jueves, octubre 04, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (Y VII)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (Y VII)


El hombre, por ejemplo, no es el individuo al que creemos solitario, definido por un "yo", sino que es un conjunto o infinidad de criaturas (células, órganos, subsistemas, etc.), íntimamente interconectadas de una forma sumamente compleja, que poseen diferentes niveles evolutivos (fijémonos en su filogénesis y la existencia de sus diversos tipos de cerebros: rectiliano, de mamífero, etc.). La "mismidad" del "yo" que lo presenta "único" es simplemente el nivel evolutivo superior del inmenso conjunto de seres que constituyen ese hombre. Así que a la circunstancia personal o propia de cada ser que constituye ese conjunto (una célula, por ejemplo), se la circunscribe un "destino" del conjunto que tiene que ver con la historia del ser "hombre" en cuestión. Este "ser" hombre no sería nada sin el concurso de cada una de esas pequeñas criaturas que lo habitan. Su sino o destino está íntimamente unido al sino o destino de cada uno de los seres que lo componen, de formas diferentes y distintas, pero no indiferentes. De algún modo, las esencias de cada uno de dichos seres están conectadas a la esencia del hombre. Esta última, pues, en todo momento, será la "tarjeta" de presentación de las anteriores.
El hombre es más que el conjunto de todas esas "criaturas" que lo componen, pero es casi lo mismo. Sin ellas no sería lo que es. Cada una de dichas criaturas necesita ese mismo hombre, es más, se alimenta de él, pues su existencia sólo tiene sentido como constituyente del mismo. Todo lo que precisan está en dicho hombre. ¡Criatura y hombre se necesitan mutuamente!... A donde vayan unos, deben ir los otros; si no ninguno iría a ningún lado. El "ser" hombre es, pues, la catapulta que necesitan los seres que lo habitan para su "elevación" al sitio donde vaya el mismo hombre. (Aquí estamos expresando una hipótesis totalmente contraria a la teoría cristiana de la separación a la muerte de cuerpo y alma, pues si la "esencia" alma aparece en otro "mundo", también las "esencias" de los demás seres que componen ese cuerpo volverán a aparecer juntas en ese otro "mundo").
Y si esto es así en cuanto al ser hombre, de igual forma acontecerá con el Ser Supremo. Por el cierre del círculo, el Cuerpo del Ser Supremo somos todas las criaturas que hemos existido y que estamos en "íntima relación" con dicho Ser Supremo. Al finalizar el tiempo (fuera del tiempo), todos los seres (las esencias) estaremos en el mismo "lugar" que dicho Ser Supremo como el Cuerpo suyo. La fase del dominio del tiempo, pues, es simplemente, la de la creación del mismo Ser Supremo (con todas sus criaturas): es la del "parto" de Dios.
El Mal no existe, es sólo la intuición humana de la expresión de todos los caminos que nos conducen al Ser Supremo. El camino correcto es obviamente el Bien.

jueves, septiembre 27, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (VI)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (VI)


Hemos partido de la configuración evolutiva del órgano complejo para indagar en el concepto de "improntas instintivas". En el citado ejemplo existe una especie de "retroacción" del tiempo; es como si el futuro influyese sobre su pasado. Sin embargo, el caso más general, aún cuando ambos se dan comúnmente en la naturaleza, es el de la "impronta instintiva" proveniente del pasado y que lógicamente queda reflejada en el código genético. Esta última parece mucho más evidente, mas si nos fijamos es tan extraordinaria (admirativamente, no por su rareza, pues es totalmente cotidiana) como la anterior. Y es que hablamos de la parte "subjetiva" del instinto, es decir, de la "emoción" del ser vivo cuando siente el estímulo o la tendencia instintiva. Volvemos a repetir que del hecho de que el instinto, más o menos fuerte, sea una "tendencia" y no una orden absoluta se sigue la existencia de una cierta libertad y de la emoción o "sentimiento" subsiguiente. Pues, esta emoción aparece en el ser viviente cuano "capta" la esencia de otro "ser" (el gen, el ser viviente predecesor, etc.). Las "improntas instintivas" pueden provenir de cualquier instante en el tiempo, pues al estar relacionadas con las esencias y ser estas transcurrentes (las de los seres vivos), se elevan por encima del tiempo, por lo que siempre están presentes, tan solo se requiere cierta compatibilidad entre las "estructuras" de las esencias del "emisor" y el "receptor".
Un hecho tan cotidiano, que se presenta en cualquier lugar de la naturaleza donde exista vida, sigue apareciendo ante nuestros ojos como algo misterioso aún; nos estamos refiriendo al instinto. La connotación subjetiva anterior es evidente, lo que de inmediato conduce a admitir la existencia de un "hálito" o "ánima" en la materia viva, algo de lo que huye continuamente el hombre de ciencia, no sin bastante razón histórica; el pavor que ello causa ha conducido a la construcción de distintas teorías de lo más rebuscadas, lo que ha ido creando paulativamente, y sin ser buscada, una cierta niebla en el asunto, haciendo artificialmente misterioso aquello que se presenta con una claridad pasmosa.
El hecho evidente de la vida obliga a admitir lo que desde el mismo Aristóteles se conoce: el ser vivo es una dualidad de materia y ánima; o mejor, la materia no sólo posee las propiedades definidas por la Física, sino que posee otro estado que depende de su complejidad (desde un cierto punto de vista que incluye un ordenamiento del mundo alrededor de sí misma), y que incluye, además, otras propiedades "no materiales", que en conjunto pueden denominarse "ánima" (su esencia). Y pasemos, de una vez, la página del idealismo: ni existe el materialismo, ni el idealismo, tan solo la vida a secas. La "esencia" de cualquier ser vivo está íntimamente "conectada" a multitud de otras esencias, entre ellas las de sus predecesores, pero, también, las de sus descendientes más o menos lejanos. La "impronta instintiva" de un descendiente lejano "influye" de algún modo en todo ser viviente, así, desde este punto de vista, es como si fuese, a su vez, el descendiente predecesor de sicho ser viviente. (Es una reedición de la paradoja del huevo y la gallina). De esta forma se cierra el círculo: yo soy padre de quienes, a su vez, han construido mi ser, con lo que de alguna forma son padres míos.
Teológicamente, lo anterior es trascendente. Las "improntas" del Ser Supremo, nacido al cabo de las eras como el logro más sublime de la evolución (hijo, por tanto, de todos los seres predecesores), "influye" continuamente en las circunstancias vitales de todos los seres predecesores suyo, guiando de alguna forma su propia aparición (creación). El Ser Supremo, desde esta visión, es "padre" de todos los seres vivientes pero, a su vez, es "hijo" de todos ellos. El cierre del círculo, si lo analizamos en profundidad, equivale a la "anulación" del tiempo, que requiere de esa "conexión" entre principio y fin, realizada por intermedio de todos los "seres" que han existido desde el Ser Supremo a todos los demás. Existe, pues, esta "conexión íntima" entre todos los seres que han existido y existirán..., y es que se han creado a la vez (unificación del tiempo, bajo la apariencia de un sólo instante), juntos, y sin que uno pueda existir sin los otros, pues forman parte de una cadena en la que todas las cuentas son necesarias. Ninguno de dichos seres podría vivir por sí, pues necesita de los demás. La existencia de uno sólo de ellos equivale, de inmediato, a la existencia de los otros, pero no como seres aparte, sin relación entre ellos, sino todo lo contrario: la interrelación entre ellos es "sustancial", y muy importante, podría decirse que es casi su mismo ser.

miércoles, septiembre 19, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (V)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (V)


Y es que el "mundo de cualidades" en cuanto a las "esencias" correspondientes a los seres vivos, en virtud de la evolución, del azar y la necesidad, no está preconcebido de antemano, es un mundo abierto hacia el futuro en el que tiene mucha influencia la casualidad. Como consecuencia, las "tendencias o instintos" que aparecen en todas las criaturas del Universo no están "escritos" con anterioridad en dicho Universo por una supuesta criatura superior, pues dependen muy mucho de lo que "ocurra" a lo largo de la evolución, es decir, de las criaturas que van apareciendo, y por tanto, éstas son verdaderamente las creadoras del mismo Universo, del mismo posible Dios... De alguna forma, son las "responsables" de su propio destino.
Ahora bien, recapacitando en profundidad sobre todo lo que acabamos de expresar, se cae en la cuenta que la posibilidad apuntada de los "nexos afectivos" en la constitución del órgano adolece de una serie de defectos que es necesario subsanar. El problema nace al considerar las líneas evolutivas "truncadas", pues al no aparecer conectados el efecto futuro (consecución del órgano) con el efecto precursor (al truncarse la evolución en esa línea), no hay continuidad de "nexos afectivos", aún cuando, lógicamente, los "sentimientos" o "instintos particulares" en líneas paralelas deberían ser idénticos, tanto en individuos pertenecientes a una línea truncada como en los de una línea de éxito. Evidentemente, el "sentimiento positivo" no sigue una cadena de "nexos afectivos". Hay, pues, que buscar otra posibilidad. Además, los "aciertos inmediatos" no tienen por qué ser precisos, se acercan o se alejan de un cierto modelo, pero no son únicos, existen varias posibilidades.
Lo más acertado que se nos ocurre es pensar que la consecución de un "logro" en el campo de las esencias debería conducir no sólo a la satisfacción (sentimiento positivo) en la criatura en la que se produce, sino que, también, ello debería originar una "perturbación" en el Universo. Pero, ¿en qué consistiría esta perturbación? La "perturbación" consistiría en una "impronta instintiva" creada en el "mundo de cualidades" que, como siempre, necesita del receptor adecuado para que se transforme en un estímulo o en una tendencia instintiva en dicho receptor. Esta "impronta" es captada por cada receptor de forma diferente, según su "complejidad organizativa sustancial". Algunas estructuras "reaccionarán" (sentirán) ante esta "impronta", otras no. Es necesaria una cierta "afinidad" entre las estructuras" o las "esencias" del receptor y la que ha producido dicha "impronta".
Estas "improntas instintivas" existen en el Universo siempre, si alguna vez a lo largo del tiempo fueron creadas.
En este momento, convendría aclarar, que lo que anteriormente expresamos acerca de los "nexos instintivos" sigue teniendo validez, excepto su contribución a la creación de los órganos futuros.
Resumiendo, existen dos clases de relaciones entre las diferentes "esencias" existentes en el Universo. Una, la que acabamos de citar de las "improntas instintivas" por la que cada "esencia" perturba todo el Universo al ser creada, de forma necesaria e imperativa para todas las demás, con las características anteriormente apuntadas. Y otra, la de los "nexos afectivos, que require de una atención por parte de receptor y emisor, y que es voluntaria (aparición de la libertad) para ambos. La primera tiene más que ver con los estímulos, con los instintos. La segunda va más unida al afecto y hasta al amor. La primera arrastra o rechaza, la segunda identifica, une.

viernes, septiembre 14, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (IV)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (IV)


Y volvamos a cambiar nuevamente de dirección.
La constitución de un órgano complejo, cual un ojo, o el mismo oído, conlleva una serie de problemáticas, como ya apuntábamos en el segundo capítulo de este mismo texto, el sentido del gen como responsable directo, unido al azar y la necesidad, da la resolución del tema. Ahora queremos ahondar más en la cuestión. Se expuso que el gen poseía una naturaleza que, como "clónico", podía extender su "influencia" en el tiempo y en el espacio, más ésto necesita de una aclaración. El gen puede "coadyuvar" a la "información intrínseca" que se transmite, cual de si una información del futuro se tratara, materializando, así, las vías de progreso convenientes y rechazando indirectamente las no convenientes. Pero, hay que decir que esta "influencia" se transmite sólo a través de la línea de evolución de adelante hacia atrás, pero nunca por vías transversales; y ello es así por la necesidad de la "continuidad" material. El proceso sería el siguiente. El sentimiento positivo (placentero) de la constitución del órgano (o cualquier otro logro), del cual son copartícipes los genes afectados de su código genético (inserto en el cuerpo de la criatura), deja su reflejo en la "esencia" del ente que representa la "via del órgano" montada a caballo de las vidas individuales de las diferentes criaturas que han ido "portando" las diferentes características del pre-órgano correspondiente. Este "poso" en dicha esencia, es el responsable de la "tendencia" instintiva que aparece en estas criaturas antecesoras y que conduce indirectamente a la consecución del órgano. La continuidad material de los genes representa el necesario "hilo material" entre el individuo del futuro portador real del órgano y el del pasado precursor del mismo.
Cabría la posibilidad de que el proceso descrito en líneas generales, fuese realmente el resultado de una cadena de "nexos afectivos" entre las esencias por un lado de la criatura portadora del órgano con las esencias propias corresponientes a cada gen interviniente (y existente en ese momento) en la consecución de dicho órgano, y estas últimas esencias con la esencia de la criatura inmediatamente anterior dotada del pre-órgano en la línea evolutiva, por otro; y continuando con estos "nexos afectivos", así concebidos, hasta la misma criatura anteriormente considerada.
Los "nexos afectivos" no se miden en tiempo (tampoco en espacio), así que su efecto, reflejado en las esencias, es transmisible a lo largo de tiempo y espacio. Consecuencia de ello es que la cadena de "nexos afectivos" hace posible que se produzca una "influencia" inmedita. Quiero decir, que la consecución de cualquier resultado en el "campo esencial" se transmite de inmediato a todo el espacio-tiempo. Así, en el caso de la génesis del órgano citada antes, el sentimiento positivo de su consecución es transformado inmediatamente en una tendencia o instinto transmitido a todas las criaturas anteriores en su línea evolutiva. Significa, asombrosamente, que la aparición de dicho órgano ha sido en gran parte (también, gracias al azar y la necesidad) consecuencia de un "instinto especial" (que aclararemos con posterioridad) que ha impregnado (en el pasado) a todas estas criaturas precursoras anteriores. Es como si el futuro hubiera influenciado en el pasado, haciendo posible ese futuro.
Metafísicamente, si la evolución en el futuro logra crear al Superhombre o al Ser Supremo, éste habrá estado influyendo en el pasado, desde los mismos orígenes del Universo, para que este último, en su evolución y bajo el "impulso" de dicho Ser, pueda hacerle real; es lo que he llamado el "parto" de Dios.

jueves, septiembre 06, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (III)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (III)


Entremos, ahora, en la ontología del ser.

En el segundo capítulo de este trabajo ("El parto de Dios"), describíamos lo que acontece en el interior de todo ser vivo, con el campo cuántico especial que domina el "presente" de cada uno de ellos y que en cierta forma se identifica con su campo mental. También, existía otro tipo de campo cuántico que engloba los distintos "presentes" produciendo el efecto de "transcurrencia", gracias al cual es posible "la mismidad" del ser, con lo que se explica su "unicidad", su esencia. LLegado a este punto, conviene acordarse de los cambios que produce "la estimulidad" en el ser. Sucede que acompañando a un estado del ser vivo, resultado de su configuración interna y de la recepción de ciertos componentes físicos externos (radiación, vibración sonora, etc.), aparece un sentimiento o una emoción específica que en muchas ocasiones lleva a la realización de una acción determinada o tan sólo la "captación" de una cierta cualidad o conjunto de cualidades del entorno que de esta forma se hacen "reales" en dicho ser (en la interpretación de Zubiri). Pero, ¿ esta cualidad o conjunto de cualidades incluyen también la "esencia" de otras criaturas vivas?... Antes de nada hay que recordar que la "esencia" existe, pero no se hace real nada más que en los "presentes" de los seres vivos (excepción hecha del hombre). Entonces, si esta "captación" se realiza a través de una transferencia material (radiación, etc.), la "realidad" imprescindible de la misma sólo es compatible, por lo anterior, con la "parte" de la esencia que corresponde a los "presentes". Así, pues, la posibilidad de "captación" de las "esencias" se reduce a una secuencia incompleta de partes inconexas que, solamente, pueden "intuir" la "esencia" de la criatura en cuestión. En el caso del hombre habría que ampliar la capacidad de captación hasta la "totalidad" de la esencia, ahora bien, hay que hacer hincapié en la necesidad de la "concentración" máxima, tanto de receptor como de emisor para la citada transferencia, cuestión ésta que supone una actitud positiva de ambos así como la presunción de la necesaria existencia de la "libertad" en los mismos.
¿Y qué significa todo esto? En primer lugar, la retroalimentación "vívica" que supone la "reflexión" en la criatura humana y que hace posible la intelección sentiente zubiriana es una condición básica en el emisor, y al mismo tiempo esa actitud del emisor es la que debe poseer el receptor, como si fuese una reflexión que, evidentemente, dirigida hacia sí mismo, no "capta" su propia esencia, sino la del emisor. Este nuevo "concepto reflexivo" es como el círculo que saliendo de sí mismo y volviendo de nuevo a sí mismo ("realidad" de la conciencia), pasase, además, a través de la esencia del emisor, lo que produce en el receptor la "captación" de la misma... Es una especie de relación conectiva íntima, que produce una "sublimación" de ambas esencias en los momentos en que esta "conexión" ("captación") se produce. El efecto que origina esta "captación" en el receptor, por la "sublimación" anterior trae como consecuencia una cierta "captación" de rebote en el emisor. El resultado es la "participación" en una misma "vivencia" de receptor y emisor, una suerte de "amalgama" entre ambos que dura lo que duran las condiciones necesarias para que se produzca, a saber, la actitud reflexiva libre tanto de emisor como de receptor "conectadas" por intermedio de un cierto agente (transmisor), ciertamente real. El poso común de esta experiencia, "sublimación", es lo que podríamos definir como un nexo afectivo, ¿un acto de amor, quizás?... Sin embargo, en todo nexo afectivo no hay sublimación. Por ejemplo, en el caso general de la "captación" de cualquier "esencia" animal. Este nexo afectivo sólo existe entre seres vivos ("esencias transcurrentes"), no en la "captación" de las simples cualidades ("estimulidad"). Y sólo existe este nexo afectivo entre los seres vivos por ser "esencias" reales, aunque sólo sea en sus "presentes". (La cualidad existe pero no es real por sí). Muchas veces la "captación" de un ser vivo pasa a ser, simplemente, la que corresponde a la "estimulidad". (Por ejemplo, la recepción de la imagen del mismo). Ahora bien, el nexo afectivo necesita de una cierta actitud por parte del receptor como del emisor. Para el emisor (por supuesto, también para el receptor) esto supone una cierta "conciencia" (un darse cuenta) de esta relación; lo que sólo es posible para esencias "reales" (la que existe en los "presentes"). Por todo ello, como hemos dicho con anterioridad, el nexo afectivo sólo se produce entre seres vivos.
Pero, ¿en qué consiste este darse cuenta?
Diríamos que no es una intelección, es, más bien, una "aprehensión" de esta relación. Ello crea en ambos, receptor y emisión, un lugar común, el nexo o unión, de forma que se da la conmutatividad de ambos, el receptor pasa a ser el emisor, y al revés, aunque, verdaderamente lo que sucede es que el "nexo" pasa a ser por sí un componente más, a partir del momento que ocurre, de ambos. Los nexos afectivos, pues, se configuran como la argamasa del Universo, por lo que significan como lugares comunes (pertenecientes a distintos entes a la vez), sinónimos de la unión perfecta. Así, podemos imaginar que la conexión entre las esencias "completas" humanas y las de los seres vivos en general, tal vez, se realizan por medio de estos nexos afectivos. Y no sólo en ese ámbito, la conexión entre las esencia humanas y la del Ser Superior debería ser de la misma índole.

viernes, agosto 24, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (II)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (II)


El Ser Supremo necesita de la naturaleza, del universo material para su "parto", para ser cual es. Tiempo y espacio son un mero artificio para su concreción. Pero: ¿Cuál es el cuerpo de Dios? ¿Cómo se desarrolla esta creación de Dios? ¿Cuál es la estructura del mismo Dios?
Para encontrar la Unicidad Superior de Dios, previamente es necesario que se desarrollen otras criaturas anteriores, cuya existencia y constitución desconocemos, ahora bien, sí hay una de ellas, cuyo nivel de integración en la cadena evolutiva total desconocemos, pero cuya contribución es necesaria: nos estamos refiriendo al hombre. Es preciso que previa a la aparición de un ser tan extraordinario como la Criatura Suprema se configure la libertad humana con su sentido de eternidad, que no es más que la sensación de la superación del tiempo. Tenemos, pues, al menos la Criatura Suprema y las criaturas inferiores humanas como seres necesarios para que la misma evolución pueda conducir a la primera. Ambas criaturas pueden superar el tiempo, pudiendo pasar, así, en plenitud a la fase posterior o fase de iluminación. Por desconocimiento, no podemos afirmar nada acerca de posibles criaturas situadas a caballo del mismo hombre y dicho Ser Supremo, ahora bien, ¿qué podemos decir de los otros seres vivos de nivel inferior al mismo hombre (animales, plantas, etc.)? La no superación del tiempo por parte de estos seres (ausencia de sentimiento de eternidad), parece incapacitarles para su inclusión en la fase de iluminación... Pero, si nosotros, como humanos, somos necesarios en la configuración del mismo "cuerpo" de Dios, ¿no serán los citados seres inferiores, del mismo modo, completamente necesarios para la "sustentación" de nuestro propio "cuerpo"?... Si nuestra misma constitución está sustentada por niveles de organización inferiores (órganos, células, etc.; asimilables a organismos de nivel inferior) -recordemos el concepto de "sustensión dinámica" zubiriano- que nos capacitan para el ascenso a esa fase de iluminación, ¿no servirá nuestro mismo ascenso a la "iluminación" para elevar, a su vez, a otro status superior, junto a nosotros mismos, a dichos seres inferiores? Estamos preguntándonos que si los seres de nivel inferior al humano accedieran a la fase de iluminación, ¿no lo harían por medio y a través de nosotros mismos?... Para poder imaginarnos esto, podríamos utilizar un símil.
Imaginemos que las esencias de los seres vivos, configuradas a lo largo de sus "presentes", se asemejan a "gusanos" con caparazones de insectos (queratinosos) por la parte superior, y con una capa pegajosa por la parte inferior, en un espacio de dos dimensiones. Supongamos que la evolución propicia la curvatura de la capa pegajosa hacia el centro, con lo que en el límite el "gusano" se cierra sobre sí mismo, quedando aislado del exterior por la capa dura queratinosa. Esta doblez hacia el centro que provoca la citada curvatura expresa el aumento de "sustancia" producida en la "esencia" del ser vivo consecuencia de la evolución, según la regla entendimiento-sentimiento (inteligencia sentiente de Zubiri) de la propia esencia. Este aislamiento del exterior es el equivalente a la formación de la conciencia del propio ser, a la aparición de la libertad humana, y a la captación del sentimiento de eternidad. Así, la evolución propicia la aparición de multitud de "esferas" (o círculos, en dos dimensiones) aisladas y cerradas que guardan en su interior la "realidad" de su esencia (serían los seres humanos). Los demás seres vivos, representados por los "gusanos" con esferas sin cerrar, no pueden guardar en su interior su "realidad", pues, ésta se escapa por las partes no cerradas por su capa dura aislante; por contra su capa pegajosa favorece el acople a otras esferas cerradas originando el acrecentamiento continuo de estas últimas. Las esferas cerradas (esencias humanas) al fallecer el ser vivo, pasan a la fase de iluminación, y en su ascenso transportan las esencias de los seres vivos inferiores, "adheridas" en unicidad a la esfera cerrada de la esencia humana. La unicidad esencial humana, en esta adherencia, no anula su propia unicidad.
El "cuerpo" del Ser Supremo en la fase de iluminación está compuesto, cual células, de las esencias humanas que, a su vez, poseen en su interior las esencias de otros seres inferiores. De esta forma, en la fase de iluminación, la vida toda, desde lo más bajo a lo más alto, pasa a ser "sustancia" del mismo Ser Supremo. El Universo real, la Naturaleza, entorno de la evolución de las criaturas, es el instrumento necesario para la "creación" de los diferentes seres vivos, que a su vez forman el "cuerpo" de Dios. La creación de las diferentes vidas, es la creación del mismo Dios, el "parto de Dios".
En el origen existía el caos (1ª fase); el Universo temporal es la imagen de la creación de Dios (2ª fase); la fase posterior (3ª fase) es la del reinado de ese Dios.
El mundo dual (bien y mal) no existe. Sólo hay una dirección, la que conduce al Ser Supremo; todo lo que nos aparta de ese camino es una intuición humana a la que llamamos mal.

jueves, agosto 16, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (I)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (I)

Cada ser o ente posee tres fases sucesivas: fase de "caos" o primigenia; fase de creación o vida, también llamada del dominio del tiempo; y fase de poscreación o "iluminación".
La fase de "caos" o primigenia es la anterior al instante mismo de nacimiento. Para cada ser coincidirá con un momento determinado de la historia del tiempo.
La fase de creación o vida coincide con la historia de cada ser y en ella va configurándose dicho ser, hasta su plenitud, que coincide con su fallecimiento, despedida de la vida o abandono del mundo real conocido.
La fase que sigue a la de la vida es la de poscreación. Fase oscura para nuestro entendimiento y de la que no conocemos nada. En ella se encuentra el ser en toda su plenitud, y con toda su claridad, por ello la denominamos de "iluminación".
Toda criatura, de nivel inferior o superior al humano pasa, así mismo, por las tres fases, pero existen ciertos matices o particularidades, dadas sus distintas singularidades.
El instante histórico del nacimiento de Dios, Criatura Suprema, no puede ser un instante cualquiera del tiempo, tiene que ser un momento singular, que es justo el primero del tiempo, el origen, el mismo menos infinito. De igual forma su instante final, o desaparición del mundo, será el del final del mismo, es decir (suponiendo un ciclo indefinido de universos), el más infinito. El periodo existente entre el menos infinito y el más infinito del tiempo, que coincide con la "vida" del Ser Supremo, es la fase de "creación" del Ser Supremo, el "parto de Dios". La fase posterior (después del más infinito del tiempo) es la de "iluminación" del Ser Supremo. Nuestra fase de iluminación es anterior a aquella; empieza en el instante del tiempo que coincide con nuestro óbito.
Las muertes de los seres vivos, que coinciden con el inicio de sus respectivas fases de iluminación, indican su abandono del universo "real" que conocemos para adentrarse en otro entorno en el que aparecen "completos", plenos, y en el que las relaciones entre ellos son nítidas, claras, diáfanas; su presencia es tal cual es su "esencia", algo que incluye al mismo Dios que irradia toda la potencia de su luz; es, pues, la fase de la "iluminación".
El comienzo de la fase de iluminación de cada ser puede coincidir con cualquier instante del tiempo, desde la perspectiva mundana. Bajo la subjetividad de cada uno de dichos seres, ese instante de la entrada en la fase de iluminación se produce con caracteres de simultaneidad para todos ellos, ya que en esta fase ya no reina el tiempo. El tiempo es marco de creación, de formación, de constitución; la relación de iluminación es simultánea, instantánea.

jueves, agosto 09, 2007

LA NATURALEZA DE LOS SERES (y IV)

LA NATURALEZA DE LOS SERES (y IV)

En cada "acto" de la vida (elección) influye toda la naturaleza, pero todos los actos se la vida en conjunto definen y construyen la naturaleza del ser (como un "poso" de los anteriores).
Volviendo a acudir al texto base de este capítulo, en la página 196, leemos: "Esta construcción (ontológica) sigue manteniendo la ley básica del universo físico de que toda causa (naturaleza) produce un efecto (acto)... Pero de una forma no física (fuera del tiempo material del espacio-tiempo), los actos a su vez configuran la naturaleza. De esta forma se cierra el ciclo, es decir, fuera del tiempo (¿terreno del inconsciente, tal vez?)... Así que, ahondando más en los razonamientos, realmente la "conciencia de uno mismo" (verdadera naturaleza de los seres) está fuera del tiempo; la envolvente o modulación de las ondas energéticas del presente, lo que llamamos el "yo" presente, pierde las características de dicho presente haciéndose intemporal en la introspección, es decir, cuando se dirige a sí mismo, y ésto crea la conciencia de uno mismo, que es la verdadera naturaleza propia del ser. La plena objetividad, como perfecta definición en el espacio y el tiempo físico, requiere la extroversión (salir a buscar fuera de uno mismo -caso de los observadores clásicos tan utilizados en la obtención de las leyes físicas); sin embargo, como ya hemos comentado, los observadores reales no son plenamente objetivos, pues siempre poseen una componente de subjetividad, de introspección que les conduce en parte hacia su propio mundo, su naturaleza, que no es dominio de la ciencia física, sino algo fuera del tiempo. El "yo" propio se escapa de una definición en el mundo físico, precisamente porque está definido en un campo opuesto al mismo: hay que buscarlo justamente donde acaba dicho mundo físico".

viernes, agosto 03, 2007

LA NATURALEZA DE LOS SERES (III)

LA NATURALEZA DE LOS SERES (III)


El sentimiento parece "momentáneo", resultado de una determinada configuración de las neuronas. Pero, ¿hay un sentimiento, también, de tener conciencia de sí mismo?... Si existiera, ¿sería como el poso-resúmen de todos los sentimientos históricos que hemos tenido?... ¿O sería otra cosa?

El caso de los esquizofrénicos, con dos o más personalidades, que se desconocen entre sí, en el mismo cuerpo, parece significar que hay una serie de "sentimientos" o de "configuraciones neuronales" que se relacionan entre sí como un conjunto, de forma que dicho conjunto pasa a ser una "unidad", un ser al que llamamos "yo". No sabemos cómo esos sentimientos, pensamientos, etc. llegan a relacionarse de forma que llegan a adquirir personalidad propia, haciendo entonces que cada uno de ellos pase a tener "existencia" para algo, o alguien que es ese yo. Diríase que no existen hasta que son capaces de crear un "yo". "Su existencia lo es en tanto que dan existencia a ese yo". Si muere el yo mueren también los "sentimientos", y es que los "sentimientos" (o configuraciones neuronales) dejan de tener sentido (son nada, simple materia) si no hay "algo" o "alguien" que se "haga cargo" de ellos (el yo). O sea, hemos dicho, que cuando hay "conexión" o "relación" entre los sentimientos, pensamientos (estructuras neuronales), bajo no sabemos qué "premisas", aparece el "yo". Estas conexiones se producen en el tiempo (una determinada secuencia), y entre ciertas estructuras (suelen ser configuraciones de un mismo cerebro), es decir, son conexiones espacio-temporales. El "yo", pues, necesita de la materia (configuración espacio-temporal) para existir, o lo que es lo mismo, está sometido a ciertas reglas físicas.

La Teoría Cuántica, por sus características, es la más firme candidata para que en su seno pueda ser posible aquella conexión. El "yo" (externamente) debería parecerse a una cierta modulación de ondas energéticas que actúan conjuntamente; el "yo" sería como la envolvente de las mismas. (El "yo", sabemos, es como el "presente", la conciencia de la naturaleza propia; el ser sería otra cosa). El "yo" está en el tiempo (es presente); la naturaleza, el ser propio, ¿estaría fuera del tiempo?... ¿Serían los sentimientos la conexión entre la naturaleza del ser (¿fuera del tiempo?) y el "yo" (presente del tiempo)... Si fuera así, cabría pensar en la posibilidad de que el futuro pudiera mandar señales al presente, mediante "satisfacciones" agradables al "yo" (sentimiento positivo), cuando éste actuase en favor de la propia naturaleza. (¿La implementación en el universo de los sentimientos podría adoptar esta vía?).

La libertad de los entes aparece ante nuestros ojos como incomprensible, pues estamos acostumbrados a ver que el comportamiento de cualquier ente o mecanismo es consecuencia directa de cómo es, de su naturaleza. Su elección está determinada por la naturaleza que lo define (no necesita, pues, de esa naturaleza que definimos "en sí mismo").

Mas, si la elección no está determinada de antemano, si es necesaria esta naturaleza "en sí mismo", naturaleza un tanto extraña que permite que "elección y naturaleza" sean o signifiquen lo mismo (algo parecido a la, casi, equivalencia entre existencia y esencia sartriana); es decir, ninguna de las dos sería anterior a la otra; si una crea a la otra, la otra crea a la primera, en una especie de "feedback", o, como dije en mis obras anteriores: "como la pescadilla que se muerde la cola". La única posibilidad que adivinamos para que sto esa posible, es que una de las dos camine en el tiempo, y la otra fuera de él.

jueves, julio 26, 2007

LA NATURALEZA DE LOS SERES (II)

LA NATURALEZA DE LOS SERES (II)

Esta es la forma cómo la Evolución cambia la naturaleza del ser. Cada ser tiene su sensibilidad, distinto bagaje de sentimientos; si cambiamos la naturaleza, este bagaje de sentimientos será distinto. Puesto que la información que vamos recibiendo a lo largo de nuestra vida va variando, así mismo, la sensibilidad (reflejo de nuestra naturaleza) también va cambiando. Los sentimientos -la sensibilidad- van siendo distintos sobre un "yo" que recuerda "aún" los sentimientos antiguos, pero que, ahora, ante una misma situación como la pasada ya no sentiría lo mismo. Hay un recuerdo de lo que se sintió en un tiempo pasado (el receptor del sentimiento está en el pasado, no en el presente). El presente (el yo actual) no puede captar ya ese sentimiento; éste ya sólo puede ser percibido a través del pasado; el presente lo conoce pero tan solo gracias a un recuerdo. El sentimiento referido es conocido por el presente, por el presente que significa la memoria actual. Por consiguiente, se conocen (ahora) en el presente muchas cosas que nuestra naturaleza actual (receptora) sería incapaz de asimilar en este preciso momento. Luego, nuestro mundo "presente" no es real, sino sólo nuestro propio mundo, que no coincide con la realidad objetiva exterior. Es decir, cada criatura tiene su propio mundo, construido a lo largo del tiempo sobre la realidad, que no coincide en un momento determinado con su realidad exterior.
Deducimos de todo esto que lo que "sienten" los seres vivos, la materia viva, mueve al "ser" en las direcciones positivas (de aumento de sensación gratificante) que marcan los sentimientos implementados -introspectivamente- en el universo (sería el principio teleológico -tan denostado- de la naturaleza).
En cuanto al autoconocimiento de la naturaleza propia, volvemos a transcribir lo que se dice en mi obra citada anteriormente, que nos está sirviendo de guía para desarrollar estos apartados. En la página 191 se dice: "Conviene que sepamos que nos conocemos a nosotros mismos a través de los demás; nadie puede observarse hacia su interior; para ver su interior debe ver fuera, para que los reflejos de nosotros mismos en lo exterior podamos captarlos, haciéndonos una idea de nosotros mismos. Consecuencia: somos como "ojos" que miran a través de una ventana; nosotros y todos los seres irradiamos al exterior, fuera de nosotros mismos, nunca hacia sí mismos; el reflejo de nuestros rayos fuera de la ventana, en su retroceso, nos hace ser conscientes de nosotros mismos, por ello, "sin lo otro" (lo externo) nunca seríamos conscientes de nuestro "ser", lo que equivaldría a que seríamos la nada.
En un mismo grupo de partículas materiales (véase un cuerpo humano) coexisten multitud de seres: unos, cada una de las células individuales que lo conforman; otro, el grupo de partículas en sí considerado como organismo, cual es el cuerpo, y otro más, la totalidad de la especie humana. El "sentimiento", es fácil concluir, lo tienen cada uno de estos seres, no la materia de la que están formados. Digamos, pues, que la materia física de que está compuesta la célula es como la conexión objetiva entre todos los seres que la habitan; la localización de dichos seres no es la que corresponde a la materia física de dicha célula, pues, dichos seres no tienen localización, propiedad que en último extremo no puede definirse para los mismos. El alma, por consiguiente, no tiene localización, aunque, verdaderamente, sí "la hace posible" un conjunto de células cuya materia física sí posee localización.
Sólo podemos afirmar que la materia de la que están constituidas las células físicas, es la "ventana" a través de la que "miran" los citados seres hacia el exterior de sí mismos. Ocurre que al desaparecer dichas células físicas, la ventana desaparece, con lo que dichos seres no pueden ver hacia afuera, por lo que no pueden verse a sí mismos, lo que equivale a la nada para el mundo externo. Sin embargo, todo aquello que se "observó" a través de la citada ventana a lo largo de la vida, ha ido construyendo la naturaleza del ser, por lo que, dichos seres, en cierto modo, ya son autocontenidos, es decir, tienen una cierta conciencia del propio ser.

lunes, julio 02, 2007

LA NATURALEZA DE LOS SERES (I)

LA NATURALEZA DE LOS SERES (I)
(De la obra "La alfombra mágica")

Volvemos a enunciar una nueva hipótesis de importancia singular: "La información transforma la naturaleza del observador".
Realmente es una ampliación de la tesis sostenida en los capítulos anteriores de que la naturaleza individual es construida por el propio individuo a través de sus acciones, pero llevada hasta el último extremo: "No sólo la mera información cambia al individuo (posible sujeto de la retroalimentación), sino al simple observador".
El alcance del aserto anterior en la Ciencia, si fuese reconocido como cierto, nos haría revisar toda la ciencia que conocemos (toda ella está basada en observadores "no afectados" porlo que observan -se entiende, en cuanto a "su función"-, es decir, idénticos unos a otros). A partir de ahora habrá que especificar a qué observador nos estamos refiriendo. Vuelvo a transcribir lo que se dice en mi primera obra anterior especificada. En la página 186, se escribe: "En los fenómenos estudiados hasta ahora en el ámbito de la Física (con la única excepción de la Cuántica), podrían considerarse todos los observadores equivalentes (plena objetividad), mas al entrar en los terrenos de la mente, la Religión, la Psicología, etc., con importante componente introspectiva, los observadores pasan a ser distintos entre sí, con lo que el fenómeno que aparece puede ser distinto a ojos de unos y otros. La irrupción en el terreno de la subjetividad provoca que la objetividad de la Ciencia se difumine. Desde este punto de vista, la misma evolución de los órdenes en la vida, se explicaría por la distnta información que pueden "reciclar" (manejar) los cerebros de las distintas especies u organismos vivos".
La mente o el espíritu (no queremos intencionadamente discutir su identificación o no) sólo actúa en la materia en tanto que lo permite la indeterminación en el tiempo y el espacio compatible con la Física Cuántica; como comentábamos en anteriores apartados, esa incertidumre hace posible la "libertad" del ser vivo capaz de establecer su conducta, libertad que dura ese pequeño tiempo que permite las relaciones de incentidumbre, pero que, al cabo del cual, define un resultado (dentro de los muchísimos posibles) o estructura del cerebro de dicho organismo. La "elección" o el resultado se traduce en el organismo en algún tipo de realización o acción ya determinista, paro casi al instante otro momento de incertidumbre permite la subsiguiente libertad mental, moduladora de una nueva acción.
La vida, pues, sería esa continuidad entre instantes deterministas e indeterministas que hace posible la libertad en las estructuras llamadas seres vivos. Espíritu sí, pero sometido a las leyes de la Física. Libertad sí, pero con una conducta muy mediatizada por las circunstancias. Espíritu continuamente enriquecido por la experiencia, pero experiencia no sólo de acción sino también de información. La información no sólo hace aumentar las conexiones sinápticas del cerebro, sino que el mismo espíritu que le alienta se enriquece a la par, haciendo que su naturaleza espiritual, cuyo mayor reflejo es esa libertad, cambie también de la misma forma; es decir, simplemente por un aumento de información.
La consecuencia es inmediata: a mayor cantidad de información, mayor capacidad de recepción. de percibir y de sentir el mundo.

lunes, junio 25, 2007

EL PRINCIPIO ANTRÓPICO.

EL PRINCIPIO ANTRÓPICO


Propone que el hecho de que el universo albergue a observadores inteligentes pone restricciones a la diversidad de posibles comienzos del mismo, así como a las leyes que podrían haber regido su desarrollo. O sea, el universo tiene las propiedades que se observan hoy día porque, si inicialmente hubiesen sido muy diferentes, no estaríamos aquí para contarlo.
Esta manera de razonar es totalmente distinta a la deductiva, que parte de especificar las condiciones de un sistema físico y las leyes de la naturaleza que se le aplican para, al aplicar la teoría, predecir a continuación el subsiguiente estado del sistema.
Ya que en la Cosmología se desconocen las condiciones iniciales del universo y son inciertas las leyes físicas que operaban en esos instantes, tal vez, la única forma de intentar reconstruir esas condiciones iniciales y sus correspondientes leyes físicas, es imponer el requisito de que tales condiciones y leyes den origen a un universo habitado y en particular el mundo que observamos. Y esto no es más que el citado Principio Antrópico (del griego anthropos, hombre), principio que fue introducido por Robert H. Dicke, de la Universidad de Princeton, en 1961, al analizar un trabajo realizado por el físico Dirac trienta años antes sobre relaciones entre magnitudes de constantes físicas relativas a fuerza, tiempo y masa.
Hay aspectos llamativos en las aplicaciones que se han realizado del Principio Antrópico.
Por ejemplo, Collins y Hawking, de la Universidad de Cambridge, concluyeron que puesto que "la existencia de galaxias parece ser una condición previa necesaria para el desarrollo de cualquier forma de vida inteligente... el hecho de que hayamos observado que el universo es isótropo, solamente es, por tanto, una consecuencia de nuestra existencia".
Y es que sus cálculos habían concluido que de todos los universos que tuvieran todas las condiciones iniciales posibles, incluidos todos los valores de la velocidad de recesión, el único universo en el que la materia podría, a la vez, formar galaxias y exhibir isotropía a gran escala era un universo cuya velocidad de recesión -velocidad a la que el universo va expandiéndose- fuese igual a la velocidad de escape -velocidad a la que los cuerpos pueden escapar de la atracción gravitatoria- (Es decir, un universo "privilegiadísimo", donde la velocidad de recesión tenía ese valor decisivo entresacado de una serie de infinitas posibilidades).
Wheeler, al definir la realidad como aquello que es observado (la interpretación más común de la Mecánica Cuántica), y en la que el observador contribuye a la misma por el acto mismo de observación, y al concluir que para que un universo sea real ha de evolucionar de forma que en él puedan llegar a existir observadores, entra de lleno en el Principio Antrópico. Así, afirma que: "jamás se ha dado razón alguna de por qué ciertas constantes y condiciones iniciales tienen los valores que tienen, excepto la de que, de no ser así, algo como nuestra capacidad de observadores, según la conocemos, sería imposible".
Wheeler rechaza la idea general de que la vida y la capacidad de observación son meros accidentes en un universo independiente de los observadores, por el contrario, en su criterio: "la Mecánica Cuántica nos ha obligado a tomar en serio y a sopesar la opinión, directamente opuesta, de que tan esencial es el observador para la creación del universo como el universo para la creación del observador".

martes, junio 19, 2007

PROPIEDADES DEL VACÍO EN EL UNIVERSO SUSTENTADOR DE VIDA

PROPIEDADES DEL VACÍO EN EL UNIVERSO SUSTENTADOR DE VIDA
(de la obra "La alfombra mágica")

En los siguientes razonamientos no discutiremos la oportunidad del planteamiento antrópico, simplemente afirmamos que el universo en el que estamos inmersos, en ese momento anterior al Big Bang, es decir, el vacío del que surgió, tiene propiedades tan precisas, tan justamente interrelacionadas, con un ajuste tan fino que casi parece mágico, de ahí el nombre del presente trabajo: "La alfombra mágica".
No vamos aquí a transcribir todas y cada una de las constantes físicas de nuestro universo cuya variación en lo más mínimo haría inconcebible nuestra presencia actual, y ante lo cual estarían de más estas especulaciones.
No sólo queremos resaltar el hecho anterior, sino otro que demasiado frecuentemente pasamos por alto. En el universo que nos rodea existen "campos no materiales" que "orientan" a la vida en su expansión Esta es la sorprendente conclusión expresada en mi obra anterior: "El parto de Dios".
El paso de la Nada a lo creado (ese balbuceo imperceptible del mismo azar), una vez en marcha el movimiento, inevitablemente, y a través del fenómeno invertible del tiempo en los entes, produce el abanico de posibilidades que forman la "pirámide de enmarque". Con ello, toda la potencia del Ser Supremo queda desplegada y sus tentáculos son perceptibles en todo lo existente y a lo largo de todo el tiempo; su despliegue en la inversión del tiempo inunda, entonces, el mismo origen de la Creación. De esta forma, la Criatura Divina dirige, de un modo indirecto, todo el desarrollo evolutivo. Resultado de ello es que el "sustrato común" (la alfombra mágica), está atravesado de punta a punta por estas autopistas de la Evolución, esos "faros" o referencias que van conduciendo a los entes.
Todas estas conclusiones quedan reflejadas en los dos libros anteriores del autor: "Ciencia, Filosofía, Religión. Una visión armónica", y "El parto de Dios". Ambos libros serán base sustancial de los dos capítulos siguientes.

jueves, junio 14, 2007

LA CREACIÓN DE LOS ENTES ( y II)

LA CREACIÓN DE LOS ENTES (y II)


A la pregunta de por qué el ente "habitante" de cierta estructura corporal con un cierto nivel de complejidad, tiene su potencialidad de desarrollo menor que la de otros, habría que decir que es una cuestión mal planteada. El "ente inicial" de cualquier estructura es idéntico en todos los casos, pues la estructura corporal no tiene "identidad", no es el ente. La cuestión hay que plantearla al revés. Son los entes los que se "acomodan" a la estructura corporal que por su complejidad les conviene, y esto es así porque los entes sí tienen esa identidad, ausente en cualquier materia por compleja que sea su estructura. Así, el resultado final es que toda "partícula de la Nada" tiene las mismas potencialidades de desarrollo esencial: es tan sólo la "voluntad" de acercamiento al Ser Supremo lo que produce el "autocrecimiento" del ente, y ese desarrollo supone un "parto doloroso" en una lucha continua sobre sí mismo, sobre su mismo origen que es esa Nada.
Acabamos de recalar, sin querer, en algo sumamente importante. El concepto de Historia tal como la conocemos es bastante ficticio. La evolución histórica humana está concebida sobre aspectos externos o aparentes que nada tienen que ver con los entes. El camino del ente es por completo diferente. Son los entes, que antes de su aparición son la Nada, los que se "colocan" en el universo, en el tiempo, según su sustancia, su desarrollo o su esencia, que para el caso es lo mismo. La aparición del ente como dualidad sentimiento-información, completamente inseparable, hace que a cada estructura corporal corresponda un ente determinado. La estructura material corporal es la Nada, desprovista de identidad, pero el ente sí la tiene; es, pues, él quien posee la prioridad en cuanto a su "ajuste" con la estructura material que le corresponde. El ente se "ajusta" como un guante a la estructura material correspondiente. Como el ente se autocrea, según la "voluntad" que pone en su acercamiento al Ser Supremo, a su "potencia" (su esencia) le corresponde una estructura material (cuerpo), cuya complejidad o grado de desarrollo requiere un lugar determinado en la Evolución, y por consiguiente, un tipo de estructura (especie) y un momento (tiempo) precisos. El ente, por tanto, se coloca en la historia del universo de una forma que corresponde a la perfección a su verdadera esencia. Por contra, la historia del universo que conoce el hombre es la que marca la evolución biológica, la evolución de su estructura material.
Así que, al final queda contestada la pregunta original. Los "merecimientos" de cada ente, aquel dolor de "parto" de su "autocreación", sitúa a cada uno de ellos en la complejidad estructural material que corresponde a su nivel: sólo él mismo es responsable de su "situación". El azar no es el causante de nuestras posibles limitaciones, somos nosotros mismos.

miércoles, junio 06, 2007

LA CREACIÓN DE LOS ENTES (I)

LA CREACIÓN DE LOS ENTES (I)


La aparición del ente en el universo, corresponda ese instante a cualquier época, se produce de igual modo en todos los casos: a partir de una "partícula" de la Nada. El ente tiene que "empezar" su "autocreación" desde el mínimo que representa, primero aquella "mirada" hacia afuera explicada anteriormente (en "El problema de la Nada"), y segundo el sentimiento de "su ser". Esos inicios son los mismos para todos los entes, con independencia de la estructura material que los sustente. La posterior diferenciación depende de varios factores. En primer lugar, evidentemente, la citada complejidad de la estructura material de su corporeidad, cuyo efecto se refleja en un desarrollo más o menos acelerado de la "esencia" de dicho ente. En segundo lugar, la "voluntad" del propio ente que marcará el resto, haciendo bueno aquel adagio que dice que cada uno es lo quiere ser.
Mas, analicemos mejor lo que estamos diciendo. Una cosa es el desarrollo en cuanto a "complejidad" (estructura material) del ente, y otro la sustancia o esencia del mismo, mucho más marcada por su "voluntad".
Si el ente nace de una partícula de la Nada, la complejidad de su estructura corpórea no va a ser "decisiva" en cuanto a su esencia. Quizás, primero deberíamos indicar lo que entendemos significa la esencia de la que hablamos.
La muerte de una criatura es a nuestros ojos una vuelta a la nada de la que partió, y aquí no vale la complejidad de su estructura, pues su descomposición final es una evidencia. Sin embargo, en nuestra opinión, esto no es lo que acontece. A la muerte de cada criatura sigue quedando un "rescoldo" o "resto" de la misma: es lo que llamamos su esencia, que tiene que ver con otra realidad distinta de la que perciben nuestros ojos.
Toda criatura nace con una estructura corporal más o menos compleja, estructura que puede ser muy diferente en unos u otros casos, tanto como varios órdenes de magnitud si cuantificamos esta complejidad. Sin embargo, al final, a la muerte, el destino de todas esas estructuras es el mismo: su descomposición o aniquilación. Si la esencia del ente tuviera que ver con su estructura, la ausencia de la última tras la muerte de la criatura equivaldría a la "ausencia" de la esencia: el mismo ente sería la Nada.
Nuestra creencia es que el paso por el universo de los entes para nada equivale a la intrascendencia apuntada. Por el contrario, a nuestro juicio, el paso de las criaturas por el universo es totalmente trascendental, tanto que se "auto" dan su propia esencia, de carácter imperecedero, consecuencia de la otra "dimensión" (no física) en que vive.
Si la complejidad estructural "corporal" no hace crecer, "per se", a esta sustancia o esencia, ¿qué permite su desarrollo? A esto hay que contestar que es la "voluntad", el ejercicio de la "libertad" propia del ente, la que hace incrementar o desarrollar esa esencia.
Aún así, hay que aclarar una cuestión. Y es que, sí es importante la complejidad estructural del organismo, ahora bien, esto tiene sus matices. La complejidad estructural da mayor "potencialidad" al proceso de desarrollo del ente, pero sólo potencialidad. Mas esa potencialidad tiene un "coste". Ese "coste" es el "trabajo" que tiene que realizar el ente "contra sí mismo" para "lograr" ese nivel esencial que le "permite" su complejidad estructural. No obstante ese nivel esencial no es en modo alguno fijo, pues puede "expandirse" grandemente, aunque no de un modo indefinido.

sábado, junio 02, 2007

EL PROBLEMA DE LA NADA (y III)

EL PROBLEMA DE LA NADA (y III)


El "ser" que se asoma a través de la ventana, en un principio, es como un ojo, un espectador que "sólo" ve fuera, nada hacia adentro. Es la "vivencia" de lo externo, la observación de las "reglas" que van aconteciendo, lo que le lleva a "verse" a sí mismo, a tener conciencia del "yo" y "lo otro", lo que inicialmente sólo era lo "externo", lo único que se presentaba ante sí. Recapacitando, la situación inicial de la criatura, desde un punto de vista general, es idéntica para el ser dotado de un organismo complejo que para el más insignificante, el que representa ese "balbuceo" que sigue a la inmediata "creación" a partir de la Nada, la de los primeros contrarios, la "casi" nada que sigue a la misma Nada en el acto de "creación" ¿No será la misma Nada la que "reposa" en la "esencia inicial" de todo organismo, desde el más simple al más complejo? Para toda criatura el "empezar a vivir" se asemeja en su actitud a la del observador que mira a través de una ventana, empezando, así, a "conocer el mundo". Ante este acontecimiento la circunstancia de la mayor o menor complejidad de la estructura corporal de la criatura es indiferente: el origen es el mismo para todas, la "nada en sí". Claro está, de inmediato lo externo empieza a "entrar" en la "esencia" de ese ser, se va llenando del mismo; la "esencia" lo va asimilando, "sublimando" a través de sí. El resultado es la aparición de la conciencia de sí mismo y de lo otro; con ello la "esencia" empieza a ser, a construirse: de la Nada va apareciendo el ser.
El observador que mira a través de la ventana, asimilando, como hemos dicho, "casi" a la misma Nada, "posee" al menos la capacidad de asimilar información, lo que llamamos "el darse cuenta", y el sentimiento de "efectividad conservativa" llamado "agrado-desagrado". Todo esto tiene validez hasta para el organismo más insignificante o simple, aunque "vivo" (tomando el sentido de vida más amplio posible y trascendental, por encima, incluso, del reconocido por la Ciencia).
De la Nada y por "azar", o por la "oscilación inicial" más básica que se conoce (asimilable a la inestabilidad cuántica del vacío) que propició la aparición de los contrarios, apareció el ente, con las características propias definidas anteriormente: sentimiento y conciencia. De la Nada, los contrarios; los contrarios son el ser, y el ser y el ser tiene sentimiento y conciencia. La creación lo es de los contrarios, lo es del ser. No hay ninguna figura intermedia, como propone la Ciencia. No hay creación de una estructura a partir de la información, exclusivamente. Hay creación de un ente dotado de estructura (información) y de sentimientos, indisoluble e indefectiblemente unidos.

domingo, mayo 27, 2007

EL PROBLEMA DE LA NADA (II)

EL PROBLEMA DE LA NADA (II)

Hay una característica básica del mundo subjetivo, y es la capacidad de "centrar" el mundo sobre cada ser. Este hecho, también, funde sus raíces en el mismo origen, en la misma Nada. Los contrarios básicos originales sólo consistían en un ente propio (+ o -, o 0 o 1), y en "el" que no era el mismo, su contrario (- o +, o 0 o1, respectivamente); de esta forma nació lo "interno" (el mismo) y lo "externo" (lo otro, lo contrario). El mundo, pues, queda centrado sobre sí mismo, el propio ser, que era lo que importaba; lo demás era lo otro, lo exterior al propio ser. El "mundo", por consiguiente, quedaba así "centrado" alrededor del ente: lo propio, su ser, y lo externo, lo que no era él.

Esa es la característica básica de los entes "dotados de vida", la capacidad de "centrar" el universo sobre uno mismo. Y esto es lo que en realidad consiste la conciencia, la cual, al "notar la existencia" del ente produce el principio conservativo y por ende los sentimientos de agrado-desagrado.

La Ciencia ha errado multitud de ocasiones, al imaginar que muchos entes no poseen ese carácter subjetivo (y con ello, tampoco, sentimientos y conciencia), y pone como ejemplo, sin ir más lejos, cualquier ente matemático como un círculo o un cuadrado. Este error quedaría fácilmente subsanado si nos fijásemos que estos entes no "centran" el universo sobre ellos mismos (no tienen conciencia de nada y menos de sí mismos), son entes de 2ª especie, no básicos. Los "entes básicos" son los que tienen su origen en esa "partición" de la Nada en los contrarios básicos, y en estos entes sí que es universal el principio de que todos están dotados de "conciencia" y por ende, como mínimo, de los sentimientos básicos de agrado-desagrado.

En mis obras anteriores, "Ciencia, Filosofía, Religión. Una visión armónica" y "El parto de Dios", se apuntó la idea o el "símil de la ventana". Con ello se quería imaginar la forma como el ser toma conciencia del "mundo exterior" lo que le lleva, después de un proceso de "observación vivencial" que se va haciendo cada vez más y más complejo, hasta la "conciencia" de sí mismo.

martes, mayo 22, 2007

EL PROBLEMA DE LA NADA (I)

EL PROBLEMA DE LA NADA (I)

El plantearnos esta cuestión viene a colación para intentar deshacer esa idea preconcebida impuesta desde los aledaños de diversos ámbitos científicos y que se ha divulgado, a nuestro entender, de forma excesiva.
La idea física de la Nada es algo así como un vacío adornado de propiedades relacionadas sustancialmente con la presencia de energías gigantescas comparadas con aquellas a las que estamos acostumbrados, incluida la energía nuclear. A este vacío, a veces se le localiza en espacios muy pequeños; en otras ocasiones se habla de un espacio infinito que sería el vacío original. La realidad es que, para un profano, ese tipo de vacío nunca sería la Nada. La Nada debe ser nada en todo. Si el espacio y el tiempo aún no existen, no podemos hablar siquiera de un espacio infinitesimal (el supuesto origen del Big Bang). Esa Nada, si puede circunscribirse a algo es a un "punto" (sin dimensiones por infinitesimales que sean). Realmente más que de un punto (que es un concepto espacial) deberíamos hablar de "donde esa Nada está" (que no es un espacio). Y esa Nada carece de toda propiedad; no hay dolor ni alegría, no hay masa-energía, no hay tiempo y espacio, no hay ninguna información (+ y -, 0 y 1, etc.). Ahora bien, si eso que es Nada se "disociase" de algún modo, aparecerían los "contrarios", aquellos que a nuestra intuición juntos desaparecerían, tal como el + y el -, el 0 y 1 binarios, el agrado y el desagrado, etc. Si estamos elucubrando sobre el "origen", lo más básico, para nuestra inteligencia no hay nada más básico que la dualidad + y - o el 0 y 1 binarios. Esto desde el punto de vista matemático o de la teoría de la información, que desde cierto opinión, muy difundida hoy, corresponde a toda entidad física.
Pero, ¿qué ocurriría si esto no se hubiese producido exactamente así?... Olvidamos algo fácilmente deducible del principio "antrópico", partiendo de la evidencia de que los seres vivos, al menos el hombre, poseen una "conciencia" y unos sentimientos. Disentimos respecto a cierta ciencia, tildada muchas veces de "oficial", en cuanto a la aseveración de que la información (la estructura, la complejidad) llegará en algún momento a dar explicación de esa "conciencia". Por el contrario, nosotros creemos que esta "conciencia", así como el sentimiento simple agrado-desagrado son totalmente básicos y sustanciales en todos los seres que llamamos "vivos".
En nuestra opinión, al producirse la "disociación" de la Nada en los contrarios básicos binarios (+ y -, 0 y 1), también se produjo otro contrario indisolublemente unido a los anteriores, el de agrado-desagrado. (En la Nada agrado y desagrado no existen, pues se anularían al "actuar" sobre una misma "cosa", la Nada; tampoco existen los otros contrarios). La indisolubilidad entre los contrarios binarios informáticos y el contrario agrado-desagrado, proviene de que todo "ente" (y el + o el 0, por un lado, y el - y el 1, por otro, lo son) "siente" su propio ente, su esencia, teniendo, consecuentemente, el sentimiento básico de conservación, y por ello todo lo que ayuda a su conservación "le agrada" y todo lo que empuja a su destrucción "le desagrada". El ente + o 0, por un lado, como tal ente estará adornado de este principio conservativo y por ende de los sentimientos contrarios de agrado-desagrado. Lo mismo podemos decir del ente - o 1, con la salvedad de que lo que sería "agradable" para los primeros, sería "deasgradable" para los segundos, y al revés. De esta forma los contrarios básicos en que se "transformó" la Nada consisten en los 0, 1 (o +, -) binarios, junto con sus inseparables "agrado, desagrado" que formarían algo así como un "universo parelelo" al de los anteriores.
En resumen, desde el mismísimo origen existen tanto el mundo estudiado por la Física de la materia-energía, o del espacio-tiempo con las dimensiones que correspondan, como el subjetivo de la "interioridad" de los entes, o de la "esencia" de los mismos. Este último mundo subjetivo que nació a partir de los sentimientos básicos de agrado y desagrado, expandidos por la Evolución a cotas de sentimientos cada vez más complejos, es lo que da "vida" a los seres que pueblan el universo.

jueves, mayo 03, 2007

LA MUERTE Y SU SUPERACIÓN (y V)

LA MUERTE Y SU SUPERACIÓN (y V)




Las enseñanzas antiguas nos indican la necesidad de incluir con naturalidad la muerte en nuestras vidas, al fin y al cabo es la única certidumbre que disfrutamos, y así prepararnos para afrontar su momento con consciencia, serenidad y resignación. Esa es la ley del recto vivir y morir, la forma de nuestra inclusión en la totalidad, como una de las partes que la constituyen.



Hay que vivir la vida como si en cualquier momento pudiéramos perderla, es decir, haciendo entrar nuestra muerte en nuestra vida con "familiaridad", con naturalidad. Nuestra actitud debe ser la misma en cualquier circunstancia; la preparación ante su advenimiento debe ser nuestra norma. La muerte no es el "perder todo", es el "conservar" lo que realmente se tenía. Se tiene nuestro espíritu imperecedero, nuestra realidad más íntima, el tesoro de nuestro ser. La comunidad entre vida y muerte es la comunidad entre los diferentes aspectos, mentales, vitales, etc. que nos constituyen, en una unidad, que de esta forma no es rota ni en el mismo instante de la muerte. Esa es la prueba de nuestra invulnerabilidad, de nuestra atemporalidad, de nuestra adherencia a esa mente universal que da la muerte, pero en una unidad propia hacia la Unidad primordial, el Ser Supremo; no como el reposo, en el óbito, de la mteria de nuestro organismo biológico en descomposición o, a su semejanza, la caída en la "nada" o el "vacío" de los distintos "aspectos" que formaron nuestra personalidad, tan desunidos y descompuestos como dicho cuerpo material inerme. La unidad de los aspectos que conforman nuestra "esencia" la da nuestra voluntad de permanecer así, aún más allá de la muerte, en su inclusión en la unidad Suprema, igual que el sentimiento de inmortalidad es capaz de originar en los humanos la potencialidad de la inmortalidad.



En este sentido hablamos de una superación de la muerte, de la muerte, de la superación de una barrera, que sólo es tal para quienes no afrontan este paso con la debida preparación, con esa consciencia, serenidad de espíritu, voluntad y alegría que supone tal metamorfosis, la fusión con la mayor fuerza del Universo, la Unidad Suprema.

martes, abril 24, 2007

LA MUERTE Y SU SUPERACIÓN (IV)

LA MUERTE Y SU SUPERACIÓN (IV)

Las culturas que han mostrado más interés por la muerte son la antigua egipcia y la tibetana; ambas poseían una profunda creencia en la continuación de la consciencia después de la muerte. Por ello desarrollaron rituales detallados para aliviar el tránsito hacia el Más Allá, diseñando cartografías complejas que hacían de guías para este viaje del alma: son los llamados "Libros de los muertos" egipcio y tibetano.
Para cualquier cultura preocupada fundamentalmente por el sentido de la vida, el estudio de la muerte, la única certeza de la vida, es asunto primordial, pues la comprensión de la muerte es la clave para la liberación de esa vida.
Para los tibetanos, el morir debe ser algo plenamente consciente. En la "gran transferencia", lo que por otra parte es excepcional, se transfiere conscientemente el espíritu, y el cuerpo pasa a formar parte de los elementos sin que quede ningún rastro. En lo que se conoce como el "Cuerpo del Arco iris" (también bastante raro), siete días después de la muerte sólo quedan la uñas y el cabello del fallecido (las impurezas). Si no es posible la liberación en la vida, se debe saber la forma de adquirirla nada más morir, por ello se estudia el Libro de los Muertos, llamado Bardo Thödol.
El Bardo Thödol es una guía de los estados intermedios, llamados "bardos", entre la muerte y el renacimiento. Tiene por objeto que el fallecido reconozca dichos estados con los que se ha ido familiarizando a lo largo de sus prácticas, ya que son considerados como oportunidades de liberación.
La primera parte del Bardo Thödol, llamada Chikhai Bardo, es la descripción de la experiencia de disolución en el momento de la muerte, cuando el difunto tiene la visión cegadora de la Luz Primaria de la Realidad Pura. Si en ese momento es capaz de reconocer la luz sin intimidarse por su fuerte intensidad, puede adquirir la liberación. Si por falta de preparación pierde la ocasión, tendrá otra oportunidad seguidamente, cuando la Luz Secundaria aparezca ante él. Si vuelve a desaprovechar la ocasión, sufrirá una serie de complicadas experiencias durante los siguientes "bardos", cuando su consciencia se vaya progresivamente alejando de la verdad liberadora, al acercarse a otro renacimiento. En el Chönyid Bardo, o "Bardo de la Experiencia de la Realidad", los difuntos se encuentran con las Deidades Pacíficas (envueltas en luces de colores brillantes), las Deidades Coléricas, las Deidades Cancerberas, las Deidades que poseen el conocimiento y los Yoginis de los cuatro puntos cardinales. Junto a la potente visión de los dioses, el difunto percibe luces tenues de colores, que indican lokas individuales o lugares donde pueda volver a nacer: el mundo de los dioses (devaloka), el mundo de los titanes (asuraloka), el mundo de los humanos (manakaloka), el mundo de las brutales criaturas infrahumanas (triyakaloka), el mundo de los fantasmas hambrientos (pretaloka) y el infierno (narakaloka). La atracción hacia esas luces facilita el renacimiento, perdiéndose nuevamente la liberación.
El tercer bardo es el Sidpa Bardo o "Bardo de la Búsqueda del Renacimiento". En él, el difunto experimenta su cuerpo "bardo", no compuesto de materia, y sí dotado del poder del libre movimiento y de traspaso de objetos sólidos. En este "bardo" se produce el juicio, por parte del Dharma Raja, rey y juez de los muertos, de las buenas y malas acciones del difunto (ley del karma). Seis senderos kármicos envían hacia diferentes mundos al fallecido, de acuerdo con sus merecimientos. Es, pues, esencial que en el Sidpa Bardo el difunto se dé cuenta que todos estos seres y acontecimientos no son sino el reflejo de su mente, ya que éstos no tienen existencia propia. Si se desaprovecha esta oportunidad el renacimiento es inevitable. En este caso el Bardo Thödol sólo puede ofrecer técnicas para cerrar las puertas de lugares no deseados, ayudando a elegir el renacimiento considerado menos desfavorable.
La sabiduría popular, y con ella sus más conocidos representantes, nos ofrecen algunas citas interesantes acerca de la muerte.
Según Anaxágoras: "Nada nace ni nada perece. La vida es una agregación y la muerte una separación".
Para Annie Besant: "No existe la muerte, sólo cambian las condiciones de vida".
Henry Fielding nos dice: "Con frecuencia se ha dico que lo terrible no es la muerte, sino el morir".
"La muerte destruye al hombre: la idea de la muerte lo salva". Son palabras de E.M. Forster.
También el Mahatma Gandhi nos comenta: "El nacimiento y la muerte no son dos estados distintos, sino dos aspectos del mismo estado".
Hemingway la relaciona con el tiempo: "Lo único que nos separa de la muerte es el tiempo". Y según Victor Hugo: "Lo malo de la inmortalidad es que hay que morir para alcanzarla".
El sabio Lao-Tsé hace estos comentarios.
"Diferentes en la vida, los hombres son semejantes en la muerte".
"El que vence a los otros, es fuerte. El que se vence a sí mismo es poderoso. Pero aquel que sabe que no perecerá al morir, aquel es eterno".
"Vivir es llegar y morir es volver".
Y finalmente, Rabindranath Tagore: "La muerte, como el nacimiento, es propia de la vida. Andar es tanto levantar el pie como bajarlo al suelo".