Es curioso observar que el simbolismo escatológico parece proceder de un ámbito cultural completamente desconocido para el sujeto o ajeno a su pasado, lo que sostiene la idea de Jung acerca del inconsciente colectivo.
La psiquiatría experimental de los años cincuenta y sesenta realizó importantes descubrimientos en el campo de la investigación psicodélica, posible gracias al descubrimiento de las propiedades psicoactivas de la dietilamida del ácido lisérgico LSD-25 realizada por el químico suizo Albert Hofmann en 1943. Sabido es que ciertas drogas pueden producir en el sujeto normal estados mísiticos y religiosos muy profundos, entre los que se hallan las visiones escatológicas. Los alucinógenos, con su estado amplificador y catalizador sobre la muerte, producen las citadas experiencias que demuestran que los elementos necesarios para estas sensaciones existen en el inconsciente como constituyentes normales de la personalidad.
De la experimentación con las sustancias alucinógenas se deduce que el inconsciente humano activado químicamente, tiende a representar espontáneamente una fuerte confrontación con la muerte que puede desembocar en la transcendencia.
Este destructivo encuentro tiene consecuencias importantes. La primera es una crisis existencial profunda que hace cuestionarse al individuo seriamente el significado de su vida y la reevaluación de su propio sistema de valores. La segunda es la apertura de las áreas espirituales del inconsciente, intrínsecas de la estructura de la personalidad e independientes de raza, cultura o religión, es decir, pertenecientes al inconsciente colectivo jungiano (arquetipos).
Otro aspecto importante de la experiencia psicodélica es la lucha por renacer, en la que muchos individuos reviven el mismo trauma de su nacimiento.
De la amalgama de muerte, nacimiento y alumbramiento resulta una sensación de destrucción de la personalidad antigua y de surgimiento de un nuevo ser, proceso extrañamente relacionado con los ancestrales acontecimientos de la iniciación chamánica, los ritos de paso, o los misterios de los templos y las religiones de muchas culturas prealfabetizadas.
Es interesante describir el proceso psicodélico de muerte-renacimiento, reflejado en varias formas asimiladas a etapas del nacimiento biológico.
El primer tipo de experiencia psicodélica se denomina "inmersión cósmica". Los pacientes suelen relacionar esta fase con el comienzo del parto biológico, al romperse el equilibrio original de la existencia intrauterina por causa de señales químicas y por las contracciones del útero. Esta experiencia comienza con un sentimiento abrumador de ansiedad y amenaza para la misma vida. Al no poderse identificar con claridad la fuente del peligro, el individuo tiende a interpretar el entorno en términos paranoicos. La intensificación de la ansiedad produce la sensación de una absorción por una espiral gigante. (Una variante simbólica consiste en la sensación de ser tragado por un monstruo terrorífico tal como un dragón, una ballena, etc.; o un descenso al mundo de los muertos). Las visiones escatológicas paralelas son: las fauces de los dioses de la muerte, las bocas del infierno, el descenso de los héroes al mundo de los muertos, la expulsión del Edén o la Caída de los Ángeles.
La segunda fase de la experimentación psicodélica se denomina "experiencia sin salida", y es relacionada con la primera estapa del nacimiento cuando las contracciones empujan al feto, y aún el cuello del útero está cerrado. El mundo es oscuro y amenazador; la sensación es de pesadilla claustrofóbica, sufriéndose torturas mentales y físicas agudas. Parece que la agonía no tenga fin. La existencia humana, vacía de significado, es absurda, monstruosa. El protagonismo de la víctima, y la apariencia de situación ineludible y eterna, no alimenta esperanza alguna, ni en el espacio ni en el tiempo. La experiencia para muchos individuos es el prototipo psicológico del concepto de infierno.
La tercera fase o etapa es la de la lucha de la muerte-renacimiento. Suele relacionarse con la segunda etapa del parto en la que las contracciones del útero continúan, pero el cuello del útero se abre. La propulsión a través del conducto de expulsión del feto conlleva presiones mecánicas aplastantes, la lucha por sobrevivir y, frecuentemente, un cierto grado de asfixia, así como sangre, mucosidades, líquido fetal, etc. La experiencia en esta etapa es compleja y posee variados elementos: atmósfera de lucha titánica, secuencias sadomasoquistas, formas desviadas de despertar sexual, compromiso escatológico y la acción del fuego purificador (pirocatarsis).
En esta etapa se tiene la sensación de que no se está desamparado y que la situación no es desesperada, porque el sufrimiento tiene un objetivo determinado. Las emociones sentidas son una mezcla de agonía y éxtasis. Las imágenes que aparecen semejan batallas entre las fuerzas del bien y del mal (Juicio Divino, tentaciones de los santos, el Purgatorio, etc.). Esta extraña mezcla de religiosidad, muerte, ansiedad, sexo, agresión, etc. explican la visión de imágenes que se relacionan con los rituales de la Noche de Walpurgis y las orgías satánicas, o bien, la brutalidad de la Inquisición.
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