Es preciso recordar que la representación "directamente" no verifica su acción (lo que sólo ocurriría, tal vez, en los organismos más inferiores), sino que primero pasa por el "ciclo cerebral", con la posible y casi segura transformación y evolución en la "representación elaborada", que esa sí "será puesta" en el "disparadero" de la acción, es decir, en el último subsistema del cerebro del que parte la "orden", "decisión" o "localización" para que la acción se lleve acabo.
No voy a extenderme más sobre esta cuestión, evidentemente de un notable interés. Prefiero, ahora, continuar con el tema sustancial de la obra "Superego", que es el mecanismo de actuación, y la construcción del propio súper yo.
He estado relatando en sucesivos artículos, pues era fundamental para la exposición, el modo cómo las ideas gobiernan los cuerpos y no el yo ni la propia voluntad. Acabamos de ver ese proceso de la "acción de la idea", es decir, la inevitabilidad de la acción -su autonomía-, aún en contra de nuestra voluntad, pues bien, recordemos en este momento la importancia de las técnicas del pensamiento positivo, que no sería más que la realización práctica de tales principios.
Una vez conocido el poder de las "ideas accionales", vamos a estudiar su incidencia, que entrevemos fundamental, en la "construcción" del súper yo.
Apuntaba en los prolegómenos de la obra "Superego", intuitivamente, la idea básica de que el súper yo, que comprendería todo lo que supera al hombre, a nuestro yo (incluidas las ideas nobles como solidaridad, etc., y el mismo concepto religioso, también el de dios), es una creación humana: ¡Es una creación de nuestro cerebro, que termina por dominarnos! Su pretendido "dominio" se explicaría por el mecanismo anterior de las "ideas accionales"... Ahora bien, ¿qué hacen esa ideas, con su "potencial peligro" de dominación, en nuestro cerebro? ¿Qué o quién las ha introducido?
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