jueves, mayo 03, 2007

LA MUERTE Y SU SUPERACIÓN (y V)

LA MUERTE Y SU SUPERACIÓN (y V)




Las enseñanzas antiguas nos indican la necesidad de incluir con naturalidad la muerte en nuestras vidas, al fin y al cabo es la única certidumbre que disfrutamos, y así prepararnos para afrontar su momento con consciencia, serenidad y resignación. Esa es la ley del recto vivir y morir, la forma de nuestra inclusión en la totalidad, como una de las partes que la constituyen.



Hay que vivir la vida como si en cualquier momento pudiéramos perderla, es decir, haciendo entrar nuestra muerte en nuestra vida con "familiaridad", con naturalidad. Nuestra actitud debe ser la misma en cualquier circunstancia; la preparación ante su advenimiento debe ser nuestra norma. La muerte no es el "perder todo", es el "conservar" lo que realmente se tenía. Se tiene nuestro espíritu imperecedero, nuestra realidad más íntima, el tesoro de nuestro ser. La comunidad entre vida y muerte es la comunidad entre los diferentes aspectos, mentales, vitales, etc. que nos constituyen, en una unidad, que de esta forma no es rota ni en el mismo instante de la muerte. Esa es la prueba de nuestra invulnerabilidad, de nuestra atemporalidad, de nuestra adherencia a esa mente universal que da la muerte, pero en una unidad propia hacia la Unidad primordial, el Ser Supremo; no como el reposo, en el óbito, de la mteria de nuestro organismo biológico en descomposición o, a su semejanza, la caída en la "nada" o el "vacío" de los distintos "aspectos" que formaron nuestra personalidad, tan desunidos y descompuestos como dicho cuerpo material inerme. La unidad de los aspectos que conforman nuestra "esencia" la da nuestra voluntad de permanecer así, aún más allá de la muerte, en su inclusión en la unidad Suprema, igual que el sentimiento de inmortalidad es capaz de originar en los humanos la potencialidad de la inmortalidad.



En este sentido hablamos de una superación de la muerte, de la muerte, de la superación de una barrera, que sólo es tal para quienes no afrontan este paso con la debida preparación, con esa consciencia, serenidad de espíritu, voluntad y alegría que supone tal metamorfosis, la fusión con la mayor fuerza del Universo, la Unidad Suprema.