ser observada en un experimento, a lo que Stevens respondió: "Si la sensación evocada por un estímulo es un suceso consciente, entonces el juicio del sujeto sí se puede tomar como medida de ella".

Una crítica más actual dice que la metricidad del espacio perceptivo es asumida en las leyes psicofísicas, y no está claro que este espacio siga la métrica euclediana (Cadvallader, 1978).

Hay que hacer la consideración de que estas leyes no se cumplen cuando el valor del estímulo está cerca del umbral absoluto y cuando es muy grande.