viernes, diciembre 28, 2007

EL GEN Y LA REALIDAD (V)

EL GEN Y LA REALIDAD (V)


Los sentimientos de cada"presente" de nuestras vidas son eso, momentáneos, de cada presente, de cada instante. Nuestra "esencia" es la suma de"rescoldos" de cada "presente" de nuestras vidas, también del presente del instante final, o de nuestra muerte (que según esta versión, es un momento más, no el único que configure ya nuestro ser "posterior"). Entonces, el modo de "estar" en otra circunstancia que no sea el "mundo de la realidad" que conocemos es el modo de "estar" no de ningún "presente" (comp podría ser el "presente" que marca el instante final o de nuestra muerte), puesto que el tiempo y espacio fuera de "nuestra realidad" dejan de tener valor, sino el modo de "estar" de lo que está fuera de estas coordenadas espacio-temporales, es decir, de la "esencia" de nuestro ser.
El modo de "estar" de nuestra "esencia" en otra circunstancia (no nuestro mundo "real") es algo que desconocemos por completo, y más, como hemos dicho, sin intuición (como sentimiento unido a una configuración material) de ello. Solamente habría una vía posible para acercarnos al conocimiento de esta cuestión, y sería el saber qué es verdaderamente la "esencia" de nuestro ser, puesto que la conexión entre el "estar" del devenir (después de nuestra muerte) y el sentimiento presente (actual) no puede tener más vía de transmisión que la misma "esencia".
Ahora bien, sí pueden desecharse cuestiones a las que, curiosamente, estamos abocados cada vez que hablamos de nuestra muerte. Sería, por ejemplo, ese sentimiento de temor, ante la presencia de la misma, de permanecer por siempre como la materia inerte, falta de movilidad, como si la falta de movimiento equivaliese a una muerte. Y es que nada puede estar má alejado de la verdad, pues, ciertamente la materia nunca está quieta, siempre está tratando de inventar la vida. La misma materia es un verdadero ciclo de construcción y destrucción, de cambio... ,¡lo que nunca aparece en ella es la quietud! (La quietud no es más que el principio de inercia newtoniano ante la ausencia de fuerzas, precisamente ausencia que no se da en la naturaleza). Lo que sí representa la quietud es un instante de nuestra vida, el de la muerte, en el que, ciertamente, parece como si en dicho instante nos "disolviéramos" en la pura materia, como haciendo partícipe a la misma de nosotros mismos; pero nuestro espíritu no acaba ahí (es sólo un instante de su currículo), quizás en ese instante nuestro ser retome la materia toda... En ese preciso instante "adherimos" a la "esencia" de nuestro ser la misma mteria inanimada... Pero nuestra "esencia" como "historia" de unos presentes, como conjunto histórico de acontecimientos sigue ahí, en sí misma, como bloque, sin constreñirse a instante alguno... A partir de la muerte deja de ser real (no está ligada a ningún presente posterior del universo real), pero sigue siendo ella misma. No es real, pero existe... ¿No habría un cierto paralelismo con ese "mundo de cualidades" no real que vimos anteriormente?
No obstante, ese "mundo de cualidades" sí es distinto en el sentido de que la esencia de los seres vivos es transcurrente, está referida al tiempo, lo que le da un aspecto novedoso respecto a los componentes de ese "mundo de cualidades". Verdaderamente, lo único que les asemeja es esa particularidad de que ambos existen pero no son reales nada más que en ciertas circunstancias. El "mundo de cualidades" se hace real en los "estímulos" que aparecen en los seres vivos. La "esencia" de los seres vivos en los sucesivos "presentes" de los mismos. Estos "presentes", como apuntaba Zubiri, tienen en sí el "germen" del mismo tiempo, pues, en cada presente viene definido ya un cierto pasado y un cierto futuro, justo los necesarios para que el presente pueda definirse como tal. O sea, en el "presente" de cada ser vivo la esencia del mismo se hace real, y por lo anterior, esta realidad del presente encierra en sí la temporalidad, el movimiento.
La cualidad se hace real en el estímulo que aparece en el ser vivo. Es real, pues, para este ser vivo, pero no es real para sí misma; no tiene realidad en sí misma. La esencia del ser vivo se hace real en el ser vivo, en su "presente".
Y es que parece intuirse que una cualidad se haría real en sí misma sólo si el ser vivo que la "sintiese" fuese la misma cualidad (acto reflejo). Ninguna cualidad que no sea el mismo ser vivo (su esencia) tiene capacidad para ello. Todo ser vivo está capacitado para "captar" aspectos de su propia esencia en cada uno de sus "presentes" temporales. La evolución va produciendo seres cada vez más complejos, cada vez más capaces de "sentir" en mayor medida su esencia. Es posible que la conciencia humana sea el resultado de la "captación total" de su esencia por el animal hombre, ya que la esencia se hace real en su totalidad en el presente de aquella criatura capaz de "sentirla" íntegramente.

martes, diciembre 25, 2007

EL GEN Y LA REALIDAD (IV)

EL GEN Y LA REALIDAD (IV)
Deberíamos separar lo que existe de lo real. El concepto de lo real es algo apriorístico para nuestra mente; es algo, según Zubiri, que se nos ha dado de antemano a nuestra mente. Lo que existe, a veces, no es real. Una idea existe, pero no tiene por qué ser real. De igual forma, ese "mundo de cualidades" existe pero no es real. Así que, de forma impropia, como ya hemos advertido, podríamos decir que en el estímulo se produce la "captación" o "recepción" de parte de ese "mundo de cualidades" por el ser viviente. Y volvemos a reiterar que esta "captación" sólo se entiende en el sentido anteriormente apuntado. La creciente complejidad de los seres vivientes les va capacitando para la "captación" de unas emociones y sentimientos desconocidos para los niveles inferiores: es otra forma de expresar la ley de la complejidad-conciencia apuntada por Teilhard.
Desconocemos los "niveles" de la citada ley; sólo los más evidentes se nos hacen presentes, como el que supone la captación de la realidad por parte del hombre (la intelección sentiente de Zubiri), y la aparición de la subsiguiente conciencia con los sentimientos de eternidad e infinitud que la adornan.
La vida, tal como la conocemos, refleja que toda función "superior" no sólo ha sido reclamada por la "inferior", sino que está sustentada por ella, justo por aquello mismo que en esta función inferior (y por ser ella lo que es) exige la función superior (lo que llama Zubiri "subtensión dinámica" de unas funciones por otras).
Si la relación entre funciones inferiores y superiores en el organismo vivo es tal "subtensión dinámica", tales funciones inferiores y superiores no pueden existir independientes, es decir, una sin la otra. De ello se deduce que a toda función superior le son completamente imprescindibles las funciones inferiores; los niveles superiores necesitan de los inferiores, y estos últimos están "reclamando" a los primeros. La vida es "una" desde los niveles inferiores a los superiores.
Teológicamente entrevemos que en la "noosfera" de Teilhard de Chardin, el nivel superior (más cercano al Ser Superior) necesita de todos los niveles inferiores al nuestro, cual son los otros animales, el manto vegetal y la misma materia.
El universo entero, pues, está dotado de una evidente unicidad; la criatura superior a la que quizás la evolución algún día dé a luz, llamémosla Superhombre, Dios, Unidad Suprema, etc. necesita de todo el universo, a lo largo de todo "su" presente, del pasado transcurrido antes de Él, y del devenir que no esté aún configurado. Nosotros, como consecuencia de la "realidad" que conocemos, somos completamente necesarios para esta criatura superior, cuya aparición en este mundo "real" nuestro espíritu "reclama". Y recalcamos que todo esto no sucede en un mundo imaginario creación de nuestra mente. El universo es real, está dotado de "realidad", y en esta realidad este ser supremo debe aparecer, de igual forma que nosotros somos reales. Hay una unicidad de todo el universo en la "realidad" que conocemos; hay una "subtensión dinámica" entre el ser supremo, nosotros y todos los niveles inferiores a nosotros como són los demás animales, el mundo vegetal y la propia materia.
La desaparición de cada uno de nosotros de este mundo real, después de nuestra muerte individual, nos hará salir de la realidad que conocemos, y todo lo que hemos dicho anteriormente dejará de tener lugar, es más, la extrapolación de cualquiera de estas consecuencias a otro "mundo" para lo que no poseemos la más mínima apoyatura, algo que sí adornaba a la especulación en lo real, no es más que una simple conjetura o ilusión sin base cierta (o real). La "subtensión dinámica" de las criaturas en el "organismo" que supone la Vida con mayúsculas, no tiene por qué extrapolarse a otro mundo que no sea el que vivimos y en el que estamos inmersos. Ante lo "devenir", después de este supremo acontecimiento que es nuestra muerte individual, sólo podemos colocar la formidable incógnita de nuestro desconocimiento. Nuestras intuiciones, como forma de sentimientos, tienen que ver con una cierta organización de la materia que compone nuetro organismo; la materia desorganizada que es lo que supone nuestro óbito, sólo es capaz de intuir su propio ser como materia. la intuición de nuestra muerte es la intuición de la pura y simple materia; en nuestra muerte volvemos a lo que "siente" la propia materia en sí... ¿El caos primordial, tal vez?

viernes, diciembre 21, 2007

EL GEN Y LA REALIDAD (III)

EL GEN Y LA REALIDAD (III)
Estamos con Zubiri en que el "faro" de todo es la realidad; otras construcciones mentales pueden estar dotadas de belleza, pero son, como se dice en Física Cuántica, posibilidades que se decantan o desvanecen ante el hecho, el suceso, el acontecimiento, en suma, ante lo "real".
Materia, vida y mente son estrictamente la realidad, no una elucubración teórica. Esta realidad presupone la realidad de lo que hace posible la materia, la vida y la mente. Luego es real el átomo, las moléculas, los "instintos" (sin pararnos a definir estos instintos, pues los estamos tomando en su acepción más amplia) que definen la vida, la "esencia básica" de lo que constituye la mente.
Continuando el texto antedicho, transcribimos: "Es real la emoción que preside cualquier instante de nuestra vida: al admirar la belleza, en la recepción de un color, en el acto de intelección, etc. Y estas emociones son muy diversas. Cada criatura del "árbol filogenético" posee las suyas, estrechamente relacionadas con las "sensibilidades" de que está dotado cada organismo, el cual está construido a partir de las instrucciones escritas en su código genético. El gen que configura el organismo es en último lugar el responsable de las distintas sensibilidades que hacen posible el abanico de sentimientos de que es capaz cada criatura. El código genético de cada criatura viva "hace posible", pues, la recepción de un conjunto de sentimientos o emociones por parte de ésta. Cuando hablamos de "recepción" no queremos presuponer, sin más, la existencia de "ciertas cosas" fuera del propio ser del individuo que son recogidas por éste en lo que llamamos la emoción o el sentimiento. Aquí, también, nos parece plausible la concepción del estímulo zubiriano, en cuanto a la "realidad" del estímulo en sí, compuesto necesario e inseparable del dualismo: causa física (radiación, etc.) y órgano receptor del mismo. Ahora bien, sí podemos decir, sin presuponer nada y sin ir más allá de lo que estamos diciendo, que la estructura organizativa del organismo es la condición necesaria para que el sentimiento y la emoción tengan lugar, se produzcan, es decir, se hagan reales, en otras palabras, esa especial organización, transcripción del código genético, hace posible que la emoción y el sentimiento puedan existir en el universo, de forma concreta, en el concepto zubiriano del "de suyo" de cada criatura.
Así que, impropiamente podemos hablar de la existencia de "cualidades" (subjetivismos tales como emociones y sentimientos) que aparecen en la materia organizada (seres vivientes) y que varían de acuerdo con esta organización o "complejidad" (para atenernos al término acuñado tan felizmente por el filósofo Teilhard de Chardin). Y seguimos hablando, impropiamente, del conjunto de esas cualidades que, si bien es cierto, no tienen entidad real por sí solas, pues reiteramos, nos ceñimos al concepto estricto del estímulo zubiriano, forman parte de un mundo, por supuesto, fuera de la realidad (mejor, "nuestra" realidad, la única conocida) que , por otra parte, hace posible esta realidad que conocemos. Y es que la vida y la mente, componentes de nuestra realidad cotidiana, a través de sus cualidades más significativas como sentimiento y emoción, reflejan continuamente la injerencia de ese mundo o "conjunto de cualidades" situadas fuera del plano real."

martes, diciembre 18, 2007

EL GEN Y LA REALIDAD (II)

EL GEN Y LA RELIDAD (II)
De inmediato podrá hacérsenos una objeción. La "expansión" de la esencia del gen en el tiempo y el espacio, siendo este último como es un simple código, todo lo elaborado que queramos, y cuya base es la identidad del ser en cada una de las duplicidades citadas, recuerda fuertemente a las simples moléculas y átomos cuya identidad, si cabe, es más palpable. ¿Es que la "esencia" del átomo de cualquier elemento está "expandida" de igual forma en el tiempo y el espacio? Tengamos en cuenta que el átomo desde su génesis prácticamente va a durar una eternidad, para ser exactos hasta la desintegración del cosmos en energía (salvando, claro está, los elementos radiactivos). Pues bien, la objeción es tremendamente fuerte y muy evidente. El problema no puede soslayarse por mediación de explicaciones más o menos artificiosas, pues entramos de lleno en el quid de la cuestión. A grandes problemas, grandes soluciones, mejor, una solución drástica, definitiva, nunca buscada por lo que significa... Y es que, no queda más remedio que reconocer, rotundamente, que la simple materia, aún en sus más bajos niveles de organización, "palpita", puesto que su esencia es ya el germen de la vida futura. La esencia de la misma materia contiene, al igual que el gen, una "memoria" de todos los acontecimientos en los que interviene a lo largo de todo lo ancho del espacio y el tiempo del cosmos, mejor, a lo largo de su presencia en el cosmos, estén definidas en el mismo cualquier dimensión, cuestión esta en la que no queremos entrar.
La materia rezuma vida, rezuma voluntad (la voluntd de Schopenhauer ); posee en sí misma toda la potencia necesaria para que por su intermediación las criaturas sientan todas las emociones y sensaciones presentes en la naturaleza. (Para Nietzsche la "voluntad" presenta en el hombre características distintas a las apuntadas por Schopenhauer).
La materia, el gen, posibilita en general una cierta configuración de las criaturas, de la materia viva y a cada configuración corresponde la capacidad de recepcionar las mil y una sensaciones posibles de la naturaleza. La "esencia" del átomo, por ejemplo, "para sí" quizás sólo puede sentir su existencia, su "voluntad" de conservación, pero su "actuación", al formar parte de un gen, que a su vez configura la constitución de un organismo, posibilita al final, en este último, la recepción por el mismo de unas precisas sensibilidades o emociones. La existencia de un gen no es eterna por eso su "memoria", que implementa su esencia, no puede tener constancia de acontecimientos que van más allá del tiempo. Sin embargo, el átomo que forme parte posteriormente de otro gen, en su esencia sí puede tener "reflejados" acontecimientos de un futuro más lejano, tanto como el final del mismo universo, por ello, la "influencia" de este átomo en el momento presente podría posibilitar la recepción de "algo" perteneciente al mismo final del universo todo. ¿Qué estamos diciendo?... Pues, suponiendo la evolución como una línea ascendente de complejidad de la vida, podemos intuir el final de esta cadena, es decir, el cenit, por la observación "si estamos capacitados para ello" de la misma materia. El sentimiento general en todas las civilizaciones de un ser supremo, unitario, todopoderoso ha podido ser intuido desde muy antiguo, simplemente observando las cualidades positivas que observamos en el cosmos, en la simple materia, en la simple realidad. Por cierto, en este punto es conveniente manifestar que nos adherimos a la doctrina "materialista" del filósofo españól Xavier Zubiri (verdaderamente una materia con características totalmente espirituales, a su pesar), que esencialmente niega la existencia de algo fuera de la estricta realidad, de la materia que nos rodea que guarda en sí no sólo la simple materia estudiada por la Física, sino la vida, la complejidad organizada sentiente, el "de suyo" de "Zubiri".

jueves, diciembre 13, 2007

EL GEN Y LA REALIDAD (I)

EL GEN Y LA REALIDAD (I)
Las pautas de sensaciones agradables o desagradables en los sres vivos "pivotan" alrededor de un gen o grupo de genes. Este tipo de sensaciones a las que podemos calificar genéricamente de positivas o negativas, pueden ser sumamente variables, distintas, y forman el conjunto de emociones que es capaz de sentir cada criatura. Por consiguiente, el gen produce la impronta, o la capacidad en el ser vivo de poder sentir la correspondiente emoción.
En cuanto a la influencia del gen sobre los instintos o sentimientos de las criaturas que lo portan, volvamos a acudir al texto de consulta ("Ciencia, Filosofía, Religión. Una visión armónica"). En su página 19, se dice:
"El gen como estructura posee una "esencia" (al estilo definido por el filósofo español Zubiri) inmutable a lo largo de su existencia.
En el ejemplo ilustrativo de la filogenia del ojo de un mamífero, dicho órgano es el resultado de la colaboración de un grupo de genes, no de uno sólo, por otra parte, algo bastante frecuente en la gestación de cualquier órgano. Esta colaboración produce un beneficio mutuo para todos, por lo que, en realidad se asemeja a una relación simbiótica. Un gen individual de los que pertenecen a esa "simbiosis", en tiempos anteriores a esa relación, llevará "marcado" en su "esencia" el fruto de la misma, ese "aparente" futuro simbiótico (futuro para la criatura que porta el gen, no para dicho gen). Entonces, la "impronta" de esa relación favorable al gen (repetimos, a nuestros ojos perteneciente al futuro) quedará fijada en la criatura actual. En otras palabras, la criatura se verá inclinada instintivamente a tender en sus acciones a favorecer todo aquello que, sin percatarse, le acerca a la filogénesis de ese órgano complejo moldeado por los genes simbióticos. Nuestro aparente futuro no lo es tal para el gen. Esto es así porque la duplicación del gen en la reproducción origina genes en todo idénticos, idénticos en el presente pero, también, idénticos, sucesivamente a lo largo del tiempo, hasta que cambie por alguna mutación o fenezca por la muerte de las criaturas que lo portan; ello equivale a la ampliación o expansión del gen a lo ancho del espacio (número de genes idénticos existentes en cada instante) y del tiempo (número de genes descendientes idénticos desde la aparición de gen a su desaparición). Esta ampliación del gen en el espacio y el tiempo se comporta como un solo organismo, pues posee una sola "esencia"; las múltiples interrelaciones de este "ente" con el entorno (en sentido amplio) marcaran una "cierta memoria" en su propia "esencia". La clase de "impronta" que produce el gen en cada criatura que lo porta en el "marcaje" del instinto, debe tener que ver con la "esencia" del gen, por eso la "memoria" que guarda el gen de la relación simbiótica debería traducirse en una cierta influencia, un cierto instinto o tendencia sobre la criatura portante. Para el gen es su realidad "presente", su "ahora" en su "ente" expandido a lo largo de un cierto espacio y tiempo que indica su presencia en el mundo. En nosotros, en las criaturas, presenta la apariencia de una anticipación del futuro, de una inexplicable influencia del futuro sobre el presente.
El resultado de todo esto es la aceleración de la evolución, es decir, la habilitación de cambios evolutivos que requirirían para su producción de períodos muchísimo más largos, lo que ha hecho posible la vida que conocemos."

domingo, diciembre 09, 2007

COMENTARIOS A UN ARTÍCULO DE DOUGLAS R.HOFSTADTER

COMENTARIOS A UN ARTÍCULO DE DOUGLAS R. HOFSTADTER


(Comentarios al artículo del citado autor "Temas metamágicos. Frases víricas y estructuras lingüísticas autoduplicantes en el reino de las ideas" -Revista Investigación y Ciencia. Marzo 1983-)
Del artículo entresacamos algunas partes interesantes. En el mismo se entiende por "frases víricas" aquellas que buscan la reproducción de sí mismas tomando el control de recursos pertenecientes a entidades más complejas. La producción de duplicados de sí mismas les permiten "apoderarse" de una gran proporción de un "estado de ideas" (un "nicho" dentro de ese espacio de ideas, al igual que las especies biológicas ocupan un nicho en su espacio ecológico). Esto supone una analogía de la lucha por la supervivencia, con su mismo carácter evolucionista, pero entre "ideas autorreplicantes".
Jacques Monod, autor de "El azar y la necesidad", en el último capítulo de su libro utiliza la expresión "Reino abstracto" para referirse a este "espacio de ideas", retratándolo como pariente cercano de la biosfera, por ello Hofstadter llama al mismo "ideosfera".
Dawkins, el autor de "El gen egoísta", llama "meme" a la unidad de replicación y selección en la ideosfera, equivalente al gen de la biosfera. (Una memoria sería una colección organizada de memes). El caldo de cultivo en el que los memes crecen y florecen es la cultura humana.
Si los genes se propagan pasando de un cuerpo a otro a través de espermatozoides u óvulos, los memes se propagan al saltar de un cerebro a otro a través de un proceso que puede llamarse de imitación. Nos dice Dawkins que su colega Humphrey consideró a los memes como estructuras vivientes, en un sentido técnico y no de pura metáfora.


lunes, diciembre 03, 2007

EL PAPEL DEL INCONSCIENTE EN LA FORMACIÓN DEL SER ( y III)

EL PAPEL DEL INCONSCIENTE EN LA FORMACIÓN DEL SER (y III)


La complejidad cortical del cerebro humano permite la imbricación entre la consciencia de lo externo y la de su propia interioridad. Las continuas relaciones entre lo exterior a sí y su "mismidad" crecen, hasta llegar a un momento crucial, misterioso y fantástico en que una chispa de su mente le hace comprender, de una manera consciente, su propia realidad. Entonces, en dicha criatura se produce una dualidad entre los sentimientos originales (naturaleza animal) de su principio de conservación y el sentimiento de una libertad que acaba de nacer dentro de sí, una libertad que le hace apetecer y sentir "algo" distinto al simple placer, un nuevo sentimiento que, tal vez, sea el amor en todos sus diferentes matices y formas.
En el texto de referencia (Ciencia, Filosofía, Religión. Una visión armónica), en "La armonía al descubierto", se dice: "La asunción de la propia naturaleza tiene características de verdadera "creación propia" de dicha naturaleza. Es cierto que la Evolución ha desarrollado el cuerpo que nos sustenta y que supone la potencialidad necesaria para el paso del umbral de la conciencia, pero éste no es la "naturaleza" de que hablamos. La "naturaleza" propia es un "ente inmaterial" construido a caballo del tiempo y fuera de él. Cada acción volitiva en cuanto a la parte de asunción de nosotros mismos, con su componente de dolor, placer y trabajo que conlleva puntualmente, en cada momento presente, "crea" nuestra naturaleza. Y es ella misma, con la unicidad que le proporciona su "mundo" del inconsciente, la que "actúa" en cada uno de nuestros actos".
Y más adelante, continúa: "El sentido del universo material es el de la transformación de la Nada original en los distintos seres creados a lo largo de los ciclos evolutivos (si se supone el universo como una serie de ciclos de explosiones e implosiones -Big Bang y Big Crunch-). Los diferentes "componentes" de esa Nada son "sacados" del universo a través de la asunción de su propia naturaleza "autocreada", por medio del "impulso" de Dios.
Los aspectos internos (subjetividad) y externos (objetividad) que acompañan a todo ser vivo son dos formas de definir el "fenómeno" que supone la realidad.
Ambos aspectos son reflejo de la dualidad que representa la imperecedera "unicidad" del ser y la variablidad manifiesta de su apariencia exterior, como simbiosis de una criatura definida tanto sobre el mismo tiempo como fuera de él.
La propia naturaleza del ser es una construcción hacia sí mismo, sólo alcanzable por la subjetividad. La información externa, motor de la Evolución, es la única realidad objetiva reconocida por la "Ciencia".

viernes, noviembre 30, 2007

EL PAPEL DEL INCONSCIENTE EN LA FORMACIÓN DEL SER (II)

EL PAPEL DEL INCONSCIENTE EN LA FORMACIÓN DEL SER (II)

Es fácil confundir consciencia con inteligencia, mas no olvidemos que el inconsciente puede ser muy inteligente.
Como para la comunicación "extrasensorial" debemos acudir al inconsciente, lo que equivale a salir hacia afuera de nosotros mismos, perdiendo nuestro sentido de lo real (lógica espacio-temporal conocida), en cierta forma parece un contrasentido abandonar aquello que tanto ha costado, la consciencia, para volver a la inconsciencia.
Se nos imagina que, tal vez, este tipo de inconsciencia "posterior" y siguiente a la consciencia no sea del mismo "orden" que la primitiva. Quizás, sí goce de las mismas prerrogativas que la inicial o primitiva, pero, aparte debe existir otra diferencia de matiz que represente realmente una evolución en la perfección. ¿Habría que buscar esa diferencia de matiz en una nueva facultad emergente cual el amor?
El amor, que no sea hacia sí mismo, es lo contrario que adivinamos en una criatura egoísta (encerrada en sí). Parece que una condición necesaria para ese amor es la "apertura" hacia afuera, hacia el campo ampliado del inconsciente, por eso, la inconsciencia posterior a la consciencia ¿no sería una condición necesaria para el ejercicio de ese amor?
El inconsciente primitivo tendría naturaleza, pero no verdadera libertad. La libertad verdadera se crearía al constituirse el "yo".
A partir del logro de la conciencia es posible ya el ser provisto de naturaleza y libertad (la criatura humana).
La supuesta ausencia del "yo" animal, que no la naturaleza y unicidad que alienta a todo ser vivo, nos hace preguntarnos: ¿Qué ocupa el lugar del "yo" en el animal?, o, acudiendo al símil del hipnotismo, ¿quién hace las veces del hipnotizador en este caso?... Es interesante, antes de seguir, apuntar la posibilidad de "influencia" humana sobre dichos animales, a través de algún método, para orientarles o guiarles en algún sentido determinado.
El "pseudo-yo" animal o eje de su jerarquización estructural psíquica, quizás resida en el principio de conservación; aparte de este sentimiento (instinto) básico que anida en sus entrañas, el animal no debería sentir o ser consciente de su propia naturaleza, es decir, de sí mismo (esta ensayo fue escrito por el autor en el año 2000). Los distintos sentimientos del animal le parecen ajenos a su capacidad de elección (consciencia de lo ajeno, no de sí mismo).

domingo, noviembre 25, 2007

EL PAPEL DEL INCONSCIENTE EN LA FORMACIÓN DEL SER (I)

EL PAPEL DEL INCONSCIENTE EN LA FORMACIÓN DEL SER (I)


El hecho de que las rutinas acaben siendo inconscientes, nos hace imaginar que gran parte del inconsciente en el pasado ha sido consciente. Es decir, a lo largo de un proceso temporal el inconsciente se habría incrementado a costa de antiguas rutinas inicialmente conscientes. ¿No tendrá que ver algo el hipnotismo con esto?... Y es que este último nos hace ser conscientes, o estar pendientes del "objeto" indicado por el hipnotizador, olvidando todo lo demás, a veces, al parecer, hasta el sentimiento de nosotros mismos, de nuestro "yo". ¿No sería el animal una especie de ser hipnotizado, despierto para la acción pero, sin embargo, no consciente de sí mismo, o sea, de su propia naturaleza?
La critura humana ha logrado el más fundamental hito: "Encontrarse a sí mismo". El hombre aparece instalado en su "mismidad", quizás demasiado cómodamente, pues se ha acostumbrado a olvidar muchos de los campos de su actividad consciente para trasladarlos a su inconsciente. El inconsciente se muestra, en multitud de ocasiones muy inteligente, como reflejo de aquellas antiguas actividades otrora perfectamente ensayadas y estudiadas en el pasado por la consciencia.
Pero, ¿el inconsciente engloba sólo recuerdos de un "pasado" consciente, o acumula, también, aspectos que proceden de otras esferas? ¿Quizás del futuro?
Creemos que el inconsciente es nexo de unión entre una conciencia sometida al reinado espacio-temporal físico o material y el universo sin límites fuera del espacio y el tiempo. El inconsciente abre a la consciencia la posibilidad de escudriñar en un universo que le es extraño y desconocido: el universo de lo inmaterial o espiritual.
Las criaturas inmateriales se comunican de una forma no física, en este sentido podríamos hablar de "extrasensorial", aparte, por supuesto, de la sometida a los sentidos, única que puede "comprender" nuestra consciencia espacio-temporal. Esta comunicación fuera del tiempo (del espacio-tiempo) está en el dominio del inconsciente, por ello la información obtenida por esta vía no puede ser usada o manejada conscientemente. (Un método útil para obviar este inconveniente, sería relajar dicha consciencia de forma que nos olvidáramos de nosotros mismos, por ejemplo).
La conciencia, fantástico adelanto de la naturaleza, es un inconsciente replegado sobre sí mismo, que en vez de fijarse fuera lo ha hecho "dentro" de sí.

martes, noviembre 20, 2007

SOBRE EL "YO" Y LA CONCIENCIA (y II)

SOBRE EL "YO" Y LA CONCIENCIA (y II)


Existe una ley de obtención del máximo de emociones positivas al "sentir" a los demás seres; así se explicaría la Evolución (por supuesto, aparte del azar).
Al conocerse a sí mismo (a través de "lo otro"), el ser se convierte en sumidero de sí mismo, sintiéndose, entonces, a sí mismo.
Un mismo ser (naturaleza) actúa toda la vida: ser nacido de la variabilidad de la materia. Es decir: ser único, naturaleza única, pero cuerpo múltiple (variable).
La mente sirve para discernir y analizar los problemas, pero no decide; quien decide es el "alma" (naturaleza). Ahora bien, el alma se creó al decidir.
Un consejo muy importante en cuanto a nuestra forma de actuar: "Hagamos aquello que nos conduzca a lo que queremos ser, y no hagamos, tan sólo, aquello que "sentimos". (Los sentimientos son útiles en cuanto que nos dan información de las cosas).
El "poso" del conocimiento evolutivo "obtiene instintos". El "querer" conocer conduce a Dios.
Y nuevas formas de conducirnos en nuestra vida. Debemos romper la ignorancia en lo divino, pero, ¿cómo se progresa en esa dirección? Hay libertad para "querer" más o menos buscar a Dios. Aquí reside todo el significado profundo de nuestra vida.
El ideal consiste en renunciar a cada una de las parcelas del "yo" propio (sentimientos animales), sustituyéndolas por el "instinto" de amar a Dios. Pero, es fundamental no renunciar nunca a nosotros mismos sin previamente ofrecernos a Dios (la renuncia propia es un "abrirse" al camino que brota de nuestras entrañas en la dirección del Norte divino -naturaleza "transida" del amor divino, en busca de la identificación con la Criatura Suprema-).

viernes, noviembre 16, 2007

SOBRE EL "YO" Y LA CONCIENCIA (I)

SOBRE EL "YO" Y LA CONCIENCIA (I)


El "yo" cabalga sobre el presente.
Los sentimientos actúan sobre la naturaleza del ser (presente-pasado-futuro). El "yo" debe "indagar" en el pasado y en el futuro.
La consciencia es la aplicación de la naturaleza (voluntad) sobre el presente; de ahí nace la acción.
El "yo", como expresión de la voluntad de la naturaleza, pertenece al pasado-presente-futuro, por ello si el "yo" vive exclusivamente en el presente se evade de su verdadera naturaleza. Y es que el sentimiento momentáneo, es decir, en el presente, sólo produce el efecto de disminuir el radio de acción del "yo", apareciendo angustia e incomodidad.
La voluntad humana es la acción del "yo" sabiéndose sujeto activo y pasivo de dicha acción.
Quizás, sería conveniente utilizar el vocablo "yo" para cuando existe voluntad e intencionalidad, y en los demás casos hablar de sujeto. Sujeto sería "aquello" que realiza una acción ya sea de forma consciente o inconsciente, con voluntad o sin ella.
Si existe sujeto existe una determinada libertad de acción en un cierto campo sobre el que actúa dicho sujeto.
El sujeto sólo se transforma en "yo" en el hombre, es decir, cuando puede hablarse de una voluntad verdadera (ser consciente de ese propio "yo").
Sujeto y conciencia no caminan siempre juntos, pues el sujeto puede ser consciente o inconsciente.
El ser inmaterial "conoce" a los demás seres inmateriales, puesto que es "sumidero" de los demás seres inmateriales (no de él mismo).

domingo, noviembre 11, 2007

TEILHARD Y LA MÍSTICA (y V)

TEILHARD Y LA MÍSTICA (y V)


Nuestros precursores, esos hombres santos que nos han precedido, Buda, Jesucristo, Mahoma, Zaratustra, etc. serán nuestros cicerones en ese campo celestial que nos está esperando.
El "Mundo", ese intervalo temporal en el que se desenvuelve la estirpe humana y las de las demás criaturas vivas, necesariamente no debe ser el caldo de cultivo de la "maldad"; simplemente, el primitivismo de nuestro grado evolutivo presente, reflejo claro de nuestra baja "moralidad", es el verdadero responsable de nuestro entorno. Pero, esa no es nuestra verdadera naturaleza: ¡hemos sido creados para heredar y compartir ese reino celestial con nuestro Padre, ese reino en el que toda sombra del Mal ha desaparecido!
El Amor es el alimento imprescindible de nuestra naturaleza, es el agua bendita que limpiará nuestro espíritu, que permitirá la "correflexión" autotransformadora por la que el "yo" empezará a descubrir al "tú", el uno al otro, la solidaridad que hará posible la Noosfera, "la malla que paulativamente cubrirá la Tierra", y que hará mayúscula la "h" de Humanidad, haciendo posible que toda ella, la estirpe humana, se incorpore al papel que tiene reservado en la Unidad Suprema. Es el Amor la argamasa de todo el proceso, ese Amor al prójimo que le traspasa para incrustarse en el mismo Dios.
No es malo que el hombre se ame a sí mismo; por el contrario, el mayor amor a sí mismo supone un mayor amor al "otro", pero ambos amores han de ser equivalentes, y en dirección al Padre.
La autocreación requiere un salir de sí, buscando el propio ser en el espejo de los demás. Ese encuentro con nuestra propia imagen es una labor de creación, de creación de nuestro propio ser. El Padre también se autocreó a través de sus hijos, nosotros; su propia creación requería de la existencia de lo "otro" externo a Él, de las otras criaturas, sus propios hijos. El Amor que puso en esa obra, es el Amor con que sus hijos deben correponderle, como una muestra de agradecimiento a la "donación" de su ser.
La vacilación de la criatura humana en su episodio temporal, nace de la Nada, esa Materia de la que partió pero a la que, ya , su naturaleza le es ajena. ¡Desembarazémonos de esa "muda" del pasado, recubriéndonos de la nueva piel que deja entrever nuestro cuerpo glorioso! ¡Somos partículas pertenecientes al Cuerpo Místico de Dios, del Ser Supremo, del Padre!... Ese Amor que profeses hacia Él es explosivo, se acrecienta exponencialmente, dando el ciento por Uno; ya no serás el mismo, desembocarás estrepitosamente en el nuevo Horizonte, despeñándote hacia el océano inmóvil de la dicha y la calma eterna en la que todas nuestras ansias, que parecen infinitas, serán totalmente saciadas.

lunes, noviembre 05, 2007

TEILHARD Y LA MÍSTICA (IV)

TEILHARD Y LA MÍSTICA (IV)


A la energía del cosmos, el padre Teilhard la identifica con el amor. Cuando las personas acceden a la cumbre del Ser Personal, no disminuyen su onticidad, como piensan los panteístas, diluyéndose en el ser divino, sino que acentúan su autoposesión.
Para el padre Teilhard el Espíritu es un fenómeno, y gracias al Espíritu, el Universo desde su origen hasta el presente, cobra una nueva fisonomía, la de la coherencia.
La Evolución es la energía que transforma el fenómeno a lo largo del tiempo y el espacio. Pero la concepción dinámica del ser que preconiza el padre Teilhard tiene que ser armonizada, por encima de cualquier otra cosa, con la ontología del ser creado.
El factor tiempo, para Teilhard, se ha incrustado en el esencia del ser, dotándolo de movimiento, de energía.
La energía cósmica, centralizada en el hombre, tiende hacia el Pleroma o unión ultraenérgica con lo Uno, pero sin posible confusión, puesto que el Punto Omega absorbe, sin diluirlo, lo personal, a través de un movimiento, de una energía, de las cosas, el hombre hacia el Omega; movimiento al que llama "amor". Amor que consiste en un mirar de todos, la Humanidad, en la misma dirección (Punto Omega).
Teilhard nos dice que el Autor de la creación es Dios, por lo que en este sentido, es el Alfa. Pero también Dios es la culminación de la Evolución, el Omega. Es, pues, Principio y Fin. Así que, el Mundo es lo que queda encerrado en ese "entreparéntesis" que es Dios.
El tiempo aparece, así, como el nuevo "demiurgo" de un crecimiento permanente, gracias a la integración que de él hacemos. Nosotros mismos lo incorporamos como duración, en el curso de nuestra vida.
La concepión cósmica global de Teilhard de Chardin, pues, es la de un Universo en continuo crecimiento o enriquecimiento ontológico, evolucionando apoyándose en el substrato de su estructura atómico-molecular, y centralizado y dirigido en y para el hombre respectivamente. Humanización del cosmos o cosmización del hombre, quien da al primero el sentido direccional ascendente que marca el itinerario del Alfa al Omega.
La visión de Teilhard, que parte de sólidas bases científicas, se introduce, sin solución de continuidad, en el mismo campo de la Metafísica.
La imagen sublime del universo teilhardiano entroncado en el mismo Dios posee un indudable atractivo. La Materia, la Nada (sin "espiritualización" alguna) se va empapando del Espíritu, en su lento camino hacia la Unidad Suprema. Sería indiferente para el propósito que existiese un ciclo del Universo o infinidad de ellos tras una serie de secuencias muerte-resurrección o destrucción-creación, puesto que en cada uno de ellos la materia del principio del ciclo, falta del Espíritu, se iría espiritualizando hasta el ocaso del ciclo que coincidiría con la máxima unidad-conciencia; la fenomenal fuerza de la materia espiritualizada en el cenit podría provocar la autodestrucción que hiciera posible un nuevo renacimiento, colaborando, así, en el continuo acrecentamiento de la Unidad Suprema, eterna, intemporal, infinita, sin límite, infinito de todos los infinitos. La Humanidad, transformada en ese conjunto de "tús" amalgamados por el amor, formaría parte de ese cuerpo místico de Dios, que desde el tiempo se extenderá fuera de él, junto con Dios (en íntima unión) hacia la inmortalidad.

domingo, noviembre 04, 2007

Octubre de 2007. Recolección de setas en Peguerinos


¿Quién dijo que no había setas en la Sierra?
Micky y su "cosecha" de hongos
Alex

jueves, noviembre 01, 2007

TEILHARD Y LA MÍSTICA (III)

TEILHARD Y LA MÍSTICA (III)


La conciencia ha evolucionado a partir de una fase difusa, apenas perceptible, hasta su radicaión en el ser humano. En el hombre se ha encontrado consigo misma, se ha convertido en consciente, en conciencia reflexiva, de ahí que el hombre no sólo "sabe", sino que "sabe que sabe".
El hombre, lentamente, comienza a encontrarse con los otros hombres, a correflexionar. El yo empieza a descubrir al tú, el uno al otro. Comienza una leve, pero ascendente solidaridad. Es la malla que cubrirá paulativamente la Tierra.
Para Teilhard, el contacto comunitario, la solidaridad, el sentirse parte de un todo, al que llamamos "Humanidad", permite "sentir" la cercanía del "tú". Es como si la vinculación al Ser no fuese más que una vinculación a un ser.
Teilhard define la Noosfera como "una membrana continua de lo Pensante alrededor de toda la Tierra", es la materia altamente espiritualizada.
El "yo" de cada uno de nosotros, aún, no se siente comprometido con el "otro", no es un "tú" frente al "yo", dualidad esencial para que exista el verdadero diálogo, pilar de la Humanidad.
Según el padre Teilhard, entre el "yo" y el "tú" (prójimo) debe existir una corriente de amor, gratuito, desprendido, pero, también trascendente, que no se detenga en el prójimo, sino que continúe hasta el verdadero destinatario del mismo, Dios.
Para Teilhard, entre el animal y el hombre no hay sólo una diferencia de grado, sino de naturaleza; cada especie tiene una esfera psíquica apropiada determinada por el lugar que cada especie ocupa en el árbol de la vida.
El padre Teilhard utiliza el término "previda" para referirse al epidodio "inorgánico" del cosmos, teniendo el sentido de anticipación de la llamada vital que en el futuro avasallará el interior de esas partículas. En ellas ya existe la llama de la vida, el fluido vital, ese "elán" bergsoniano que se exteriorizará en el momento preciso. Y es que la Materia guarda en sí misma todas las potencialidades de la vida.
Para Teilhard, la inteligencia humana está ya bastante prefigurada en la preinteligencia que representa el instinto. La Materia es la matriz del Espíritu, pero la Vida no forma parte de la esencia de la Materia.
Teilhard llama las "libertades" al contenido consciente que habita en el interior de la Materia. También supone que las vivencias y percepción constituyen las notas básicas de la "inteligibilidad".
La Materia crea la ilusión de la diversidad, de la multiplicidad, cuando la auténtica realidad es el Espíritu, el ser, que es la Unicidad. El camino de la consciencia, del psiquismo, es la condensación, la concentración en sucesivas síntesis.

sábado, octubre 27, 2007

TEILHARD Y LA MÍSTICA (II)

TEILHARD Y LA MÍSTICA (II)


El padre Teilhard dice que la energía físico-química, cósmica del principio, la energía biológica posterior, ha sido sustituida en el hombre por el amor, síntesis de la pasión y la emoción.
Para Teilhard, el amor es la búsqueda de lo otro, para su encaje con lo amado. El proceso de Personalización finaliza en el tú a tú con el Espíritu, con la adquisición de una nueva conciencia humana. En su opinión, personalidad e individualidad son opuestas en el hombre; en el punto Omega, la individualidad se apaga, mientras que la personalidad brilla aún más.
Espiritualidad y libertad son las cualidades que describen a la persona. El hombre evoluciona aflorando el espíritu en su esencia; gracias a la libertad, el ser personal crea, pues su vocación es la de crear.
El hombre descubre su interior por la reflexión, mediante la introspección, descubriendo que está compuesto por ser y no ser. Onticidad y nada conviven, pues, en él. El choque entre estos dos factores ocasiona dolor, sufrimiento, angustia existencial. Según Teilhard, la nada siembra la duda, la vacilación, la temporalidad en la precaria onticidad humana.
Para Teilhard el mal es la inclusión de la nada en el ser, la precariedad óntica de la realidad humana, que no tiene otra solución, otro antídoto, que la inmortalidad, permanencia garantizada en el ser, participando en la eternidad de Dios, máxima garantía de la inmortalidad. La Evolución se desenvuelve a partir de la materia, y dicha "cosmógenesis" es irreversible, dirigiéndose a una meta, al absoluto, la Divinidad, porque, como movimiento que es, ha de tener un principio y un fin.
Para Teilhard la Materia es precaria, paraíso negativo del mal y la nada, puesto que la Materia está lejos del ser. Pero la realidad surge de la Materia, como el hombre, por ello, participa de las mismas miserias que la Materia, pero también de sus grandezas, de su espiritualización, que permitirá su futura armonización con el Espíritu. Ambos extremos se fusionarán en una eterna y celestial simbiosis, el Punto Omega.
El hombre como persona trasciende los mismos límites espacio-temporales que le contiene, poniéndose en comunicación con lo supracósmico, o el Espíritu que mora en la bóveda de lo Absoluto.
La Reflexión es el tránsito entre un psiquismo inconsciente, a uno consciente, en donde las proiedades psicofísicas, psicoquímicas y neuronales, no sólo son ya fuentes, sino puentes o instrumentos, de otra actividad más elevada, la del espíritu por medio de la Reflexión.
Para Teilhard, la vida cósmica, la vida orgánica y la vida reflexiva, son tres estados que se unifican o reúnen en un cuarto y decisivo que es la vida metacósmica, donde las trascendentalidad es su nota más característica.
El padre Teilhard descubre un sentido de "convergencia" en la Evolución, y este nuevo sentido hace que el hombre no se considere "extraviado" en el concierto cósmico, sino, más bien, como "una flecha" direccional de la Evolución.
Para Teilhard, el hombre es necesario para la Evolución, y por ser necesario, la Evolución preparó el terreno para su aparición, así que, a la fuerza, la Evolución tenía que desembocar en el hombre.
La "ontogésesis de fondo" lleva a toda la Materia hacia lo más complicado y lo más consciente, en la llamada ley de la "complejidad-conciencia" formulada por el padre Teilhard y que indica que a mayor complejidad mayor conciencia.
Esta ley de "complejidad-conciencia" no sólo explica el proceso de "cefalización", sino la creciente actualización de la conciencia.

martes, octubre 23, 2007

TEILHARD Y LA MÍSTICA (I)

TEILHARD Y LA MÍSTICA (I)


A mi entender hay un profundo paralelismo entre las tesis adoptadas en mi ensayo "El parto de Dios" y la obra del eminente filósofo Teilhard de Chardin. El lenguaje y conceptos utilizados en el desarrollo de la teoría de Teilhard son distintos a los usados en mi ensayo, sin embargo, es fácil apreciar sus evidentes similitudes.
Veamos a continuación los aspectos que, prácticamente, comparto con el mismo Teilhard.
La Ciencia debe convertir a la realidad, en su dualidad espíritu-materia, en su objeto, integrando en una unidad tanto el objeto como el sujeto. La materia espiritualizada, sublimada, humanizada, es el núcleo de las cosas, conformadora de la Totalidad, es la materia integral.
Le evolución es el desdoblamiento de esta materia integrada, su paulatina y creciente espiritualización y sublimación hasta la confluencia en la punta de flecha de la Evolución: el Hombre.
La potencia reflexiva que adorna al hombre es un estado superior que la Evolución ha alcanzado. Y es que el hombre no sólo da sentido a lo demás humanizándolo, sino que puede autocontemplarse, descubriendo el mundo de la conciencia consciente.
Un principio esencial del ser es que aspira a continuar siendo, a "permanecer" en el ser. Pero, también aspira a "seguir siendo", y sobretodo, seguir siendo... más, o sea más de lo que ahora es. Solo un ser perfeccionante, evolucionante, puede satisfacer esa necesidad interna de ser continuamente más. Esa aspiración a ser cada vez más, es un ansia de querer enriquecer continuamente su ontología u onticidad.
Para Teilhard, el mundo lleva el sello del Espíritu, disimulado entre los fenómenos físicos. Por eso el ser humano siente una especie de ligazón que le ata al Universo. El hombre, pues, es una realidad vinculada al Universo.
En el ente del hombre confluyen el ser con su absolutización (el hombre no " casi es", sino que "es" ser -ser pleno) e intemporalidad, y el tiempo que es consustancial al Universo. Es decir: lo absoluto que es el ser y lo absoluto que es el tiempo. Ambos parecen unificados en él.

lunes, octubre 15, 2007

FUNDAMENTOS DEL "PARTO DE DIOS"

FUNDAMENTOS DEL "PARTO DE DIOS"


El espacio y el tiempo absolutos (infinitos, no limitados) son patrimonio de Dios.
Cualquier criatura, cualquier ser que no es Dios es limitado, es decir, entra en el reino de la cantidad y la medida.
El Universo que conocemos es parte de un ciclo. Los infinitos ciclos forman la Totalidad.
La Totalidad y Dios son del mismo orden, en el cual no está definido nada de lo que conocemos. Nuestra inteligencia es incapaz de abarcar o comprender dicho orden.
Cuanto existe y que forma parte de la Totalidad, contribuye al Ser que es Dios.
La Vida en el sentido más amplio posible es el proceso de autocreación que se desarrolla en la Totalidad (en cada una de sus criaturas) en dirección ascendente hacia Dios. La autocreación que se desarrolla en la Totalidad es la argamasa de Dios; sin ella Dios no existiría. Todos los "presentes" de las vidas de las innumerables criaturas de la Totalidad, en su largo proceso vital, con sus respectivos sentimientos (de dolor) de autoafirmación continua, a través de su interconexión, constituyen un formidable proceso de creación, de nacimiento, verdadero parto de una supercriatura: Dios.
El sentimiento es la interconexión universal, no la inteligencia, ni el pensamiento. Estos últimos son tan solo una herramienta, tan valiosos para el hombre que han sido sobrevalorados en detrimento del primero.
En los inicios o bases de cualquier construcción intelectual siempre están los "sentimientos", las esencias o los principios que no se pueden comprender, sólo sentir, y que adquieren el carácter de postulados.
Hay en la naturaleza una ley, aún no suficientemente valorada por la Ciencia, que relaciona íntimamente intelecto con sentimiento, y es la ley formulada hace años por Teilhard de Chardin de la complejidad-conciencia, o en nuestra versión, a mayor grado de complejidad-comprensión, mayor capacidad de "recepción" o sensibilidad a otros nuevos "sentimientos".
Toda criatura "viva" posee al menos un sentimiento básico, el de su propio ser (¿yo?) que supone su instinto de conservación. A partir de aquí van apareciendo nuevos sentimientos de acuerdo con su complejidad, resultado ésta de la información acaumulada en sus genes (evolución biológica). A la complejidad cerebral (conexiones neuronales) también contribuye notablemente el conocimiento de la criatura en cuestión, sobre todo en los animales superiores; por ello afirmamos que la sensibilidad a nuevos sentimientos crece con la información. La conexión entre intelecto y sentimiento, como afirmábamos anteriormente es, pues, evidente.
Toda vida, entonces, está inmersa, mejor, se define o está inscrita en el mundo de los sentimientos. La argamasa universal es la de los sentimientos, y sobre ellos se adivinan los "tentáculos" de Dios. Todas las criaturas, pues, somos en cierta forma el "cuerpo" de Dios, las partículas en las que se manifiesta, y que son verdaderamente necesarias para su existencia.
La lucha que supone el afianzamiento en el mundo de cada criatura, que es su propia autocreación, es a la vez, en su interconexión con las demás criaturas, la autocreación de Dios, el "parto" de Dios.
La Totalidad se sublima a través del proceso que llamamos vital, en el alambique del Universo, en el conjunto de criaturas plural y único que será Dios, fuera ya del tiempo y el espacio.
Del Caos original, la Totalidad, que lo representa todo, desde aquello que ante nuestro entendimiento es el Mal, hasta lo que llamamos el Bien, se llega después de superadas las magnitudes que llamamos espacio y tiempo, a otro marco definido ya sólo por las tendencias positivas (Bien), en el que toda sombra de lo negativo desaparece. Aquí solamente está presente Dios, dotado del "Cuerpo" glorioso que representan todas las criaturas que le acompañan, y que son todas y Uno la misma cosa.
Lo que nuestra inteligencia admira hoy, la Naturaleza, es la fase en la que se enmarca el "parto" de Dios, que es, también, nuestro propio parto.

lunes, octubre 08, 2007

LOS DOS ASPECTOS DEL SER SUPREMO

LOS DOS ASPECTOS DEL SER SUPREMO
Hay que distinguir dos aspectos en el Ser Supremo. El primer aspecto se refiere al Ser Supremo atemporal, de la fase de "después del tiempo". Es el Ser Supremo percibido "después de la muerte"; en Él reposarán todas las criaturas a su óbito.
Hay dos formas de entrar en el "Cuerpo" del Ser Supremo atemporal. Una es participando de su propio Ser por dilución en su misma sustancia, para ser Uno con El mismo (es el destino de los Bienaventurados, de los hombres Santos, de los que están en lo más alto del espíritu); otra, formando parte de la "comunión" o relación interna del "Cuerpo" del Ser Supremo "separado" de lo que es la "Unidad íntima" de su sustancia, o su "Esencia", puesto que la criatura sigue conservando su propia esencia, aunque interrelacionada con las esencias de las demás criaturas y la del Ser Supremo, formando parte de ese "Cuerpo" de Dios.
El cuerpo humano puede darnos una idea de lo que es este "Cuerpo" de Dios. En el cuerpo humano, cada célula posee su propia identidad (esencia), aún cuando todo su conjunto constituye (a lo largo de toda la vida del hombre) la "esencia" misma del hombre. El iluminado, el hombre santo pierde la identidad propia (su misma esencia) para ser únicamente una sola esencia que es la del Ser Supremo; pierde su propia esencia para transformarse en el mismo Ser Supremo.
El segundo aspecto del Ser Supremo es el de la "fuerza suprema" del Universo; no obstante, al ser temporal el Universo también es temporal este aspecto del Ser Supremo. Decimos mal, es temporal en cuanto a la duración de cada ciclo de muerte-resurrección del Universo, es decir, de cada ciclo de implosión-explosión del mismo. El Universo, al final de cada ciclo, llega a identificarse con el mismo Ser Supremo. El final de ese ciclo del Universo, es la "muerte" del Ser Supremo, su autoinmolación, que va seguida de una resurrección con la aparición de un nuevo ciclo del Universo. El Ser Supremo vuelve a nacer, vuelve a crearse a lo largo de la evolución, hasta llegar al cenit, la Unidad Suprema que es el propio Ser Supremo. Un nuevo ciclo empieza a continuación. Cada nuevo ciclo del Universo es la oportunidad de que nuevamente infinidad de criaturas puedan crear ( de la Nada) su propio ser, y con ello hagan posible la evolución hacia esa Unidad Suprema, que es el propio Ser. Una serie de infinitos ciclos llenan, pues, todo el tiempo; finito e infinito se dan la mano, conectándose a través de ese mecanismo.
Los dos aspectos del Ser Supremo son una misma cosa. Fuera del tiempo el Ser es inmutable (por su misma definición de atemporalidad); dentro del mismo, lo llena al completo, perdurando a través de todos los tiempos, gracias a los infinitos ciclos de muerte-resurrección.
Los mitos del eterno retorno y de la muerte-resurrección son la intuición humana de este hecho.
La muerte-resurrección de espíritu-humano es de la misma índole. Se produce (tal como describe el Libro de los Muertos tibetano) un descarnamiento del hombre, quedando sólo el esqueleto (en sentido figurado), para volver a resucitar de otra forma, ya que el espíritu es imperecedero, igual que el espíritu del Ser Supremo sometido a su ciclo de muerte-resurrección.
En el Universo cada criatura también tiene un papel en cuanto a su contribución, dentro de la Evolución, en la constitución de la Unidad Suprema futura, el Ser Supremo. Cada criatura está "conectada" a los demás seres y en particular al Ser Supremo. La "interconexión" extiende sus brazos tanto en el pasado como en el futuro, a través de los mecanismos que se han estudiado a lo largo de la presente obra ("El parto de Dios"). Desde este punto de vista, y gracias a esta interconexión, cada criatura contribuye a la creación del mismo Ser Supremo. El Universo entero, compuesto por todas sus criaturas, interconectadas y en continua evolución, son de esta forma el marco de una gestación gigantesca, de un nacimiento supremo, es el mismo "parto de Dios".

jueves, octubre 04, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (Y VII)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (Y VII)


El hombre, por ejemplo, no es el individuo al que creemos solitario, definido por un "yo", sino que es un conjunto o infinidad de criaturas (células, órganos, subsistemas, etc.), íntimamente interconectadas de una forma sumamente compleja, que poseen diferentes niveles evolutivos (fijémonos en su filogénesis y la existencia de sus diversos tipos de cerebros: rectiliano, de mamífero, etc.). La "mismidad" del "yo" que lo presenta "único" es simplemente el nivel evolutivo superior del inmenso conjunto de seres que constituyen ese hombre. Así que a la circunstancia personal o propia de cada ser que constituye ese conjunto (una célula, por ejemplo), se la circunscribe un "destino" del conjunto que tiene que ver con la historia del ser "hombre" en cuestión. Este "ser" hombre no sería nada sin el concurso de cada una de esas pequeñas criaturas que lo habitan. Su sino o destino está íntimamente unido al sino o destino de cada uno de los seres que lo componen, de formas diferentes y distintas, pero no indiferentes. De algún modo, las esencias de cada uno de dichos seres están conectadas a la esencia del hombre. Esta última, pues, en todo momento, será la "tarjeta" de presentación de las anteriores.
El hombre es más que el conjunto de todas esas "criaturas" que lo componen, pero es casi lo mismo. Sin ellas no sería lo que es. Cada una de dichas criaturas necesita ese mismo hombre, es más, se alimenta de él, pues su existencia sólo tiene sentido como constituyente del mismo. Todo lo que precisan está en dicho hombre. ¡Criatura y hombre se necesitan mutuamente!... A donde vayan unos, deben ir los otros; si no ninguno iría a ningún lado. El "ser" hombre es, pues, la catapulta que necesitan los seres que lo habitan para su "elevación" al sitio donde vaya el mismo hombre. (Aquí estamos expresando una hipótesis totalmente contraria a la teoría cristiana de la separación a la muerte de cuerpo y alma, pues si la "esencia" alma aparece en otro "mundo", también las "esencias" de los demás seres que componen ese cuerpo volverán a aparecer juntas en ese otro "mundo").
Y si esto es así en cuanto al ser hombre, de igual forma acontecerá con el Ser Supremo. Por el cierre del círculo, el Cuerpo del Ser Supremo somos todas las criaturas que hemos existido y que estamos en "íntima relación" con dicho Ser Supremo. Al finalizar el tiempo (fuera del tiempo), todos los seres (las esencias) estaremos en el mismo "lugar" que dicho Ser Supremo como el Cuerpo suyo. La fase del dominio del tiempo, pues, es simplemente, la de la creación del mismo Ser Supremo (con todas sus criaturas): es la del "parto" de Dios.
El Mal no existe, es sólo la intuición humana de la expresión de todos los caminos que nos conducen al Ser Supremo. El camino correcto es obviamente el Bien.

jueves, septiembre 27, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (VI)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (VI)


Hemos partido de la configuración evolutiva del órgano complejo para indagar en el concepto de "improntas instintivas". En el citado ejemplo existe una especie de "retroacción" del tiempo; es como si el futuro influyese sobre su pasado. Sin embargo, el caso más general, aún cuando ambos se dan comúnmente en la naturaleza, es el de la "impronta instintiva" proveniente del pasado y que lógicamente queda reflejada en el código genético. Esta última parece mucho más evidente, mas si nos fijamos es tan extraordinaria (admirativamente, no por su rareza, pues es totalmente cotidiana) como la anterior. Y es que hablamos de la parte "subjetiva" del instinto, es decir, de la "emoción" del ser vivo cuando siente el estímulo o la tendencia instintiva. Volvemos a repetir que del hecho de que el instinto, más o menos fuerte, sea una "tendencia" y no una orden absoluta se sigue la existencia de una cierta libertad y de la emoción o "sentimiento" subsiguiente. Pues, esta emoción aparece en el ser viviente cuano "capta" la esencia de otro "ser" (el gen, el ser viviente predecesor, etc.). Las "improntas instintivas" pueden provenir de cualquier instante en el tiempo, pues al estar relacionadas con las esencias y ser estas transcurrentes (las de los seres vivos), se elevan por encima del tiempo, por lo que siempre están presentes, tan solo se requiere cierta compatibilidad entre las "estructuras" de las esencias del "emisor" y el "receptor".
Un hecho tan cotidiano, que se presenta en cualquier lugar de la naturaleza donde exista vida, sigue apareciendo ante nuestros ojos como algo misterioso aún; nos estamos refiriendo al instinto. La connotación subjetiva anterior es evidente, lo que de inmediato conduce a admitir la existencia de un "hálito" o "ánima" en la materia viva, algo de lo que huye continuamente el hombre de ciencia, no sin bastante razón histórica; el pavor que ello causa ha conducido a la construcción de distintas teorías de lo más rebuscadas, lo que ha ido creando paulativamente, y sin ser buscada, una cierta niebla en el asunto, haciendo artificialmente misterioso aquello que se presenta con una claridad pasmosa.
El hecho evidente de la vida obliga a admitir lo que desde el mismo Aristóteles se conoce: el ser vivo es una dualidad de materia y ánima; o mejor, la materia no sólo posee las propiedades definidas por la Física, sino que posee otro estado que depende de su complejidad (desde un cierto punto de vista que incluye un ordenamiento del mundo alrededor de sí misma), y que incluye, además, otras propiedades "no materiales", que en conjunto pueden denominarse "ánima" (su esencia). Y pasemos, de una vez, la página del idealismo: ni existe el materialismo, ni el idealismo, tan solo la vida a secas. La "esencia" de cualquier ser vivo está íntimamente "conectada" a multitud de otras esencias, entre ellas las de sus predecesores, pero, también, las de sus descendientes más o menos lejanos. La "impronta instintiva" de un descendiente lejano "influye" de algún modo en todo ser viviente, así, desde este punto de vista, es como si fuese, a su vez, el descendiente predecesor de sicho ser viviente. (Es una reedición de la paradoja del huevo y la gallina). De esta forma se cierra el círculo: yo soy padre de quienes, a su vez, han construido mi ser, con lo que de alguna forma son padres míos.
Teológicamente, lo anterior es trascendente. Las "improntas" del Ser Supremo, nacido al cabo de las eras como el logro más sublime de la evolución (hijo, por tanto, de todos los seres predecesores), "influye" continuamente en las circunstancias vitales de todos los seres predecesores suyo, guiando de alguna forma su propia aparición (creación). El Ser Supremo, desde esta visión, es "padre" de todos los seres vivientes pero, a su vez, es "hijo" de todos ellos. El cierre del círculo, si lo analizamos en profundidad, equivale a la "anulación" del tiempo, que requiere de esa "conexión" entre principio y fin, realizada por intermedio de todos los "seres" que han existido desde el Ser Supremo a todos los demás. Existe, pues, esta "conexión íntima" entre todos los seres que han existido y existirán..., y es que se han creado a la vez (unificación del tiempo, bajo la apariencia de un sólo instante), juntos, y sin que uno pueda existir sin los otros, pues forman parte de una cadena en la que todas las cuentas son necesarias. Ninguno de dichos seres podría vivir por sí, pues necesita de los demás. La existencia de uno sólo de ellos equivale, de inmediato, a la existencia de los otros, pero no como seres aparte, sin relación entre ellos, sino todo lo contrario: la interrelación entre ellos es "sustancial", y muy importante, podría decirse que es casi su mismo ser.

miércoles, septiembre 19, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (V)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (V)


Y es que el "mundo de cualidades" en cuanto a las "esencias" correspondientes a los seres vivos, en virtud de la evolución, del azar y la necesidad, no está preconcebido de antemano, es un mundo abierto hacia el futuro en el que tiene mucha influencia la casualidad. Como consecuencia, las "tendencias o instintos" que aparecen en todas las criaturas del Universo no están "escritos" con anterioridad en dicho Universo por una supuesta criatura superior, pues dependen muy mucho de lo que "ocurra" a lo largo de la evolución, es decir, de las criaturas que van apareciendo, y por tanto, éstas son verdaderamente las creadoras del mismo Universo, del mismo posible Dios... De alguna forma, son las "responsables" de su propio destino.
Ahora bien, recapacitando en profundidad sobre todo lo que acabamos de expresar, se cae en la cuenta que la posibilidad apuntada de los "nexos afectivos" en la constitución del órgano adolece de una serie de defectos que es necesario subsanar. El problema nace al considerar las líneas evolutivas "truncadas", pues al no aparecer conectados el efecto futuro (consecución del órgano) con el efecto precursor (al truncarse la evolución en esa línea), no hay continuidad de "nexos afectivos", aún cuando, lógicamente, los "sentimientos" o "instintos particulares" en líneas paralelas deberían ser idénticos, tanto en individuos pertenecientes a una línea truncada como en los de una línea de éxito. Evidentemente, el "sentimiento positivo" no sigue una cadena de "nexos afectivos". Hay, pues, que buscar otra posibilidad. Además, los "aciertos inmediatos" no tienen por qué ser precisos, se acercan o se alejan de un cierto modelo, pero no son únicos, existen varias posibilidades.
Lo más acertado que se nos ocurre es pensar que la consecución de un "logro" en el campo de las esencias debería conducir no sólo a la satisfacción (sentimiento positivo) en la criatura en la que se produce, sino que, también, ello debería originar una "perturbación" en el Universo. Pero, ¿en qué consistiría esta perturbación? La "perturbación" consistiría en una "impronta instintiva" creada en el "mundo de cualidades" que, como siempre, necesita del receptor adecuado para que se transforme en un estímulo o en una tendencia instintiva en dicho receptor. Esta "impronta" es captada por cada receptor de forma diferente, según su "complejidad organizativa sustancial". Algunas estructuras "reaccionarán" (sentirán) ante esta "impronta", otras no. Es necesaria una cierta "afinidad" entre las estructuras" o las "esencias" del receptor y la que ha producido dicha "impronta".
Estas "improntas instintivas" existen en el Universo siempre, si alguna vez a lo largo del tiempo fueron creadas.
En este momento, convendría aclarar, que lo que anteriormente expresamos acerca de los "nexos instintivos" sigue teniendo validez, excepto su contribución a la creación de los órganos futuros.
Resumiendo, existen dos clases de relaciones entre las diferentes "esencias" existentes en el Universo. Una, la que acabamos de citar de las "improntas instintivas" por la que cada "esencia" perturba todo el Universo al ser creada, de forma necesaria e imperativa para todas las demás, con las características anteriormente apuntadas. Y otra, la de los "nexos afectivos, que require de una atención por parte de receptor y emisor, y que es voluntaria (aparición de la libertad) para ambos. La primera tiene más que ver con los estímulos, con los instintos. La segunda va más unida al afecto y hasta al amor. La primera arrastra o rechaza, la segunda identifica, une.

viernes, septiembre 14, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (IV)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (IV)


Y volvamos a cambiar nuevamente de dirección.
La constitución de un órgano complejo, cual un ojo, o el mismo oído, conlleva una serie de problemáticas, como ya apuntábamos en el segundo capítulo de este mismo texto, el sentido del gen como responsable directo, unido al azar y la necesidad, da la resolución del tema. Ahora queremos ahondar más en la cuestión. Se expuso que el gen poseía una naturaleza que, como "clónico", podía extender su "influencia" en el tiempo y en el espacio, más ésto necesita de una aclaración. El gen puede "coadyuvar" a la "información intrínseca" que se transmite, cual de si una información del futuro se tratara, materializando, así, las vías de progreso convenientes y rechazando indirectamente las no convenientes. Pero, hay que decir que esta "influencia" se transmite sólo a través de la línea de evolución de adelante hacia atrás, pero nunca por vías transversales; y ello es así por la necesidad de la "continuidad" material. El proceso sería el siguiente. El sentimiento positivo (placentero) de la constitución del órgano (o cualquier otro logro), del cual son copartícipes los genes afectados de su código genético (inserto en el cuerpo de la criatura), deja su reflejo en la "esencia" del ente que representa la "via del órgano" montada a caballo de las vidas individuales de las diferentes criaturas que han ido "portando" las diferentes características del pre-órgano correspondiente. Este "poso" en dicha esencia, es el responsable de la "tendencia" instintiva que aparece en estas criaturas antecesoras y que conduce indirectamente a la consecución del órgano. La continuidad material de los genes representa el necesario "hilo material" entre el individuo del futuro portador real del órgano y el del pasado precursor del mismo.
Cabría la posibilidad de que el proceso descrito en líneas generales, fuese realmente el resultado de una cadena de "nexos afectivos" entre las esencias por un lado de la criatura portadora del órgano con las esencias propias corresponientes a cada gen interviniente (y existente en ese momento) en la consecución de dicho órgano, y estas últimas esencias con la esencia de la criatura inmediatamente anterior dotada del pre-órgano en la línea evolutiva, por otro; y continuando con estos "nexos afectivos", así concebidos, hasta la misma criatura anteriormente considerada.
Los "nexos afectivos" no se miden en tiempo (tampoco en espacio), así que su efecto, reflejado en las esencias, es transmisible a lo largo de tiempo y espacio. Consecuencia de ello es que la cadena de "nexos afectivos" hace posible que se produzca una "influencia" inmedita. Quiero decir, que la consecución de cualquier resultado en el "campo esencial" se transmite de inmediato a todo el espacio-tiempo. Así, en el caso de la génesis del órgano citada antes, el sentimiento positivo de su consecución es transformado inmediatamente en una tendencia o instinto transmitido a todas las criaturas anteriores en su línea evolutiva. Significa, asombrosamente, que la aparición de dicho órgano ha sido en gran parte (también, gracias al azar y la necesidad) consecuencia de un "instinto especial" (que aclararemos con posterioridad) que ha impregnado (en el pasado) a todas estas criaturas precursoras anteriores. Es como si el futuro hubiera influenciado en el pasado, haciendo posible ese futuro.
Metafísicamente, si la evolución en el futuro logra crear al Superhombre o al Ser Supremo, éste habrá estado influyendo en el pasado, desde los mismos orígenes del Universo, para que este último, en su evolución y bajo el "impulso" de dicho Ser, pueda hacerle real; es lo que he llamado el "parto" de Dios.

jueves, septiembre 06, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (III)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (III)


Entremos, ahora, en la ontología del ser.

En el segundo capítulo de este trabajo ("El parto de Dios"), describíamos lo que acontece en el interior de todo ser vivo, con el campo cuántico especial que domina el "presente" de cada uno de ellos y que en cierta forma se identifica con su campo mental. También, existía otro tipo de campo cuántico que engloba los distintos "presentes" produciendo el efecto de "transcurrencia", gracias al cual es posible "la mismidad" del ser, con lo que se explica su "unicidad", su esencia. LLegado a este punto, conviene acordarse de los cambios que produce "la estimulidad" en el ser. Sucede que acompañando a un estado del ser vivo, resultado de su configuración interna y de la recepción de ciertos componentes físicos externos (radiación, vibración sonora, etc.), aparece un sentimiento o una emoción específica que en muchas ocasiones lleva a la realización de una acción determinada o tan sólo la "captación" de una cierta cualidad o conjunto de cualidades del entorno que de esta forma se hacen "reales" en dicho ser (en la interpretación de Zubiri). Pero, ¿ esta cualidad o conjunto de cualidades incluyen también la "esencia" de otras criaturas vivas?... Antes de nada hay que recordar que la "esencia" existe, pero no se hace real nada más que en los "presentes" de los seres vivos (excepción hecha del hombre). Entonces, si esta "captación" se realiza a través de una transferencia material (radiación, etc.), la "realidad" imprescindible de la misma sólo es compatible, por lo anterior, con la "parte" de la esencia que corresponde a los "presentes". Así, pues, la posibilidad de "captación" de las "esencias" se reduce a una secuencia incompleta de partes inconexas que, solamente, pueden "intuir" la "esencia" de la criatura en cuestión. En el caso del hombre habría que ampliar la capacidad de captación hasta la "totalidad" de la esencia, ahora bien, hay que hacer hincapié en la necesidad de la "concentración" máxima, tanto de receptor como de emisor para la citada transferencia, cuestión ésta que supone una actitud positiva de ambos así como la presunción de la necesaria existencia de la "libertad" en los mismos.
¿Y qué significa todo esto? En primer lugar, la retroalimentación "vívica" que supone la "reflexión" en la criatura humana y que hace posible la intelección sentiente zubiriana es una condición básica en el emisor, y al mismo tiempo esa actitud del emisor es la que debe poseer el receptor, como si fuese una reflexión que, evidentemente, dirigida hacia sí mismo, no "capta" su propia esencia, sino la del emisor. Este nuevo "concepto reflexivo" es como el círculo que saliendo de sí mismo y volviendo de nuevo a sí mismo ("realidad" de la conciencia), pasase, además, a través de la esencia del emisor, lo que produce en el receptor la "captación" de la misma... Es una especie de relación conectiva íntima, que produce una "sublimación" de ambas esencias en los momentos en que esta "conexión" ("captación") se produce. El efecto que origina esta "captación" en el receptor, por la "sublimación" anterior trae como consecuencia una cierta "captación" de rebote en el emisor. El resultado es la "participación" en una misma "vivencia" de receptor y emisor, una suerte de "amalgama" entre ambos que dura lo que duran las condiciones necesarias para que se produzca, a saber, la actitud reflexiva libre tanto de emisor como de receptor "conectadas" por intermedio de un cierto agente (transmisor), ciertamente real. El poso común de esta experiencia, "sublimación", es lo que podríamos definir como un nexo afectivo, ¿un acto de amor, quizás?... Sin embargo, en todo nexo afectivo no hay sublimación. Por ejemplo, en el caso general de la "captación" de cualquier "esencia" animal. Este nexo afectivo sólo existe entre seres vivos ("esencias transcurrentes"), no en la "captación" de las simples cualidades ("estimulidad"). Y sólo existe este nexo afectivo entre los seres vivos por ser "esencias" reales, aunque sólo sea en sus "presentes". (La cualidad existe pero no es real por sí). Muchas veces la "captación" de un ser vivo pasa a ser, simplemente, la que corresponde a la "estimulidad". (Por ejemplo, la recepción de la imagen del mismo). Ahora bien, el nexo afectivo necesita de una cierta actitud por parte del receptor como del emisor. Para el emisor (por supuesto, también para el receptor) esto supone una cierta "conciencia" (un darse cuenta) de esta relación; lo que sólo es posible para esencias "reales" (la que existe en los "presentes"). Por todo ello, como hemos dicho con anterioridad, el nexo afectivo sólo se produce entre seres vivos.
Pero, ¿en qué consiste este darse cuenta?
Diríamos que no es una intelección, es, más bien, una "aprehensión" de esta relación. Ello crea en ambos, receptor y emisión, un lugar común, el nexo o unión, de forma que se da la conmutatividad de ambos, el receptor pasa a ser el emisor, y al revés, aunque, verdaderamente lo que sucede es que el "nexo" pasa a ser por sí un componente más, a partir del momento que ocurre, de ambos. Los nexos afectivos, pues, se configuran como la argamasa del Universo, por lo que significan como lugares comunes (pertenecientes a distintos entes a la vez), sinónimos de la unión perfecta. Así, podemos imaginar que la conexión entre las esencias "completas" humanas y las de los seres vivos en general, tal vez, se realizan por medio de estos nexos afectivos. Y no sólo en ese ámbito, la conexión entre las esencia humanas y la del Ser Superior debería ser de la misma índole.

viernes, agosto 24, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (II)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (II)


El Ser Supremo necesita de la naturaleza, del universo material para su "parto", para ser cual es. Tiempo y espacio son un mero artificio para su concreción. Pero: ¿Cuál es el cuerpo de Dios? ¿Cómo se desarrolla esta creación de Dios? ¿Cuál es la estructura del mismo Dios?
Para encontrar la Unicidad Superior de Dios, previamente es necesario que se desarrollen otras criaturas anteriores, cuya existencia y constitución desconocemos, ahora bien, sí hay una de ellas, cuyo nivel de integración en la cadena evolutiva total desconocemos, pero cuya contribución es necesaria: nos estamos refiriendo al hombre. Es preciso que previa a la aparición de un ser tan extraordinario como la Criatura Suprema se configure la libertad humana con su sentido de eternidad, que no es más que la sensación de la superación del tiempo. Tenemos, pues, al menos la Criatura Suprema y las criaturas inferiores humanas como seres necesarios para que la misma evolución pueda conducir a la primera. Ambas criaturas pueden superar el tiempo, pudiendo pasar, así, en plenitud a la fase posterior o fase de iluminación. Por desconocimiento, no podemos afirmar nada acerca de posibles criaturas situadas a caballo del mismo hombre y dicho Ser Supremo, ahora bien, ¿qué podemos decir de los otros seres vivos de nivel inferior al mismo hombre (animales, plantas, etc.)? La no superación del tiempo por parte de estos seres (ausencia de sentimiento de eternidad), parece incapacitarles para su inclusión en la fase de iluminación... Pero, si nosotros, como humanos, somos necesarios en la configuración del mismo "cuerpo" de Dios, ¿no serán los citados seres inferiores, del mismo modo, completamente necesarios para la "sustentación" de nuestro propio "cuerpo"?... Si nuestra misma constitución está sustentada por niveles de organización inferiores (órganos, células, etc.; asimilables a organismos de nivel inferior) -recordemos el concepto de "sustensión dinámica" zubiriano- que nos capacitan para el ascenso a esa fase de iluminación, ¿no servirá nuestro mismo ascenso a la "iluminación" para elevar, a su vez, a otro status superior, junto a nosotros mismos, a dichos seres inferiores? Estamos preguntándonos que si los seres de nivel inferior al humano accedieran a la fase de iluminación, ¿no lo harían por medio y a través de nosotros mismos?... Para poder imaginarnos esto, podríamos utilizar un símil.
Imaginemos que las esencias de los seres vivos, configuradas a lo largo de sus "presentes", se asemejan a "gusanos" con caparazones de insectos (queratinosos) por la parte superior, y con una capa pegajosa por la parte inferior, en un espacio de dos dimensiones. Supongamos que la evolución propicia la curvatura de la capa pegajosa hacia el centro, con lo que en el límite el "gusano" se cierra sobre sí mismo, quedando aislado del exterior por la capa dura queratinosa. Esta doblez hacia el centro que provoca la citada curvatura expresa el aumento de "sustancia" producida en la "esencia" del ser vivo consecuencia de la evolución, según la regla entendimiento-sentimiento (inteligencia sentiente de Zubiri) de la propia esencia. Este aislamiento del exterior es el equivalente a la formación de la conciencia del propio ser, a la aparición de la libertad humana, y a la captación del sentimiento de eternidad. Así, la evolución propicia la aparición de multitud de "esferas" (o círculos, en dos dimensiones) aisladas y cerradas que guardan en su interior la "realidad" de su esencia (serían los seres humanos). Los demás seres vivos, representados por los "gusanos" con esferas sin cerrar, no pueden guardar en su interior su "realidad", pues, ésta se escapa por las partes no cerradas por su capa dura aislante; por contra su capa pegajosa favorece el acople a otras esferas cerradas originando el acrecentamiento continuo de estas últimas. Las esferas cerradas (esencias humanas) al fallecer el ser vivo, pasan a la fase de iluminación, y en su ascenso transportan las esencias de los seres vivos inferiores, "adheridas" en unicidad a la esfera cerrada de la esencia humana. La unicidad esencial humana, en esta adherencia, no anula su propia unicidad.
El "cuerpo" del Ser Supremo en la fase de iluminación está compuesto, cual células, de las esencias humanas que, a su vez, poseen en su interior las esencias de otros seres inferiores. De esta forma, en la fase de iluminación, la vida toda, desde lo más bajo a lo más alto, pasa a ser "sustancia" del mismo Ser Supremo. El Universo real, la Naturaleza, entorno de la evolución de las criaturas, es el instrumento necesario para la "creación" de los diferentes seres vivos, que a su vez forman el "cuerpo" de Dios. La creación de las diferentes vidas, es la creación del mismo Dios, el "parto de Dios".
En el origen existía el caos (1ª fase); el Universo temporal es la imagen de la creación de Dios (2ª fase); la fase posterior (3ª fase) es la del reinado de ese Dios.
El mundo dual (bien y mal) no existe. Sólo hay una dirección, la que conduce al Ser Supremo; todo lo que nos aparta de ese camino es una intuición humana a la que llamamos mal.

jueves, agosto 16, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (I)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (I)

Cada ser o ente posee tres fases sucesivas: fase de "caos" o primigenia; fase de creación o vida, también llamada del dominio del tiempo; y fase de poscreación o "iluminación".
La fase de "caos" o primigenia es la anterior al instante mismo de nacimiento. Para cada ser coincidirá con un momento determinado de la historia del tiempo.
La fase de creación o vida coincide con la historia de cada ser y en ella va configurándose dicho ser, hasta su plenitud, que coincide con su fallecimiento, despedida de la vida o abandono del mundo real conocido.
La fase que sigue a la de la vida es la de poscreación. Fase oscura para nuestro entendimiento y de la que no conocemos nada. En ella se encuentra el ser en toda su plenitud, y con toda su claridad, por ello la denominamos de "iluminación".
Toda criatura, de nivel inferior o superior al humano pasa, así mismo, por las tres fases, pero existen ciertos matices o particularidades, dadas sus distintas singularidades.
El instante histórico del nacimiento de Dios, Criatura Suprema, no puede ser un instante cualquiera del tiempo, tiene que ser un momento singular, que es justo el primero del tiempo, el origen, el mismo menos infinito. De igual forma su instante final, o desaparición del mundo, será el del final del mismo, es decir (suponiendo un ciclo indefinido de universos), el más infinito. El periodo existente entre el menos infinito y el más infinito del tiempo, que coincide con la "vida" del Ser Supremo, es la fase de "creación" del Ser Supremo, el "parto de Dios". La fase posterior (después del más infinito del tiempo) es la de "iluminación" del Ser Supremo. Nuestra fase de iluminación es anterior a aquella; empieza en el instante del tiempo que coincide con nuestro óbito.
Las muertes de los seres vivos, que coinciden con el inicio de sus respectivas fases de iluminación, indican su abandono del universo "real" que conocemos para adentrarse en otro entorno en el que aparecen "completos", plenos, y en el que las relaciones entre ellos son nítidas, claras, diáfanas; su presencia es tal cual es su "esencia", algo que incluye al mismo Dios que irradia toda la potencia de su luz; es, pues, la fase de la "iluminación".
El comienzo de la fase de iluminación de cada ser puede coincidir con cualquier instante del tiempo, desde la perspectiva mundana. Bajo la subjetividad de cada uno de dichos seres, ese instante de la entrada en la fase de iluminación se produce con caracteres de simultaneidad para todos ellos, ya que en esta fase ya no reina el tiempo. El tiempo es marco de creación, de formación, de constitución; la relación de iluminación es simultánea, instantánea.

jueves, agosto 09, 2007

LA NATURALEZA DE LOS SERES (y IV)

LA NATURALEZA DE LOS SERES (y IV)

En cada "acto" de la vida (elección) influye toda la naturaleza, pero todos los actos se la vida en conjunto definen y construyen la naturaleza del ser (como un "poso" de los anteriores).
Volviendo a acudir al texto base de este capítulo, en la página 196, leemos: "Esta construcción (ontológica) sigue manteniendo la ley básica del universo físico de que toda causa (naturaleza) produce un efecto (acto)... Pero de una forma no física (fuera del tiempo material del espacio-tiempo), los actos a su vez configuran la naturaleza. De esta forma se cierra el ciclo, es decir, fuera del tiempo (¿terreno del inconsciente, tal vez?)... Así que, ahondando más en los razonamientos, realmente la "conciencia de uno mismo" (verdadera naturaleza de los seres) está fuera del tiempo; la envolvente o modulación de las ondas energéticas del presente, lo que llamamos el "yo" presente, pierde las características de dicho presente haciéndose intemporal en la introspección, es decir, cuando se dirige a sí mismo, y ésto crea la conciencia de uno mismo, que es la verdadera naturaleza propia del ser. La plena objetividad, como perfecta definición en el espacio y el tiempo físico, requiere la extroversión (salir a buscar fuera de uno mismo -caso de los observadores clásicos tan utilizados en la obtención de las leyes físicas); sin embargo, como ya hemos comentado, los observadores reales no son plenamente objetivos, pues siempre poseen una componente de subjetividad, de introspección que les conduce en parte hacia su propio mundo, su naturaleza, que no es dominio de la ciencia física, sino algo fuera del tiempo. El "yo" propio se escapa de una definición en el mundo físico, precisamente porque está definido en un campo opuesto al mismo: hay que buscarlo justamente donde acaba dicho mundo físico".

viernes, agosto 03, 2007

LA NATURALEZA DE LOS SERES (III)

LA NATURALEZA DE LOS SERES (III)


El sentimiento parece "momentáneo", resultado de una determinada configuración de las neuronas. Pero, ¿hay un sentimiento, también, de tener conciencia de sí mismo?... Si existiera, ¿sería como el poso-resúmen de todos los sentimientos históricos que hemos tenido?... ¿O sería otra cosa?

El caso de los esquizofrénicos, con dos o más personalidades, que se desconocen entre sí, en el mismo cuerpo, parece significar que hay una serie de "sentimientos" o de "configuraciones neuronales" que se relacionan entre sí como un conjunto, de forma que dicho conjunto pasa a ser una "unidad", un ser al que llamamos "yo". No sabemos cómo esos sentimientos, pensamientos, etc. llegan a relacionarse de forma que llegan a adquirir personalidad propia, haciendo entonces que cada uno de ellos pase a tener "existencia" para algo, o alguien que es ese yo. Diríase que no existen hasta que son capaces de crear un "yo". "Su existencia lo es en tanto que dan existencia a ese yo". Si muere el yo mueren también los "sentimientos", y es que los "sentimientos" (o configuraciones neuronales) dejan de tener sentido (son nada, simple materia) si no hay "algo" o "alguien" que se "haga cargo" de ellos (el yo). O sea, hemos dicho, que cuando hay "conexión" o "relación" entre los sentimientos, pensamientos (estructuras neuronales), bajo no sabemos qué "premisas", aparece el "yo". Estas conexiones se producen en el tiempo (una determinada secuencia), y entre ciertas estructuras (suelen ser configuraciones de un mismo cerebro), es decir, son conexiones espacio-temporales. El "yo", pues, necesita de la materia (configuración espacio-temporal) para existir, o lo que es lo mismo, está sometido a ciertas reglas físicas.

La Teoría Cuántica, por sus características, es la más firme candidata para que en su seno pueda ser posible aquella conexión. El "yo" (externamente) debería parecerse a una cierta modulación de ondas energéticas que actúan conjuntamente; el "yo" sería como la envolvente de las mismas. (El "yo", sabemos, es como el "presente", la conciencia de la naturaleza propia; el ser sería otra cosa). El "yo" está en el tiempo (es presente); la naturaleza, el ser propio, ¿estaría fuera del tiempo?... ¿Serían los sentimientos la conexión entre la naturaleza del ser (¿fuera del tiempo?) y el "yo" (presente del tiempo)... Si fuera así, cabría pensar en la posibilidad de que el futuro pudiera mandar señales al presente, mediante "satisfacciones" agradables al "yo" (sentimiento positivo), cuando éste actuase en favor de la propia naturaleza. (¿La implementación en el universo de los sentimientos podría adoptar esta vía?).

La libertad de los entes aparece ante nuestros ojos como incomprensible, pues estamos acostumbrados a ver que el comportamiento de cualquier ente o mecanismo es consecuencia directa de cómo es, de su naturaleza. Su elección está determinada por la naturaleza que lo define (no necesita, pues, de esa naturaleza que definimos "en sí mismo").

Mas, si la elección no está determinada de antemano, si es necesaria esta naturaleza "en sí mismo", naturaleza un tanto extraña que permite que "elección y naturaleza" sean o signifiquen lo mismo (algo parecido a la, casi, equivalencia entre existencia y esencia sartriana); es decir, ninguna de las dos sería anterior a la otra; si una crea a la otra, la otra crea a la primera, en una especie de "feedback", o, como dije en mis obras anteriores: "como la pescadilla que se muerde la cola". La única posibilidad que adivinamos para que sto esa posible, es que una de las dos camine en el tiempo, y la otra fuera de él.