Así que el ser es "autocontenido" en su estado natural, no necesitando, por consiguiente, aporte externo (al menos durante muchas fases), de donde un "corte" en sus líneas de conexión con el entorno (caso del sueño u otras circunstancias de aislamiento sensitivo, como enfermedades graves y terminales o experiencias de aislamiento o pscodélicas), le permite mantener aún cierta "impasibilidad del ser", del yo, que le hace seguir sintiendo en plenitud, muchas veces si cabe más profundamente dada la "no distracción" en "objetos intrascendentes externos" que no sean el propio "sí mismo". Y este hecho está corroborado, con los sentimientos que nos abordan en muchas de las fases de nuestro sueño. Nuestro yo parece vivir, entonces, en otro mundo, en otra experiencia, que aunque sabemos fehacientemente (en el caso general) que no es la vigilia, muy frecuentemente aparenta ser tan real como ella. Mas, tras un análisis posterior, cuando nuestra memoria nos lo permite, se entrevé un "tipo de realidad" de características totalmente distintas a las de la vigilia, tan marcadas por los aspectos causísticos espaciotemporales de la Física. Y debido al "aislamiento", a ese movimiento más marcado por la dirección hacia el sí mismo, es por lo que sospechamos que "esta realidad" es más propia del Ser, más parecida a su mundo, fuera ya del velo, que desde este punto de vista, sería la realidad ordinaria (la de la vigilia).
Y el otro factor importante en cuanto a la "sensación de plenitud" del yo tanto en la vigilia como en el sueño, quizás estribe en que, tal vez, las circunstancias no sean tan distintas (exceptuando los tintes espaciotemporales físicos), si pensamos que el mundo externo o entorno, que proporciona las aferencias del yo en la vigilia, pudiera ser sustituido en el sueño por las aferencias que provendrían del importante acopio de información acumulada en la memoria. De todos es sabido las experiencias subjetivas que se obtienen en diversos puntos específicos del córtex, que se confunden en gran medida con los estímulos procedentes del exterior.
Una vez hecho este inciso, simplemente decir que lo anterior, si no una prueba contundente de la pervivencia del espíritu o el Ser sobre la muerte, sí seria un indicio que nos hace alentar fundadas esperanzas de la superación de la barrera por el Ser de este hito (que se presenta muchas veces como infranqueable) que supone el óbito o la muerte física.
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