martes, mayo 22, 2007

EL PROBLEMA DE LA NADA (I)

EL PROBLEMA DE LA NADA (I)

El plantearnos esta cuestión viene a colación para intentar deshacer esa idea preconcebida impuesta desde los aledaños de diversos ámbitos científicos y que se ha divulgado, a nuestro entender, de forma excesiva.
La idea física de la Nada es algo así como un vacío adornado de propiedades relacionadas sustancialmente con la presencia de energías gigantescas comparadas con aquellas a las que estamos acostumbrados, incluida la energía nuclear. A este vacío, a veces se le localiza en espacios muy pequeños; en otras ocasiones se habla de un espacio infinito que sería el vacío original. La realidad es que, para un profano, ese tipo de vacío nunca sería la Nada. La Nada debe ser nada en todo. Si el espacio y el tiempo aún no existen, no podemos hablar siquiera de un espacio infinitesimal (el supuesto origen del Big Bang). Esa Nada, si puede circunscribirse a algo es a un "punto" (sin dimensiones por infinitesimales que sean). Realmente más que de un punto (que es un concepto espacial) deberíamos hablar de "donde esa Nada está" (que no es un espacio). Y esa Nada carece de toda propiedad; no hay dolor ni alegría, no hay masa-energía, no hay tiempo y espacio, no hay ninguna información (+ y -, 0 y 1, etc.). Ahora bien, si eso que es Nada se "disociase" de algún modo, aparecerían los "contrarios", aquellos que a nuestra intuición juntos desaparecerían, tal como el + y el -, el 0 y 1 binarios, el agrado y el desagrado, etc. Si estamos elucubrando sobre el "origen", lo más básico, para nuestra inteligencia no hay nada más básico que la dualidad + y - o el 0 y 1 binarios. Esto desde el punto de vista matemático o de la teoría de la información, que desde cierto opinión, muy difundida hoy, corresponde a toda entidad física.
Pero, ¿qué ocurriría si esto no se hubiese producido exactamente así?... Olvidamos algo fácilmente deducible del principio "antrópico", partiendo de la evidencia de que los seres vivos, al menos el hombre, poseen una "conciencia" y unos sentimientos. Disentimos respecto a cierta ciencia, tildada muchas veces de "oficial", en cuanto a la aseveración de que la información (la estructura, la complejidad) llegará en algún momento a dar explicación de esa "conciencia". Por el contrario, nosotros creemos que esta "conciencia", así como el sentimiento simple agrado-desagrado son totalmente básicos y sustanciales en todos los seres que llamamos "vivos".
En nuestra opinión, al producirse la "disociación" de la Nada en los contrarios básicos binarios (+ y -, 0 y 1), también se produjo otro contrario indisolublemente unido a los anteriores, el de agrado-desagrado. (En la Nada agrado y desagrado no existen, pues se anularían al "actuar" sobre una misma "cosa", la Nada; tampoco existen los otros contrarios). La indisolubilidad entre los contrarios binarios informáticos y el contrario agrado-desagrado, proviene de que todo "ente" (y el + o el 0, por un lado, y el - y el 1, por otro, lo son) "siente" su propio ente, su esencia, teniendo, consecuentemente, el sentimiento básico de conservación, y por ello todo lo que ayuda a su conservación "le agrada" y todo lo que empuja a su destrucción "le desagrada". El ente + o 0, por un lado, como tal ente estará adornado de este principio conservativo y por ende de los sentimientos contrarios de agrado-desagrado. Lo mismo podemos decir del ente - o 1, con la salvedad de que lo que sería "agradable" para los primeros, sería "deasgradable" para los segundos, y al revés. De esta forma los contrarios básicos en que se "transformó" la Nada consisten en los 0, 1 (o +, -) binarios, junto con sus inseparables "agrado, desagrado" que formarían algo así como un "universo parelelo" al de los anteriores.
En resumen, desde el mismísimo origen existen tanto el mundo estudiado por la Física de la materia-energía, o del espacio-tiempo con las dimensiones que correspondan, como el subjetivo de la "interioridad" de los entes, o de la "esencia" de los mismos. Este último mundo subjetivo que nació a partir de los sentimientos básicos de agrado y desagrado, expandidos por la Evolución a cotas de sentimientos cada vez más complejos, es lo que da "vida" a los seres que pueblan el universo.

jueves, mayo 03, 2007

LA MUERTE Y SU SUPERACIÓN (y V)

LA MUERTE Y SU SUPERACIÓN (y V)




Las enseñanzas antiguas nos indican la necesidad de incluir con naturalidad la muerte en nuestras vidas, al fin y al cabo es la única certidumbre que disfrutamos, y así prepararnos para afrontar su momento con consciencia, serenidad y resignación. Esa es la ley del recto vivir y morir, la forma de nuestra inclusión en la totalidad, como una de las partes que la constituyen.



Hay que vivir la vida como si en cualquier momento pudiéramos perderla, es decir, haciendo entrar nuestra muerte en nuestra vida con "familiaridad", con naturalidad. Nuestra actitud debe ser la misma en cualquier circunstancia; la preparación ante su advenimiento debe ser nuestra norma. La muerte no es el "perder todo", es el "conservar" lo que realmente se tenía. Se tiene nuestro espíritu imperecedero, nuestra realidad más íntima, el tesoro de nuestro ser. La comunidad entre vida y muerte es la comunidad entre los diferentes aspectos, mentales, vitales, etc. que nos constituyen, en una unidad, que de esta forma no es rota ni en el mismo instante de la muerte. Esa es la prueba de nuestra invulnerabilidad, de nuestra atemporalidad, de nuestra adherencia a esa mente universal que da la muerte, pero en una unidad propia hacia la Unidad primordial, el Ser Supremo; no como el reposo, en el óbito, de la mteria de nuestro organismo biológico en descomposición o, a su semejanza, la caída en la "nada" o el "vacío" de los distintos "aspectos" que formaron nuestra personalidad, tan desunidos y descompuestos como dicho cuerpo material inerme. La unidad de los aspectos que conforman nuestra "esencia" la da nuestra voluntad de permanecer así, aún más allá de la muerte, en su inclusión en la unidad Suprema, igual que el sentimiento de inmortalidad es capaz de originar en los humanos la potencialidad de la inmortalidad.



En este sentido hablamos de una superación de la muerte, de la muerte, de la superación de una barrera, que sólo es tal para quienes no afrontan este paso con la debida preparación, con esa consciencia, serenidad de espíritu, voluntad y alegría que supone tal metamorfosis, la fusión con la mayor fuerza del Universo, la Unidad Suprema.

martes, abril 24, 2007

LA MUERTE Y SU SUPERACIÓN (IV)

LA MUERTE Y SU SUPERACIÓN (IV)

Las culturas que han mostrado más interés por la muerte son la antigua egipcia y la tibetana; ambas poseían una profunda creencia en la continuación de la consciencia después de la muerte. Por ello desarrollaron rituales detallados para aliviar el tránsito hacia el Más Allá, diseñando cartografías complejas que hacían de guías para este viaje del alma: son los llamados "Libros de los muertos" egipcio y tibetano.
Para cualquier cultura preocupada fundamentalmente por el sentido de la vida, el estudio de la muerte, la única certeza de la vida, es asunto primordial, pues la comprensión de la muerte es la clave para la liberación de esa vida.
Para los tibetanos, el morir debe ser algo plenamente consciente. En la "gran transferencia", lo que por otra parte es excepcional, se transfiere conscientemente el espíritu, y el cuerpo pasa a formar parte de los elementos sin que quede ningún rastro. En lo que se conoce como el "Cuerpo del Arco iris" (también bastante raro), siete días después de la muerte sólo quedan la uñas y el cabello del fallecido (las impurezas). Si no es posible la liberación en la vida, se debe saber la forma de adquirirla nada más morir, por ello se estudia el Libro de los Muertos, llamado Bardo Thödol.
El Bardo Thödol es una guía de los estados intermedios, llamados "bardos", entre la muerte y el renacimiento. Tiene por objeto que el fallecido reconozca dichos estados con los que se ha ido familiarizando a lo largo de sus prácticas, ya que son considerados como oportunidades de liberación.
La primera parte del Bardo Thödol, llamada Chikhai Bardo, es la descripción de la experiencia de disolución en el momento de la muerte, cuando el difunto tiene la visión cegadora de la Luz Primaria de la Realidad Pura. Si en ese momento es capaz de reconocer la luz sin intimidarse por su fuerte intensidad, puede adquirir la liberación. Si por falta de preparación pierde la ocasión, tendrá otra oportunidad seguidamente, cuando la Luz Secundaria aparezca ante él. Si vuelve a desaprovechar la ocasión, sufrirá una serie de complicadas experiencias durante los siguientes "bardos", cuando su consciencia se vaya progresivamente alejando de la verdad liberadora, al acercarse a otro renacimiento. En el Chönyid Bardo, o "Bardo de la Experiencia de la Realidad", los difuntos se encuentran con las Deidades Pacíficas (envueltas en luces de colores brillantes), las Deidades Coléricas, las Deidades Cancerberas, las Deidades que poseen el conocimiento y los Yoginis de los cuatro puntos cardinales. Junto a la potente visión de los dioses, el difunto percibe luces tenues de colores, que indican lokas individuales o lugares donde pueda volver a nacer: el mundo de los dioses (devaloka), el mundo de los titanes (asuraloka), el mundo de los humanos (manakaloka), el mundo de las brutales criaturas infrahumanas (triyakaloka), el mundo de los fantasmas hambrientos (pretaloka) y el infierno (narakaloka). La atracción hacia esas luces facilita el renacimiento, perdiéndose nuevamente la liberación.
El tercer bardo es el Sidpa Bardo o "Bardo de la Búsqueda del Renacimiento". En él, el difunto experimenta su cuerpo "bardo", no compuesto de materia, y sí dotado del poder del libre movimiento y de traspaso de objetos sólidos. En este "bardo" se produce el juicio, por parte del Dharma Raja, rey y juez de los muertos, de las buenas y malas acciones del difunto (ley del karma). Seis senderos kármicos envían hacia diferentes mundos al fallecido, de acuerdo con sus merecimientos. Es, pues, esencial que en el Sidpa Bardo el difunto se dé cuenta que todos estos seres y acontecimientos no son sino el reflejo de su mente, ya que éstos no tienen existencia propia. Si se desaprovecha esta oportunidad el renacimiento es inevitable. En este caso el Bardo Thödol sólo puede ofrecer técnicas para cerrar las puertas de lugares no deseados, ayudando a elegir el renacimiento considerado menos desfavorable.
La sabiduría popular, y con ella sus más conocidos representantes, nos ofrecen algunas citas interesantes acerca de la muerte.
Según Anaxágoras: "Nada nace ni nada perece. La vida es una agregación y la muerte una separación".
Para Annie Besant: "No existe la muerte, sólo cambian las condiciones de vida".
Henry Fielding nos dice: "Con frecuencia se ha dico que lo terrible no es la muerte, sino el morir".
"La muerte destruye al hombre: la idea de la muerte lo salva". Son palabras de E.M. Forster.
También el Mahatma Gandhi nos comenta: "El nacimiento y la muerte no son dos estados distintos, sino dos aspectos del mismo estado".
Hemingway la relaciona con el tiempo: "Lo único que nos separa de la muerte es el tiempo". Y según Victor Hugo: "Lo malo de la inmortalidad es que hay que morir para alcanzarla".
El sabio Lao-Tsé hace estos comentarios.
"Diferentes en la vida, los hombres son semejantes en la muerte".
"El que vence a los otros, es fuerte. El que se vence a sí mismo es poderoso. Pero aquel que sabe que no perecerá al morir, aquel es eterno".
"Vivir es llegar y morir es volver".
Y finalmente, Rabindranath Tagore: "La muerte, como el nacimiento, es propia de la vida. Andar es tanto levantar el pie como bajarlo al suelo".

sábado, abril 21, 2007

LA MUERTE Y SU SUPERACIÓN (III)

LA MUERTE Y SU SUPERACIÓN (III)

La fase de "muerte y renacimiento" es el fin y la resolución de la "lucha de muerte-renacimiento". El sufrimiento y la agonía terminan en una especie de aniquilación total, tanto física como emocional, intelectual, moral y transcendental. Es lo que se denomina "la muerte del ego", y equivale a la destrucción instantánea de todas las referencias anteriores del individuo. Y a la aniquilación le siguen imágenes de la luz blanca o dorada brillante, con una sensación de descompresión y liberación. Los individuos hablan de redención, salvación, moksha o samadhi. Aparecen gran cantidad de imágenes de apertura gloriosa de los cielos, destrucción del infierno, etc. Para el chamán a la aniquilación y desmembramiento le siguen la ascensión a los terrenos celestiales con un cuerpo nuevo. En las mitologías de muerte-renacimiento es la resurrección del dios sacrificado.
En fin y como resumen, todas estas experiencias psicodélicas descritas son comparables a las etapas del proceso de nacimiento. En la situación normal, sin estímulos nocivos, al nacimiento, la relación entre feto y madre se acerca a lo ideal, hay un sentimento maravilloso de protección y seguridad con todas las necesidades cubiertas. Equivale a la experiencia mística de la unidad cósmica, caracterizada por sentimientos de estar fuera del espacio y el tiempo, visiones de transcendencia cósmica, felicidad sublime, etc. Las visiones típicas de esta experiencia de la unidad cósmica representan ciudades celestiales, paraísos, seres divinos radiantes, etc. También aparecen escenas acuáticas y oceánicas o galácticas. Como en los casos anteriores estas imágenes provienen del inconsciente colectivo.
También existen otras categorías de experiencias psicodélicas calificadas de transpersonales, en las que el individuo se identifica con personas, animales y otros seres. Algunas de estas experiencias pueden interpretarse como una regresión en el tiempo, hacia el propio pasado espiritual y biológico. En este sentido, muchos pacientes relatan experiencias a nivel de consciencia celular cuando no eran más que óvulo en el momento de la concepción. Si la regresión retrocede aún más, el individuo tiene la impresión de revivir acontecimientos que se remontarían a sus antepasados, y hasta el mismo inconsciente colectivo. (Esto a veces se ha identificado con encarnaciones anteriores). Y ahondando más, algunos creen conectar con la conciencia de toda la creación, o del mismo universo.
El traspaso de los límites del espacio y no del tiempo lleva a la consciencia de las diversas partes del cuerpo como los órganos, tejidos e incluso células.
La experiencia psicodélica está impregnada, también de muchas visones arquetípicas como dioses y demonios o el entendimiento intuitivo de los símbolos universales. A veces se identifica o sincroniza con la mente universal que en el final se asemeja al vacío primordial de la existencia germinal.
La Ciencia ha llegado a la conclusión de que las experiencias del cielo y el infierno son frecuentes en el enfrentamiento del paciente con la muerte biológica, lo que sugiere, como dijimos al principio del capítulo, la modificación de nuestra actitud ante la mitología escatológica.
En la mayoría de las culturas aparte de las imágenes del cielo y el infierno, adquiere mucha importancia lo que se denomina el viaje póstumo del alma. Y es que no se accede al destino final con facilidad, pues primero han de superarse una serie de aventuras, pruebas o juicios. Las fases de este viaje póstumo también pueden representarse como secuencia de estados mentales.
Para hiduistas, budistas y jainistas el viaje se configura dentro de unos esquemas cosmológicos y ontológicos que contienen ciclos de renacimiento (reencarnaciones individuales y la ley del karma).

viernes, abril 13, 2007

LA MUERTE Y SU SUPERACIÓN (II)

LA MUERTE Y SU SUPERACIÓN (II)

Es curioso observar que el simbolismo escatológico parece proceder de un ámbito cultural completamente desconocido para el sujeto o ajeno a su pasado, lo que sostiene la idea de Jung acerca del inconsciente colectivo.
La psiquiatría experimental de los años cincuenta y sesenta realizó importantes descubrimientos en el campo de la investigación psicodélica, posible gracias al descubrimiento de las propiedades psicoactivas de la dietilamida del ácido lisérgico LSD-25 realizada por el químico suizo Albert Hofmann en 1943. Sabido es que ciertas drogas pueden producir en el sujeto normal estados mísiticos y religiosos muy profundos, entre los que se hallan las visiones escatológicas. Los alucinógenos, con su estado amplificador y catalizador sobre la muerte, producen las citadas experiencias que demuestran que los elementos necesarios para estas sensaciones existen en el inconsciente como constituyentes normales de la personalidad.
De la experimentación con las sustancias alucinógenas se deduce que el inconsciente humano activado químicamente, tiende a representar espontáneamente una fuerte confrontación con la muerte que puede desembocar en la transcendencia.
Este destructivo encuentro tiene consecuencias importantes. La primera es una crisis existencial profunda que hace cuestionarse al individuo seriamente el significado de su vida y la reevaluación de su propio sistema de valores. La segunda es la apertura de las áreas espirituales del inconsciente, intrínsecas de la estructura de la personalidad e independientes de raza, cultura o religión, es decir, pertenecientes al inconsciente colectivo jungiano (arquetipos).
Otro aspecto importante de la experiencia psicodélica es la lucha por renacer, en la que muchos individuos reviven el mismo trauma de su nacimiento.
De la amalgama de muerte, nacimiento y alumbramiento resulta una sensación de destrucción de la personalidad antigua y de surgimiento de un nuevo ser, proceso extrañamente relacionado con los ancestrales acontecimientos de la iniciación chamánica, los ritos de paso, o los misterios de los templos y las religiones de muchas culturas prealfabetizadas.
Es interesante describir el proceso psicodélico de muerte-renacimiento, reflejado en varias formas asimiladas a etapas del nacimiento biológico.
El primer tipo de experiencia psicodélica se denomina "inmersión cósmica". Los pacientes suelen relacionar esta fase con el comienzo del parto biológico, al romperse el equilibrio original de la existencia intrauterina por causa de señales químicas y por las contracciones del útero. Esta experiencia comienza con un sentimiento abrumador de ansiedad y amenaza para la misma vida. Al no poderse identificar con claridad la fuente del peligro, el individuo tiende a interpretar el entorno en términos paranoicos. La intensificación de la ansiedad produce la sensación de una absorción por una espiral gigante. (Una variante simbólica consiste en la sensación de ser tragado por un monstruo terrorífico tal como un dragón, una ballena, etc.; o un descenso al mundo de los muertos). Las visiones escatológicas paralelas son: las fauces de los dioses de la muerte, las bocas del infierno, el descenso de los héroes al mundo de los muertos, la expulsión del Edén o la Caída de los Ángeles.
La segunda fase de la experimentación psicodélica se denomina "experiencia sin salida", y es relacionada con la primera estapa del nacimiento cuando las contracciones empujan al feto, y aún el cuello del útero está cerrado. El mundo es oscuro y amenazador; la sensación es de pesadilla claustrofóbica, sufriéndose torturas mentales y físicas agudas. Parece que la agonía no tenga fin. La existencia humana, vacía de significado, es absurda, monstruosa. El protagonismo de la víctima, y la apariencia de situación ineludible y eterna, no alimenta esperanza alguna, ni en el espacio ni en el tiempo. La experiencia para muchos individuos es el prototipo psicológico del concepto de infierno.
La tercera fase o etapa es la de la lucha de la muerte-renacimiento. Suele relacionarse con la segunda etapa del parto en la que las contracciones del útero continúan, pero el cuello del útero se abre. La propulsión a través del conducto de expulsión del feto conlleva presiones mecánicas aplastantes, la lucha por sobrevivir y, frecuentemente, un cierto grado de asfixia, así como sangre, mucosidades, líquido fetal, etc. La experiencia en esta etapa es compleja y posee variados elementos: atmósfera de lucha titánica, secuencias sadomasoquistas, formas desviadas de despertar sexual, compromiso escatológico y la acción del fuego purificador (pirocatarsis).
En esta etapa se tiene la sensación de que no se está desamparado y que la situación no es desesperada, porque el sufrimiento tiene un objetivo determinado. Las emociones sentidas son una mezcla de agonía y éxtasis. Las imágenes que aparecen semejan batallas entre las fuerzas del bien y del mal (Juicio Divino, tentaciones de los santos, el Purgatorio, etc.). Esta extraña mezcla de religiosidad, muerte, ansiedad, sexo, agresión, etc. explican la visión de imágenes que se relacionan con los rituales de la Noche de Walpurgis y las orgías satánicas, o bien, la brutalidad de la Inquisición.

lunes, abril 09, 2007

LA MUERTE Y SU SUPERACIÓN I (de la obra "El parto de Dios")

LA MUERTE Y SU SUPERACIÓN (I)

Muchos de los antiguos sistemas de conocimiento, calificados anteriormente de curiosidades desfasadas, son de trascendencia en la confirmación de las diversas experiencias que van realizándose en la moderna medicina. El antiguo conocimiento de la muerte, las mitologías escatológicas, ciertas prácticas chamánicas y los llamados "libros de los muertos" apuntan en este sentido.
En la experiencia esencial de la iniciación chamánica, a los encuentros psicológicos con la muerte, confundidos casi con la aniquilación biológica, les sigue un sentimiento de renacimiento. Esta muerte simbólica aporta, además de una profunda concienciación de la temporalidad de la existencia, una apertura espiritual indicadora de la extraordinaria naturaleza de la conciencia.
Como verdaderos manuales para la meditación o la iniciación, habría que considerar a los citados "libros de los muertos" tales como el egipcio Pert em hru, el tibetano Bardo Thödol, o el europeo medieval Ars Moriendi (Arte de Morir), ya que permiten experimentar en vida los estados mentales asociados con la muerte.
El primer estudio importante de las experiencias al borde de la muerte fue realizado, curiosamente, por el geólogo del siglo XIX Albert Heim, después de haber sufrido una caída mortal en los Alpes que le provocó una experiencia mística.
Su investigación le llevó a concluir que las experiencias subjetivas al borde de la muerte eran, para un 95% de los casos, muy semejantes entre sí. Las características eran: la actividad mental se intendifica y acelera, la percepción de los acontecimientos y la previsión de lo que va a suceder se ve con claridad espectacular, el tiempo se dilata, se actúa con gran rapidez y se examina la realidad con gran exactitud; a continuación aparece un examen rápido de la vida, culminado con una sensación de paz transcendental, en la que aparecen imágenes de gran belleza y se oyen melodía tildadas de celestiales.
Russel Noyes, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Iowa, en 1971 realizó un estudio sobre gran cantidad de informes de personas que habían pasado por este trance del borde de la muerte. Las coincidencias encontradas le permitieron observar tres etapas sucesivas. En la primera, a la que denominó de resistencia, se detectaba el peligro, aparecía el miedo a la muerte, se luchaba por salvar la vida, y finalmente se aceptaba la muerte. La siguiente etapa consistía en el análisis de la vida, reviviendo recuerdos importantes o experimentando la repetición condensada y panorámica del transcurso de la vida. La última etapa era la de los estados de conciencia místicos, religiosos o de índole cósmica.
En 1975, el médico y psicólogo Raymond A. Moody con su obra "Life after life" puso de mucha actualidad el tema.
Las conclusiones del estudio las resumimos a continuación. Un rasgo común era que los citados acontecimientos subjetivos eran inenarrables, pues el lenguaje aparecía insuficiente para describirlos. (Algo en común con los estados místicos). Otra característica era la sensación de abandono del cuerpo (se observaban a sí mismo, desde arriba o a distancia, oyendo a los médicos, enfermeras o familiares), autosemejándose algunos sujetos que las experimentaban a nubes amorfas, modelos de energía o pura consciencia, mientras que otros, a cuerpos permeables, invisibles e inaudibles para las demás personas. Algunas veces aparecía el miedo, la confusión, o las ganas de regresar al cuerpo material o físico. Otras veces se experimentaban sensaciones de inexistencia del tiempo y de la masa. En muchos casos se relata el paso a través de lugares oscuros y cerrados, un túnel, una cueva, una chimenea, etc. También, era frecuente el encuentro con otros seres: familiares, amigos muertos, guías de espíritus, etc. En particular, es muy común la visión del llamado "Ser de la luz", como fuente de resplandor sobrenatural que mostraba cualidades tales como el amor, la compasión, la cordialidad, etc. El citado encuentro conlleva una experiencia de análisis y valoración de la vida.
El paralelismo entre los estudios de Moody y las descripciones de los estados "bardos" del Libro de los Muertos tibetano son evidentes. Pero este paralelismo con la literatura escatológica no es única, existe también entre los estados espontáneos de pacientes esquizofrénicos, así como en las sesiones psicodélicas de confrontación con la muerte, en el contexto del proceso de muerte-renacimiento.

sábado, marzo 31, 2007

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (VII), de la obra "El parto de Dios"

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (y VII)

Haremos ahora algunas consideraciones acerca de la trascendencia y significado del fenómeno espiritual cristiano.

Hoy no cabe duda alguna de que el cristianismo sufrió la influencia de las corrientes religiosas de su tiempo, así como de anteriores tradiciones procedentes de fuentes distintas, y no sólo la judía. Estas influencias están determinadas por una idea central común a las diversas fuentes: la redención.

A las angustiosas vacilaciones sobre el tema de la muerte en la Antigüedad clásica, se va oponiendo gradualmente la esperanza cierta de la inmortalidad, de una duradera felicidad para quienes así lo merezcan.

El hombre busca la liberación: del ciclo de nacimientos, del destino, etc. Esa liberación se obtiene por el ascetismo; elevado por el éxtasis el hombre experimenta su unión con la divinidad, hasta el punto de su identificación con ella.

Del estudio del misterio de la redención se deduce que dos ideas importantes de la historia de las religiones han partido de Irán. Una de ellas es la idea del juicio del mundo (el juicio final de la Biblia), apuntada inicialmente en la religión de Zaratustra. Otra, que el hombre primitivo era de esencia divina (el Adán de antes del pecado); las almas de los hombres son como fragmentos desprendidos de este hombre primitivo. La elevación del hombre de la corporeidad, vuelve a colocar al alma humana en su residencia celestial. En esto consiste la redención; para alcanzarla, es preciso despertar de nuestro sopor, cuidando en nosotros la chispa celeste.

En el centro de los misterios de la antigua Grecia se encuentra el Dios convertido en hombre. El mito de Dios que muere y resucita (simbolismo de la muerte y renacimiento periódicos de la naturaleza) y el del libertado nacido de una virgen, ya había aparecido en las religiones de misterios (de Atis, Osiris, Mitra) mucho antes de que surgiera el cristianismo.

La piedad cada vez más espiritualizada, característica de la posterior evolución religiosa, no por ello dejaba de provenir de aquellas concepciones arcaicas que aseguraban la posibilidad de la apropiación del dios alimentándose de su cuerpo. La sustancia santa, al penetrar en el hombre, convierte a éste en una encarnación de la divinidad, pudiendo comunicar, entonces, su fuerza a otros por medio de fórmulas sagradas. Son de esas lejanas fuentes místicas de las que deriva en último lugar la doctrina cristiana de la comunión.

Si se añade a esos diferentes elementos los correspondientes a la poderosa tradición judía, se tiene una idea del caldo de cultivo de la primitiva religión cristiana.

El cristianismo de San Agustín bebe en las fuentes del neoplatonismo y el maniqueísmo.

Plotino fue el más ilustre representante del neoplatonismo. Para éste, el fin supremo es el éxtasis, es decir, la residencia del alma en una región donde se alcanza el conocimiento perfecto y la felicidad espiritual. Plotino concibe la belleza de Todo, de un animal, planta u objeto, como la manifestación espontánea e interna de un principio superior. El principio supremo, el Uno, produce, sin alterarse a sí mismo, diversos órdenes de la realidad. Y a través de esos órdenes o grados cada vez más espirituales del ser, nuestro yo busca el Uno, la Unidad. Este movimiento del alma es un verdadero viaje metafísico que lleva más allá de las realidades sensibles, hasta el mismo éxtasis.

El maniqueismo, de amplia difusión, tuvo una importancia singular durante mil años, desde el siglo III hasta el XIII. Su fundador fue Manes o Maniqueo (Manijaios en griego), que nació entre los años 215 y 240 en Babilonia.

Manes fundió los elementos esenciales de las tres grandes religiones que le habían precedido: el Zoroastrismo, el Budismo y el Cristianismo.

Del cristianismo tomó el clero y la organización del culto; del zoroastrismo posterior ya eminentemente dualista adoptó su principio fundamental, el de la eterna coexistencia de los dos poderes opuestos: el del Bien y el del Mal (el Príncipe de las tinieblas, o Satán). El primero, origen y esencia de todo bien, sólo puede engendrar dicho bien, pues era la luz que lo representa; el otro, forma parte de la materia, reina sobre ella, y actúa por su mediación.

Satán es el creador del hombre (no el Dios de la luz), pues éste es un ser corporal con el alma, por ello, pegada en la materia.

Solamente después de la muerte del cuerpo pueden ser elevados a la religión de la luz los elementos que hayan podido desprenderse de la materia; los demás quedan en la tierra dando lugar a las existencias.

Es curiosa la convergencia de ideas budistas y pitagóricas. Por una parte la metempsícosis, por otra la sublimación del alma. Lo que después de la serie de metempsícosis pierda por completo la sustancia celeste, en los "últimos tiempos" reingresará en la masa confusa de la materia; las almas liberadas serán reunidas eternamente en la luz eterna.

Este pensamiento, pues, establece como objetivo la espiritualización progresiva del hombre, del mundo entero y la iluminación. Es, pues, una liberación del alma de los lazos que la unen a la materia, preconizando el respeto por todo lo que, al tener vida, anima la materia. Es, también, un incesante esfuerzo para llegar al conocimiento (copia de la doctrina búdica) y a la perfección moral.

Muchas veces, el advenimineto del Espíritu, no viene reflejado por la belleza de una doctrina, sino por el ejemplo de una vida, de un testimonio: es el caso de Francisco de Asís. Su ejemplo: amor, alegría, pobreza. Para él todas las criaturas del Universo son manifestaciones de la divinidad; de una benévola divinidad, fuente de la vida y felicidad de las criaturas.

Su mística era la sencillez. La belleza sensible que le revelaba la simple contemplación de la Naturaleza, no era para él menos admirable que la belleza espiritual; los sentidos y el espíritu eran una sola cosa. Desde el Sol hasta la lombriz, todo era el suspiro de los seres que viven, sufren y mueren; y es que, tanto en su vida como en su muerte, todos ellos cumplen la obra de Dios.

miércoles, marzo 28, 2007

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (VI)

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (VI)

Platón es el verdadero desvelador del espíritu.
La aportación principal de Platón es su teoría de las Ideas. Para él, existen dos mundos totalmente distintos: el de las cosas y el de las Ideas. Platón hace hincapié deliberadamente en el mundo de las Ideas, pues, en su opinión, el mundo de las cosas no es sino una desviación imperfecta y precaria de las ideas platonianas, de las formas ideales, las esencias de las cosas. Y es que la idea es preexistente a la cosa, no existiendo ésta sino gracias a aquella.
El mundo sensible está en continuo cambio, es una fuente de perpetua inestabilidad, por contra, el mundo de las Ideas es el de la Perfección eterna y de la eterna Unidad, al que aspira sin cesar el alma del hombre y, de hecho, el alma de todo el Universo. Son, en fin, las esencias formales realidades permanentes, ejemplarizantes, y nuestras percepciones no son más que una apariencia fugaz, una copia imperfecta.
Para Platón, el alma del mundo forma parte de la creación tanto como el mismo mundo, así que, no es este alma el que lo ha creado. Dios delegó esta obra en un demiúrgo, en un obrero divino, en un genio que creó este mundo bajo su presidencia (posteriormente esta idea fue retomada por los gnósticos).
El demiúrgo trabaja como el escultor al elaborar su obra. El escultor se sirve de un modelo preexistente, teniendo originariamente para su tarea una serie de modelos y materia para realizar su obra. Pues bien, los modelos del demiúrgo son las Ideas, los arquetipos de todas las cosas posibles. La materia es la sustancia todavía informe del mundo. Con ambas, el demiúrgo esculpe el mundo de los objetos, creando de este modo el Universo que conocemos.
Para Platón, de esta forma, existen tres planos de la existencia divina. Primero está el Dios inteligible, con sus Ideas eternas, que parecen encontrarse en el mismo plano que él. A este Dios supremo Platón llama también el Viviente-en Sí. Viene después el Dios obrero del mundo, el demiúrgo que acabamos de citar. Por último, está el mismo mundo, puesto que, según Platón, el mismo mundo no es más que un aspecto de la Divinidad. (En el Timeo, considera al mundo como "un Dios sensible; es decir, una copia sensible de Aquel que es inteligible"):
Así, pues, el papel del demiúrgo sería el de conferir la realidad a un Viviente (el Dios sensible o mundo) que sea la imagen del Viviente-en Sí (el Dios inteligible). Dios aparece así con el carácter trinitario que posee en otras confesiones.
El alma del mundo no es Dios, aunque lleva su impronta; el alma del hombre, en tanto que derivación del alma del mundo, contiene también una partícula de lo divino. Pero, habiendo caído el alma humana en el mundo de lo sensible, está encadenada en el cuerpo material. El cuerpo es la prisión del alma. Se necesitan, pues, sucesivas vidas para que el hombre pueda purificar progresivamente su alma. El instrumento o vehículo de esta purificación es el Amor, que eleva el alma en su perpetua ascensión hacia lo Absoluto.
Platón admite que junto al principio de Inteligencia, también se manifiesta en el Universo el principio de la Necesidad. ¡Una vez más, el dualismo que vuelve a relativizar todas las cosas!
No obstante, en esta ascensión del espíritu, fue Platón quien había ido más lejos, quien proclamó la primacía del espíritu tanto en el hombre como en el Universo.

viernes, marzo 23, 2007

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (V) de la obra "El parto de Dios"

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (V)

Otra tendencia al monoteísmo es la del orfismo griego. El mito de Orfeo nació en Tracia y bajó hacia la Hélade con el movimiento de los arios hacia mediados del tercer milenio. De hecho los misterios órficos ya estaban asentados en Grecia en el siglo VI antes de Cristo.
El orfismo opone a la concepción un tanto pesimista de la antigua sabiduría helénica, un más allá en el cual tendrán su recompensa los que habiendo alcanzado la purificación, gozarán de la unión mística con la divinidad y una identificación con ella.
Se trata de una religión de salvación y redención que exige un comportamiento moral. La antítesis entre los principios dionisíacos y titánicos opuestos, se va transformando en una antítesis entre alma y cuerpo; el comportamiento moral libera el alma del cuerpo. De esta religión es la idea de la metempsícosis, mediante la cual es posible la purificación del alma a través de varias vidas, obteniéndose así la posibilidad de la unión con Dios, a la identificación con él.
Pitágoras fue un continuador del orfismo, añadiéndole nuevas connotaciones.
Suya es la llamada "mística de los números", que consiste en considerar el número como la base y esencia de las cosas, la expresión del reinado de las leyes generales y universales, que manifiestan la regularidad de la Naturaleza al estar enlazada a relaciones numéricas.
El gran símbolo sagrado de los pitagóricos es la tetraktis. La tretaktis es un triángulo formado por cuatro hileras superpuestas de puntos. En la cúspide del triángulo aparece un punto que simboliza la mónada universal, origen de todas las cosas, la esencia divina no manifestada. Al manifestarse, ante nuestros ojos se convierte en una díada, las clásicas parejas de opuestos: lo claro y lo oscuro, el día y la noche, lo masculino y lo femenino. (Recordemos al Tao de Lao-Tsé y la pareja, opuesta y complementaria del Yin y el Yang). Es, pues, la díada la segunda hilera formada por dos puntos. La tercera hilera posee tres puntos; es la tríada, que simboliza la composición ternaria de macrocosmos y microcosmos: existe un mundo terrestre, un mundo humano y uno divino. También el hombre está constituido de cuerpo, alma y espíritu.
La última fila de puntos, la cuarta, está formada por cuatro puntos y representa la multiplicidad del universo material: los cuatro elementos primordiales (tierra, agua, aire y fuego), los cuatro puntos cardinales, las cuatro estaciones, etc.
Las cuatro series forman en conjunto la década perfecta, símbolo compuesto de la unidad principal que las partes forman con la Mónada universal, origen central y único de donde proceden los demás.
La réplica pitagórica de la doctrina de la transmigración de las almas, se caracteriza por el concepto de pecado, en la caída del alma por efecto de ese pecado. En esta doctrina se cree que el alma es de origen divino, y la tierra es indigna de ella; el cuerpo es la cadena o prisión de este alma. La propia culpa ha precipitado a esta última desde el cielo hasta esta vida terrena, así, pues, debe sufrir el arrepentimiento, purificarse para volver a su antigua morada divina. Pero, la doble naturaleza del hombre, su herencia titánica y el elemento dionisíaco que emana del mismo Dios, prolonga la expiación del alma, impidiéndole alcanzar la redención final en tan sólo una vida. Se impone, pues, una larga serie de nuevos nacimientos, para que esta expiación sea más completa. Entonces, se cierra definitivamente para ella el ciclo de nacimientos, y su espíritu puro vuelve a ocupar el lugar del cielo de donde había caído.
Es así como aparecen las reglas de la vida, consecuencia de esta preocupación moral. Los Versos Áureos son algunos de estos preceptos.

viernes, marzo 16, 2007

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (IV) , de la obra "El Parto de Dios"

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (IV)

La otra gran religión india y china es el Budismo, la creación de Buda, el Bodhisattva Shakyamuni (el sabio de los shakyas) que a la edad de treinta y cinco años alcanza la iluminación, la inteligencia suprema, el Bodhi.
En el budismo original, la transmigración, como creencia de la supervivencia de un alma personal, persistente a través de sus avatares, es ajena al mismo. Por el contrario es la transmigración de las causas y los efectos que dan lugar a linajes de seres sucesivos, sin lazos permanentes que los liguen uno a otro, lo que el budismo original afirma. Es por ello por lo que la causalidad búdica no tenía nada de categoría moral, era un mecanismo universal de carácter automático.
La predicación fundamental de Buda está cimentada en las "cuatro verdades sublimes": 1ª) Toda vida es dolor; 2ª) El origen del dolor es el deseo; 3ª) La liberación del dolor se obtiene mediante la cesación del deseo; 4ª) El camino que conduce a la liberación del dolor es la senda de los ocho ramales, a saber: la visión recta, el juicio correcto, la palabra correcta, la acción correcta, la justa vocación, la energía bien empleada, la memoria correcta y la correcta meditación.
Buda ("aquel que es totalmente consciente") nació alrededor del año 560 a.C. con el nombre de Siddharta Gautama. Fue, más o menos, contemporáneo de Heráclito y Pitágoras, de Zoroastro, de Lao-Tsé y del profeta jain Mahavira.
Los libros sagrados budistas proporcionan el contenido de lo que los mismos budistas denominan globalmente la Triple Canastilla o Tripitaka. De las tres partes, una es la de las predicaciones, o sutras; otra, la de la ciencia, o vidaya; y la tercera la de la metafísica o adhidharma.
El nirvana, término que literalmente significa la extinción, es un estado imaginario definitivo del ser y meta suprema del Buda.
No se trata de una extinción corporal, pues, subsiste el hecho de que el nirvana búdico y la muerte física no coinciden necesariamente, puesto que, para el budista, el hombe puede alcanzar el nirvana mientras todavía vive. En el momento de su muerte, se producirá el pari-nirvana, o el nirvana total, como fue el caso del mismo buda. El resultado: ninguna nueva vida podrá resultar de esta vida perdida; se ha encontrado la redención definitiva.
Según William Mackenzie: "la redención preconizada por la doctrina búdica original sólo se prestaría a ser interpretada lógicamente, en mi opinión, como una liberación progresiva, no de las personas, sino del Universo, concebido como un ser viviente global".
La doctrina de Buda ignoraba la noción de Dios, por ello el Mahayana o "gran vehículo" (el budismo primitivo se llama Hinayana o "pequeño vehículo") introduce la idea de Dios en el sistema. El teísmo búdico especula sobre la idea de que la aparición de un Buda terrestre procede de una realidad oculta, eterna, transcendente, de la cual por emanación provendría el propio Buda. El desarrollo de este pensamiento desemboca en un dogma trinitario, el Trikaya. Éste, llamado del "triple cuerpo", tiene por única base el bodhi, el conocimiento, del que el Mahayana hace un principio metafísico que puede manifestarse bajo tres aspectos diferentes. El primero es el del ser único y verdadero del mundo impregnador de todas las cosas, sustancia eterna e indestructible, oculta traslas apariencias perecederas.
Cuando esta sustancia surge y toma forma dentro de la evolución del mundo, da lugar al segundo aspecto del Trikaya, la aparición de Buda. El Buda histórico sería el último ejemplo de tales apariciones. Otros Budas le sucederían, hasta que al final de los tiempos, tenga lugar la encarnación de un Mesías, de Maytreia, que traerá a los hombres la redención y la salvación eterna.
El tercer aspecto del Trikaya es la forma bendecidora y benefactora del Bodhi (parecido al Espíritu Santo cristiano), que por la intermediación de Buda actúa sobre los creyentes asegurando la salvación de la comunidad.
Y aparece la doctrina del Bodhisattva. Shiddarta Gautama era ya bodhisattva (antepenúltima etapa para convertirse en Buda) antes de alcanzar el bodhi, el conocimiento, para convertirse en Buda. Muchos bodhisattvas renuncian voluntariamente a recorrer la última etapa que les llevaría a Budas, permaneciendo como bodhisattvas, por su infinita compasión por los sufrimientos de los hombres, socorriendo durante mucho tiempo y de todas las formas posibles a los seres vivos, haciéndose así protectores de los hombres (si por el contrario, se transformasen en Budas, en el Nirvana cesaría toda existencia y por tanto su actividad). Así, estos bodhisattvas vivirían en los cielos, entronizados en la gloria divina, en torno a un Buda, cual un Dios rodeado de sus santos. Su compasión hace que los bodhisattvas abandonen el cielo y aparezcan en la tierra, encarnados de diversas formas, cual ángeles salvadores.
Con todo ello el budismo se ha hecho una religión profundamente humana, basada en el amor y la compasión.
La doctrina del Mahayana favorece una inclinación hacia el mundo, recomendando una lucha desinteresada contra el mal. Contra el principio negativo y pesimista del mal (doctrina primitiva), se alza el principio opuesto del bien.
El budismo tibetano emana del Mahayana profesado por una escuela del norte de la India llamada Tantra (la regla, el ritual). Dentro de las prácticas populares del tantrismo aparecen la magia y los milagros, la autoridad de los sacerdotes, el erotismo religioso y las fantasías supersticiosas. Este budismo tibetano acabó afianzándose sobre unos cultos indígenas de la naturaleza y los espíritus.
Mas no fue la doctrina búdica en sí misma la que permitió sobrevivir al budismo durante más de dos mil años, sino la personalidad de Siddartha Gautama, dotada de una convicción profunda y una inigualable fuerza de sugestión, la de un verdadero maestro.

domingo, marzo 11, 2007

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (III), de la obra "El parto de Dios"

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (III)

A continuación nos adentraremos en el mundo de la antigua China.
En el famoso libro de las Mutaciones o Yi King se presenta ya la conocida pareja de los dos conceptos del Yin y el Yang. El Yin o principio femenino y el Yang o principio masculino. Hay un solo principio cósmico que no puede manifestarse sino bajo dos formas antagonistas, de donde sale la vida en sus infinitas formas.
El mundo chino es esencialmente unitario, pues, tras la dualidad de los fenómenos, busca la unidad del ser. En el Yi King esta unidad principal es llamada "La gran Cima".
El Yi King es un libro de sabiduría y adivinación, atribuido al legendario soberano llamado Fu Hi. Consiste en una recopilación de 64 hexagramas o kuas que describen el conjunto de las situaciones existenciales que resultan de todas las combinaciones posibles del Yin y del Yang, aplicables tanto al hombre como al cosmos. Cada kua o arquetipo produce seis rasgos constitutivos, que son como la evolución de esa situación existencial, desde su germinación en lo invisible, su paso por el mundo visible y su nueva disolución en lo invisible.
El Yi Kig alimenta a las dos grandes corrientes del pensamiento chino, la taoísta y la confucionista.
Lao-Tsé fue el fundador del taoísmo. Su libro Tao Te-King significa el libro de Tao y su virtud.
El Tao es un principio supremo, único y misterioso, oculto tras las múltiples apariencias de las cosas; de él habrían nacido todas ellas.
Según el Tao Te-King: "El Tao ha producido el uno; el uno ha producido el dos; el dos ha producido el tres; y el tres ha dado la vida a todos los seres".
La doctrina de Lao-Tsé es revolucionaria e individualista. Sitúa a la persona humana frente a la esencia del Universo, haciéndole comprender que todo, hasta ella misma, deriva de esa esencia única a la que retornará posteriormente.
Para Lao-Tsé el Tao es el ser y al mismo tiempo el no-ser, puesto que el ser es movimiento y devenir, mientras el Tao es en sí inmovil y desprovisto de toda acción. El Tao, pues, actúa continuamente, pero sin intención concreta, de forma inmanente, desplegándose a través de todas las cosas, pero sin voluntad dirigida hacia un fin. De esta forma no se limita las manifestaciones espontáneas (¿azar?) de la Naturaleza, que necesitan, para afirmarse y desplegarse, la libertad.
El profesor Marcel Granet (en "La Pensée Chinoise"), según William Mackenzie, emparenta la idea china del Tao con la noción de Mana de la civilización melanopolinésica, que expresa igualmente la idea de una esencia o potencia difundida por todas partes, igual a sí misma pero engendradora de la variedad innumerable de las cosas.

miércoles, marzo 07, 2007

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (II), de la obra "El parto de Dios"

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (II)

Pasemos, ahora, a hacer nuestro recorrido en pos del espíritu en otra región de onda tradición religiosa: la India.

Veda significa el saber, la sabiduría (en lengua védica). La India ha producido tres libros sagrados, resumen de esta sabiduría: el Rigveda, destinado a la recitación, el Samaveda, dedicado al canto, y el Yajurveda o conjunto de los preceptos litúrgicos. Posteriormente se unió a estos tres libros el Atharveda, surgido del pueblo y que está compuesto por una masa de creencias, usos y costumbres populares.
El más venerable de todos ellos es el Rigveda redactado en verso y que significa precisamente la sabiduría de los versos. Los himnos del Rigveda estaban dirigidos a los dioses por chantres, rishis o videntes. Estos dioses residen en la bóveda celeste, en la atmósfera o en la tierra. Entre los dioses del cielo destaca especialmente la divinidad que personifica la aurora, llamada Ushas, y que significa "la Espléndida". Otro dios importante es Surya, el Sol, esposo de Ushas, y servido por los gemelos Asvins, los caballeros del cielo. A continuación figuran Mithra y Varuna. Según la interpretación naturista Varuna (el Uranos griego) es la personificación de la bóveda celeste, y es el señor del orden cósmico. Mithra es el amigo de los hombres, protector de la fidelidad, fiador de los contratos.
Entre las divinidades de la atmósfera destaca Indra, el más popular de los dioses védicos, el dios nacional. Es el dispensador del agua fecundadora, la luz, la victoria sobre los enemigos, y también la divinidad de la tormenta.
Los dioses del linaje terrestre están encabezados por Agni, el par del Atar avéstico (la latina Ignis), la cabellera de oro que lo devora todo; como el Sol, pone con sus rayos en fuga a las tinieblas, con sus llamas tiende a lo alto.
Sólo otro dios rivaliza con Agni, el dios Soma, que era un jugo vivificante, tónico, capaz de embriagar, extraído de una planta que crecía en las montañas. Fue el resultado de la tendencia a la personificación de la fuerza vital y mágica contenida en el Soma. El papel de Agni consiste, principalmente, en llevar a los cielos celestes el soma que los hombres le ofrecen.
Un libro del Rigveda, consagrado a Soma, habla del toro mugidor que afila los cuernos, el ave veloz que sobrevuela los bosques, el habitante de las montañas, el médico que cura a los ciegos. (El mito del Dionisios helénico, entonces, se ve parcialmente desvelado, como mito ario, que descendió a Grecia por la Tracia, y a la India por el Indu-Kush, ya que el dios Dionisios era apodado por los griegos de "tauriforme", "montícola", "arboriforme", "curandero").
El politeísmo védico, no obstante, no contradice al Dios único, es decir, al verdadero monoteísmo que lleva dentro.
Un himno rigvédico consagrado a la palabra nos dice. "Se habla de Indra, de Mithra, de Varuna, de Agni; y sin embargo, Él solo, Aquél que es Uno, es la divina ave de bellas alas. Aquél que es Uno, es, pues, designado por los poetas con diversos nombres: Agni, y todos los demás, pero Él sigue siendo siempre Aquél que es Uno".
Y otro himno más:
"¿A qué dios -exclama el poeta en este himno- deberemos ofrecer nuestros sacrificios, si no a ese Dios único y solo, que en el comienzo creó a todos los seres? Verdaderamente, en el origen engendró la amplia extensión de las aguas que contenían todos los gérmenes, y él mismo renació en estas aguas con un germen de oro, al mismo tiempo que realizaba el sacrificio para convertirse en el único Dios de los dioses, y hasta en su espíritu vital.
La inmortalidad y la muerte son el reflejo de ese Dios: todo cuanto vive y todo cuanto muere lo reconocen como único rey. Ante sus leyes, que son leyes de verdad, todo se inclina, hasta los dioses; es él quien, extendiendo los brazos, ha marcado los límites del mundo; abarca todo cuanto está creado y, fuera de él, nada puede existir en el Universo".
Entonces, todos los demás dioses rigvédicos serían la expresión de atributos, o de manifestación, de este Dios único.
El pensador hindú Sri Aurobindo nos da una interpretación moderna de los símbolos ocultos que en realidad encierran los Vedas.
Concluye que el Rigveda no es otra cosa que la glorificación de la luz espiritual que emana del Dios único, y que hace que nos aproximemos a Él.
La luz es el leit motiv que domina en el Rigveda: la Aurora y el Sol en el Cielo, Indra en las nubes, Agni en la tierra.
El Rigveda nos dice: "Nuestros padres han hallado la luz oculta; por la rectitud espiritual han hecho nacer la Aurora". La Aurora, nacida del pensamiento iluminado, no es otra cosa que la Verdad. Y es que Ushas significa tanto la Verdad como la Aurora.
También el Asha avéstico significa la Verdad. La griega Atenea era al mismo tiempo diosa de la sabiduría y de la aurora, y el dios Apolo, así como Orfeo eran cantores divinos y videntes que elevaban el hombre en pos del espíritu, de la verdad. La luz y el conocimiento parecen relacionados desde antaño. ¿No se dice de Budha, el Gran Iluminado, el conocedor de la verdad?
William Mackenzie en su libro "Las Grandes Aventuras Espirituales" dice: "La verdad abre a la luz espiritual el entendimiento del hombre; sus rayos o fulgores son el anuncio de Dios"...
Agni, puesto de manifiesto por la llama, simboliza la fuerza de la conciencia divina, de la verdad suprasensible y espiritual. Indra es el conocimiento de Dios que se revela al hombre, liberando en él los rayos de la luz espiritual.
Los Vedas revelarían, pues, una antiquísima tradición aria, una tradición de milenios portadora de verdades de todos los tiempos, que emanan de la única Fuente, impregnada del Espíritu único.

viernes, marzo 02, 2007

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU I (De la obra "El parto de Dios")

LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (I)

Zaratustra (el Zoroastro griego), fue el gran reformador de la religión naturalista del antiguo Irán.

El mérito de Zaratustra fue proclamar la existencia de un Dios único, transformando la religión nacional de Irán en religión de tipo universal, al cual despojó de toda huella de naturalismo original, colocándolo en un plano netamente espiritual. El Dios único Ahura Mazda (Ormazd u Ormuz) fue adorado como creador único de todas las cosas, tanto las buenas como las malas, del espíritu bueno y del espíritu maligno. El buen espíritu se llamaba spenta mainyu; el malo, angra mainyu, que por contracción se transformó en Arimán.
Zaratustra no vaciló en colocar a su Dios, Ahura Mazda, del lado del bien, declarando la guerra al mal. Zaratustra afirma el valor de la vida, invitando a todos los hombres a luchar al lado de Ahura Mazda para que la vida se haga cada vez mejor, y para que al final de los tiempos, el poder de Dios destruya los últimos vestigios del mal, asegurando, así, definitivamente a los fieles la dicha eterna.
Ahura Mazda es el Espíritu puro, el Padre Universal, que existe antes del nacimiento del mundo, y de Él emana el mundo, guiado por Él mismo, gracias a la intersección del Espíritu Santo -spenta mainyu- quien perpetuamente desea el bien. Pero, sin cesar ese buen espíritu se ve contrarrestado por la acción de su antagonista, hermano gemelo, el Espíritu malo, angra mainyu (Arimán). Desde el principio del mundo, el espíritu maligno es proscrito por el bueno, y encerrado en el Infierno, dedicándose continuamente a acechar a los hombres para desviarlos de las buenas acciones deseadas por el Espíritu Santo y el Supremo Señor Ahura Mazda.
Para la secta zoroástrica de los zervanistas, el Dios eterno no sólo es omnisciente (conoce todas las cosas reales y posibles), sino que posee la potencia infinita el Tiempo sin límites llamado Zervan-Akarana. De él proviene todo y vuelve a entrar en él en su momento. A Ahura Mazda, Dios de la Luz y de la Virtud, manifestación de Zervan en el mundo, se le opone el principio opuesto del Mal, Arimán. Zaratustra colocó a casi todos los antiguos dioses de la religión naturalista primitiva de los arios, llamados daevas, como demonios, bajo las órdenes de Arimán, y entre ellos, significativamente a Indra, dios de la guerra. Por contra, los arios idianizados conservaron esos dioses, llamándolos devas, a la vez que hacían demonios a los ahuras o señores de los iranios.
No obstante, Zaratustra, conservó a Atar (debido a su fuerte arraigo en el espíritu de la nación), dios del fuego, como un buen espíritu sometido a Ahura Mazda y, en cierto modo, como su símbolo viviente. En el libro sagrado del Avesta, también figura como buen genio Mithra, dios de la luz, de la armonía y de la felicidad de los contratos. Por encima de los veintiocho yazatas o buenos genios que figuran en el citado Avesta se encuentran seis personajes, amesha spenta, los santos inmortales, y también dos ángeles. Los seis personajes representan los atributos esenciales del Dios Supremo y único: el Buen Pensamiento, la Soberanía Absoluta, el Orden Excelente, la Benéfica Piedad, la Perfección y la Inmortalidad. Los dos ángeles son: el genio de la Obediencia, y el Defensor de los animales.
El ángel defensor de los animales, es la afirmación de los valores de la vida, que se extiende hasta los mismos hermanos inferiores.
La moral de Zaratustra está basada en la pureza y sinceridad, la santidad, el horror a la mentira, la oración, la caridad y la benevolencia. Son pecados: la impureza, el robo, la hipocresía, el orgullo, la envidia, las injurias, las querellas, la malidicencia y la calumnia.
Las virtudes del hombre se resumen en un estado llamado Asha, que significa algo así como: la verdad, el orden y la virtud.
Según el Avesta, tres días después de la muerte del hombre, el Gran Clasificador pesa en una balanza (simbólica) las buenas y las malas acciones. Si pesan más las buenas el alma sube a las regiones celestiales de Ahura Mazda, donde se reúne con su propio principio espiritual y trascendente eterno. Si pesan más las malas acciones el alma es precipitada al abismo donde sufrirá los tormentos del infierno.
Sin embargo, ni paraíso ni infierno son eternos en la doctrina de Zoroastro, pues, al final de los tiempos habrá una conflagración universal, los cuerpos resucitarán y se unirán a sus almas. Un torrente de fuego purificará las almas de los condenados, con lo que el universo entero quedará purificado y renovado por el fuego.
Aparte de la efímera tentativa del faraón Akhenatón en Egipto, le cabe a Zaratustra con Moisés el honor de ser los precursores de las dos grandes ramas monoteístas que aún viven en el mundo. De Moisés arrancan las tres grandes religiones monoteístas actuales: cristianismo, islamismo y judaísmo. Al monoteismo de Irán descendiente de Zaratustra solamente le queda en la actualidad la comunidad parsis de Bombay, no obstante no deja de ser notable la vitalidad de su idea monoteísta. Los continuadores de Zaratustra acabaron unificando a Ahura Mazda y el espíritu bueno surgido de él, así que éste quedó enfrentado en adelante solo frente a angra mainyu, Ormuz frente a Arimán; así nació la religión dualista.
La influencia de Zaratustra fue enorme en otros cultos como el mitraismo, el gnosticismo y el maniqueísmo.

martes, febrero 20, 2007

Palabras de mi jardín (y XVIII)

La semilla (De "El jardinero" -Tagore-):

Hermano mío, no hay nadie que sea eterno, y nada supervive. Acuérdate de esto y alégrate.
Nuestra vida no es sólo un fardo que hemos de soportar durante muchos años; no es nuestra senda el único camino largo. No hay ningún poeta que tenga la obligación de cantar los cánticos antiguos. La flor se marchita y muere; pero quien se adornaba con ella no ha de estar siempre lamentándolo...
Hermano mío, acuérdate de esto y alégrate.
Se producirá un silencio completo y esa será la mejor de las músicas. Va la vida declinando hacia occidente hasta quedar ahogada en las sombras de oro. Se ha de sacar al amor de sus juegos para que pruebe el agrio vino del dolor, para que ascienda al mundo de las lágrimas... Hermano mío, acuérdate de esto y alégrate.
Cortemos presurosos nuestras flores pra que no las robe el viento a su paso. Hierve nuestra sangre y se ilumina nuestro mirar hurtando besos que se ajarían si nos acordáramos de ellos. Nuestra vida es ansiosa y nuestro anhelo poderoso, porque el tiempo está doblando a muerte como una fúnebre campana.
Hermano mío, acuérdate de esto y alégrate.
No podemos abarcar las cosas en un momento, destrozarlas, tirarlas al suelo. Pasan las horas presurosas emboscando los sueños. La vida, que es tan larga para el trabajo y el aburrimiento, sólo nos regala un día para el amor.
Hermano mío, acuérdate de esto y alégrate.
La hermosura no es tan grata porque el cambiante ritmo de su baile se acompasa con el de nuestras vidas. Apreciamos el saber porque no tenemos tiempo suficiente para abarcarlo todo. Todo se ha hecho y acabado allá en la eternidad, pero las flores de la ilusión terrena están siempre fragantes gracias a la muerte.
Hermano mío, acuérdate de esto y alégrate.


"Elogio a la temporalidad"

El jardín (AAS):

Ansia, anhelo, hermosura, ilusión, saber... ¡hijos del tiempo, saludad a la muerte que os ha hecho ser!...
¿No es hermoso el renacer, la nueva vida?... ¡Da gracias a la muerte!
¿No es tu vida un ansia, un anhelo, una ilusión, un movimiento, y lo eterno está quieto?... ¡Da gracias a la muerte!
¡Deja pasar y saluda, alma humana, a tu muerte engendradora y a su amado compañero, nuestro antiguo padre el tiempo!

jueves, febrero 15, 2007

Palabras de mi jardín (XVII)

La semilla (De "El jardinero" -Tagore-):

Cuando la vida es sometida a juicio, la más humilde brizna de hierba se sienta en el mismo banquillo que los rayos del sol y que las estrellas de la noche entrada. Del mismo modo, en el centro del universo, mis canciones comparten el trono con la música de las nubes y el canto de los bosques.
Pero tu riqueza, avaro, no se junta con el esplendor dorado y gozoso del sol, ni con el dulce lucir de la luna de plata. La ventura que el cielo derrama sobre el mundo no alcanza a tus tesoros. Y cuando llega la muerte se ponen blanquecinos, se ajan y se convierten en un leve polvillo.


"La importancia de lavida"

El jardín (AAS):

El tremendo Universo, las fantásticas explosiones de sus innumerables soles y el gigantesco calor de sus corazones fundentes rivalizan con el rocío de mis briznas de yerba, con el suave trino de los pequeños reyezuelos que me habitan... y es que mis minúsculas criaturas poseen ¡vida!, tan grande que se traga el Cosmos todo... ¿No sabes que en mí están escritos los más profundos misterios?... ¿Que sin una sóla de mis pequeñas vidas se colapsaría el Orbe entero?... ¡Acude a mí, yo lo soy todo!

jueves, febrero 08, 2007

Palabras de mi jardín (XVI)

La semilla (de "El jardinero" -Tagore-):

Cuando la noche estaba muy entrada, el hombre exclamó: "Ha llegado el momento de abandonar mi hogar y de salir a la búsqueda de Dios. ¿Quién me ha estado engañando durante tanto tiempo? Dios le contestó tranquilo: "Yo". Pero el hombre no le oía.
La madre y el hijo dormían plácidamente en su cama. Preguntó el hombre: "¿Quiénes sois vosotros que me habéis tenido engañado durante tanto tiempo? La voz de Dios dijo otra vez: "Ellos son Dios". Y el hombre no le oía.
El hijo lloraba en medio de sus sueños y abrazaba inconscientemente a su madre. Dios dijo al hombre: "¡Detente, necio, y no abandones a tu familia!" Pero el hombre no le oía. Y Dios suspiraba tristemente: "¿Por qué tratará de venir hasta mí, si me está abandonando?"


"La presencia de Dios en lo más sencillo"

El jardín (AAS):

¡Jardinero, sigue cortando mis flores marchitas y regando mis secas raíces!... ¡Esas manos que tanto conozco de delicados cuidados y sutileza extrema, amigas y compañeras de mis sueños, seguid con vuestra entrañable tarea!... ¡Yo os reconfortaré, pues en mí habita vuestro Señor y le sois gratas!... ¡Dichosos vosotros que no buscáis en lo oculto lo que a diario se nos da, porque a Él le sois gratos!... Vuestra humildad os ensalza y aquello que está vedado a reyes y poderosos, está abierto de par en par a vuestra sencillez... ¡Dichosos los que encuentran! ¡Dios vive con ellos y en ellos, y ellos participan de su juego!

domingo, febrero 04, 2007

Palabras de mi Jardín (XV)

La semilla (De "El jardinero" -Tagore-):

La feria de delante del templo estaba en todo su apogeo. LLoviznaba desde la salida del sol y caía la tarde.
Entre la alegría de la multitud, nada había más radiante que el gozo de una niña que se había comprado por unos céntimos un silbato de caña. La penetrante alegría de aquel silbido destacaba sobre todas las risas y todo el alboroto.
Una multitud enorme se acercaba entre empujones. El camino se había llenado de barro, había crecido el río y el campo se hallaba enfangado.
Entre el gentío hastiado no había un dolor mayor que el de un niño que no tenía dinero para comprarse un humilde juguete, y cuando vi sus tristes ojos fijos ante el tenderete, todo aquel enjambre de gente me pareció miserable.


"Lo sencillo y humilde, refugio del Espíritu"

EL jardín (AAS):

¡Tú, santa criatura, que lo abandonaste todo para buscarle, que años y años de privación despegaron tu alma de lo mundano, no prosigas más!... Desciende al valle, las frágiles manos abiertas de un niño con su mochila repleta de júbilo esperan tu humilde regalo... En sus negros y profundos ojos expectantes de alegría y en su fondo, saltando si cabe aún más de gozo, un duende te espera impaciente: ¡es el mago compañero de tu viaje en el camino!

jueves, febrero 01, 2007

Palabras de mi jardín (XIV)

La semilla (De "El jardinero" -Tagore-):

"Edifiqué laboriosamente un templo. No tenía puertas ni ventanas y sus muros eran de piedra maciza. Me alejé del mundo, me olvidé de todo y, ensimismado, me puse a mirar un día y otro día la imagen que había colocado en al altar.
Siempre ardían lamparitas de óleo perfumado en la total oscuridad del templo; y el humo permanente del incienso envolvía mi alma con su sofocante espiral.
Esculpí, vigilante, en los muros figuras imaginarias en extraños laberintos (caballos alados, flores con caras humanas, serpientes con rostro de mujer). No quedó ni un sólo huequecito por donde pudiera entrar el canto de los pájaros, el rumor de las frondas, el ruido de la ciudad laboriosa. Sólo resonaba en la bóveda en sombras mi voz que cantaba despacio y armoniosa.
Mi inteligencia se hizo penetrante y estática como la punta de una lanza ardiente, y mis sentidos se sumieron en éxtasis ignotos. ¿Cuánto tiempo estaría así? Un día estalló una tormenta y un poderoso rayo rompió el templo hiriéndome el corazón.
Las lámparas tamblaban avergonzadas y tenues. Los jeroglíficos de los muros eran como sueños enredados, sin sentido, al estar a plena luz del día, y daba la impresión de que querían ocultarse. La imagen sonreía en su altar, viva, al entrar en contacto con el Dios vivo.
Y la noche que me había tenido cautivo se marchó volando para siempre."


"La claridad y viveza del Dios vivo"

El jardín (AAS):

¡Señor, vos inteligencia pura, fuente ingotable de prodigios, inabarcable, inmenso, infinito... cuán fácil y sencillo es comprenderte!... Laberinto indescifrable de infinitos caminos inescrutables, interminables evos de historia, innumerable y consistente, campo inabordable de sesudos sabios... ¡Y sólo eres un punto, sólo eres Tú, sólo serás yo!... ¡Dios está vivo!... ¡El atajo de tu "viveza" nos reconforta, oh, sí, a estas almas sencillas y humildes!

domingo, enero 28, 2007

Palabras de mi Jardín (XIII)

La semilla (De "El jardinero" -Tagore-):

Burlaos de mí, amigos míos, porque voy en pos del ciervo de oro; pero yo siempre iré detrás de esta visión que huye de mis manos.
Por montañas y llanos, a través de terrenos ignotos, siempre correré en pos del ciervo de oro.
Bienvenidos seáis, vosotros que regresáis del mercado, y ójala que tornéis cargados a vuestras casas. El embrujo de los vientos sin hogar me ha capturado no sé donde ni cuando. He perdido en mi huida todo lo que tenía. Sólo me queda mi alma liberada.
Las montañas y los llanos, los terrenos ignotos se escapan de mí que siempre persigo incansable el ciervo de oro.


"El alma liberada dedicada únicamente a la búsqueda del Espíritu"

El jardín (AAS):

¡Bienaventurada tú, alma peregrina, que abandonaste tu bagaje, te nacieron alas y remontaste el vuelo en busca del "ciervo de oro"!
¡Cómo me deslumbras! ¡Cómo imitarte quisiera si mis pies no fueran tan pesados que ignoran el volar!... ¿Llegará algún día mi espíritu a acompañarte?...
¡Esta noche tuve un sueño, vi a lo lejos el ciervo de oro y tu estela se le acercaba, y tu mano se extendía hacia la mía!... ¡Esperanza, no te olvides de este amigo que te aguarda!

martes, enero 23, 2007

"La polémica del gen egoísta (VI)" , de la obra "El parto de Dios"

"No obstante, ese "mundo de cualidades" sí es distinto en el sentido de que la esencia de los seres vivos es transcurrente, está referida al tiempo, lo que le da un aspecto noveoso respecto a los componentes de ese "mundo de cualidades". Verdaderamente, lo único que les asemeja es esa particularidad de que ambos existen pero no son reales nada más que en ciertas circunstancias. El "mundo de cualidades" se hace real en los "estímulos" que aparecen en los seres vivos. La "esencia" de los seres vivos en los sucesivos "presentes" de los mismos. Estos "presentes", como apuntaba Zubiri, tienen en sí el "germen" del mismo tiempo, pues, en cada presente viene definido ya un cierto pasado y un cierto futuro, justo los necesarios para que el presente pueda definirse como tal. O sea, en el "presente" de cada ser vivo la esencia del mismo se hace real, y por lo anterior, esta realidad del presente encierra en sí la temporalidad, el movimiento.

La cualidad se hace real en el estímulo que aparece en el ser vivo. Es real, pues, para este ser vivo, pero no es real para sí misma; no tiene realidad en sí misma. La esencia del ser vivo se hace real en el ser vivo, en su "presente".

Y es que parece intuirse que una cualidad se haría real en sí misma sólo si el ser vivo que la "sintiese" fuese la misma cualidad (acto reflejo). Ninguna cualidad que no sea el mismo ser vivo (su esencia) tiene capacidad para ello. Todo ser vivo está capacitado para "captar" aspectos de su propia esencia en cada uno de sus "presentes" temporales. La evolución va produciendo seres cada vez más complejos, cada vez más capaces de "sentir" en mayor medida su esencia. Es posible que la conciencia humana sea el resultado de la "captación total" de su esencia por el animal hombre, ya que la esencia se hace real en su totalidad en el presente de aquella criatura capaz de "sentirla" íntegramente.

La cualidad al no ser real no existe para sí misma. En general, para el ser vivo su esencia sólo es real en el presente; si su "presente" corresponde al instante de su muerte, su desintegración material (desorganización que incapacita al ser para "sentir", en particular su esencia), en este presente deja de ser real: su esencia es incapaz de superar su muerte. En la criatura humana existe la realidad de la esencia (por la aparición de la conciencia) en toda su plenitud en cada uno de sus "presentes". A la realidad del presente animal se superpone la realidad de toda su esencia completa, definida a lo largo de todo su pasado, presente y futuro, es decir, la realidad transpersonal, y eso hace que aún en el instante final (óbito) exista la realidad de la esencia humana, con lo que puede superar el tiempo, apareciendo una nueva dimensión: la eternidad.

En otras palabras, animales y hombres, en general seres vivos, poseen la realidad del presente esencial (quizás pudiera asimilarse esta realidad al llamado campo mental), pero el hombre al "sentir" su esencia plena (inteligencia sentiente) hace realidad en su instante presente su entera esencia, en una especie de retroalimentación vital que le hace por entero realidad, superándose en todo momento la realidad del presente. De esta forma, aún en el momento del óbito se supera el mismo "campo mental", conservándose la realidad de la esencia humana; es lo que llamamos "la trascendencia" del espíritu humano.

Según ésto, ¿el universo sería el marco en el que las esencias podrían hacerse reales?

El sentimiento de la propia esencia se hace real en el ser, existiendo "quien" se hace cargo de esta realidad (lo que no cumple la cualidad).

La esencia del ser vivo no es una "cualidad" cualquiera, es una "cualidad transtemporal", que posee la particularidad de la temporalidad. Esto significa que la realidad de la esencia de cada presente está proyectada también en el pasado y en el futuro, y aún cuando, en el caso general, no pueda superar el tiempo, sí posee en sí el germen del tiempo, del movimiento, que no se agota en su propio presente. Ello hace posible la "unicidad" del ser vivo, gracias al "acoplo" de cada uno de los "presentes" entre sí, a través de la memoria d elos pasados y los futuros que cada uno encierra.

La esencia de cada ser vivo puede ser "captada" por otro ser. (¿Esta captación puede suponer el incremento de la esencia de este último?... Si así fuese, la incorporación del agregado debería poseer el carácter de integridad como consecuencia de la unicidad anteriormente apuntada)."

viernes, enero 19, 2007

La alegría del verano



Estamos en invierno: ¡Viva la luz!

"Palabras de mi jardín (XII)"

La semilla (De "El jardinero" -Tagore-):

Amor mío, mi alma está siempre deseando tener pronto ese encuentro que ha de ser para mí como la muerte que todo lo aniquila.
¡Llévame hasta tus pies con un viento huracanado; quítame todo lo que tengo; entra tú en mi dormir y llévate mis sueños; róbame cuanto hay en mi mundo. Y cuando mi espíritu esté solo y desnudo, convirtámonos en un solo ser colmado de belleza!
Pero... ¡cuántos afanes los míos! ¿Cómo podré esperar esa unión definitiva de no ser contigo, Dios mío?


"La voluntad de Dios y nuestro anhelo en alcanzarle"

EL jardín (AAS):

¡Aquí estoy, Espíritu Supremo, buscando tu morada, sabiéndola tan lejos... y tan cerca! Brazos abiertos para el alma que busca, anhelo reprimido hasta la consumación de la esencia, tiempo engendrador del precioso encuentro... ¡Ventura gloriosa, sois el regazo de mi inquietud y esperanza!

miércoles, enero 17, 2007

"La polémica del gen egoísta (V)", de la obra "El parto de Dios".

"La desaparición de cada uno de nosotros de este mundo real, después de nuestra muerte individual, nos hará salir de la realidad que conocemos, y todo lo que hemos dicho anteriormente dejará de tener lugar, es más, la extrapolación de cualquiera de estas consecuencias a otro "mundo" para lo que no poseemos la más mínima apoyatura, algo que sí adornaba a la especulación en lo real, no es más que una simple conjetura o ilusión sin base cierta (o real). La "subtensión dinámica" de las criaturas en el "organismo" que supone la Vida con mayúsculas, no tiene por qué extrapolarse a otro mundo que no sea el que vivimos y en el que estamos inmersos. Ante lo devenir, después de este supremo acontecimiento que es nuestra muerte individual, sólo podemos colocar la formidable incógnita de nuestro desconocimiento. Nuestras intuiciones, como forma de sentimientos, tienen que ver con una cierta organización de la materia que compone nuestro organismo; la materia desorganizada que es lo que supone nuestro óbito sólo es capaz de intuir su propio ser como materia; en nuestra muerte volvemos a lo que "siente" la propia materia en sí... ¿El caos primordial, tal vez?...

Los sentimientos de cada "presente" de nuestras vidas son eso, momentáneos, de cada presente, de cada instante. Nuestra "esencia" es la suma de "rescoldos" de cada "presente" de nuestras vidas, también del presente del instante final, o de nuestra muerte (que según esta versión, es un momento más, no el único que configure ya nuestro ser "posterior"). Entonces, el modo de "estar" en otra circunstancia que no sea el "mundo de la realidad" que conocemos, es el modo de "estar" no de ningún "presente" (como podría ser el "presente" que narca el instante final o de nuestra muerte), puesto que tiempo y espacio fuera de "nuestra realidad" dejan de tener valor, sino el modo de "estar" de lo que está fuera de estas coordenadas espacio-temporales, es decir, de la "esencia" de nuestro ser.

El modo de "estar" de nuestra "esencia" en otra "circunstancia" (no nuestro mundo "real") es algo que desconocemos por completo, y más, como hemos dicho, sin intuición (como sentimiento unido siempre a una configuración material) de ello. Solamente habría una vía posible para acercarnos al conocimiento de esta cuestión, y sería el saber qué es verdaderamente la "esencia" de nuestro ser, puesto que la conexión entre el "estar" del devenir (después de nuestra muerte) y el sentimiento presente (actual) no puede tener más vías de transmisión que la misma "esencia".

Ahora bien, sí pueden desecharse cuestiones a las que, curiosamente, estamos abocados cada vez que hablamos de nuestra muerte. Sería, por ejemplo, ese sentimiento de temor, ante la presencia de la misma, de permanecer por siempre como la materia inerte, falta de movilidad, como si la falta de movimiento equivaliese a una muerte. Y es que nada puede estar más alejado de la verdad, pues, ciertamente la materia nunca está quieta, siempre está intentando inventar la vida. La misma materia es un verdadero ciclo de construcción y destrucción, de cambio,... ¡lo que nunca aparece en ella es la quietud! (La quietud no es más que el principio de inercia newtoniano ante la ausencia de fuerzas, precisamente ausencia que no se da en la naturaleza). Lo que sí representa la quietud es un instante de nuestra vida, el de la muerte, en el que, ciertamente, parece como si en dicho instante nos "disolviéramos" en la pura materia, como haciendo partícipe a la misma de nosotros mismos; pero nuestro espíritu no acaba ahí (es sólo un instante de su currículo), quizás en ese instante nuestro ser retome la materia inanimada... Pero nuestra "esencia" como "historia" de unos presentes, como conjunto histórico de acontecimientos sigue ahí, en sí misma, como bloque, sin constreñirse a instante alguno... A partir de la muerte deja de ser real (no está ligada a ningún presente posterior del universo real), pero sigue siendo ella misma. No es real, pero existe... ¿No habría un cierto paralelismo con ese "mundo de cualidades" no real que vimos anteriormente?"

domingo, enero 14, 2007

La polémica del gen egoísta (IV) (De la obra "El parto de Dios")

"Así que, impropiamente podemoa hablar de la existencia de "cualidades" (subjetivismos tales como emociones y sentimientos) que aparecen en la materia organizada (seres vivientes) y que varían de acuerdo con esta organización o "complejidad" (para atenernos al término acuñado tan felizmente por el filósofo Teilhard de Chardin). Y seguimos hablando, impropiamente, del conjunto de esas cualidades que, si bien es cierto no tienen entidad por sí solas, pues reiteramos nos ceñimos al concepto estricto del estímulo zubiriano, forman parte de un mundo, por supuesto, fuera de la realidad (mejor, "nuestra" realidad, la única conocida) que, por otra parte, hace posible esta realidad que conocemos. Y es que la vida y la mente, componentes de nuestra realidad cotidiana, a través de sus cualidades más significativas como sentimiento y emoción, reflejan continuamente la injerencia de ese mundo o "conjunto de cualidades" situadas fuera del plano de la realidad.

Deberíamos separar lo que existe de lo que es real. El concepto de lo real es algo apriorístico para nuestra mente; es algo, según Zubiri, que se nos ha dado de antemano a nuestra mente. Lo que existe, a veces, no es real. Una idea existe, pero no tiene por qué ser real. De igual forma, ese "mundo de cualidades" existe pero no es real. Así que, de forma impropia como ya hemos advertido, podríamos decir que en el estímulo se produce la "captación" o "recepción" de parte de ese "mundo de cualidades" por el ser viviente. Y volvemos a reiterar que esta "captación" sólo se entiende en el sentido anteriormente apuntado. La creciente complejidad de los seres vivientes les va capacitando para la "captación" de unas emociones y sentimientos desconocidos para los niveles inferiores: es otra forma de expresar la ley de la complejidad-conciencia apuntada por Teilhard.

Desconocemos los "niveles" de la citadad ley; sólo los más evidentes se nos hacen presentes, como el que supone la captación de la realidad por parte del hombre (la intelección sentiente de Zubiri)), y la aparición de la subsiguiente conciencia con los sentimientos de eternidad e infinitud que la adornan.

La vida, tal como la conocemos, refleja que toda función "superior" no sólo ha sido reclamada por la "inferior", sino que está sustentada por ella, justo por aquello mismo que en esta función inferior (y por ser ella lo que es) exige la función superior (lo que llama Zubiri "subtensión dinámica" de unas funciones por otras).

Si la relación entre funciones inferiores y superiores en el organismo vivo es tal "subtensión dinámica", tales funciones inferiores y superiores no pueden existir independientes, es decir, una sin la otra. De ello se deduce que a toda función superior le son completamente imprescindibles las funciones inferiores; los niveles superiores necesitan de los inferiores, y estos últimos están "reclamando" a los primeros. La vida es "una" desde los niveles inferiores a los superiores.

Teológicamente entrevemos que en la "noosfera" de Teilhard de Chardin, el nivel superior (más cercano al Ser Supremo) necesita de todos los niveles inmediatamente inferiores, que son los demás individuos como nosotros, y es más, también de los niveles inferiores al nuestro, cual son los animales, el manto vegetal y la misma materia.

El universo entero, pes, está dotado de una evidente unicidad; la criatura superior a la que, quizás, la evolución algún día de a luz, llamémosla Superhombre, Dios, Unidad Suprema, etc., necesita de todo el universo, a lo largo de todo "su" presente, del pasado transcurrido antes de Él, y del devenir que no esté aún configurado. Nosotros, como consecuencia de la "realidad" que conocemos, somos completamente necesarios para esa Criatura Superior, cuya aparición en este mundo "real" nuestro espíritu "reclama". Y recalcamos que todo esto no sucede en un mundo imaginario creación de nuestra mente. El universo es real, está dotado de "realidad", y en esta realidad este Ser Supremo debe aparecer, de igual forma que nosotros somos reales. Hay una unicidad de todo el universo en la "realidad" que conocemos; hay una "subtensión dinámica" entre el Ser Supremo, nosotros y todos los niveles inferiores a nosotros como son los demás animales, el mundo vegetal y la propia materia."

viernes, enero 12, 2007

Palabras de mi jardín (XI)

La semilla (De "El jardinero" -Tagore-):


Protegí contra el viento la lámpara cubriéndola con mi manto, pero la llama se apagó. Estreché la flor contra mi pecho, deseoso de amor, y la ajé sin querer. Estanqué el agua para que sólo fuese para mí y se me secó la fuente. Quise tocar una nota que mi arpa no alcanzaba y se me rompió la cuerda.


"El amor no es egoísta:¡Debe ser compartido!"

El jardín (AAS):


Amor,¡cómo quise poseerte!... ¡cómo fluye tu cuerpo entre mis manos!... Mi vasija no puede contenerte... Mas, sí llenas los vasos que te ofrecen, sí extiendes tu fluido inextinguible, más y más abundante en el despliegue de tu inmenso manto... ¿Qué misterio encierras en tu fondo que conozco a las criaturas a las que impregnas, y me empujas a la entraña de sus seres?...

lunes, enero 08, 2007

Cap.2. El Fenómeno vital. Apartado III. La polémica del gen egoísta (3ª parte). (Del libro "El parto de Dios").

LA POLÉMICA DEL GEN EGOÍSTA.

"Hubo un tiempo en que la ciencia era el signo de la modernidad, del progresismo; era un renacimiento de la antigua y adelantada sabiduría de tiempos pasados, apagada por el oscurantismo de la Edad Media. Hoy en día, aunque no pueda hablarse en justicia de toda la ciencia, sí hay en ella una tendencia general (al menos en lo más visible) conservadora, dogmática, indiferente, y a veces casi opuesta, a los aires renovadores que, por contra, casi corren paralelos e impregnan a la antigua magia cuasireligiosa de nuestros más vetustos ancestros. Es cierto que no hay peor ciencia que una ciencia contaminada del subjetivismo que se antepone a los hechos objetivos. La seriedad ante este peligro se entiende y hasta aquí es comprensible, pero ¿realmente los continuos rechazos a los nuevos aires e ideas por parte de la ciencia oficial provienen en su totalidad de este planteamiento? ¿No es verdad que en muchísimas ocasiones dicho comportamiento se parece más a una forma de conservar un status o unos privilegios que, por ridículos, se parecerían más a los de los arcaicos "popes" de las antiguas religiones oficiales?

Si en algún ámbito puede seguir teniendo, todavía, un verdadero valor la filosofía es en el que estamos abordando. Ya que la ciencia no quiere descender a las cuestiones esenciales tan importantes para nuestras personas, tan sustanciales para sus espíritus, en resumen, tan fundamentales para su "estar en la vida", tendremos que volver a acudir a nuestra original filosofía, aquella ciencia de la sabiduría, madre de la ciencia actual. Estas disquisiciones que quisieran ser profundamente científicas, necesariamente han de ser estrictamente filosóficas. Nuestras referencias obligatoriamente han de pasearse por los más eminentes filósofos, y de ellos deben beber nuestras fuentes. Así que éste no es un libro científico, es un libro filosófico, es un libro de "sabiduría científica"... No nos preocupemos más de estas cuestiones, ya que en el fondo da igual, cuando lo que se busca y se pretende desvelar es la simple realidad, la verdad. ¡Dejemos para los críticos la ubicación de esa verdad!

Estamos con Zubiri en que el "faro" de todo es la realidad; otras elucubraciones o construcciones mentales pueden estar dotadas de una cierta belleza, pero son como en física cuántica, posibilidades que se decantan o desvanecen ante el hecho, el suceso, el acontecimiento, en suma, ante lo "real".

La realidad, pues, igual que para Zubiri, es nuestra guía. Y la realidad nos enseña que en el universo existe la materia de que nos habla la física, la vida que nos enseña la biología, la evolución darwiniana, la "mental", evidente por sí misma y de la cual somos privilegiados testigos. Cada una de ellas (materia, vida, mente) posee cualidades irreductibles: la mente presupone la vida, y la vida presupone la materia. Pero vida es "algo más que materia", o si queremos, la vida es una cualidad de la materia que se presenta cuando esta última posee cierta distribución u organización. También mente es "algo" más que materia, si queremos, de igual forma, es una cualidad de la vida que precisa de una cierta "complejidad". Y ninguna de las tres puede reducirse a cualesquiera de las otras dos, pues, sí son esencialmente distintas.

Materia, vida, mente son estrictamente la realidad, no una elucubración teórica. Esta realidad presupone la realidad de lo que hace posible la materia, la vida y la mente. Luego es real el átomo, las moléculas, los "instintos" (no queremos aquí tomar partido por ninguna teoría acerca de lo que significa el instinto, simplemente se toma éste en el sentido más amplio o más general) que definen la vida, la "esencia básica" (quizás sentimientos, emociones, intelección, etc.) de lo que constituye la mente.

Es real la emoción que preside cualquier instante de nuestra vida: al admirar la belleza, en la recepción de un color, en el acto de la intelección, etc. Y estas emociones son muy diversas. Cada criatura del "árbol filogenético" posee las suyas, estrechamente relacionadas con las "sensibilidades" de que está dotado cada organismo, el cual está construido a partir de las instrucciones escritas en su código genético. El gen que configura el organismo es en último lugar el responsable de las distintas sensibilidades que hacen posible el abanico de sentimientos de que es capaz cada criatura. El código genético de cada criatura viva "hace posible", pues, la "recepción" de un conjunto de sentimientos o emociones por parte de ésta. Cuando hablamos de "recepción" no queremos presuponer, sin más, la existencia de "ciertas cosas" fuera del propio ser del individuo que son recogidas por éste en lo que llamamos la emoción o el sentimiento. Aquí, también, nos parece plausible la concepción del estímulo zubiriano, en cuanto a la "realidad" del estímulo en sí, compuesto necesario e inseparable del dualismo: causa física (radiación, etc.) y órgano receptor del mismo. Ahora bien, sí podemos decir, sin presuponer nada y sin ir más allá de lo que estamos diciendo, que la estructura organizativa del organismo es la condición necesaria para que el sentimiento y la emoción tengan lugar, se produzcan, es decir, se hagan reales; en otras palabras, esta especial organización, transcripción del código genético, hace posible que la emoción y el sentimiento pueda existir en el universo, de forma concreta, en el concepto zubiriano del "de suyo" de cada criatura."