martes, enero 18, 2022

Historia auténtica y voluntad integradora

 Sin tiempo, ¿Qué es lo que queda?... ¡La historia!... En mayúscula o minúscula, ¡qué más da!

El tiempo se fue, ¿también dejó de existir la historia?...

La historia es eso, "pasado"... y el pasado ahí está: ¡Es lo que quedará de nosotros (y de todo) cuando "nos vayamos"... Hay Historia con mayúscula que corresponde a pueblos y a civilizaciones, por cierto muy tergiversada por el poder de cada momento... Y hay otra historia personal de cada uno, que nos incumbe a cada uno de nosotros y en la que no caben autoengaños, ni tergiversaciones, pues el testigo que somos nosotros mismos está dentro, y ¡bien la conoce!

Ahora bien, dentro de cada una de esas historias con minúscula, yo hago una distinción, o mejor, cualifico de modo distinto unas de otras, desde el punto de vista de la autenticidad... Todos sabemos cuándo somos auténticos, al actuar, al pensar, al desenvolvernos de acuerdo con nuestra verdadera esencia, sin tapujos, sin tergiversación cuando nuestro interlocutor somos nosotros mismos... No caben cinismos, puesto que no representa ninguna ventaja engañarse a sí mismo. Pero como todo, necesita cierta "preparación", cierta práctica que da el tiempo y la noble satisfacción de considerarnos a nosotros mismos "auténticos"... Ese es mi ideal: ¡ser auténtico!


Aún, para el mismo genio alemán (Einstein), el tiempo era relativo, que pasado, presente y futuro dejaban de tener importancia por sí mismos, al depender en gran medida del estado de movimiento de los sistemas inerciales.

Ahora, los hechos, los acontecimientos, en suma la historia sí queda establecida "para siempre"... Es eterna, pues se confunde con el periplo vital de cada criatura... Pero lo que hace grande a una historia es su autenticidad; una vida auténtica es la aspiración máxima a la que podemos llegar, y no me refiero a comportamientos vitales paralelos a ideas, creencias o ideologías: ¡lo auténtico, autopromulgado por uno mismo, es superior a todo ello...!

Otro planteamiento básico al respecto, considerando que el universo todo es la suma de sus elementos (vivos o no) con sus propias circunstancias, es la "integración" en ese sistema global, en el sistema holístico que interconecta todo... ¡Qué mejor que integrarnos a la perfección en tal sistema global, cual si fuese un "cuerpo único"! Pues bien, tal integración, dada la variedad tanto cualitativa como cuantitativa de sus elementos constituyentes, solo necesita una cosa por nuestra parte: la "voluntad", la voluntad integradora que emulando a Schopenhauer, es el móvil de todo lo que existe. La voluntad como "querencia" de integración en ese todo de la forma más armónica posible.

Y todo esto es una filosofía de vida que modestamente invito a seguir, a saber: ¡Una historia auténtica y una voluntad integradora!

domingo, enero 02, 2022

El sueño de una noche febril

 ¡Dichoso coronavirus!... Lo que más se oía justo al final de 2021... ¡No lo sé; lo mismo un simple resfriado!... ¡Tanto se parece a Ómicron, la última variedad de la Covid!

En concreto, me tocó la noche del 29 de diciembre pasado... Una noche que casi pasé en vela, debido a la fiebre que me invadía, aunque no pasó mucho más allá de los 38 grados y no tardó mucho en remitir tras la medicación correspondiente.

Pero, para mí, esto no fue lo más importante de esa noche, y sí, para alguien que busca en cada circunstancia su significado y trascendencia, la sensación, la inspiración que las musas sembraron en mi conciencia.



Y es que, en ese "duermevela", entre sueño y sueño, en el límite difuso de consciencia e inconsciencia, las musas como dije, me hicieron ver una realidad que hasta entonces se me escapaba, y era algo que pude comprobar mentalmente entre quiebros y equilibrios, en pequeñas experiencias mentales que mi "duermevela" me permitieron... Intenté imaginar alguna posibilidad de presentar a mi atención algún elemento que no procediera de las "pulsiones" del inconsciente: ¡Nada, imposible!... sin la energía que proporcionaba la pulsión, nada podía aparecer en mi consciencia. Las imágenes que aparecían como elementos (*) en el "entorno mental", siempre procedían de una "pulsión" (energía) que procedía del inconsciente... Una vez que aparecen, la consciencia era capaz de elegir entre ellas, decidiendo así el camino que quería seguir, pero nunca al revés... ¡El inconsciente, pues, es el verdadero "creador" de la  vida mental, pero la consciencia toma el mando después, aprovechando y beneficiándose de esa energía (impulso) del inconsciente!

Sería algo así, usando términos físicos, como que los "estados de la mente" los crea el inconsciente, pero su "decantación" en pensamientos es obra de la consciencia... ¡Una revelación de las musas, que solo el sueño de una noche febril la hizo posible!


(*) Los elementos mentales de cada pulsión inconsciente, adoptan formas variadas según las distintas características y capacidades mentales de cada criatura.