miércoles, septiembre 04, 2024

EVOLUCIÓN

 En primer lugar hacer referencia a dos verdaderos monstruos del episodio evolutivo: Charles Darwin y Alfred Russell Wallace.

Este último tuvo un amplio campo de trabajo, tanto en el río Amazonas como en el archipiélago malayo. Su nombre ha quedado grabado en nuestros días por su identificación de la llamada línea de Wallace que señala una línea geográfica que divide a Indonesia en dos zonas, una relacionada con los animales comunes en Australia, y otra en la que las especies son en gran parte de origen asiático.

Wallace y Darwin son abanderados de la evolución, aunque según los historiadores de la ciencia existen claras diferencias entre ellos: "Darwin enfatizó la competición entre individuos de la misma especie para sobrevivir y reproducirse, mientras que Wallace dio una mayor importancia a la influencia del medio para forzar a las especies a adaptarse al entorno local". (Wikipedia)

Como sabemos, tanto Darwin como Wallace propusieron que la selección natural era el mecanismo básico responsable del origen de nuevas variantes genotípicas y en última instancia, de nuevas especies. Al mecanismo de cambio Darwin lo conceptuó como evolución biológica. Su combinación con las leyes de Mendel se denomina síntesis moderna o "teoría sintética". Según la misma, la evolución se define como un cambio en la frecuencia de los alelos de una población a lo largo de las generaciones. Y tal cambio puede ser causado por diferentes mecanismos, tales como la selección natural, la deriva genética, la mutación y la migración o flujo genético.

Actualmente la evolución como propiedad inherente a los seres vivos no es materia de debate en la comunidad científica, sin embargo, los mecanismos que explican la transformación y diversificación de las especies se hallan bajo intensa y continua investigación científica.



Dentro de los diferentes tipos de evolución que se han considerado (divergente, paralela, reticular, convergente, etc.), y sus implicaciones tanto filosóficas, como sociales y religiosas, me gustaría poder añadir ciertos matices que acompañarían a las ideas ampliamente expuestas en artículos míos anteriores, como suponen la existencia de las dos principales manifestaciones del universo (primera y segunda manifestación).

A grandes rasgos, mi tesis sobre la evolución se resume en el hecho de que "dicha evolución es hija tanto del azar, como de la libertad del ser vivo, y del devenir del mismo universo (los distintos niveles creados dentro de la segunda manifestación)". Ello supone el no dar prioridad, como muchos alegan, a una u otra de tales causas. No simplemente "azar y necesidad" como se afirmó con asiduidad, sino, sobre todo, debido al impulso interno de cada ser (quizás la voluntad de Schopenhauer, la voluntad de dominio de Nietzsche, las pulsiones de Freud, etc.), dentro de las vías o canales señalados por la segunda manifestación con origen en la propia naturaleza o raíz de la potencia suprema (el propio Dios o Criatura Suprema) que son los polos que conducen toda la evolución universal. Evidentemente, todo ello constituye en el fondo una clara cosmovisión, en la que no se da prioridad a una evolución dirigida, ni a una causalidad azarosa sin sentido o errática, sino a un compendio de todo ello, en el que cada uno de los factores poseen su parte de realidad. Y dentro de los conceptos a desechar se incluyen algunos de los más santificados por la neurociencia, tales como la negación del libre albedrío, la causación puramente material de la mente (neurotransmisores en exclusividad), etc.

En tal cosmovisión, como matriz marco de la evolución, caben tanto el libre albedrío, como las circunstancias del medio, la expresión clara de las leyes físico-químicas, y los designios del devenir temporal del universo.

¡La evolución está abierta a todo, y no da prioridad absoluta a ninguno de los agentes aludidos!