Cambio de rumbo. Sí, hablo para mí. Las prioridades, el entendimiento global sobre lo que me rodea, la evolución de los acontecimientos... Todo ello me lleva a este cambio de dirección en el planteamiento de mis escritos.
Haciendo mi pequeña historia. Hace años escribí una obra de la que me sentía muy orgulloso: "Melodía en las estrellas". En ella vaticinaba la evolución de la sociedad mundial hacia un futuro, desde luego, mucho más feliz del que se presenta hoy ante nuestros ojos. La base era que existía por entonces una nación cuyo imperio (USA), sin pretenderlo, establecía de hecho un orden mundial dado su poderío, pero que en los siguientes años se deterioraría hacia momentos de gran zozobra, que por fin acabarían en una sociedad casi idílica gobernada por prohombres más cercanos a un tipo de filosofía mística que guiaría a los habitantes de la Tierra; lo dicho, un futuro feliz, tan lejos de las siniestras profecías que aparecían en obras como "1984", o "Un mundo feliz" de Huxley.
En verdad que erré, y en fallos gruesos que trastocan grandemente tan prometedores planteamientos.
Evidentemente, factores muy importantes trastocaron mis previsiones. Y es que algunos de ellos han evolucionado en pos de buscar una primacía que yo no acerté a adivinar en lo fundamental. Lo cierto es que se ha visto crecer desmesuradamente el poder tecnológico hacia armas de destrucción masiva, como las termonucleares, la velocidad hipersónica de misiles y aviones, el peligro de las armas biológicas, y hasta el sectarismo ideológico. El Islam representa una de esas fuerzas emergentes que pretende invadirlo todo. Los nacionalismos exacerbados (China, Rusia, etcétera) representan un peligro multipolar basado en las nuevas armas. Epidemias, contaminación global, ¿cambio climático?, son otros factores que enturbian el panorama.
El reloj hacia la destrucción humana completa se ve, por consiguiente, muy cerca del punto final del no retorno.
Así que mi visión actual sobre el destino de la humanidad ha pasado de la esperanza idílica que presentaba en "Melodía de las estrellas", a un pesimismo que en verdad me remueve el alma.
Cierto que el destino individual de cada uno de nosotros está escrito en molde en los avatares de la historia, en nuestra irremisible muerte, pero aspiramos a que todo lo demás que nos rodea perdure (hijos, criaturas, naturaleza, etcétera), el mismo destino del ser humano.
Así que ahora persigo dos metas principales. Una, el enfrentamiento y conocimiento de mi más cercano e indudable destino que representa mi cierta (nuestra cierta) muerte, en la preparación hacia ese indudable destino que para mí representa más una liberación, un acompañamiento a la formidable Potencia que nos dio nuestro existir.
La otra meta tiene que ver con la herencia que dejamos aquí al irnos; lo particular (nuestro entorno inmediato) y lo general, el destino de la humanidad en conjunto. Al ser humanos, nuestros sentimientos nos inclinan a la salvaguarda de nuestra herencia como especie, la salvaguarda de los valores humanos, la estirpe humana, precisamente para que no exista un retroceso en la Evolución. Dentro de esta última el azar tiene una importancia trascendental; desde este punto de vista, es casi un milagro el haber llegado a construir la vida, el ser humano, la mente, el observador que se hace eco de toda la Creación.
Por ello considero totalmente obligatorio el intento de conservar la estirpe humana, lo que ello representa en la evolución de la mente y la vida, y en ello estimo la moralidad que debe hoy prevalecer en nuestra sociedades. Así que visto el caos actual, los peligros que se ciernen sobre la civilización, sobre el devenir humano, mis nuevos artículos se dirigirán prioritariamente a aportar mi granito de arena a la preservación de nuestra herencia humana, en cuanto me sea posible.
Tristemente estamos más cerca de la destrucción, de la hecatombe que de cualquier otro destino más halagüeño. ¡Luchemos para que tales presentimientos no se cumplan!
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