LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (y VII)
Haremos ahora algunas consideraciones acerca de la trascendencia y significado del fenómeno espiritual cristiano.
Hoy no cabe duda alguna de que el cristianismo sufrió la influencia de las corrientes religiosas de su tiempo, así como de anteriores tradiciones procedentes de fuentes distintas, y no sólo la judía. Estas influencias están determinadas por una idea central común a las diversas fuentes: la redención.
A las angustiosas vacilaciones sobre el tema de la muerte en la Antigüedad clásica, se va oponiendo gradualmente la esperanza cierta de la inmortalidad, de una duradera felicidad para quienes así lo merezcan.
El hombre busca la liberación: del ciclo de nacimientos, del destino, etc. Esa liberación se obtiene por el ascetismo; elevado por el éxtasis el hombre experimenta su unión con la divinidad, hasta el punto de su identificación con ella.
Del estudio del misterio de la redención se deduce que dos ideas importantes de la historia de las religiones han partido de Irán. Una de ellas es la idea del juicio del mundo (el juicio final de la Biblia), apuntada inicialmente en la religión de Zaratustra. Otra, que el hombre primitivo era de esencia divina (el Adán de antes del pecado); las almas de los hombres son como fragmentos desprendidos de este hombre primitivo. La elevación del hombre de la corporeidad, vuelve a colocar al alma humana en su residencia celestial. En esto consiste la redención; para alcanzarla, es preciso despertar de nuestro sopor, cuidando en nosotros la chispa celeste.
En el centro de los misterios de la antigua Grecia se encuentra el Dios convertido en hombre. El mito de Dios que muere y resucita (simbolismo de la muerte y renacimiento periódicos de la naturaleza) y el del libertado nacido de una virgen, ya había aparecido en las religiones de misterios (de Atis, Osiris, Mitra) mucho antes de que surgiera el cristianismo.
La piedad cada vez más espiritualizada, característica de la posterior evolución religiosa, no por ello dejaba de provenir de aquellas concepciones arcaicas que aseguraban la posibilidad de la apropiación del dios alimentándose de su cuerpo. La sustancia santa, al penetrar en el hombre, convierte a éste en una encarnación de la divinidad, pudiendo comunicar, entonces, su fuerza a otros por medio de fórmulas sagradas. Son de esas lejanas fuentes místicas de las que deriva en último lugar la doctrina cristiana de la comunión.
Si se añade a esos diferentes elementos los correspondientes a la poderosa tradición judía, se tiene una idea del caldo de cultivo de la primitiva religión cristiana.
El cristianismo de San Agustín bebe en las fuentes del neoplatonismo y el maniqueísmo.
Plotino fue el más ilustre representante del neoplatonismo. Para éste, el fin supremo es el éxtasis, es decir, la residencia del alma en una región donde se alcanza el conocimiento perfecto y la felicidad espiritual. Plotino concibe la belleza de Todo, de un animal, planta u objeto, como la manifestación espontánea e interna de un principio superior. El principio supremo, el Uno, produce, sin alterarse a sí mismo, diversos órdenes de la realidad. Y a través de esos órdenes o grados cada vez más espirituales del ser, nuestro yo busca el Uno, la Unidad. Este movimiento del alma es un verdadero viaje metafísico que lleva más allá de las realidades sensibles, hasta el mismo éxtasis.
El maniqueismo, de amplia difusión, tuvo una importancia singular durante mil años, desde el siglo III hasta el XIII. Su fundador fue Manes o Maniqueo (Manijaios en griego), que nació entre los años 215 y 240 en Babilonia.
Manes fundió los elementos esenciales de las tres grandes religiones que le habían precedido: el Zoroastrismo, el Budismo y el Cristianismo.
Del cristianismo tomó el clero y la organización del culto; del zoroastrismo posterior ya eminentemente dualista adoptó su principio fundamental, el de la eterna coexistencia de los dos poderes opuestos: el del Bien y el del Mal (el Príncipe de las tinieblas, o Satán). El primero, origen y esencia de todo bien, sólo puede engendrar dicho bien, pues era la luz que lo representa; el otro, forma parte de la materia, reina sobre ella, y actúa por su mediación.
Satán es el creador del hombre (no el Dios de la luz), pues éste es un ser corporal con el alma, por ello, pegada en la materia.
Solamente después de la muerte del cuerpo pueden ser elevados a la religión de la luz los elementos que hayan podido desprenderse de la materia; los demás quedan en la tierra dando lugar a las existencias.
Es curiosa la convergencia de ideas budistas y pitagóricas. Por una parte la metempsícosis, por otra la sublimación del alma. Lo que después de la serie de metempsícosis pierda por completo la sustancia celeste, en los "últimos tiempos" reingresará en la masa confusa de la materia; las almas liberadas serán reunidas eternamente en la luz eterna.
Este pensamiento, pues, establece como objetivo la espiritualización progresiva del hombre, del mundo entero y la iluminación. Es, pues, una liberación del alma de los lazos que la unen a la materia, preconizando el respeto por todo lo que, al tener vida, anima la materia. Es, también, un incesante esfuerzo para llegar al conocimiento (copia de la doctrina búdica) y a la perfección moral.
Muchas veces, el advenimineto del Espíritu, no viene reflejado por la belleza de una doctrina, sino por el ejemplo de una vida, de un testimonio: es el caso de Francisco de Asís. Su ejemplo: amor, alegría, pobreza. Para él todas las criaturas del Universo son manifestaciones de la divinidad; de una benévola divinidad, fuente de la vida y felicidad de las criaturas.
Su mística era la sencillez. La belleza sensible que le revelaba la simple contemplación de la Naturaleza, no era para él menos admirable que la belleza espiritual; los sentidos y el espíritu eran una sola cosa. Desde el Sol hasta la lombriz, todo era el suspiro de los seres que viven, sufren y mueren; y es que, tanto en su vida como en su muerte, todos ellos cumplen la obra de Dios.
OBRAS DEL AUTOR
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sábado, marzo 31, 2007
miércoles, marzo 28, 2007
LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (VI)
LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (VI)
Platón es el verdadero desvelador del espíritu.
La aportación principal de Platón es su teoría de las Ideas. Para él, existen dos mundos totalmente distintos: el de las cosas y el de las Ideas. Platón hace hincapié deliberadamente en el mundo de las Ideas, pues, en su opinión, el mundo de las cosas no es sino una desviación imperfecta y precaria de las ideas platonianas, de las formas ideales, las esencias de las cosas. Y es que la idea es preexistente a la cosa, no existiendo ésta sino gracias a aquella.
El mundo sensible está en continuo cambio, es una fuente de perpetua inestabilidad, por contra, el mundo de las Ideas es el de la Perfección eterna y de la eterna Unidad, al que aspira sin cesar el alma del hombre y, de hecho, el alma de todo el Universo. Son, en fin, las esencias formales realidades permanentes, ejemplarizantes, y nuestras percepciones no son más que una apariencia fugaz, una copia imperfecta.
Para Platón, el alma del mundo forma parte de la creación tanto como el mismo mundo, así que, no es este alma el que lo ha creado. Dios delegó esta obra en un demiúrgo, en un obrero divino, en un genio que creó este mundo bajo su presidencia (posteriormente esta idea fue retomada por los gnósticos).
El demiúrgo trabaja como el escultor al elaborar su obra. El escultor se sirve de un modelo preexistente, teniendo originariamente para su tarea una serie de modelos y materia para realizar su obra. Pues bien, los modelos del demiúrgo son las Ideas, los arquetipos de todas las cosas posibles. La materia es la sustancia todavía informe del mundo. Con ambas, el demiúrgo esculpe el mundo de los objetos, creando de este modo el Universo que conocemos.
Para Platón, de esta forma, existen tres planos de la existencia divina. Primero está el Dios inteligible, con sus Ideas eternas, que parecen encontrarse en el mismo plano que él. A este Dios supremo Platón llama también el Viviente-en Sí. Viene después el Dios obrero del mundo, el demiúrgo que acabamos de citar. Por último, está el mismo mundo, puesto que, según Platón, el mismo mundo no es más que un aspecto de la Divinidad. (En el Timeo, considera al mundo como "un Dios sensible; es decir, una copia sensible de Aquel que es inteligible"):
Así, pues, el papel del demiúrgo sería el de conferir la realidad a un Viviente (el Dios sensible o mundo) que sea la imagen del Viviente-en Sí (el Dios inteligible). Dios aparece así con el carácter trinitario que posee en otras confesiones.
El alma del mundo no es Dios, aunque lleva su impronta; el alma del hombre, en tanto que derivación del alma del mundo, contiene también una partícula de lo divino. Pero, habiendo caído el alma humana en el mundo de lo sensible, está encadenada en el cuerpo material. El cuerpo es la prisión del alma. Se necesitan, pues, sucesivas vidas para que el hombre pueda purificar progresivamente su alma. El instrumento o vehículo de esta purificación es el Amor, que eleva el alma en su perpetua ascensión hacia lo Absoluto.
Platón admite que junto al principio de Inteligencia, también se manifiesta en el Universo el principio de la Necesidad. ¡Una vez más, el dualismo que vuelve a relativizar todas las cosas!
No obstante, en esta ascensión del espíritu, fue Platón quien había ido más lejos, quien proclamó la primacía del espíritu tanto en el hombre como en el Universo.
viernes, marzo 23, 2007
LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (V) de la obra "El parto de Dios"
LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (V)
Otra tendencia al monoteísmo es la del orfismo griego. El mito de Orfeo nació en Tracia y bajó hacia la Hélade con el movimiento de los arios hacia mediados del tercer milenio. De hecho los misterios órficos ya estaban asentados en Grecia en el siglo VI antes de Cristo.
El orfismo opone a la concepción un tanto pesimista de la antigua sabiduría helénica, un más allá en el cual tendrán su recompensa los que habiendo alcanzado la purificación, gozarán de la unión mística con la divinidad y una identificación con ella.
Se trata de una religión de salvación y redención que exige un comportamiento moral. La antítesis entre los principios dionisíacos y titánicos opuestos, se va transformando en una antítesis entre alma y cuerpo; el comportamiento moral libera el alma del cuerpo. De esta religión es la idea de la metempsícosis, mediante la cual es posible la purificación del alma a través de varias vidas, obteniéndose así la posibilidad de la unión con Dios, a la identificación con él.
Pitágoras fue un continuador del orfismo, añadiéndole nuevas connotaciones.
Suya es la llamada "mística de los números", que consiste en considerar el número como la base y esencia de las cosas, la expresión del reinado de las leyes generales y universales, que manifiestan la regularidad de la Naturaleza al estar enlazada a relaciones numéricas.
El gran símbolo sagrado de los pitagóricos es la tetraktis. La tretaktis es un triángulo formado por cuatro hileras superpuestas de puntos. En la cúspide del triángulo aparece un punto que simboliza la mónada universal, origen de todas las cosas, la esencia divina no manifestada. Al manifestarse, ante nuestros ojos se convierte en una díada, las clásicas parejas de opuestos: lo claro y lo oscuro, el día y la noche, lo masculino y lo femenino. (Recordemos al Tao de Lao-Tsé y la pareja, opuesta y complementaria del Yin y el Yang). Es, pues, la díada la segunda hilera formada por dos puntos. La tercera hilera posee tres puntos; es la tríada, que simboliza la composición ternaria de macrocosmos y microcosmos: existe un mundo terrestre, un mundo humano y uno divino. También el hombre está constituido de cuerpo, alma y espíritu.
La última fila de puntos, la cuarta, está formada por cuatro puntos y representa la multiplicidad del universo material: los cuatro elementos primordiales (tierra, agua, aire y fuego), los cuatro puntos cardinales, las cuatro estaciones, etc.
Las cuatro series forman en conjunto la década perfecta, símbolo compuesto de la unidad principal que las partes forman con la Mónada universal, origen central y único de donde proceden los demás.
La réplica pitagórica de la doctrina de la transmigración de las almas, se caracteriza por el concepto de pecado, en la caída del alma por efecto de ese pecado. En esta doctrina se cree que el alma es de origen divino, y la tierra es indigna de ella; el cuerpo es la cadena o prisión de este alma. La propia culpa ha precipitado a esta última desde el cielo hasta esta vida terrena, así, pues, debe sufrir el arrepentimiento, purificarse para volver a su antigua morada divina. Pero, la doble naturaleza del hombre, su herencia titánica y el elemento dionisíaco que emana del mismo Dios, prolonga la expiación del alma, impidiéndole alcanzar la redención final en tan sólo una vida. Se impone, pues, una larga serie de nuevos nacimientos, para que esta expiación sea más completa. Entonces, se cierra definitivamente para ella el ciclo de nacimientos, y su espíritu puro vuelve a ocupar el lugar del cielo de donde había caído.
Es así como aparecen las reglas de la vida, consecuencia de esta preocupación moral. Los Versos Áureos son algunos de estos preceptos.
viernes, marzo 16, 2007
LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (IV) , de la obra "El Parto de Dios"
LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (IV)
La otra gran religión india y china es el Budismo, la creación de Buda, el Bodhisattva Shakyamuni (el sabio de los shakyas) que a la edad de treinta y cinco años alcanza la iluminación, la inteligencia suprema, el Bodhi.
En el budismo original, la transmigración, como creencia de la supervivencia de un alma personal, persistente a través de sus avatares, es ajena al mismo. Por el contrario es la transmigración de las causas y los efectos que dan lugar a linajes de seres sucesivos, sin lazos permanentes que los liguen uno a otro, lo que el budismo original afirma. Es por ello por lo que la causalidad búdica no tenía nada de categoría moral, era un mecanismo universal de carácter automático.
La predicación fundamental de Buda está cimentada en las "cuatro verdades sublimes": 1ª) Toda vida es dolor; 2ª) El origen del dolor es el deseo; 3ª) La liberación del dolor se obtiene mediante la cesación del deseo; 4ª) El camino que conduce a la liberación del dolor es la senda de los ocho ramales, a saber: la visión recta, el juicio correcto, la palabra correcta, la acción correcta, la justa vocación, la energía bien empleada, la memoria correcta y la correcta meditación.
Buda ("aquel que es totalmente consciente") nació alrededor del año 560 a.C. con el nombre de Siddharta Gautama. Fue, más o menos, contemporáneo de Heráclito y Pitágoras, de Zoroastro, de Lao-Tsé y del profeta jain Mahavira.
Los libros sagrados budistas proporcionan el contenido de lo que los mismos budistas denominan globalmente la Triple Canastilla o Tripitaka. De las tres partes, una es la de las predicaciones, o sutras; otra, la de la ciencia, o vidaya; y la tercera la de la metafísica o adhidharma.
El nirvana, término que literalmente significa la extinción, es un estado imaginario definitivo del ser y meta suprema del Buda.
No se trata de una extinción corporal, pues, subsiste el hecho de que el nirvana búdico y la muerte física no coinciden necesariamente, puesto que, para el budista, el hombe puede alcanzar el nirvana mientras todavía vive. En el momento de su muerte, se producirá el pari-nirvana, o el nirvana total, como fue el caso del mismo buda. El resultado: ninguna nueva vida podrá resultar de esta vida perdida; se ha encontrado la redención definitiva.
Según William Mackenzie: "la redención preconizada por la doctrina búdica original sólo se prestaría a ser interpretada lógicamente, en mi opinión, como una liberación progresiva, no de las personas, sino del Universo, concebido como un ser viviente global".
La doctrina de Buda ignoraba la noción de Dios, por ello el Mahayana o "gran vehículo" (el budismo primitivo se llama Hinayana o "pequeño vehículo") introduce la idea de Dios en el sistema. El teísmo búdico especula sobre la idea de que la aparición de un Buda terrestre procede de una realidad oculta, eterna, transcendente, de la cual por emanación provendría el propio Buda. El desarrollo de este pensamiento desemboca en un dogma trinitario, el Trikaya. Éste, llamado del "triple cuerpo", tiene por única base el bodhi, el conocimiento, del que el Mahayana hace un principio metafísico que puede manifestarse bajo tres aspectos diferentes. El primero es el del ser único y verdadero del mundo impregnador de todas las cosas, sustancia eterna e indestructible, oculta traslas apariencias perecederas.
Cuando esta sustancia surge y toma forma dentro de la evolución del mundo, da lugar al segundo aspecto del Trikaya, la aparición de Buda. El Buda histórico sería el último ejemplo de tales apariciones. Otros Budas le sucederían, hasta que al final de los tiempos, tenga lugar la encarnación de un Mesías, de Maytreia, que traerá a los hombres la redención y la salvación eterna.
El tercer aspecto del Trikaya es la forma bendecidora y benefactora del Bodhi (parecido al Espíritu Santo cristiano), que por la intermediación de Buda actúa sobre los creyentes asegurando la salvación de la comunidad.
Y aparece la doctrina del Bodhisattva. Shiddarta Gautama era ya bodhisattva (antepenúltima etapa para convertirse en Buda) antes de alcanzar el bodhi, el conocimiento, para convertirse en Buda. Muchos bodhisattvas renuncian voluntariamente a recorrer la última etapa que les llevaría a Budas, permaneciendo como bodhisattvas, por su infinita compasión por los sufrimientos de los hombres, socorriendo durante mucho tiempo y de todas las formas posibles a los seres vivos, haciéndose así protectores de los hombres (si por el contrario, se transformasen en Budas, en el Nirvana cesaría toda existencia y por tanto su actividad). Así, estos bodhisattvas vivirían en los cielos, entronizados en la gloria divina, en torno a un Buda, cual un Dios rodeado de sus santos. Su compasión hace que los bodhisattvas abandonen el cielo y aparezcan en la tierra, encarnados de diversas formas, cual ángeles salvadores.
Con todo ello el budismo se ha hecho una religión profundamente humana, basada en el amor y la compasión.
La doctrina del Mahayana favorece una inclinación hacia el mundo, recomendando una lucha desinteresada contra el mal. Contra el principio negativo y pesimista del mal (doctrina primitiva), se alza el principio opuesto del bien.
El budismo tibetano emana del Mahayana profesado por una escuela del norte de la India llamada Tantra (la regla, el ritual). Dentro de las prácticas populares del tantrismo aparecen la magia y los milagros, la autoridad de los sacerdotes, el erotismo religioso y las fantasías supersticiosas. Este budismo tibetano acabó afianzándose sobre unos cultos indígenas de la naturaleza y los espíritus.
Mas no fue la doctrina búdica en sí misma la que permitió sobrevivir al budismo durante más de dos mil años, sino la personalidad de Siddartha Gautama, dotada de una convicción profunda y una inigualable fuerza de sugestión, la de un verdadero maestro.
domingo, marzo 11, 2007
LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (III), de la obra "El parto de Dios"
LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (III)
A continuación nos adentraremos en el mundo de la antigua China.
En el famoso libro de las Mutaciones o Yi King se presenta ya la conocida pareja de los dos conceptos del Yin y el Yang. El Yin o principio femenino y el Yang o principio masculino. Hay un solo principio cósmico que no puede manifestarse sino bajo dos formas antagonistas, de donde sale la vida en sus infinitas formas.
El mundo chino es esencialmente unitario, pues, tras la dualidad de los fenómenos, busca la unidad del ser. En el Yi King esta unidad principal es llamada "La gran Cima".
El Yi King es un libro de sabiduría y adivinación, atribuido al legendario soberano llamado Fu Hi. Consiste en una recopilación de 64 hexagramas o kuas que describen el conjunto de las situaciones existenciales que resultan de todas las combinaciones posibles del Yin y del Yang, aplicables tanto al hombre como al cosmos. Cada kua o arquetipo produce seis rasgos constitutivos, que son como la evolución de esa situación existencial, desde su germinación en lo invisible, su paso por el mundo visible y su nueva disolución en lo invisible.
El Yi Kig alimenta a las dos grandes corrientes del pensamiento chino, la taoísta y la confucionista.
Lao-Tsé fue el fundador del taoísmo. Su libro Tao Te-King significa el libro de Tao y su virtud.
El Tao es un principio supremo, único y misterioso, oculto tras las múltiples apariencias de las cosas; de él habrían nacido todas ellas.
Según el Tao Te-King: "El Tao ha producido el uno; el uno ha producido el dos; el dos ha producido el tres; y el tres ha dado la vida a todos los seres".
La doctrina de Lao-Tsé es revolucionaria e individualista. Sitúa a la persona humana frente a la esencia del Universo, haciéndole comprender que todo, hasta ella misma, deriva de esa esencia única a la que retornará posteriormente.
Para Lao-Tsé el Tao es el ser y al mismo tiempo el no-ser, puesto que el ser es movimiento y devenir, mientras el Tao es en sí inmovil y desprovisto de toda acción. El Tao, pues, actúa continuamente, pero sin intención concreta, de forma inmanente, desplegándose a través de todas las cosas, pero sin voluntad dirigida hacia un fin. De esta forma no se limita las manifestaciones espontáneas (¿azar?) de la Naturaleza, que necesitan, para afirmarse y desplegarse, la libertad.
El profesor Marcel Granet (en "La Pensée Chinoise"), según William Mackenzie, emparenta la idea china del Tao con la noción de Mana de la civilización melanopolinésica, que expresa igualmente la idea de una esencia o potencia difundida por todas partes, igual a sí misma pero engendradora de la variedad innumerable de las cosas.
miércoles, marzo 07, 2007
LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (II), de la obra "El parto de Dios"
LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (II)
Pasemos, ahora, a hacer nuestro recorrido en pos del espíritu en otra región de onda tradición religiosa: la India.
Pasemos, ahora, a hacer nuestro recorrido en pos del espíritu en otra región de onda tradición religiosa: la India.
Veda significa el saber, la sabiduría (en lengua védica). La India ha producido tres libros sagrados, resumen de esta sabiduría: el Rigveda, destinado a la recitación, el Samaveda, dedicado al canto, y el Yajurveda o conjunto de los preceptos litúrgicos. Posteriormente se unió a estos tres libros el Atharveda, surgido del pueblo y que está compuesto por una masa de creencias, usos y costumbres populares.
El más venerable de todos ellos es el Rigveda redactado en verso y que significa precisamente la sabiduría de los versos. Los himnos del Rigveda estaban dirigidos a los dioses por chantres, rishis o videntes. Estos dioses residen en la bóveda celeste, en la atmósfera o en la tierra. Entre los dioses del cielo destaca especialmente la divinidad que personifica la aurora, llamada Ushas, y que significa "la Espléndida". Otro dios importante es Surya, el Sol, esposo de Ushas, y servido por los gemelos Asvins, los caballeros del cielo. A continuación figuran Mithra y Varuna. Según la interpretación naturista Varuna (el Uranos griego) es la personificación de la bóveda celeste, y es el señor del orden cósmico. Mithra es el amigo de los hombres, protector de la fidelidad, fiador de los contratos.
Entre las divinidades de la atmósfera destaca Indra, el más popular de los dioses védicos, el dios nacional. Es el dispensador del agua fecundadora, la luz, la victoria sobre los enemigos, y también la divinidad de la tormenta.
Los dioses del linaje terrestre están encabezados por Agni, el par del Atar avéstico (la latina Ignis), la cabellera de oro que lo devora todo; como el Sol, pone con sus rayos en fuga a las tinieblas, con sus llamas tiende a lo alto.
Sólo otro dios rivaliza con Agni, el dios Soma, que era un jugo vivificante, tónico, capaz de embriagar, extraído de una planta que crecía en las montañas. Fue el resultado de la tendencia a la personificación de la fuerza vital y mágica contenida en el Soma. El papel de Agni consiste, principalmente, en llevar a los cielos celestes el soma que los hombres le ofrecen.
Un libro del Rigveda, consagrado a Soma, habla del toro mugidor que afila los cuernos, el ave veloz que sobrevuela los bosques, el habitante de las montañas, el médico que cura a los ciegos. (El mito del Dionisios helénico, entonces, se ve parcialmente desvelado, como mito ario, que descendió a Grecia por la Tracia, y a la India por el Indu-Kush, ya que el dios Dionisios era apodado por los griegos de "tauriforme", "montícola", "arboriforme", "curandero").
El politeísmo védico, no obstante, no contradice al Dios único, es decir, al verdadero monoteísmo que lleva dentro.
Un himno rigvédico consagrado a la palabra nos dice. "Se habla de Indra, de Mithra, de Varuna, de Agni; y sin embargo, Él solo, Aquél que es Uno, es la divina ave de bellas alas. Aquél que es Uno, es, pues, designado por los poetas con diversos nombres: Agni, y todos los demás, pero Él sigue siendo siempre Aquél que es Uno".
Y otro himno más:
"¿A qué dios -exclama el poeta en este himno- deberemos ofrecer nuestros sacrificios, si no a ese Dios único y solo, que en el comienzo creó a todos los seres? Verdaderamente, en el origen engendró la amplia extensión de las aguas que contenían todos los gérmenes, y él mismo renació en estas aguas con un germen de oro, al mismo tiempo que realizaba el sacrificio para convertirse en el único Dios de los dioses, y hasta en su espíritu vital.
La inmortalidad y la muerte son el reflejo de ese Dios: todo cuanto vive y todo cuanto muere lo reconocen como único rey. Ante sus leyes, que son leyes de verdad, todo se inclina, hasta los dioses; es él quien, extendiendo los brazos, ha marcado los límites del mundo; abarca todo cuanto está creado y, fuera de él, nada puede existir en el Universo".
Entonces, todos los demás dioses rigvédicos serían la expresión de atributos, o de manifestación, de este Dios único.
El pensador hindú Sri Aurobindo nos da una interpretación moderna de los símbolos ocultos que en realidad encierran los Vedas.
Concluye que el Rigveda no es otra cosa que la glorificación de la luz espiritual que emana del Dios único, y que hace que nos aproximemos a Él.
La luz es el leit motiv que domina en el Rigveda: la Aurora y el Sol en el Cielo, Indra en las nubes, Agni en la tierra.
El Rigveda nos dice: "Nuestros padres han hallado la luz oculta; por la rectitud espiritual han hecho nacer la Aurora". La Aurora, nacida del pensamiento iluminado, no es otra cosa que la Verdad. Y es que Ushas significa tanto la Verdad como la Aurora.
También el Asha avéstico significa la Verdad. La griega Atenea era al mismo tiempo diosa de la sabiduría y de la aurora, y el dios Apolo, así como Orfeo eran cantores divinos y videntes que elevaban el hombre en pos del espíritu, de la verdad. La luz y el conocimiento parecen relacionados desde antaño. ¿No se dice de Budha, el Gran Iluminado, el conocedor de la verdad?
William Mackenzie en su libro "Las Grandes Aventuras Espirituales" dice: "La verdad abre a la luz espiritual el entendimiento del hombre; sus rayos o fulgores son el anuncio de Dios"...
Agni, puesto de manifiesto por la llama, simboliza la fuerza de la conciencia divina, de la verdad suprasensible y espiritual. Indra es el conocimiento de Dios que se revela al hombre, liberando en él los rayos de la luz espiritual.
Los Vedas revelarían, pues, una antiquísima tradición aria, una tradición de milenios portadora de verdades de todos los tiempos, que emanan de la única Fuente, impregnada del Espíritu único.
viernes, marzo 02, 2007
LA AVENTURA DEL ESPÍRITU I (De la obra "El parto de Dios")
LA AVENTURA DEL ESPÍRITU (I)
Zaratustra (el Zoroastro griego), fue el gran reformador de la religión naturalista del antiguo Irán.
Zaratustra (el Zoroastro griego), fue el gran reformador de la religión naturalista del antiguo Irán.
El mérito de Zaratustra fue proclamar la existencia de un Dios único, transformando la religión nacional de Irán en religión de tipo universal, al cual despojó de toda huella de naturalismo original, colocándolo en un plano netamente espiritual. El Dios único Ahura Mazda (Ormazd u Ormuz) fue adorado como creador único de todas las cosas, tanto las buenas como las malas, del espíritu bueno y del espíritu maligno. El buen espíritu se llamaba spenta mainyu; el malo, angra mainyu, que por contracción se transformó en Arimán.
Zaratustra no vaciló en colocar a su Dios, Ahura Mazda, del lado del bien, declarando la guerra al mal. Zaratustra afirma el valor de la vida, invitando a todos los hombres a luchar al lado de Ahura Mazda para que la vida se haga cada vez mejor, y para que al final de los tiempos, el poder de Dios destruya los últimos vestigios del mal, asegurando, así, definitivamente a los fieles la dicha eterna.
Ahura Mazda es el Espíritu puro, el Padre Universal, que existe antes del nacimiento del mundo, y de Él emana el mundo, guiado por Él mismo, gracias a la intersección del Espíritu Santo -spenta mainyu- quien perpetuamente desea el bien. Pero, sin cesar ese buen espíritu se ve contrarrestado por la acción de su antagonista, hermano gemelo, el Espíritu malo, angra mainyu (Arimán). Desde el principio del mundo, el espíritu maligno es proscrito por el bueno, y encerrado en el Infierno, dedicándose continuamente a acechar a los hombres para desviarlos de las buenas acciones deseadas por el Espíritu Santo y el Supremo Señor Ahura Mazda.
Para la secta zoroástrica de los zervanistas, el Dios eterno no sólo es omnisciente (conoce todas las cosas reales y posibles), sino que posee la potencia infinita el Tiempo sin límites llamado Zervan-Akarana. De él proviene todo y vuelve a entrar en él en su momento. A Ahura Mazda, Dios de la Luz y de la Virtud, manifestación de Zervan en el mundo, se le opone el principio opuesto del Mal, Arimán. Zaratustra colocó a casi todos los antiguos dioses de la religión naturalista primitiva de los arios, llamados daevas, como demonios, bajo las órdenes de Arimán, y entre ellos, significativamente a Indra, dios de la guerra. Por contra, los arios idianizados conservaron esos dioses, llamándolos devas, a la vez que hacían demonios a los ahuras o señores de los iranios.
No obstante, Zaratustra, conservó a Atar (debido a su fuerte arraigo en el espíritu de la nación), dios del fuego, como un buen espíritu sometido a Ahura Mazda y, en cierto modo, como su símbolo viviente. En el libro sagrado del Avesta, también figura como buen genio Mithra, dios de la luz, de la armonía y de la felicidad de los contratos. Por encima de los veintiocho yazatas o buenos genios que figuran en el citado Avesta se encuentran seis personajes, amesha spenta, los santos inmortales, y también dos ángeles. Los seis personajes representan los atributos esenciales del Dios Supremo y único: el Buen Pensamiento, la Soberanía Absoluta, el Orden Excelente, la Benéfica Piedad, la Perfección y la Inmortalidad. Los dos ángeles son: el genio de la Obediencia, y el Defensor de los animales.
El ángel defensor de los animales, es la afirmación de los valores de la vida, que se extiende hasta los mismos hermanos inferiores.
La moral de Zaratustra está basada en la pureza y sinceridad, la santidad, el horror a la mentira, la oración, la caridad y la benevolencia. Son pecados: la impureza, el robo, la hipocresía, el orgullo, la envidia, las injurias, las querellas, la malidicencia y la calumnia.
Las virtudes del hombre se resumen en un estado llamado Asha, que significa algo así como: la verdad, el orden y la virtud.
Según el Avesta, tres días después de la muerte del hombre, el Gran Clasificador pesa en una balanza (simbólica) las buenas y las malas acciones. Si pesan más las buenas el alma sube a las regiones celestiales de Ahura Mazda, donde se reúne con su propio principio espiritual y trascendente eterno. Si pesan más las malas acciones el alma es precipitada al abismo donde sufrirá los tormentos del infierno.
Sin embargo, ni paraíso ni infierno son eternos en la doctrina de Zoroastro, pues, al final de los tiempos habrá una conflagración universal, los cuerpos resucitarán y se unirán a sus almas. Un torrente de fuego purificará las almas de los condenados, con lo que el universo entero quedará purificado y renovado por el fuego.
Aparte de la efímera tentativa del faraón Akhenatón en Egipto, le cabe a Zaratustra con Moisés el honor de ser los precursores de las dos grandes ramas monoteístas que aún viven en el mundo. De Moisés arrancan las tres grandes religiones monoteístas actuales: cristianismo, islamismo y judaísmo. Al monoteismo de Irán descendiente de Zaratustra solamente le queda en la actualidad la comunidad parsis de Bombay, no obstante no deja de ser notable la vitalidad de su idea monoteísta. Los continuadores de Zaratustra acabaron unificando a Ahura Mazda y el espíritu bueno surgido de él, así que éste quedó enfrentado en adelante solo frente a angra mainyu, Ormuz frente a Arimán; así nació la religión dualista.
La influencia de Zaratustra fue enorme en otros cultos como el mitraismo, el gnosticismo y el maniqueísmo.