domingo, abril 07, 2024

Hecho consumado e idealismo analítico (Final)

 III. Materia y consciencia: las dos manifestaciones del universo

Las críticas al materialismo en la obra de Kastrup ("Pensando la ciencia"), aunque duras y agrias en ocasiones, tienen bastante parte de verdad teniendo en cuenta el movimiento claramente pendular de la cultura occidental que ha existido a través de los siglos, precisamente en estos temas que atañen a la dicotomía cuerpo-mente, desde los tiempos del medioevo con los escritos de San Agustín, de Tomás de Aquino, la revolución de Descartes y los siguientes embates del marxismo más atroz, y el más reciente asentamiento de un marxismo práctico que situó al materialismo en los mismos frontispicios de la ciencia, a lo largo de los siglos XX y XXI. Es por eso, plausible en cierto modo que los amigos del idealismo, en este último movimiento pendular, exageren ahora en algunos casos la preponderancia del idealismo de la consciencia sobre la materia.

Yo me sitúo casi en el centro de tales especulaciones, pues sin volver a la filosofía "descartiana", sí introduzco en mis planteamientos, no faltaba más, los conceptos cuánticos más recientes, intentando resolver así, una vez más, el "problema difícil de la consciencia".

De esta forma, adopto algunos de los planteamientos del idealismo analítico de Bernardo Kastrup, aunque rebajando un tanto sus pretensiones globalistas; aún así, considero que la mente seguramente configura en gran medida la realidad, pero no del todo. Creo que no se identifica exactamente la materia con las cualidades  de la experiencia, es decir, el mundo material no es en su totalidad el contenido de la percepción, porque lo material es necesario e imprescindible para evocar lo que siente el cerebro, o sea, para que se manifiesten las cualidades en el cerebro. Y es que la evolución en lo material, hace manifestarse al mundo cualitativo en el cerebro.

El idealismo, no obstante, considera que hay "algo ahí fuera", a lo que llama la naturaleza experiencial, una actitud mental transpersonal que sería el universo inanimado, que no posee un estado definitivo antes de ser observado. Por la disociación la consciencia global formaría múltiples alters (como tú y como yo).

No estoy de acuerdo en la afirmación absoluta de que las propiedades físicas resultarían de una interacción entre nuestros propios procesos mentales y los procesos transpersonales dentro de los cuales vivimos, al menos no completamente. Sí considero que tales interacciones constituyen el proceso de observación o medición, que en mi opinión decanta una de las posibilidades superpuestas "de ahí fuera", lo que constituye un "hecho consumado" (para mí, una creación de realidad, llamada suceso o acontecimiento). Traigo a colación aquí la importancia de este "hecho consumado" que avalaría mi propia teoría del tiempo creativo -leer al respecto lo apuntado a lo largo de Simbiotica´s Blog).

Esta última modulación o punto de vista se aparta de la teoría del idealismo analítico, y su consecuencia es que de la forma descrita se va construyendo el mundo físico de realidades que observamos a nuestro alrededor, partiendo de una base inicial, sí física, que habría que estudiar a fondo y que representa el meollo de la creación inicial del universo que desconocemos hoy por hoy, por más esfuerzos que la ciencia actual aplica a su discernimiento.

Quiero creer también, al igual que el idealismo analítico, que cada ser vivo, junto con el universo inanimado como un todo, es una entidad consciente. Adopto, como ya he expresado, la idea de la existencia de los procesos mentales transpersonales que fundamentan en parte al universo inanimado y que no implican necesariamente metacognición (la capacidad "humana" para evaluar explícitamente nuestra actividad mental). El sujeto o criatura que la tiene, además de tener la experiencia, sabe que la tiene, lo que permite, como en el caso humano, la deliberación, el pensamiento y la planificación. Por ejemplo, los procesos mentales puramente instintivos, pese a ser conscientes, carecen de metacognición. Por eso considero, también que, dado que las leyes de la naturaleza se antojan estables y predecibles, la actividad mental transpersonal que subyace en el universo inanimado (materia) es instintiva, no metacognitiva. En mi opinión, aquí intervendría el azar, pues parece que la consciencia universal no tendría necesariamente un plan, sino que puede estar haciendo lo que está haciendo sólo porque tiene la disposición innata a ello.

Estoy de acuerdo con el aserto, también de la MCR (Mecánica Cuántica Relacional), de que las cantidades son útiles para describir diferencias relativas entre cualidades ya conocidas de manera experiencial, pero que fallan rotundamente si se ocupan de las cualidades mismas.

La materia, según el idealismo analítico son los estados experienciales transpersonales (la apariencia extrínseca -imagen- de la experiencia interna en el caso de los seres vivos).

En cierto modo sí me acerco a la idea (salvando las apreciaciones anteriormente expuestas) de que el universo es una construcción mental desplegada en la pantalla de la percepción.

Una vez reflejadas todas mis objeciones respecto al idealismo analítico de Kastrup, y subsiguientemente, a partes de la interpretación cuántica de la MCR, las  que, por otra parte, me han sido útiles para la construcción de mi propia teoría, es hora de exponer esta última, al menos de forma concisa, aquello que constituye, a mi modo de ver, una visión global del universo en su totalidad, una verdadera cosmovisión.

No es corta mi pequeña historia en busca de la aclaración de temas tan peliagudos, como la resolución de las paradojas cuánticas o la incógnita del significado y naturaleza de la consciencia (conciencia), por eso escribí, precisamente, una pequeña obra, "Consciencia y sensación", que curiosamente, aunque los "efectos" serían los mismos, el planteamiento parece opuesto al que asumo ahora; en ella me decantaba por el poder de la materia, todo poderosa, en la que además de las propiedades físicas conocidas de la misma, poseía otras propiedades tildadas de cualitativas, como el sabor, las sensaciones, la psiquis, etcétera. Pues bien, fruto de todo el replanteamiento expuesto en este artículo, y en otros que aparecen en Blogs de mi autoría, como "Simbiotica" o "El Imperio de la verdad", vuelvo a dar un paso más allá en mis especulaciones y, subsiguientemente, vuelvo a construir una teoría que, como movimiento pendular, se decanta por la prevalencia del idealismo de la mente sobre el mundo de la materia, pero en realidad no es tan así, simplemente he trasladado  el mundo de cualidades (mente, sensación) fuera de la frontera material, constituyendo un mundo aparte, que no chocaría con el problema filosófico de envergadura que representa la transmutación de las propiedades físicas en las cualidades que son en sí, mente, sensación, etcétera. (Algo que sí barruntaba en la teoría defendida en la obra "Consciencia y sensación".)



De este modo y con carácter definitivo (irónicamente, por ahora) esta nueva teoría establece que el universo global posee dos tipos de manifestaciones: la primera, o material (mundo físico); y la segunda o mundo de cualidades (mente, sensación, etcétera).

Las características de los dos tipos de manifestaciones aludidas constituyen el meollo de la serie de artículos que publiqué recientemente en este mismo Blog y en los citados anteriormente, que llevan por títulos, por ejemplo: "Las dos claves del universo", "Psiquis, mente y consciencia", y un largo etcétera. Realmente se engloban en mi obra: "Confesiones", aparecida en Simbiotica´s Blog.

Sin más pormenores y como resumen, diría que la cosmovisión que propongo, basada en la existencia de la primera y segunda manifestación del universo, afirma que el Cosmos, provendría de un estado inescrutable, anterior al universo que conocemos y que algunos filósofos orientales asignaban a una Nada metafísica a la que llamaban Tao, mas este no es el objeto de este artículo, sino el intento de explicación del universo en el que nos encontramos y en el que cotidianamente vivimos. Para no extenderme más, recomiendo al respecto el artículo: "Cosmovisión, el sentido del universo", que aparece en mi obra "El Desprendimiento".

Pues bien, partiendo del inicio del universo (Big Bang), la subsiguiente formación de estrellas y galaxias, la aparición de la vida y la psiquis de las criaturas vivas, la evolución consiguió crear en su seno criaturas conscientes como el ser humano que, claramente, son observadores privilegiados del "cuadro general de la Creación" (y no entro en la cuestión de la naturaleza de la criatura creadora, o del agente creador del universo, llamemos como lo llamemos -vuelvo a recomendar el artículo citado antes-, o si el universo tiene la potencia suficiente para existir eternamente).

Opino que la mente de esos observadores han sido y son capaces de "crear realidad" a través de la decantación de las "posibilidades superpuestas del ahí fuera", o  el sustrato de los "procesos mentales transpersonales que patrocina el idealismo analítico, y que no posee un estado definitivo antes de ser observado.

De esta forma, la evolución en lo material en la que participan parcialmente (a partir del azar y la necesidad) las consciencias de los observadores (seres vivos), va configurando estructuras materiales, entre ellas los cuerpos de los seres vivos conscientes (primera manifestación), "necesarios e imprescindibles" para que en ellos (en sus cerebros) pueda manifestarse el mundo de cualidades de la segunda manifestación. En otras palabras, la evolución en lo material hace manifestarse el mundo cualitativo en el cerebro. Esto último produce paralelamente la aparición de nuevos elementos de la segunda manifestación, que al igual que en el idealismo analítico constituyen esos "alters" que propone.

Así que, en cierto modo la evolución darwiniana (biológica), ha sido y es "necesaria e imprescindible" para el nacimiento de nuevos elementos de la segunda manifestación, aunque conviene aclarar rotundamente que de estos razonamientos no se deduce, en ningún modo, que las cantidades reflejadas en el materialismo, producen o sean capaces de dar a luz cualidades, un problema filosófico irresoluble: al contrario, la potencia de la actividad mental transpersonal, en su disociación como producto de la interacción entre nuestros propios procesos mentales y los procesos mentales transpersonales, el agente de tales, si queremos llamarlo así, emergencias, claramente está dentro del mundo de cualidades (segunda manifestación). Existe, pues, una "continuidad" dentro de este mundo, tan natural como pensamientos o sensaciones, ambas cualitativas, que no es la infranqueable brecha entre mente y no mente.

Así, la aparición de estos nuevos elementos de la segunda manifestación (cualidades) equivale a una verdadera creación. Existirían, por consiguiente, globalmente, dos tipos de creaciones: la de la materia-energía del inicio del Big Bang, y las de cada ser vivo como elemento de la segunda generación ("alters"). Lo que no impide que tales "alters" puedan, dentro de su "unicidad" como individuos, estar compuestos del conjunto de cualidades que lo constituyen, y que son a su vez elementos de la segunda manifestación.

Hay implicaciones metafísicas al respecto, por ejemplo en cuanto al devenir de esos elementos de la segunda manifestación, como las criaturas o seres vivos, que se "apoyan" en el elemento material que constituye su cuerpo (primera manifestación); al óbito, fuera ya del andamiaje espaciotemporal que promovió la evolución material darwiniana, ¿su pertenencia a la segunda manifestación le asegura una existencia "ad eterno" (fuera del tiempo?); seguramente sí, pero elucubrar sobre ello nos haría adentrarnos en los terrenos un tanto movedizos de la religión.

Hasta aquí la teoría; las consecuencias habría que analizarlas, un vez asentada la misma, en un próximo futuro.

¡Si lo escrito amplía el horizonte de nuestros pensamientos, mi principal deseo, que sea para el lector lo más provechoso posible!