lunes, julio 19, 2021

El repliegue del Ser ante la expansión del Cosmos

 El universo, con sus inmensidades inabordables, constituye el misterio más insoldable que conservamos hoy. Sí, misterio al seguir guardando para sí innumerables respuestas, comprendida la más impresionante: la de su origen y significado. Así que, todavía ese halo de misterio, de "terra incognita", aún nos maravilla con su críptico mensaje.

Ahora bien, pongo pies en tierra, nunca mejor dicho... Me voy a lo más inmediato, que no es ya nuestra propia galaxia (Vía Láctea), sino algo más próximo: el Sistema Solar.


Recientemente, y por casualidad, es decir, sin rebuscar en la programación de los programas culturales de la televisión, dióme en suerte uno que describía el estado de conocimiento de los planetas que constituyen el mismo, y en especial los gigantes gaseosos como Júpiter y Saturno, con su gran cantidad de lunas (Io, Europa, etcétera) y sus particularidades (campos magnéticos, movimientos, etcétera), y que son en sí verdaderos mundos helados.

Pasó por mi cabeza entonces, una reflexión nada rebuscada, pero sí muy sentida. Nuestro hábitat, el entorno que llamamos naturaleza es simplemente una de esas esferas redondas que como esas lunas se desplaza por el espacio a velocidades nada desdeñables... La quietud que trasluce un bucólico campo verde de los Alpes, es realmente un conjunto material de rocas, plantas, etcétera, navegando por el espacio a velocidades vertiginosas... No tenemos capacidad de captar con nuestros sentidos tal realidad, pues estamos ceñidos al terruño que nos vio nacer, que nos sustenta y que nos verá partir... Esto que, en comparación con la enormidad del universo y sus leyes, nos reduce a nuestra verdadera realidad, produciría en Kierkegaard su conocida angustia. Por el contrario, en mí, contra más se amplían los horizontes, la infinitud, más me produce un "repliegue" sobre mí mismo... Quizás por la necesidad de cimentar mi ego sobre pilares más fuertes, que el aparente que desvela la investigación científica... Tengo la necesidad de reafirmarme, de dar un valor sustancial a lo que soy, frente a esas magnitudes gigantescas que me rodean y que parecen destruirme, relativizándome, en su vorágine.

El ascenso de los nacionalismos, en otro orden de cosas, ¿tendría un mismo fundamento?... ¿Reacción al globalismo?

¡Cuánto mayores son las inmensidades externas, más repliego mis anhelos en el fondo de mí mismo!