EL CONTROL DEL CUERPO POR LAS IDEAS
Se lee en la obra de este autor: "Ciencia, Filosofía, Religión. Una visión armónica":
"Parece como si los pensamientos fuesen capaces de gobernar los cuerpos. ¿No será que nuestra convicción de que nuestra voluntad domina nuestro cuerpo sea una simple ilusión? Quizá los que gobiernen nuestros cuerpos (la materia) sean los pernsamientos o ideas...
El que una idea llene nuestra mente, a lo mejor equivale a que dicha idea se haga cargo de nuestro cuerpo, inclinando nuestras acciones corporales hacia la satisfacción de dicha idea, aún en contra de nuestra voluntad, aún en contra de nuestro propio "yo".
Imaginemos que ese yo "crea" una idea tan potente que ésta pueda ser capaz de "controlar" todo el cuerpo, hasta su propio yo. Es lo que parece ocurrir en el fenómeno de la "sugestión". Sustancialmente, el mismo mecanismo podría intervenir, también, en ese otro fenómeno de la "creación de fantasmas", que "llegan a imponerse" sobre su "propio creador". Y lo mismo, claro está, a través de variantes no sustanciales, podría acontecer en la creación de los "mitos y religiones" en las diversas culturas y sociedades, cuando menos en su formación original (ya que otros mitos o religiones pueden interpretarse como "acomodaciones" de antiguos mitos a nuevos entornos -culturas y sociedades-).
Así que el mecanismo anterior (la imposición de la idea) podría explicar la formación del yo; por supuesto, también posee un importante papel la influencia por imposición -sutil o clara- de las distintas clases sacerdotales o ideológicas, lo que comprendería, desde luego, el llamado "lavado de cerebro" sectario.
Por consiguiente, el conocimiento en profundidad del mecanismo anterior produciría efectos muy beneficiosos para la creación humana, la libertad y la dignidad del hombre, haciéndole acreedor a una descendencia con linaje en la "divinidad"... Y es así porque el descubrimiento del peligro del citado mecanismo como herramienta sustancial en la "modelación" del espíritu humano, al mismo tiempo también posibilita en sentido positivo el "cambio cualitativo" en las virtudes más genuinas de la Humanidad, lo que haría posible la creación de sociedades más justas, adornadas de aquel "humanismo" considerado hasta el presente como una verdadera utopía.
Los vaivenes de todo balbuceo de la incipiente vida "espiritual" serán sustituidos por una línea recta en continuo proceso (con períodos de estabilidad y expansión, por supuesto), sin retrocesos y hasta explosivo de la luminaria espiritual.
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