"Desde principios de este siglo se ha querido atribuir con frecuencia vida a lo inorgánico; atribución muy falsa. Vivo y orgánico son conceptos convertibles; con la muerte cesa lo orgánico como tal. No hay en la Naturaleza línea mejor trazada que la que existe entre lo orgánico y lo inorgánico, es decir, entre aquello en que la forma es lo esencial y permanente y la materia lo accidental y mudable, y quello en que sucede a la inversa. No oscilan aquí los límites como tal vez ocurre entre animales y plantas, sólidos y líquidos, gases y vapores; así es que el querer suprimirlos no es más que llevar adrede la confusión a nuestros conceptos. Por el contrario he sentado yo que se atribuya Voluntad a lo no vivo, a lo inórgánico, pues para mí no es, como hasta aquí ha sido la opinión corriente, la voluntad un accidente del conocer, y, por lo tanto, de la vida, sino que la vida misma es manifestación de la voluntad, y la perceptibilidad de las manifestaciones de ésta y no otra cosa la materia misma. Así es que hay que reconocer un querer en todo esfuerzo que saque de la naturaleza un ser material y que forma propiamente esa naturaleza o se manifieste apareciendo en ella, no dándose, por lo tanto, materia alguna sin manifestación de voluntad".
"En los grados más bajos de la Naturaleza son del todo homogéneos y del todo uniformes la causa y el efecto, por lo cual vemos en ellos lo mejor posible la conexión causal".
"Mas, si entramos en el reino de los seres dotados de conocimiento, no hay ni semejanza ni relación alguna entre la acción y el objeto, que, como representación, la provoca".
"Allí donde es la causa más palpable la que produce el efecto, existe todavía lo misterioso, aquella X, o lo primariamente interno del proceso, el verdadero agente, lo en sí de esa manifestación, que se nos da al cabo más que como representación y según las formas y leyes de ésta, y que es esencialmente lo mismo que lo que nos es íntima o inmediatamente conocido como voluntad, en los actos de nuestro cuerpo, y que también se nos da como percepción y representación. Tal es el fundamento de la verdadera filosofía".
"El punctum controversiae es, pues, si pueden y deben subsistir juntas, y a la vez en un solo y mismo proceso la voluntad y la causalidad. Lo que dificulta la inteligencia de esto, sea donde quiera, es la circunstancia de que la causalidad y la voluntad nos son conocidas por dos maneras radicalmente diferentes: la causalidad por entero desde fuera, por entero, por entero inmediatamente y merced al entendimiento; y la voluntad enteramente desde dentro y de un modo enteramente inmediato, y que, por consiguiente, cuanto más clara sea en cada caso la inteligencia de la una tanto más oscura será la de la otra. De aquí, el que allí, donde la causalidad es más comprensible, lo sea menos la esencia de la voluntad, y donde se anuncia sin género de duda ésta, esté la causalidad tan oscurecida que puede un entendimiento rudo atreverse a negarla".
"La responsabilidad tiene por condición la libertad y ésta a la originalidad. En efecto, quiero porque soy, y por lo tanto tengo que ser antes de querer. Así, pues, la aseidad de la voluntad es la primera condición de una ética seriamente concebida, y con razón dice Spinoza que: se dice libre a aquello que existe por su sola necesidad, determinándose a obrar por sí sola".
"No cabe imaginarse seriamente la indestructibilidad de nuestra verdadera esencia por la muerte no admitiendo la aseidad de la voluntad, como es también difícil hacerlo a no considerar la separación fundamental de la voluntad respecto al intelecto".
"Es justo que, como hombre serio, se me conceda el que hablo sólo de cosas que conozco real y efectivamente y que no uso más que palabras a que doy un sentido completamente preciso, pues sólo así puede uno comunicarse con los demás, teniendo mucha razón Vauvenarque al decir que la claridad es la buena fe de los filósofos".