Continúo con la Cosmovisión propuesta recientemente en este mismo Blog.
Me gusta calificar (por más novedoso) al Caos inicial, la Nada o el Tao como "lo que hubiere", una acepción propia que trata de soslayar los conceptos existentes al respecto por demasiado maníos dentro de las distintas corrientes filosófico-científicas.
Mi nuevo estudio se refiere al "mundo" de la segunda manifestación del universo. Dije en los artículos referidos a la Cosmovisión citada, que los elementos del mundo de la segunda manifestación, inmediatamente después del Big Bang son escasos, puesto que casi solo existen "potencialidades" (posibilidades) de los elementos que aparecerán más tarde a lo largo de la evolución, o sea, pasamos de la potencia al acto, cual sugerían los antiguos sabios griegos. Sucesivamente, pues, se crean nuevos elementos "inseminados" por las distintas estirpes de seres vivos. Pero la segunda manifestación solo se expresa en los "Kuerpos" (extensión sui generis del cuerpo de los seres vivos)´
Expuse que el tiempo y el espacio que rigen en el mundo de la primera manifestación (movimiento), no son válidos en la segunda, y continuaba diciendo que los elementos de esta segunda manifestación son "imperturbables", o sea, se sitúan fuera del tiempo, puesto que el cambio aquí no es posible.
Ahora, respecto a lo escrito con anterioridad, quiero expresar un matiz, para mí ciertamente importante: el "ser", la "esencia" de la criatura viva, es un compuesto de las dos manifestaciones: de la primera el "Kuerpo"; de la segunda el correspondiente "elemento" perteneciente al mundo de cualidades. Es cierto que la "incisión" de tal elemento de la segunda manifestación en el "Kuerpo", entre otros efectos, añade la "individualidad/unidad" al "compuesto esencial" que es el ser vivo, y aquí está el importante matiz. Tal "individualidad/unidad" cabalga sobre la primera y segunda manifestación, en particular, es ya independiente de la segunda manifestación... ¿Qué ocurre, por consiguiente, al óbito?... Una pregunta que nos habíamos planteado desde el principio.
El "Kuerpo", la parte material que lo constituye, es "utilizado" por múltiples criaturas vivas, consecuencia del ciclo vida-muerte de los seres, "la muerte de unos hace renacer a otros", pero cada ser vivo tuvo durante cierto tiempo tal "Kuerpo" (complejo sistema material que acompaña a cada criatura viva), y a la vez forma un "compuesto único" con el correspondiente elemento de la segunda manifestación.
Es una evidencia la descomposición de tal compuesto en el óbito; el "Kuerpo" vuelve a incorporarse a la materia (¿inerte?) de la que procede, y el elemento cualitativo correspondiente de la segunda manifestación, aún cuando es "imperturbable" deja de manifestarse en cualquier otro "Kuerpo" diferente.
Pero, ¿qué ocurre con aquella "esencialidad" del ser vivo, caracterizada sobre todo por la individualidad/unidad?... Ya no es, exclusivamente, un elemento (cualitativo) de la segunda manifestación, pues supera toda limitación en lo espacial y lo temporal (ya no es su mundo). Ocurre lo que aconteció en la primera y prístina transformación de "lo que hubiere"; después de la propia desaparición del universo de las coordenadas espacio-temporales, tras su destrucción, con la paralela desaparición del mundo cualitativo de la segunda manifestación, vuelven a diluirse esa primera y segunda manifestación en la misma esencia que constituía aquello que definí como "lo que hubiere"... ¿Cuál sería, entonces, verdaderamente, la consecuencia global? Sencillamente, el proceso evolutivo de la creación de los seres producido en el universo que conocemos, cotidiano, "transformaría" la indiferenciación absoluta del prístino "lo que hubiere", en un nuevo "lo que hubiere" dotado de "esencias" individuales/únicas: ¡Se han creado los seres, si queremos expresarlo así, los espíritus, en el críptico mundo del futuro absoluto de nuestra existencia!... ¿El mismo Dios sería una de las criaturas creadas en tal proceso?
Como la danza de la vida no es una "emergencia" de la materia, la disolución del cuerpo material, no hace fenecer al ser. Así que podemos afirmar con Lao-Tse que "vivir es llegar (en una creación continua) y que morir es volver (al Tronco-raíz del Todo)".
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