OBRAS DEL AUTOR

viernes, noviembre 30, 2007

EL PAPEL DEL INCONSCIENTE EN LA FORMACIÓN DEL SER (II)

EL PAPEL DEL INCONSCIENTE EN LA FORMACIÓN DEL SER (II)

Es fácil confundir consciencia con inteligencia, mas no olvidemos que el inconsciente puede ser muy inteligente.
Como para la comunicación "extrasensorial" debemos acudir al inconsciente, lo que equivale a salir hacia afuera de nosotros mismos, perdiendo nuestro sentido de lo real (lógica espacio-temporal conocida), en cierta forma parece un contrasentido abandonar aquello que tanto ha costado, la consciencia, para volver a la inconsciencia.
Se nos imagina que, tal vez, este tipo de inconsciencia "posterior" y siguiente a la consciencia no sea del mismo "orden" que la primitiva. Quizás, sí goce de las mismas prerrogativas que la inicial o primitiva, pero, aparte debe existir otra diferencia de matiz que represente realmente una evolución en la perfección. ¿Habría que buscar esa diferencia de matiz en una nueva facultad emergente cual el amor?
El amor, que no sea hacia sí mismo, es lo contrario que adivinamos en una criatura egoísta (encerrada en sí). Parece que una condición necesaria para ese amor es la "apertura" hacia afuera, hacia el campo ampliado del inconsciente, por eso, la inconsciencia posterior a la consciencia ¿no sería una condición necesaria para el ejercicio de ese amor?
El inconsciente primitivo tendría naturaleza, pero no verdadera libertad. La libertad verdadera se crearía al constituirse el "yo".
A partir del logro de la conciencia es posible ya el ser provisto de naturaleza y libertad (la criatura humana).
La supuesta ausencia del "yo" animal, que no la naturaleza y unicidad que alienta a todo ser vivo, nos hace preguntarnos: ¿Qué ocupa el lugar del "yo" en el animal?, o, acudiendo al símil del hipnotismo, ¿quién hace las veces del hipnotizador en este caso?... Es interesante, antes de seguir, apuntar la posibilidad de "influencia" humana sobre dichos animales, a través de algún método, para orientarles o guiarles en algún sentido determinado.
El "pseudo-yo" animal o eje de su jerarquización estructural psíquica, quizás resida en el principio de conservación; aparte de este sentimiento (instinto) básico que anida en sus entrañas, el animal no debería sentir o ser consciente de su propia naturaleza, es decir, de sí mismo (esta ensayo fue escrito por el autor en el año 2000). Los distintos sentimientos del animal le parecen ajenos a su capacidad de elección (consciencia de lo ajeno, no de sí mismo).

domingo, noviembre 25, 2007

EL PAPEL DEL INCONSCIENTE EN LA FORMACIÓN DEL SER (I)

EL PAPEL DEL INCONSCIENTE EN LA FORMACIÓN DEL SER (I)


El hecho de que las rutinas acaben siendo inconscientes, nos hace imaginar que gran parte del inconsciente en el pasado ha sido consciente. Es decir, a lo largo de un proceso temporal el inconsciente se habría incrementado a costa de antiguas rutinas inicialmente conscientes. ¿No tendrá que ver algo el hipnotismo con esto?... Y es que este último nos hace ser conscientes, o estar pendientes del "objeto" indicado por el hipnotizador, olvidando todo lo demás, a veces, al parecer, hasta el sentimiento de nosotros mismos, de nuestro "yo". ¿No sería el animal una especie de ser hipnotizado, despierto para la acción pero, sin embargo, no consciente de sí mismo, o sea, de su propia naturaleza?
La critura humana ha logrado el más fundamental hito: "Encontrarse a sí mismo". El hombre aparece instalado en su "mismidad", quizás demasiado cómodamente, pues se ha acostumbrado a olvidar muchos de los campos de su actividad consciente para trasladarlos a su inconsciente. El inconsciente se muestra, en multitud de ocasiones muy inteligente, como reflejo de aquellas antiguas actividades otrora perfectamente ensayadas y estudiadas en el pasado por la consciencia.
Pero, ¿el inconsciente engloba sólo recuerdos de un "pasado" consciente, o acumula, también, aspectos que proceden de otras esferas? ¿Quizás del futuro?
Creemos que el inconsciente es nexo de unión entre una conciencia sometida al reinado espacio-temporal físico o material y el universo sin límites fuera del espacio y el tiempo. El inconsciente abre a la consciencia la posibilidad de escudriñar en un universo que le es extraño y desconocido: el universo de lo inmaterial o espiritual.
Las criaturas inmateriales se comunican de una forma no física, en este sentido podríamos hablar de "extrasensorial", aparte, por supuesto, de la sometida a los sentidos, única que puede "comprender" nuestra consciencia espacio-temporal. Esta comunicación fuera del tiempo (del espacio-tiempo) está en el dominio del inconsciente, por ello la información obtenida por esta vía no puede ser usada o manejada conscientemente. (Un método útil para obviar este inconveniente, sería relajar dicha consciencia de forma que nos olvidáramos de nosotros mismos, por ejemplo).
La conciencia, fantástico adelanto de la naturaleza, es un inconsciente replegado sobre sí mismo, que en vez de fijarse fuera lo ha hecho "dentro" de sí.

martes, noviembre 20, 2007

SOBRE EL "YO" Y LA CONCIENCIA (y II)

SOBRE EL "YO" Y LA CONCIENCIA (y II)


Existe una ley de obtención del máximo de emociones positivas al "sentir" a los demás seres; así se explicaría la Evolución (por supuesto, aparte del azar).
Al conocerse a sí mismo (a través de "lo otro"), el ser se convierte en sumidero de sí mismo, sintiéndose, entonces, a sí mismo.
Un mismo ser (naturaleza) actúa toda la vida: ser nacido de la variabilidad de la materia. Es decir: ser único, naturaleza única, pero cuerpo múltiple (variable).
La mente sirve para discernir y analizar los problemas, pero no decide; quien decide es el "alma" (naturaleza). Ahora bien, el alma se creó al decidir.
Un consejo muy importante en cuanto a nuestra forma de actuar: "Hagamos aquello que nos conduzca a lo que queremos ser, y no hagamos, tan sólo, aquello que "sentimos". (Los sentimientos son útiles en cuanto que nos dan información de las cosas).
El "poso" del conocimiento evolutivo "obtiene instintos". El "querer" conocer conduce a Dios.
Y nuevas formas de conducirnos en nuestra vida. Debemos romper la ignorancia en lo divino, pero, ¿cómo se progresa en esa dirección? Hay libertad para "querer" más o menos buscar a Dios. Aquí reside todo el significado profundo de nuestra vida.
El ideal consiste en renunciar a cada una de las parcelas del "yo" propio (sentimientos animales), sustituyéndolas por el "instinto" de amar a Dios. Pero, es fundamental no renunciar nunca a nosotros mismos sin previamente ofrecernos a Dios (la renuncia propia es un "abrirse" al camino que brota de nuestras entrañas en la dirección del Norte divino -naturaleza "transida" del amor divino, en busca de la identificación con la Criatura Suprema-).

viernes, noviembre 16, 2007

SOBRE EL "YO" Y LA CONCIENCIA (I)

SOBRE EL "YO" Y LA CONCIENCIA (I)


El "yo" cabalga sobre el presente.
Los sentimientos actúan sobre la naturaleza del ser (presente-pasado-futuro). El "yo" debe "indagar" en el pasado y en el futuro.
La consciencia es la aplicación de la naturaleza (voluntad) sobre el presente; de ahí nace la acción.
El "yo", como expresión de la voluntad de la naturaleza, pertenece al pasado-presente-futuro, por ello si el "yo" vive exclusivamente en el presente se evade de su verdadera naturaleza. Y es que el sentimiento momentáneo, es decir, en el presente, sólo produce el efecto de disminuir el radio de acción del "yo", apareciendo angustia e incomodidad.
La voluntad humana es la acción del "yo" sabiéndose sujeto activo y pasivo de dicha acción.
Quizás, sería conveniente utilizar el vocablo "yo" para cuando existe voluntad e intencionalidad, y en los demás casos hablar de sujeto. Sujeto sería "aquello" que realiza una acción ya sea de forma consciente o inconsciente, con voluntad o sin ella.
Si existe sujeto existe una determinada libertad de acción en un cierto campo sobre el que actúa dicho sujeto.
El sujeto sólo se transforma en "yo" en el hombre, es decir, cuando puede hablarse de una voluntad verdadera (ser consciente de ese propio "yo").
Sujeto y conciencia no caminan siempre juntos, pues el sujeto puede ser consciente o inconsciente.
El ser inmaterial "conoce" a los demás seres inmateriales, puesto que es "sumidero" de los demás seres inmateriales (no de él mismo).

domingo, noviembre 11, 2007

TEILHARD Y LA MÍSTICA (y V)

TEILHARD Y LA MÍSTICA (y V)


Nuestros precursores, esos hombres santos que nos han precedido, Buda, Jesucristo, Mahoma, Zaratustra, etc. serán nuestros cicerones en ese campo celestial que nos está esperando.
El "Mundo", ese intervalo temporal en el que se desenvuelve la estirpe humana y las de las demás criaturas vivas, necesariamente no debe ser el caldo de cultivo de la "maldad"; simplemente, el primitivismo de nuestro grado evolutivo presente, reflejo claro de nuestra baja "moralidad", es el verdadero responsable de nuestro entorno. Pero, esa no es nuestra verdadera naturaleza: ¡hemos sido creados para heredar y compartir ese reino celestial con nuestro Padre, ese reino en el que toda sombra del Mal ha desaparecido!
El Amor es el alimento imprescindible de nuestra naturaleza, es el agua bendita que limpiará nuestro espíritu, que permitirá la "correflexión" autotransformadora por la que el "yo" empezará a descubrir al "tú", el uno al otro, la solidaridad que hará posible la Noosfera, "la malla que paulativamente cubrirá la Tierra", y que hará mayúscula la "h" de Humanidad, haciendo posible que toda ella, la estirpe humana, se incorpore al papel que tiene reservado en la Unidad Suprema. Es el Amor la argamasa de todo el proceso, ese Amor al prójimo que le traspasa para incrustarse en el mismo Dios.
No es malo que el hombre se ame a sí mismo; por el contrario, el mayor amor a sí mismo supone un mayor amor al "otro", pero ambos amores han de ser equivalentes, y en dirección al Padre.
La autocreación requiere un salir de sí, buscando el propio ser en el espejo de los demás. Ese encuentro con nuestra propia imagen es una labor de creación, de creación de nuestro propio ser. El Padre también se autocreó a través de sus hijos, nosotros; su propia creación requería de la existencia de lo "otro" externo a Él, de las otras criaturas, sus propios hijos. El Amor que puso en esa obra, es el Amor con que sus hijos deben correponderle, como una muestra de agradecimiento a la "donación" de su ser.
La vacilación de la criatura humana en su episodio temporal, nace de la Nada, esa Materia de la que partió pero a la que, ya , su naturaleza le es ajena. ¡Desembarazémonos de esa "muda" del pasado, recubriéndonos de la nueva piel que deja entrever nuestro cuerpo glorioso! ¡Somos partículas pertenecientes al Cuerpo Místico de Dios, del Ser Supremo, del Padre!... Ese Amor que profeses hacia Él es explosivo, se acrecienta exponencialmente, dando el ciento por Uno; ya no serás el mismo, desembocarás estrepitosamente en el nuevo Horizonte, despeñándote hacia el océano inmóvil de la dicha y la calma eterna en la que todas nuestras ansias, que parecen infinitas, serán totalmente saciadas.

lunes, noviembre 05, 2007

TEILHARD Y LA MÍSTICA (IV)

TEILHARD Y LA MÍSTICA (IV)


A la energía del cosmos, el padre Teilhard la identifica con el amor. Cuando las personas acceden a la cumbre del Ser Personal, no disminuyen su onticidad, como piensan los panteístas, diluyéndose en el ser divino, sino que acentúan su autoposesión.
Para el padre Teilhard el Espíritu es un fenómeno, y gracias al Espíritu, el Universo desde su origen hasta el presente, cobra una nueva fisonomía, la de la coherencia.
La Evolución es la energía que transforma el fenómeno a lo largo del tiempo y el espacio. Pero la concepción dinámica del ser que preconiza el padre Teilhard tiene que ser armonizada, por encima de cualquier otra cosa, con la ontología del ser creado.
El factor tiempo, para Teilhard, se ha incrustado en el esencia del ser, dotándolo de movimiento, de energía.
La energía cósmica, centralizada en el hombre, tiende hacia el Pleroma o unión ultraenérgica con lo Uno, pero sin posible confusión, puesto que el Punto Omega absorbe, sin diluirlo, lo personal, a través de un movimiento, de una energía, de las cosas, el hombre hacia el Omega; movimiento al que llama "amor". Amor que consiste en un mirar de todos, la Humanidad, en la misma dirección (Punto Omega).
Teilhard nos dice que el Autor de la creación es Dios, por lo que en este sentido, es el Alfa. Pero también Dios es la culminación de la Evolución, el Omega. Es, pues, Principio y Fin. Así que, el Mundo es lo que queda encerrado en ese "entreparéntesis" que es Dios.
El tiempo aparece, así, como el nuevo "demiurgo" de un crecimiento permanente, gracias a la integración que de él hacemos. Nosotros mismos lo incorporamos como duración, en el curso de nuestra vida.
La concepión cósmica global de Teilhard de Chardin, pues, es la de un Universo en continuo crecimiento o enriquecimiento ontológico, evolucionando apoyándose en el substrato de su estructura atómico-molecular, y centralizado y dirigido en y para el hombre respectivamente. Humanización del cosmos o cosmización del hombre, quien da al primero el sentido direccional ascendente que marca el itinerario del Alfa al Omega.
La visión de Teilhard, que parte de sólidas bases científicas, se introduce, sin solución de continuidad, en el mismo campo de la Metafísica.
La imagen sublime del universo teilhardiano entroncado en el mismo Dios posee un indudable atractivo. La Materia, la Nada (sin "espiritualización" alguna) se va empapando del Espíritu, en su lento camino hacia la Unidad Suprema. Sería indiferente para el propósito que existiese un ciclo del Universo o infinidad de ellos tras una serie de secuencias muerte-resurrección o destrucción-creación, puesto que en cada uno de ellos la materia del principio del ciclo, falta del Espíritu, se iría espiritualizando hasta el ocaso del ciclo que coincidiría con la máxima unidad-conciencia; la fenomenal fuerza de la materia espiritualizada en el cenit podría provocar la autodestrucción que hiciera posible un nuevo renacimiento, colaborando, así, en el continuo acrecentamiento de la Unidad Suprema, eterna, intemporal, infinita, sin límite, infinito de todos los infinitos. La Humanidad, transformada en ese conjunto de "tús" amalgamados por el amor, formaría parte de ese cuerpo místico de Dios, que desde el tiempo se extenderá fuera de él, junto con Dios (en íntima unión) hacia la inmortalidad.

domingo, noviembre 04, 2007

Octubre de 2007. Recolección de setas en Peguerinos


¿Quién dijo que no había setas en la Sierra?
Micky y su "cosecha" de hongos
Alex

jueves, noviembre 01, 2007

TEILHARD Y LA MÍSTICA (III)

TEILHARD Y LA MÍSTICA (III)


La conciencia ha evolucionado a partir de una fase difusa, apenas perceptible, hasta su radicaión en el ser humano. En el hombre se ha encontrado consigo misma, se ha convertido en consciente, en conciencia reflexiva, de ahí que el hombre no sólo "sabe", sino que "sabe que sabe".
El hombre, lentamente, comienza a encontrarse con los otros hombres, a correflexionar. El yo empieza a descubrir al tú, el uno al otro. Comienza una leve, pero ascendente solidaridad. Es la malla que cubrirá paulativamente la Tierra.
Para Teilhard, el contacto comunitario, la solidaridad, el sentirse parte de un todo, al que llamamos "Humanidad", permite "sentir" la cercanía del "tú". Es como si la vinculación al Ser no fuese más que una vinculación a un ser.
Teilhard define la Noosfera como "una membrana continua de lo Pensante alrededor de toda la Tierra", es la materia altamente espiritualizada.
El "yo" de cada uno de nosotros, aún, no se siente comprometido con el "otro", no es un "tú" frente al "yo", dualidad esencial para que exista el verdadero diálogo, pilar de la Humanidad.
Según el padre Teilhard, entre el "yo" y el "tú" (prójimo) debe existir una corriente de amor, gratuito, desprendido, pero, también trascendente, que no se detenga en el prójimo, sino que continúe hasta el verdadero destinatario del mismo, Dios.
Para Teilhard, entre el animal y el hombre no hay sólo una diferencia de grado, sino de naturaleza; cada especie tiene una esfera psíquica apropiada determinada por el lugar que cada especie ocupa en el árbol de la vida.
El padre Teilhard utiliza el término "previda" para referirse al epidodio "inorgánico" del cosmos, teniendo el sentido de anticipación de la llamada vital que en el futuro avasallará el interior de esas partículas. En ellas ya existe la llama de la vida, el fluido vital, ese "elán" bergsoniano que se exteriorizará en el momento preciso. Y es que la Materia guarda en sí misma todas las potencialidades de la vida.
Para Teilhard, la inteligencia humana está ya bastante prefigurada en la preinteligencia que representa el instinto. La Materia es la matriz del Espíritu, pero la Vida no forma parte de la esencia de la Materia.
Teilhard llama las "libertades" al contenido consciente que habita en el interior de la Materia. También supone que las vivencias y percepción constituyen las notas básicas de la "inteligibilidad".
La Materia crea la ilusión de la diversidad, de la multiplicidad, cuando la auténtica realidad es el Espíritu, el ser, que es la Unicidad. El camino de la consciencia, del psiquismo, es la condensación, la concentración en sucesivas síntesis.