domingo, marzo 11, 2007

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (III), de la obra "El parto de Dios"

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (III)

A continuación nos adentraremos en el mundo de la antigua China.
En el famoso libro de las Mutaciones o Yi King se presenta ya la conocida pareja de los dos conceptos del Yin y el Yang. El Yin o principio femenino y el Yang o principio masculino. Hay un solo principio cósmico que no puede manifestarse sino bajo dos formas antagonistas, de donde sale la vida en sus infinitas formas.
El mundo chino es esencialmente unitario, pues, tras la dualidad de los fenómenos, busca la unidad del ser. En el Yi King esta unidad principal es llamada "La gran Cima".
El Yi King es un libro de sabiduría y adivinación, atribuido al legendario soberano llamado Fu Hi. Consiste en una recopilación de 64 hexagramas o kuas que describen el conjunto de las situaciones existenciales que resultan de todas las combinaciones posibles del Yin y del Yang, aplicables tanto al hombre como al cosmos. Cada kua o arquetipo produce seis rasgos constitutivos, que son como la evolución de esa situación existencial, desde su germinación en lo invisible, su paso por el mundo visible y su nueva disolución en lo invisible.
El Yi Kig alimenta a las dos grandes corrientes del pensamiento chino, la taoísta y la confucionista.
Lao-Tsé fue el fundador del taoísmo. Su libro Tao Te-King significa el libro de Tao y su virtud.
El Tao es un principio supremo, único y misterioso, oculto tras las múltiples apariencias de las cosas; de él habrían nacido todas ellas.
Según el Tao Te-King: "El Tao ha producido el uno; el uno ha producido el dos; el dos ha producido el tres; y el tres ha dado la vida a todos los seres".
La doctrina de Lao-Tsé es revolucionaria e individualista. Sitúa a la persona humana frente a la esencia del Universo, haciéndole comprender que todo, hasta ella misma, deriva de esa esencia única a la que retornará posteriormente.
Para Lao-Tsé el Tao es el ser y al mismo tiempo el no-ser, puesto que el ser es movimiento y devenir, mientras el Tao es en sí inmovil y desprovisto de toda acción. El Tao, pues, actúa continuamente, pero sin intención concreta, de forma inmanente, desplegándose a través de todas las cosas, pero sin voluntad dirigida hacia un fin. De esta forma no se limita las manifestaciones espontáneas (¿azar?) de la Naturaleza, que necesitan, para afirmarse y desplegarse, la libertad.
El profesor Marcel Granet (en "La Pensée Chinoise"), según William Mackenzie, emparenta la idea china del Tao con la noción de Mana de la civilización melanopolinésica, que expresa igualmente la idea de una esencia o potencia difundida por todas partes, igual a sí misma pero engendradora de la variedad innumerable de las cosas.

miércoles, marzo 07, 2007

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (II), de la obra "El parto de Dios"

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (II)

Pasemos, ahora, a hacer nuestro recorrido en pos del espíritu en otra región de onda tradición religiosa: la India.

Veda significa el saber, la sabiduría (en lengua védica). La India ha producido tres libros sagrados, resumen de esta sabiduría: el Rigveda, destinado a la recitación, el Samaveda, dedicado al canto, y el Yajurveda o conjunto de los preceptos litúrgicos. Posteriormente se unió a estos tres libros el Atharveda, surgido del pueblo y que está compuesto por una masa de creencias, usos y costumbres populares.
El más venerable de todos ellos es el Rigveda redactado en verso y que significa precisamente la sabiduría de los versos. Los himnos del Rigveda estaban dirigidos a los dioses por chantres, rishis o videntes. Estos dioses residen en la bóveda celeste, en la atmósfera o en la tierra. Entre los dioses del cielo destaca especialmente la divinidad que personifica la aurora, llamada Ushas, y que significa "la Espléndida". Otro dios importante es Surya, el Sol, esposo de Ushas, y servido por los gemelos Asvins, los caballeros del cielo. A continuación figuran Mithra y Varuna. Según la interpretación naturista Varuna (el Uranos griego) es la personificación de la bóveda celeste, y es el señor del orden cósmico. Mithra es el amigo de los hombres, protector de la fidelidad, fiador de los contratos.
Entre las divinidades de la atmósfera destaca Indra, el más popular de los dioses védicos, el dios nacional. Es el dispensador del agua fecundadora, la luz, la victoria sobre los enemigos, y también la divinidad de la tormenta.
Los dioses del linaje terrestre están encabezados por Agni, el par del Atar avéstico (la latina Ignis), la cabellera de oro que lo devora todo; como el Sol, pone con sus rayos en fuga a las tinieblas, con sus llamas tiende a lo alto.
Sólo otro dios rivaliza con Agni, el dios Soma, que era un jugo vivificante, tónico, capaz de embriagar, extraído de una planta que crecía en las montañas. Fue el resultado de la tendencia a la personificación de la fuerza vital y mágica contenida en el Soma. El papel de Agni consiste, principalmente, en llevar a los cielos celestes el soma que los hombres le ofrecen.
Un libro del Rigveda, consagrado a Soma, habla del toro mugidor que afila los cuernos, el ave veloz que sobrevuela los bosques, el habitante de las montañas, el médico que cura a los ciegos. (El mito del Dionisios helénico, entonces, se ve parcialmente desvelado, como mito ario, que descendió a Grecia por la Tracia, y a la India por el Indu-Kush, ya que el dios Dionisios era apodado por los griegos de "tauriforme", "montícola", "arboriforme", "curandero").
El politeísmo védico, no obstante, no contradice al Dios único, es decir, al verdadero monoteísmo que lleva dentro.
Un himno rigvédico consagrado a la palabra nos dice. "Se habla de Indra, de Mithra, de Varuna, de Agni; y sin embargo, Él solo, Aquél que es Uno, es la divina ave de bellas alas. Aquél que es Uno, es, pues, designado por los poetas con diversos nombres: Agni, y todos los demás, pero Él sigue siendo siempre Aquél que es Uno".
Y otro himno más:
"¿A qué dios -exclama el poeta en este himno- deberemos ofrecer nuestros sacrificios, si no a ese Dios único y solo, que en el comienzo creó a todos los seres? Verdaderamente, en el origen engendró la amplia extensión de las aguas que contenían todos los gérmenes, y él mismo renació en estas aguas con un germen de oro, al mismo tiempo que realizaba el sacrificio para convertirse en el único Dios de los dioses, y hasta en su espíritu vital.
La inmortalidad y la muerte son el reflejo de ese Dios: todo cuanto vive y todo cuanto muere lo reconocen como único rey. Ante sus leyes, que son leyes de verdad, todo se inclina, hasta los dioses; es él quien, extendiendo los brazos, ha marcado los límites del mundo; abarca todo cuanto está creado y, fuera de él, nada puede existir en el Universo".
Entonces, todos los demás dioses rigvédicos serían la expresión de atributos, o de manifestación, de este Dios único.
El pensador hindú Sri Aurobindo nos da una interpretación moderna de los símbolos ocultos que en realidad encierran los Vedas.
Concluye que el Rigveda no es otra cosa que la glorificación de la luz espiritual que emana del Dios único, y que hace que nos aproximemos a Él.
La luz es el leit motiv que domina en el Rigveda: la Aurora y el Sol en el Cielo, Indra en las nubes, Agni en la tierra.
El Rigveda nos dice: "Nuestros padres han hallado la luz oculta; por la rectitud espiritual han hecho nacer la Aurora". La Aurora, nacida del pensamiento iluminado, no es otra cosa que la Verdad. Y es que Ushas significa tanto la Verdad como la Aurora.
También el Asha avéstico significa la Verdad. La griega Atenea era al mismo tiempo diosa de la sabiduría y de la aurora, y el dios Apolo, así como Orfeo eran cantores divinos y videntes que elevaban el hombre en pos del espíritu, de la verdad. La luz y el conocimiento parecen relacionados desde antaño. ¿No se dice de Budha, el Gran Iluminado, el conocedor de la verdad?
William Mackenzie en su libro "Las Grandes Aventuras Espirituales" dice: "La verdad abre a la luz espiritual el entendimiento del hombre; sus rayos o fulgores son el anuncio de Dios"...
Agni, puesto de manifiesto por la llama, simboliza la fuerza de la conciencia divina, de la verdad suprasensible y espiritual. Indra es el conocimiento de Dios que se revela al hombre, liberando en él los rayos de la luz espiritual.
Los Vedas revelarían, pues, una antiquísima tradición aria, una tradición de milenios portadora de verdades de todos los tiempos, que emanan de la única Fuente, impregnada del Espíritu único.

viernes, marzo 02, 2007

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU I (De la obra "El parto de Dios")

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (I)

Zaratustra (el Zoroastro griego), fue el gran reformador de la religión naturalista del antiguo Irán.

El mérito de Zaratustra fue proclamar la existencia de un Dios único, transformando la religión nacional de Irán en religión de tipo universal, al cual despojó de toda huella de naturalismo original, colocándolo en un plano netamente espiritual. El Dios único Ahura Mazda (Ormazd u Ormuz) fue adorado como creador único de todas las cosas, tanto las buenas como las malas, del espíritu bueno y del espíritu maligno. El buen espíritu se llamaba spenta mainyu; el malo, angra mainyu, que por contracción se transformó en Arimán.
Zaratustra no vaciló en colocar a su Dios, Ahura Mazda, del lado del bien, declarando la guerra al mal. Zaratustra afirma el valor de la vida, invitando a todos los hombres a luchar al lado de Ahura Mazda para que la vida se haga cada vez mejor, y para que al final de los tiempos, el poder de Dios destruya los últimos vestigios del mal, asegurando, así, definitivamente a los fieles la dicha eterna.
Ahura Mazda es el Espíritu puro, el Padre Universal, que existe antes del nacimiento del mundo, y de Él emana el mundo, guiado por Él mismo, gracias a la intersección del Espíritu Santo -spenta mainyu- quien perpetuamente desea el bien. Pero, sin cesar ese buen espíritu se ve contrarrestado por la acción de su antagonista, hermano gemelo, el Espíritu malo, angra mainyu (Arimán). Desde el principio del mundo, el espíritu maligno es proscrito por el bueno, y encerrado en el Infierno, dedicándose continuamente a acechar a los hombres para desviarlos de las buenas acciones deseadas por el Espíritu Santo y el Supremo Señor Ahura Mazda.
Para la secta zoroástrica de los zervanistas, el Dios eterno no sólo es omnisciente (conoce todas las cosas reales y posibles), sino que posee la potencia infinita el Tiempo sin límites llamado Zervan-Akarana. De él proviene todo y vuelve a entrar en él en su momento. A Ahura Mazda, Dios de la Luz y de la Virtud, manifestación de Zervan en el mundo, se le opone el principio opuesto del Mal, Arimán. Zaratustra colocó a casi todos los antiguos dioses de la religión naturalista primitiva de los arios, llamados daevas, como demonios, bajo las órdenes de Arimán, y entre ellos, significativamente a Indra, dios de la guerra. Por contra, los arios idianizados conservaron esos dioses, llamándolos devas, a la vez que hacían demonios a los ahuras o señores de los iranios.
No obstante, Zaratustra, conservó a Atar (debido a su fuerte arraigo en el espíritu de la nación), dios del fuego, como un buen espíritu sometido a Ahura Mazda y, en cierto modo, como su símbolo viviente. En el libro sagrado del Avesta, también figura como buen genio Mithra, dios de la luz, de la armonía y de la felicidad de los contratos. Por encima de los veintiocho yazatas o buenos genios que figuran en el citado Avesta se encuentran seis personajes, amesha spenta, los santos inmortales, y también dos ángeles. Los seis personajes representan los atributos esenciales del Dios Supremo y único: el Buen Pensamiento, la Soberanía Absoluta, el Orden Excelente, la Benéfica Piedad, la Perfección y la Inmortalidad. Los dos ángeles son: el genio de la Obediencia, y el Defensor de los animales.
El ángel defensor de los animales, es la afirmación de los valores de la vida, que se extiende hasta los mismos hermanos inferiores.
La moral de Zaratustra está basada en la pureza y sinceridad, la santidad, el horror a la mentira, la oración, la caridad y la benevolencia. Son pecados: la impureza, el robo, la hipocresía, el orgullo, la envidia, las injurias, las querellas, la malidicencia y la calumnia.
Las virtudes del hombre se resumen en un estado llamado Asha, que significa algo así como: la verdad, el orden y la virtud.
Según el Avesta, tres días después de la muerte del hombre, el Gran Clasificador pesa en una balanza (simbólica) las buenas y las malas acciones. Si pesan más las buenas el alma sube a las regiones celestiales de Ahura Mazda, donde se reúne con su propio principio espiritual y trascendente eterno. Si pesan más las malas acciones el alma es precipitada al abismo donde sufrirá los tormentos del infierno.
Sin embargo, ni paraíso ni infierno son eternos en la doctrina de Zoroastro, pues, al final de los tiempos habrá una conflagración universal, los cuerpos resucitarán y se unirán a sus almas. Un torrente de fuego purificará las almas de los condenados, con lo que el universo entero quedará purificado y renovado por el fuego.
Aparte de la efímera tentativa del faraón Akhenatón en Egipto, le cabe a Zaratustra con Moisés el honor de ser los precursores de las dos grandes ramas monoteístas que aún viven en el mundo. De Moisés arrancan las tres grandes religiones monoteístas actuales: cristianismo, islamismo y judaísmo. Al monoteismo de Irán descendiente de Zaratustra solamente le queda en la actualidad la comunidad parsis de Bombay, no obstante no deja de ser notable la vitalidad de su idea monoteísta. Los continuadores de Zaratustra acabaron unificando a Ahura Mazda y el espíritu bueno surgido de él, así que éste quedó enfrentado en adelante solo frente a angra mainyu, Ormuz frente a Arimán; así nació la religión dualista.
La influencia de Zaratustra fue enorme en otros cultos como el mitraismo, el gnosticismo y el maniqueísmo.

martes, febrero 20, 2007

Palabras de mi jardín (y XVIII)

La semilla (De "El jardinero" -Tagore-):

Hermano mío, no hay nadie que sea eterno, y nada supervive. Acuérdate de esto y alégrate.
Nuestra vida no es sólo un fardo que hemos de soportar durante muchos años; no es nuestra senda el único camino largo. No hay ningún poeta que tenga la obligación de cantar los cánticos antiguos. La flor se marchita y muere; pero quien se adornaba con ella no ha de estar siempre lamentándolo...
Hermano mío, acuérdate de esto y alégrate.
Se producirá un silencio completo y esa será la mejor de las músicas. Va la vida declinando hacia occidente hasta quedar ahogada en las sombras de oro. Se ha de sacar al amor de sus juegos para que pruebe el agrio vino del dolor, para que ascienda al mundo de las lágrimas... Hermano mío, acuérdate de esto y alégrate.
Cortemos presurosos nuestras flores pra que no las robe el viento a su paso. Hierve nuestra sangre y se ilumina nuestro mirar hurtando besos que se ajarían si nos acordáramos de ellos. Nuestra vida es ansiosa y nuestro anhelo poderoso, porque el tiempo está doblando a muerte como una fúnebre campana.
Hermano mío, acuérdate de esto y alégrate.
No podemos abarcar las cosas en un momento, destrozarlas, tirarlas al suelo. Pasan las horas presurosas emboscando los sueños. La vida, que es tan larga para el trabajo y el aburrimiento, sólo nos regala un día para el amor.
Hermano mío, acuérdate de esto y alégrate.
La hermosura no es tan grata porque el cambiante ritmo de su baile se acompasa con el de nuestras vidas. Apreciamos el saber porque no tenemos tiempo suficiente para abarcarlo todo. Todo se ha hecho y acabado allá en la eternidad, pero las flores de la ilusión terrena están siempre fragantes gracias a la muerte.
Hermano mío, acuérdate de esto y alégrate.


"Elogio a la temporalidad"

El jardín (AAS):

Ansia, anhelo, hermosura, ilusión, saber... ¡hijos del tiempo, saludad a la muerte que os ha hecho ser!...
¿No es hermoso el renacer, la nueva vida?... ¡Da gracias a la muerte!
¿No es tu vida un ansia, un anhelo, una ilusión, un movimiento, y lo eterno está quieto?... ¡Da gracias a la muerte!
¡Deja pasar y saluda, alma humana, a tu muerte engendradora y a su amado compañero, nuestro antiguo padre el tiempo!

jueves, febrero 15, 2007

Palabras de mi jardín (XVII)

La semilla (De "El jardinero" -Tagore-):

Cuando la vida es sometida a juicio, la más humilde brizna de hierba se sienta en el mismo banquillo que los rayos del sol y que las estrellas de la noche entrada. Del mismo modo, en el centro del universo, mis canciones comparten el trono con la música de las nubes y el canto de los bosques.
Pero tu riqueza, avaro, no se junta con el esplendor dorado y gozoso del sol, ni con el dulce lucir de la luna de plata. La ventura que el cielo derrama sobre el mundo no alcanza a tus tesoros. Y cuando llega la muerte se ponen blanquecinos, se ajan y se convierten en un leve polvillo.


"La importancia de lavida"

El jardín (AAS):

El tremendo Universo, las fantásticas explosiones de sus innumerables soles y el gigantesco calor de sus corazones fundentes rivalizan con el rocío de mis briznas de yerba, con el suave trino de los pequeños reyezuelos que me habitan... y es que mis minúsculas criaturas poseen ¡vida!, tan grande que se traga el Cosmos todo... ¿No sabes que en mí están escritos los más profundos misterios?... ¿Que sin una sóla de mis pequeñas vidas se colapsaría el Orbe entero?... ¡Acude a mí, yo lo soy todo!

jueves, febrero 08, 2007

Palabras de mi jardín (XVI)

La semilla (de "El jardinero" -Tagore-):

Cuando la noche estaba muy entrada, el hombre exclamó: "Ha llegado el momento de abandonar mi hogar y de salir a la búsqueda de Dios. ¿Quién me ha estado engañando durante tanto tiempo? Dios le contestó tranquilo: "Yo". Pero el hombre no le oía.
La madre y el hijo dormían plácidamente en su cama. Preguntó el hombre: "¿Quiénes sois vosotros que me habéis tenido engañado durante tanto tiempo? La voz de Dios dijo otra vez: "Ellos son Dios". Y el hombre no le oía.
El hijo lloraba en medio de sus sueños y abrazaba inconscientemente a su madre. Dios dijo al hombre: "¡Detente, necio, y no abandones a tu familia!" Pero el hombre no le oía. Y Dios suspiraba tristemente: "¿Por qué tratará de venir hasta mí, si me está abandonando?"


"La presencia de Dios en lo más sencillo"

El jardín (AAS):

¡Jardinero, sigue cortando mis flores marchitas y regando mis secas raíces!... ¡Esas manos que tanto conozco de delicados cuidados y sutileza extrema, amigas y compañeras de mis sueños, seguid con vuestra entrañable tarea!... ¡Yo os reconfortaré, pues en mí habita vuestro Señor y le sois gratas!... ¡Dichosos vosotros que no buscáis en lo oculto lo que a diario se nos da, porque a Él le sois gratos!... Vuestra humildad os ensalza y aquello que está vedado a reyes y poderosos, está abierto de par en par a vuestra sencillez... ¡Dichosos los que encuentran! ¡Dios vive con ellos y en ellos, y ellos participan de su juego!

domingo, febrero 04, 2007

Palabras de mi Jardín (XV)

La semilla (De "El jardinero" -Tagore-):

La feria de delante del templo estaba en todo su apogeo. LLoviznaba desde la salida del sol y caía la tarde.
Entre la alegría de la multitud, nada había más radiante que el gozo de una niña que se había comprado por unos céntimos un silbato de caña. La penetrante alegría de aquel silbido destacaba sobre todas las risas y todo el alboroto.
Una multitud enorme se acercaba entre empujones. El camino se había llenado de barro, había crecido el río y el campo se hallaba enfangado.
Entre el gentío hastiado no había un dolor mayor que el de un niño que no tenía dinero para comprarse un humilde juguete, y cuando vi sus tristes ojos fijos ante el tenderete, todo aquel enjambre de gente me pareció miserable.


"Lo sencillo y humilde, refugio del Espíritu"

EL jardín (AAS):

¡Tú, santa criatura, que lo abandonaste todo para buscarle, que años y años de privación despegaron tu alma de lo mundano, no prosigas más!... Desciende al valle, las frágiles manos abiertas de un niño con su mochila repleta de júbilo esperan tu humilde regalo... En sus negros y profundos ojos expectantes de alegría y en su fondo, saltando si cabe aún más de gozo, un duende te espera impaciente: ¡es el mago compañero de tu viaje en el camino!

jueves, febrero 01, 2007

Palabras de mi jardín (XIV)

La semilla (De "El jardinero" -Tagore-):

"Edifiqué laboriosamente un templo. No tenía puertas ni ventanas y sus muros eran de piedra maciza. Me alejé del mundo, me olvidé de todo y, ensimismado, me puse a mirar un día y otro día la imagen que había colocado en al altar.
Siempre ardían lamparitas de óleo perfumado en la total oscuridad del templo; y el humo permanente del incienso envolvía mi alma con su sofocante espiral.
Esculpí, vigilante, en los muros figuras imaginarias en extraños laberintos (caballos alados, flores con caras humanas, serpientes con rostro de mujer). No quedó ni un sólo huequecito por donde pudiera entrar el canto de los pájaros, el rumor de las frondas, el ruido de la ciudad laboriosa. Sólo resonaba en la bóveda en sombras mi voz que cantaba despacio y armoniosa.
Mi inteligencia se hizo penetrante y estática como la punta de una lanza ardiente, y mis sentidos se sumieron en éxtasis ignotos. ¿Cuánto tiempo estaría así? Un día estalló una tormenta y un poderoso rayo rompió el templo hiriéndome el corazón.
Las lámparas tamblaban avergonzadas y tenues. Los jeroglíficos de los muros eran como sueños enredados, sin sentido, al estar a plena luz del día, y daba la impresión de que querían ocultarse. La imagen sonreía en su altar, viva, al entrar en contacto con el Dios vivo.
Y la noche que me había tenido cautivo se marchó volando para siempre."


"La claridad y viveza del Dios vivo"

El jardín (AAS):

¡Señor, vos inteligencia pura, fuente ingotable de prodigios, inabarcable, inmenso, infinito... cuán fácil y sencillo es comprenderte!... Laberinto indescifrable de infinitos caminos inescrutables, interminables evos de historia, innumerable y consistente, campo inabordable de sesudos sabios... ¡Y sólo eres un punto, sólo eres Tú, sólo serás yo!... ¡Dios está vivo!... ¡El atajo de tu "viveza" nos reconforta, oh, sí, a estas almas sencillas y humildes!

domingo, enero 28, 2007

Palabras de mi Jardín (XIII)

La semilla (De "El jardinero" -Tagore-):

Burlaos de mí, amigos míos, porque voy en pos del ciervo de oro; pero yo siempre iré detrás de esta visión que huye de mis manos.
Por montañas y llanos, a través de terrenos ignotos, siempre correré en pos del ciervo de oro.
Bienvenidos seáis, vosotros que regresáis del mercado, y ójala que tornéis cargados a vuestras casas. El embrujo de los vientos sin hogar me ha capturado no sé donde ni cuando. He perdido en mi huida todo lo que tenía. Sólo me queda mi alma liberada.
Las montañas y los llanos, los terrenos ignotos se escapan de mí que siempre persigo incansable el ciervo de oro.


"El alma liberada dedicada únicamente a la búsqueda del Espíritu"

El jardín (AAS):

¡Bienaventurada tú, alma peregrina, que abandonaste tu bagaje, te nacieron alas y remontaste el vuelo en busca del "ciervo de oro"!
¡Cómo me deslumbras! ¡Cómo imitarte quisiera si mis pies no fueran tan pesados que ignoran el volar!... ¿Llegará algún día mi espíritu a acompañarte?...
¡Esta noche tuve un sueño, vi a lo lejos el ciervo de oro y tu estela se le acercaba, y tu mano se extendía hacia la mía!... ¡Esperanza, no te olvides de este amigo que te aguarda!

martes, enero 23, 2007

"La polémica del gen egoísta (VI)" , de la obra "El parto de Dios"

"No obstante, ese "mundo de cualidades" sí es distinto en el sentido de que la esencia de los seres vivos es transcurrente, está referida al tiempo, lo que le da un aspecto noveoso respecto a los componentes de ese "mundo de cualidades". Verdaderamente, lo único que les asemeja es esa particularidad de que ambos existen pero no son reales nada más que en ciertas circunstancias. El "mundo de cualidades" se hace real en los "estímulos" que aparecen en los seres vivos. La "esencia" de los seres vivos en los sucesivos "presentes" de los mismos. Estos "presentes", como apuntaba Zubiri, tienen en sí el "germen" del mismo tiempo, pues, en cada presente viene definido ya un cierto pasado y un cierto futuro, justo los necesarios para que el presente pueda definirse como tal. O sea, en el "presente" de cada ser vivo la esencia del mismo se hace real, y por lo anterior, esta realidad del presente encierra en sí la temporalidad, el movimiento.

La cualidad se hace real en el estímulo que aparece en el ser vivo. Es real, pues, para este ser vivo, pero no es real para sí misma; no tiene realidad en sí misma. La esencia del ser vivo se hace real en el ser vivo, en su "presente".

Y es que parece intuirse que una cualidad se haría real en sí misma sólo si el ser vivo que la "sintiese" fuese la misma cualidad (acto reflejo). Ninguna cualidad que no sea el mismo ser vivo (su esencia) tiene capacidad para ello. Todo ser vivo está capacitado para "captar" aspectos de su propia esencia en cada uno de sus "presentes" temporales. La evolución va produciendo seres cada vez más complejos, cada vez más capaces de "sentir" en mayor medida su esencia. Es posible que la conciencia humana sea el resultado de la "captación total" de su esencia por el animal hombre, ya que la esencia se hace real en su totalidad en el presente de aquella criatura capaz de "sentirla" íntegramente.

La cualidad al no ser real no existe para sí misma. En general, para el ser vivo su esencia sólo es real en el presente; si su "presente" corresponde al instante de su muerte, su desintegración material (desorganización que incapacita al ser para "sentir", en particular su esencia), en este presente deja de ser real: su esencia es incapaz de superar su muerte. En la criatura humana existe la realidad de la esencia (por la aparición de la conciencia) en toda su plenitud en cada uno de sus "presentes". A la realidad del presente animal se superpone la realidad de toda su esencia completa, definida a lo largo de todo su pasado, presente y futuro, es decir, la realidad transpersonal, y eso hace que aún en el instante final (óbito) exista la realidad de la esencia humana, con lo que puede superar el tiempo, apareciendo una nueva dimensión: la eternidad.

En otras palabras, animales y hombres, en general seres vivos, poseen la realidad del presente esencial (quizás pudiera asimilarse esta realidad al llamado campo mental), pero el hombre al "sentir" su esencia plena (inteligencia sentiente) hace realidad en su instante presente su entera esencia, en una especie de retroalimentación vital que le hace por entero realidad, superándose en todo momento la realidad del presente. De esta forma, aún en el momento del óbito se supera el mismo "campo mental", conservándose la realidad de la esencia humana; es lo que llamamos "la trascendencia" del espíritu humano.

Según ésto, ¿el universo sería el marco en el que las esencias podrían hacerse reales?

El sentimiento de la propia esencia se hace real en el ser, existiendo "quien" se hace cargo de esta realidad (lo que no cumple la cualidad).

La esencia del ser vivo no es una "cualidad" cualquiera, es una "cualidad transtemporal", que posee la particularidad de la temporalidad. Esto significa que la realidad de la esencia de cada presente está proyectada también en el pasado y en el futuro, y aún cuando, en el caso general, no pueda superar el tiempo, sí posee en sí el germen del tiempo, del movimiento, que no se agota en su propio presente. Ello hace posible la "unicidad" del ser vivo, gracias al "acoplo" de cada uno de los "presentes" entre sí, a través de la memoria d elos pasados y los futuros que cada uno encierra.

La esencia de cada ser vivo puede ser "captada" por otro ser. (¿Esta captación puede suponer el incremento de la esencia de este último?... Si así fuese, la incorporación del agregado debería poseer el carácter de integridad como consecuencia de la unicidad anteriormente apuntada)."

viernes, enero 19, 2007

La alegría del verano



Estamos en invierno: ¡Viva la luz!

"Palabras de mi jardín (XII)"

La semilla (De "El jardinero" -Tagore-):

Amor mío, mi alma está siempre deseando tener pronto ese encuentro que ha de ser para mí como la muerte que todo lo aniquila.
¡Llévame hasta tus pies con un viento huracanado; quítame todo lo que tengo; entra tú en mi dormir y llévate mis sueños; róbame cuanto hay en mi mundo. Y cuando mi espíritu esté solo y desnudo, convirtámonos en un solo ser colmado de belleza!
Pero... ¡cuántos afanes los míos! ¿Cómo podré esperar esa unión definitiva de no ser contigo, Dios mío?


"La voluntad de Dios y nuestro anhelo en alcanzarle"

EL jardín (AAS):

¡Aquí estoy, Espíritu Supremo, buscando tu morada, sabiéndola tan lejos... y tan cerca! Brazos abiertos para el alma que busca, anhelo reprimido hasta la consumación de la esencia, tiempo engendrador del precioso encuentro... ¡Ventura gloriosa, sois el regazo de mi inquietud y esperanza!

miércoles, enero 17, 2007

"La polémica del gen egoísta (V)", de la obra "El parto de Dios".

"La desaparición de cada uno de nosotros de este mundo real, después de nuestra muerte individual, nos hará salir de la realidad que conocemos, y todo lo que hemos dicho anteriormente dejará de tener lugar, es más, la extrapolación de cualquiera de estas consecuencias a otro "mundo" para lo que no poseemos la más mínima apoyatura, algo que sí adornaba a la especulación en lo real, no es más que una simple conjetura o ilusión sin base cierta (o real). La "subtensión dinámica" de las criaturas en el "organismo" que supone la Vida con mayúsculas, no tiene por qué extrapolarse a otro mundo que no sea el que vivimos y en el que estamos inmersos. Ante lo devenir, después de este supremo acontecimiento que es nuestra muerte individual, sólo podemos colocar la formidable incógnita de nuestro desconocimiento. Nuestras intuiciones, como forma de sentimientos, tienen que ver con una cierta organización de la materia que compone nuestro organismo; la materia desorganizada que es lo que supone nuestro óbito sólo es capaz de intuir su propio ser como materia; en nuestra muerte volvemos a lo que "siente" la propia materia en sí... ¿El caos primordial, tal vez?...

Los sentimientos de cada "presente" de nuestras vidas son eso, momentáneos, de cada presente, de cada instante. Nuestra "esencia" es la suma de "rescoldos" de cada "presente" de nuestras vidas, también del presente del instante final, o de nuestra muerte (que según esta versión, es un momento más, no el único que configure ya nuestro ser "posterior"). Entonces, el modo de "estar" en otra circunstancia que no sea el "mundo de la realidad" que conocemos, es el modo de "estar" no de ningún "presente" (como podría ser el "presente" que narca el instante final o de nuestra muerte), puesto que tiempo y espacio fuera de "nuestra realidad" dejan de tener valor, sino el modo de "estar" de lo que está fuera de estas coordenadas espacio-temporales, es decir, de la "esencia" de nuestro ser.

El modo de "estar" de nuestra "esencia" en otra "circunstancia" (no nuestro mundo "real") es algo que desconocemos por completo, y más, como hemos dicho, sin intuición (como sentimiento unido siempre a una configuración material) de ello. Solamente habría una vía posible para acercarnos al conocimiento de esta cuestión, y sería el saber qué es verdaderamente la "esencia" de nuestro ser, puesto que la conexión entre el "estar" del devenir (después de nuestra muerte) y el sentimiento presente (actual) no puede tener más vías de transmisión que la misma "esencia".

Ahora bien, sí pueden desecharse cuestiones a las que, curiosamente, estamos abocados cada vez que hablamos de nuestra muerte. Sería, por ejemplo, ese sentimiento de temor, ante la presencia de la misma, de permanecer por siempre como la materia inerte, falta de movilidad, como si la falta de movimiento equivaliese a una muerte. Y es que nada puede estar más alejado de la verdad, pues, ciertamente la materia nunca está quieta, siempre está intentando inventar la vida. La misma materia es un verdadero ciclo de construcción y destrucción, de cambio,... ¡lo que nunca aparece en ella es la quietud! (La quietud no es más que el principio de inercia newtoniano ante la ausencia de fuerzas, precisamente ausencia que no se da en la naturaleza). Lo que sí representa la quietud es un instante de nuestra vida, el de la muerte, en el que, ciertamente, parece como si en dicho instante nos "disolviéramos" en la pura materia, como haciendo partícipe a la misma de nosotros mismos; pero nuestro espíritu no acaba ahí (es sólo un instante de su currículo), quizás en ese instante nuestro ser retome la materia inanimada... Pero nuestra "esencia" como "historia" de unos presentes, como conjunto histórico de acontecimientos sigue ahí, en sí misma, como bloque, sin constreñirse a instante alguno... A partir de la muerte deja de ser real (no está ligada a ningún presente posterior del universo real), pero sigue siendo ella misma. No es real, pero existe... ¿No habría un cierto paralelismo con ese "mundo de cualidades" no real que vimos anteriormente?"

domingo, enero 14, 2007

La polémica del gen egoísta (IV) (De la obra "El parto de Dios")

"Así que, impropiamente podemoa hablar de la existencia de "cualidades" (subjetivismos tales como emociones y sentimientos) que aparecen en la materia organizada (seres vivientes) y que varían de acuerdo con esta organización o "complejidad" (para atenernos al término acuñado tan felizmente por el filósofo Teilhard de Chardin). Y seguimos hablando, impropiamente, del conjunto de esas cualidades que, si bien es cierto no tienen entidad por sí solas, pues reiteramos nos ceñimos al concepto estricto del estímulo zubiriano, forman parte de un mundo, por supuesto, fuera de la realidad (mejor, "nuestra" realidad, la única conocida) que, por otra parte, hace posible esta realidad que conocemos. Y es que la vida y la mente, componentes de nuestra realidad cotidiana, a través de sus cualidades más significativas como sentimiento y emoción, reflejan continuamente la injerencia de ese mundo o "conjunto de cualidades" situadas fuera del plano de la realidad.

Deberíamos separar lo que existe de lo que es real. El concepto de lo real es algo apriorístico para nuestra mente; es algo, según Zubiri, que se nos ha dado de antemano a nuestra mente. Lo que existe, a veces, no es real. Una idea existe, pero no tiene por qué ser real. De igual forma, ese "mundo de cualidades" existe pero no es real. Así que, de forma impropia como ya hemos advertido, podríamos decir que en el estímulo se produce la "captación" o "recepción" de parte de ese "mundo de cualidades" por el ser viviente. Y volvemos a reiterar que esta "captación" sólo se entiende en el sentido anteriormente apuntado. La creciente complejidad de los seres vivientes les va capacitando para la "captación" de unas emociones y sentimientos desconocidos para los niveles inferiores: es otra forma de expresar la ley de la complejidad-conciencia apuntada por Teilhard.

Desconocemos los "niveles" de la citadad ley; sólo los más evidentes se nos hacen presentes, como el que supone la captación de la realidad por parte del hombre (la intelección sentiente de Zubiri)), y la aparición de la subsiguiente conciencia con los sentimientos de eternidad e infinitud que la adornan.

La vida, tal como la conocemos, refleja que toda función "superior" no sólo ha sido reclamada por la "inferior", sino que está sustentada por ella, justo por aquello mismo que en esta función inferior (y por ser ella lo que es) exige la función superior (lo que llama Zubiri "subtensión dinámica" de unas funciones por otras).

Si la relación entre funciones inferiores y superiores en el organismo vivo es tal "subtensión dinámica", tales funciones inferiores y superiores no pueden existir independientes, es decir, una sin la otra. De ello se deduce que a toda función superior le son completamente imprescindibles las funciones inferiores; los niveles superiores necesitan de los inferiores, y estos últimos están "reclamando" a los primeros. La vida es "una" desde los niveles inferiores a los superiores.

Teológicamente entrevemos que en la "noosfera" de Teilhard de Chardin, el nivel superior (más cercano al Ser Supremo) necesita de todos los niveles inmediatamente inferiores, que son los demás individuos como nosotros, y es más, también de los niveles inferiores al nuestro, cual son los animales, el manto vegetal y la misma materia.

El universo entero, pes, está dotado de una evidente unicidad; la criatura superior a la que, quizás, la evolución algún día de a luz, llamémosla Superhombre, Dios, Unidad Suprema, etc., necesita de todo el universo, a lo largo de todo "su" presente, del pasado transcurrido antes de Él, y del devenir que no esté aún configurado. Nosotros, como consecuencia de la "realidad" que conocemos, somos completamente necesarios para esa Criatura Superior, cuya aparición en este mundo "real" nuestro espíritu "reclama". Y recalcamos que todo esto no sucede en un mundo imaginario creación de nuestra mente. El universo es real, está dotado de "realidad", y en esta realidad este Ser Supremo debe aparecer, de igual forma que nosotros somos reales. Hay una unicidad de todo el universo en la "realidad" que conocemos; hay una "subtensión dinámica" entre el Ser Supremo, nosotros y todos los niveles inferiores a nosotros como son los demás animales, el mundo vegetal y la propia materia."

viernes, enero 12, 2007

Palabras de mi jardín (XI)

La semilla (De "El jardinero" -Tagore-):


Protegí contra el viento la lámpara cubriéndola con mi manto, pero la llama se apagó. Estreché la flor contra mi pecho, deseoso de amor, y la ajé sin querer. Estanqué el agua para que sólo fuese para mí y se me secó la fuente. Quise tocar una nota que mi arpa no alcanzaba y se me rompió la cuerda.


"El amor no es egoísta:¡Debe ser compartido!"

El jardín (AAS):


Amor,¡cómo quise poseerte!... ¡cómo fluye tu cuerpo entre mis manos!... Mi vasija no puede contenerte... Mas, sí llenas los vasos que te ofrecen, sí extiendes tu fluido inextinguible, más y más abundante en el despliegue de tu inmenso manto... ¿Qué misterio encierras en tu fondo que conozco a las criaturas a las que impregnas, y me empujas a la entraña de sus seres?...

lunes, enero 08, 2007

Cap.2. El Fenómeno vital. Apartado III. La polémica del gen egoísta (3ª parte). (Del libro "El parto de Dios").

LA POLÉMICA DEL GEN EGOÍSTA.

"Hubo un tiempo en que la ciencia era el signo de la modernidad, del progresismo; era un renacimiento de la antigua y adelantada sabiduría de tiempos pasados, apagada por el oscurantismo de la Edad Media. Hoy en día, aunque no pueda hablarse en justicia de toda la ciencia, sí hay en ella una tendencia general (al menos en lo más visible) conservadora, dogmática, indiferente, y a veces casi opuesta, a los aires renovadores que, por contra, casi corren paralelos e impregnan a la antigua magia cuasireligiosa de nuestros más vetustos ancestros. Es cierto que no hay peor ciencia que una ciencia contaminada del subjetivismo que se antepone a los hechos objetivos. La seriedad ante este peligro se entiende y hasta aquí es comprensible, pero ¿realmente los continuos rechazos a los nuevos aires e ideas por parte de la ciencia oficial provienen en su totalidad de este planteamiento? ¿No es verdad que en muchísimas ocasiones dicho comportamiento se parece más a una forma de conservar un status o unos privilegios que, por ridículos, se parecerían más a los de los arcaicos "popes" de las antiguas religiones oficiales?

Si en algún ámbito puede seguir teniendo, todavía, un verdadero valor la filosofía es en el que estamos abordando. Ya que la ciencia no quiere descender a las cuestiones esenciales tan importantes para nuestras personas, tan sustanciales para sus espíritus, en resumen, tan fundamentales para su "estar en la vida", tendremos que volver a acudir a nuestra original filosofía, aquella ciencia de la sabiduría, madre de la ciencia actual. Estas disquisiciones que quisieran ser profundamente científicas, necesariamente han de ser estrictamente filosóficas. Nuestras referencias obligatoriamente han de pasearse por los más eminentes filósofos, y de ellos deben beber nuestras fuentes. Así que éste no es un libro científico, es un libro filosófico, es un libro de "sabiduría científica"... No nos preocupemos más de estas cuestiones, ya que en el fondo da igual, cuando lo que se busca y se pretende desvelar es la simple realidad, la verdad. ¡Dejemos para los críticos la ubicación de esa verdad!

Estamos con Zubiri en que el "faro" de todo es la realidad; otras elucubraciones o construcciones mentales pueden estar dotadas de una cierta belleza, pero son como en física cuántica, posibilidades que se decantan o desvanecen ante el hecho, el suceso, el acontecimiento, en suma, ante lo "real".

La realidad, pues, igual que para Zubiri, es nuestra guía. Y la realidad nos enseña que en el universo existe la materia de que nos habla la física, la vida que nos enseña la biología, la evolución darwiniana, la "mental", evidente por sí misma y de la cual somos privilegiados testigos. Cada una de ellas (materia, vida, mente) posee cualidades irreductibles: la mente presupone la vida, y la vida presupone la materia. Pero vida es "algo más que materia", o si queremos, la vida es una cualidad de la materia que se presenta cuando esta última posee cierta distribución u organización. También mente es "algo" más que materia, si queremos, de igual forma, es una cualidad de la vida que precisa de una cierta "complejidad". Y ninguna de las tres puede reducirse a cualesquiera de las otras dos, pues, sí son esencialmente distintas.

Materia, vida, mente son estrictamente la realidad, no una elucubración teórica. Esta realidad presupone la realidad de lo que hace posible la materia, la vida y la mente. Luego es real el átomo, las moléculas, los "instintos" (no queremos aquí tomar partido por ninguna teoría acerca de lo que significa el instinto, simplemente se toma éste en el sentido más amplio o más general) que definen la vida, la "esencia básica" (quizás sentimientos, emociones, intelección, etc.) de lo que constituye la mente.

Es real la emoción que preside cualquier instante de nuestra vida: al admirar la belleza, en la recepción de un color, en el acto de la intelección, etc. Y estas emociones son muy diversas. Cada criatura del "árbol filogenético" posee las suyas, estrechamente relacionadas con las "sensibilidades" de que está dotado cada organismo, el cual está construido a partir de las instrucciones escritas en su código genético. El gen que configura el organismo es en último lugar el responsable de las distintas sensibilidades que hacen posible el abanico de sentimientos de que es capaz cada criatura. El código genético de cada criatura viva "hace posible", pues, la "recepción" de un conjunto de sentimientos o emociones por parte de ésta. Cuando hablamos de "recepción" no queremos presuponer, sin más, la existencia de "ciertas cosas" fuera del propio ser del individuo que son recogidas por éste en lo que llamamos la emoción o el sentimiento. Aquí, también, nos parece plausible la concepción del estímulo zubiriano, en cuanto a la "realidad" del estímulo en sí, compuesto necesario e inseparable del dualismo: causa física (radiación, etc.) y órgano receptor del mismo. Ahora bien, sí podemos decir, sin presuponer nada y sin ir más allá de lo que estamos diciendo, que la estructura organizativa del organismo es la condición necesaria para que el sentimiento y la emoción tengan lugar, se produzcan, es decir, se hagan reales; en otras palabras, esta especial organización, transcripción del código genético, hace posible que la emoción y el sentimiento pueda existir en el universo, de forma concreta, en el concepto zubiriano del "de suyo" de cada criatura."

martes, enero 02, 2007

Cap.III. La polémica del gen egoísta (II). De la obra "El parto de Dios".

La polémica del gen egoísta (II).

"De inmediato podría hacérsenos una objeción. La "expansión" de la esencia del gen en el tiempo y el espacio, siendo este último como es un simple código, todo lo elaborado que queramos, y cuya base es la identidad del ser en cada una de sus duplicidades citadas, recuerda fuertemente a las simples moléculas y átomos cuya identidad, si cabe, es más palpable. ¿Es que la "esencia" del átomo de cualquier elemento está "expandida" de igual forma en el espacio y el tiempo? Tengamos en cuenta que el átomo desde su génesis prácticamente va a durar una eternidad, para ser exactos hasta la desintegración del cosmos en energía (salvando, claro está, los elementos radioactivos). Pues bien, la objeción es tremendamente fuerte y muy evidente. El problema no puede soslayarse por mediación de explicaciones más o menos artificiossas, pues entramos de lleno en el quid de la cuestión. A grandes problemas, grandes soluciones, mejor, una solución drástica, definitiva, nunca buscada por lo que significa... Y es que, no queda más remedio que reconocer, rotundamente, que la simple materia, aún en sus más bajos niveles de organización, "palpita", puesto que su esencia es ya el germen de la vida futura. La esencia de la misma materia contiene, al igual que el gen, una "memoria" de todos los acontecimientos en los que interviene a lo largo de todo lo ancho del espacio y el tiempo del cosmos, mejor, a lo largo de su presencia en el cosmos, esté definida en el mismo cualquier dimensión, cuestión esta última en la que no queremos entrar.

La materia rezuma vida, rezuma voluntad (la voluntad de Schopenhauer); posee en sí misma toda la potencia necesaria para que por su intermediación las criaturas sientan todas las emociones y sensaciones presentes en la naturaleza. (Para Nietzsche la "voluntad" presenta en el hombre características distintas a las apuntadas por Schopenhauer).

La materia, el gen, posibilita en general una cierta configuración de las criaturas, de la materia viva y a cada configuración corresponde la capacidad de recepcionar las mil y una sensaciones posibles de la naturaleza. La "esencia" del átomo, por ejemplo, "para sí" quizás sólo puede sentir su existencia, su "voluntad" de conservación, pero, su "actuación", al formar parte de un gen, que a su vez configura la constitución de un organismo, posibilita a l final, en este último, la recepción por el mismo de unas precisas sensibilidades o emociones. La existencia de un gen no es eterna, por eso su "memoria", que implementa a su esencia, no puede tener constancia de acontecimientos que van más allá en el tiempo. Si embargo, el átomo que forme parte posteriormente de otro gen, en su esencia sí puede tener "reflejados" acontecimientos de un futuro más lejano, tanto como el final de nuestro universo, por ello, la "influencia" de este átomo en el momento presente podría posibilitar la recepción de "algo" perteneciente al mismo final del universo todo. ¿Qué estamos diciendo?... Pues, suponiendo la evolución como una línea ascendente de complejidad de la vida, podemos intuir el final de esta cadena, es decir, el cenit, por la observación "si estamos capacitados para ello", de la misma materia. El sentimiento general en todas las civilizaciones de un ser supremo, unitario, todopoderoso ha podido ser intuido desde muy antiguo, simplemente observando las cualidades positivas que observamos en el cosmos, en la simple materia, en la simple realidad. Por cierto, en este punto es conveniente manifestar que nos adherimos a la doctrina "materialista" del filósofo español Xavier Zubiri (verdaderamente una materia con características totalmente espirituales, a su pesar), que esencialmente niega la existencia de algo fuera de la estricta realidad, de la materia que nos rodea que guarda en sí no sólo la simple materia estudiada por la Física, sino la vida, la complejidad organizada sentiente, el "de suyo" de Zubiri.

Las críticas de este pensador a la Ciencia, en cuanto al rechazo o menosprecio de esta última del subjetivismo, están más que fundadas, pues ¿qué es esencialmente o qué explicación tiene el sentimiento que aparece en los seres vivos ante el estímulo que representa un simple color o una melodía?... Obviamente son temas que para la ciencia oficial no tienen entidad, o están fuera de su objeto. Si esto es así, esta ciencia necesita de una urgente renovación, la que está demandando una sociedad que desea que "su" ciencia siga dándole soluciones a los problemas o inquietudes que le preocupan."

jueves, diciembre 28, 2006

Palabras de mi jardín (X)

La semilla ("El Jardinero" -Tagore-):

Belleza, entre el fragor del mar de la vida alzas estática y callada tu piedra solitaria. El tiempo enloquecido te ruega postrado ante ti: "¡Háblame, amor mío, dime algo!"
Pero tu frialdad tan despiadada mantiene prisionera la voz en tus labios, ¡oh belleza incambiante!



"La belleza atributo de Dios"

El jardín (AAS):

¡Tiempo que alimentas nuestras venas, reviviendo primaveras y agostando nuestras mieses!... ¡cuántas veces acurrucas la belleza entre tus ondas! y... ¡cuántas te abandona!... ¡Oh belleza, compañera de mis mejores momentos, quédate conmigo!... ¡tal vez esperes mi llegada al mundo eterno de tu dueño!

sábado, diciembre 23, 2006

Una gata en peligro.




¡A que se cae!...


¿A dónde vas Chuli?
Posted by Picasa

Cap.2. El fenómeno vital. LA POLÉMICA DEL GEN EGOÍSTA I( De la obra "El parto de Dios")

LA POLÉMICA DEL GEN EGOÍSTA (1ª parte)

"El gen egoísta (un "sujeto" pasivo), ¿cómo puede imponer su dominio sobre las individualidades?

Se adivina que el "modo" de la imposición del gen ha de ser a través de las "tendencias" o "instintos" que impone a la criatura. Entonces, existirían en el organismo instintos que no favorezcan al individuo, es más, a veces estarán en su contra si su prioridad es la especie, implementada en el gen correspondiente. Estos genes, seguramente, han sido seleccionados y conservados en la carga genética del individuo como resultado de la evolución. Como los instintos no son "absolutos" en cuanto a la conducta, al coexistir varios a la vez, es la criatura la que va decantándose por unos u otros en cada circunstancia de su curriculum. El instinto, pues, no se impone, "inclina" valiéndose de recompensas o satisfacciones. El actuar a favor del instinto produce en el individuo una sensación placentera; lo contrario acarrea desagrado. Las pautas de sensaciones agradables o desagradables (llamémoslas positivas o negativas) pivotan, pues, alrededor de un gen o grupo de genes. Este tipo de sensaciones calificadas genéricamente de positivas o negativas, pueden ser sumamente variables, y forman el conjunto de emociones que es capaz de sentir cada criatura. Por consiguiente, el gen produce la impronta, o la capacidad en el ser vivo de poder sentir la correspondiente emoción.

El gen como estructura pose una "esencia" (al estilo definido por el filósofo español Zubiri) inmutable a lo largo de su existencia.

En el ejemplo ilustrativo de la filogenia del ojo de un mamífero, dicho órgano es el resultado de la colaboración de un grupo de genes, no de uno solo, por otra parte, algo bastante frecuente en la gestación de cualquier otro órgano. Esta colaboración produce un beneficio mutuo para todos, por lo que, en realidad se asemeja a una relación simbiótica. Un gen individual de los que pertenecen a esa "simbiosis", en tiempos anteriores a esta relación, llevará "marcado" en su "esencia" el fruto de la misma, ese "aparente" futuro simbiótico (futuro para la criatura que porta el gen, no para dicho gen). Entonces, la "impronta" de esa relación favorable al gen (repetimos, a nuestros ojos perteneciente al futuro) quedará fijada en la criatura actual. En otras palabras, la criatura se verá inclinada instintivamente a tender en sus acciones a favorecer todo aquello que, sin percatarse, le acerca a la filogénesis de ese órgano complejo moldeado por los genes simbióticos. Nuestro aparente futuro no lo es tal para el gen. Esto es así, porque la duplicación del gen en la reproducción origina genes en todo idénticos, idénticos en el presente pero, también, idénticos sucesivamente a lo largo del tiempo, hasta que cambie por alguna mutación o fenezca por la muerte de las criaturas que lo portan; ello equivale a la ampliación o expansión del gen a lo ancho del espacio (número de genes idénticos existentes en cada instante) y del tiempo (número de genes descendientes idénticos desde la aparición del gen a su desaparición). Esta ampliación del gen en el espacio y en el tiempo se comporta como un solo organismo, pues posee una sola "esencia"; las múltiples interrelaciones de este "ente" con el entorno (en sentido amplio) marcarán una "cierta memoria" en su propia "esencia". La clase de "impronta" que produce el gen en cada criatura que lo porta en el "marcaje" del instinto, debe tener que ver con la "esencia" del gen, por eso "la memoria" que guarda el gen de la relación simbiótica debería traducirse en una cierta influencia, un cierto instinto o tendencia sobre la criatura portante. Para el gen es su realidad "presente", su "ahora" en su "ente" expandido a lo largo de un cierto espacio y tiempo que indica su presencia en el mundo. En nosotros, en las criaturas, presenta la apariencia de una anticipación del Futuro, de una inexplicable influencia del Futuro sobre el Presente.

El resultado de todo ésto es la aceleración de la evolución, es decir, la habilitación de cambios evolutivos que requerirían para su producción de períodos muchísimo más largos, lo que ha hecho posible la vida tal como la conocemos."