OBRAS DEL AUTOR

sábado, octubre 27, 2007

TEILHARD Y LA MÍSTICA (II)

TEILHARD Y LA MÍSTICA (II)


El padre Teilhard dice que la energía físico-química, cósmica del principio, la energía biológica posterior, ha sido sustituida en el hombre por el amor, síntesis de la pasión y la emoción.
Para Teilhard, el amor es la búsqueda de lo otro, para su encaje con lo amado. El proceso de Personalización finaliza en el tú a tú con el Espíritu, con la adquisición de una nueva conciencia humana. En su opinión, personalidad e individualidad son opuestas en el hombre; en el punto Omega, la individualidad se apaga, mientras que la personalidad brilla aún más.
Espiritualidad y libertad son las cualidades que describen a la persona. El hombre evoluciona aflorando el espíritu en su esencia; gracias a la libertad, el ser personal crea, pues su vocación es la de crear.
El hombre descubre su interior por la reflexión, mediante la introspección, descubriendo que está compuesto por ser y no ser. Onticidad y nada conviven, pues, en él. El choque entre estos dos factores ocasiona dolor, sufrimiento, angustia existencial. Según Teilhard, la nada siembra la duda, la vacilación, la temporalidad en la precaria onticidad humana.
Para Teilhard el mal es la inclusión de la nada en el ser, la precariedad óntica de la realidad humana, que no tiene otra solución, otro antídoto, que la inmortalidad, permanencia garantizada en el ser, participando en la eternidad de Dios, máxima garantía de la inmortalidad. La Evolución se desenvuelve a partir de la materia, y dicha "cosmógenesis" es irreversible, dirigiéndose a una meta, al absoluto, la Divinidad, porque, como movimiento que es, ha de tener un principio y un fin.
Para Teilhard la Materia es precaria, paraíso negativo del mal y la nada, puesto que la Materia está lejos del ser. Pero la realidad surge de la Materia, como el hombre, por ello, participa de las mismas miserias que la Materia, pero también de sus grandezas, de su espiritualización, que permitirá su futura armonización con el Espíritu. Ambos extremos se fusionarán en una eterna y celestial simbiosis, el Punto Omega.
El hombre como persona trasciende los mismos límites espacio-temporales que le contiene, poniéndose en comunicación con lo supracósmico, o el Espíritu que mora en la bóveda de lo Absoluto.
La Reflexión es el tránsito entre un psiquismo inconsciente, a uno consciente, en donde las proiedades psicofísicas, psicoquímicas y neuronales, no sólo son ya fuentes, sino puentes o instrumentos, de otra actividad más elevada, la del espíritu por medio de la Reflexión.
Para Teilhard, la vida cósmica, la vida orgánica y la vida reflexiva, son tres estados que se unifican o reúnen en un cuarto y decisivo que es la vida metacósmica, donde las trascendentalidad es su nota más característica.
El padre Teilhard descubre un sentido de "convergencia" en la Evolución, y este nuevo sentido hace que el hombre no se considere "extraviado" en el concierto cósmico, sino, más bien, como "una flecha" direccional de la Evolución.
Para Teilhard, el hombre es necesario para la Evolución, y por ser necesario, la Evolución preparó el terreno para su aparición, así que, a la fuerza, la Evolución tenía que desembocar en el hombre.
La "ontogésesis de fondo" lleva a toda la Materia hacia lo más complicado y lo más consciente, en la llamada ley de la "complejidad-conciencia" formulada por el padre Teilhard y que indica que a mayor complejidad mayor conciencia.
Esta ley de "complejidad-conciencia" no sólo explica el proceso de "cefalización", sino la creciente actualización de la conciencia.

martes, octubre 23, 2007

TEILHARD Y LA MÍSTICA (I)

TEILHARD Y LA MÍSTICA (I)


A mi entender hay un profundo paralelismo entre las tesis adoptadas en mi ensayo "El parto de Dios" y la obra del eminente filósofo Teilhard de Chardin. El lenguaje y conceptos utilizados en el desarrollo de la teoría de Teilhard son distintos a los usados en mi ensayo, sin embargo, es fácil apreciar sus evidentes similitudes.
Veamos a continuación los aspectos que, prácticamente, comparto con el mismo Teilhard.
La Ciencia debe convertir a la realidad, en su dualidad espíritu-materia, en su objeto, integrando en una unidad tanto el objeto como el sujeto. La materia espiritualizada, sublimada, humanizada, es el núcleo de las cosas, conformadora de la Totalidad, es la materia integral.
Le evolución es el desdoblamiento de esta materia integrada, su paulatina y creciente espiritualización y sublimación hasta la confluencia en la punta de flecha de la Evolución: el Hombre.
La potencia reflexiva que adorna al hombre es un estado superior que la Evolución ha alcanzado. Y es que el hombre no sólo da sentido a lo demás humanizándolo, sino que puede autocontemplarse, descubriendo el mundo de la conciencia consciente.
Un principio esencial del ser es que aspira a continuar siendo, a "permanecer" en el ser. Pero, también aspira a "seguir siendo", y sobretodo, seguir siendo... más, o sea más de lo que ahora es. Solo un ser perfeccionante, evolucionante, puede satisfacer esa necesidad interna de ser continuamente más. Esa aspiración a ser cada vez más, es un ansia de querer enriquecer continuamente su ontología u onticidad.
Para Teilhard, el mundo lleva el sello del Espíritu, disimulado entre los fenómenos físicos. Por eso el ser humano siente una especie de ligazón que le ata al Universo. El hombre, pues, es una realidad vinculada al Universo.
En el ente del hombre confluyen el ser con su absolutización (el hombre no " casi es", sino que "es" ser -ser pleno) e intemporalidad, y el tiempo que es consustancial al Universo. Es decir: lo absoluto que es el ser y lo absoluto que es el tiempo. Ambos parecen unificados en él.

lunes, octubre 15, 2007

FUNDAMENTOS DEL "PARTO DE DIOS"

FUNDAMENTOS DEL "PARTO DE DIOS"


El espacio y el tiempo absolutos (infinitos, no limitados) son patrimonio de Dios.
Cualquier criatura, cualquier ser que no es Dios es limitado, es decir, entra en el reino de la cantidad y la medida.
El Universo que conocemos es parte de un ciclo. Los infinitos ciclos forman la Totalidad.
La Totalidad y Dios son del mismo orden, en el cual no está definido nada de lo que conocemos. Nuestra inteligencia es incapaz de abarcar o comprender dicho orden.
Cuanto existe y que forma parte de la Totalidad, contribuye al Ser que es Dios.
La Vida en el sentido más amplio posible es el proceso de autocreación que se desarrolla en la Totalidad (en cada una de sus criaturas) en dirección ascendente hacia Dios. La autocreación que se desarrolla en la Totalidad es la argamasa de Dios; sin ella Dios no existiría. Todos los "presentes" de las vidas de las innumerables criaturas de la Totalidad, en su largo proceso vital, con sus respectivos sentimientos (de dolor) de autoafirmación continua, a través de su interconexión, constituyen un formidable proceso de creación, de nacimiento, verdadero parto de una supercriatura: Dios.
El sentimiento es la interconexión universal, no la inteligencia, ni el pensamiento. Estos últimos son tan solo una herramienta, tan valiosos para el hombre que han sido sobrevalorados en detrimento del primero.
En los inicios o bases de cualquier construcción intelectual siempre están los "sentimientos", las esencias o los principios que no se pueden comprender, sólo sentir, y que adquieren el carácter de postulados.
Hay en la naturaleza una ley, aún no suficientemente valorada por la Ciencia, que relaciona íntimamente intelecto con sentimiento, y es la ley formulada hace años por Teilhard de Chardin de la complejidad-conciencia, o en nuestra versión, a mayor grado de complejidad-comprensión, mayor capacidad de "recepción" o sensibilidad a otros nuevos "sentimientos".
Toda criatura "viva" posee al menos un sentimiento básico, el de su propio ser (¿yo?) que supone su instinto de conservación. A partir de aquí van apareciendo nuevos sentimientos de acuerdo con su complejidad, resultado ésta de la información acaumulada en sus genes (evolución biológica). A la complejidad cerebral (conexiones neuronales) también contribuye notablemente el conocimiento de la criatura en cuestión, sobre todo en los animales superiores; por ello afirmamos que la sensibilidad a nuevos sentimientos crece con la información. La conexión entre intelecto y sentimiento, como afirmábamos anteriormente es, pues, evidente.
Toda vida, entonces, está inmersa, mejor, se define o está inscrita en el mundo de los sentimientos. La argamasa universal es la de los sentimientos, y sobre ellos se adivinan los "tentáculos" de Dios. Todas las criaturas, pues, somos en cierta forma el "cuerpo" de Dios, las partículas en las que se manifiesta, y que son verdaderamente necesarias para su existencia.
La lucha que supone el afianzamiento en el mundo de cada criatura, que es su propia autocreación, es a la vez, en su interconexión con las demás criaturas, la autocreación de Dios, el "parto" de Dios.
La Totalidad se sublima a través del proceso que llamamos vital, en el alambique del Universo, en el conjunto de criaturas plural y único que será Dios, fuera ya del tiempo y el espacio.
Del Caos original, la Totalidad, que lo representa todo, desde aquello que ante nuestro entendimiento es el Mal, hasta lo que llamamos el Bien, se llega después de superadas las magnitudes que llamamos espacio y tiempo, a otro marco definido ya sólo por las tendencias positivas (Bien), en el que toda sombra de lo negativo desaparece. Aquí solamente está presente Dios, dotado del "Cuerpo" glorioso que representan todas las criaturas que le acompañan, y que son todas y Uno la misma cosa.
Lo que nuestra inteligencia admira hoy, la Naturaleza, es la fase en la que se enmarca el "parto" de Dios, que es, también, nuestro propio parto.

lunes, octubre 08, 2007

LOS DOS ASPECTOS DEL SER SUPREMO

LOS DOS ASPECTOS DEL SER SUPREMO
Hay que distinguir dos aspectos en el Ser Supremo. El primer aspecto se refiere al Ser Supremo atemporal, de la fase de "después del tiempo". Es el Ser Supremo percibido "después de la muerte"; en Él reposarán todas las criaturas a su óbito.
Hay dos formas de entrar en el "Cuerpo" del Ser Supremo atemporal. Una es participando de su propio Ser por dilución en su misma sustancia, para ser Uno con El mismo (es el destino de los Bienaventurados, de los hombres Santos, de los que están en lo más alto del espíritu); otra, formando parte de la "comunión" o relación interna del "Cuerpo" del Ser Supremo "separado" de lo que es la "Unidad íntima" de su sustancia, o su "Esencia", puesto que la criatura sigue conservando su propia esencia, aunque interrelacionada con las esencias de las demás criaturas y la del Ser Supremo, formando parte de ese "Cuerpo" de Dios.
El cuerpo humano puede darnos una idea de lo que es este "Cuerpo" de Dios. En el cuerpo humano, cada célula posee su propia identidad (esencia), aún cuando todo su conjunto constituye (a lo largo de toda la vida del hombre) la "esencia" misma del hombre. El iluminado, el hombre santo pierde la identidad propia (su misma esencia) para ser únicamente una sola esencia que es la del Ser Supremo; pierde su propia esencia para transformarse en el mismo Ser Supremo.
El segundo aspecto del Ser Supremo es el de la "fuerza suprema" del Universo; no obstante, al ser temporal el Universo también es temporal este aspecto del Ser Supremo. Decimos mal, es temporal en cuanto a la duración de cada ciclo de muerte-resurrección del Universo, es decir, de cada ciclo de implosión-explosión del mismo. El Universo, al final de cada ciclo, llega a identificarse con el mismo Ser Supremo. El final de ese ciclo del Universo, es la "muerte" del Ser Supremo, su autoinmolación, que va seguida de una resurrección con la aparición de un nuevo ciclo del Universo. El Ser Supremo vuelve a nacer, vuelve a crearse a lo largo de la evolución, hasta llegar al cenit, la Unidad Suprema que es el propio Ser Supremo. Un nuevo ciclo empieza a continuación. Cada nuevo ciclo del Universo es la oportunidad de que nuevamente infinidad de criaturas puedan crear ( de la Nada) su propio ser, y con ello hagan posible la evolución hacia esa Unidad Suprema, que es el propio Ser. Una serie de infinitos ciclos llenan, pues, todo el tiempo; finito e infinito se dan la mano, conectándose a través de ese mecanismo.
Los dos aspectos del Ser Supremo son una misma cosa. Fuera del tiempo el Ser es inmutable (por su misma definición de atemporalidad); dentro del mismo, lo llena al completo, perdurando a través de todos los tiempos, gracias a los infinitos ciclos de muerte-resurrección.
Los mitos del eterno retorno y de la muerte-resurrección son la intuición humana de este hecho.
La muerte-resurrección de espíritu-humano es de la misma índole. Se produce (tal como describe el Libro de los Muertos tibetano) un descarnamiento del hombre, quedando sólo el esqueleto (en sentido figurado), para volver a resucitar de otra forma, ya que el espíritu es imperecedero, igual que el espíritu del Ser Supremo sometido a su ciclo de muerte-resurrección.
En el Universo cada criatura también tiene un papel en cuanto a su contribución, dentro de la Evolución, en la constitución de la Unidad Suprema futura, el Ser Supremo. Cada criatura está "conectada" a los demás seres y en particular al Ser Supremo. La "interconexión" extiende sus brazos tanto en el pasado como en el futuro, a través de los mecanismos que se han estudiado a lo largo de la presente obra ("El parto de Dios"). Desde este punto de vista, y gracias a esta interconexión, cada criatura contribuye a la creación del mismo Ser Supremo. El Universo entero, compuesto por todas sus criaturas, interconectadas y en continua evolución, son de esta forma el marco de una gestación gigantesca, de un nacimiento supremo, es el mismo "parto de Dios".

jueves, octubre 04, 2007

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (Y VII)

LAS TRES FASES VIVENCIALES DEL SER (Y VII)


El hombre, por ejemplo, no es el individuo al que creemos solitario, definido por un "yo", sino que es un conjunto o infinidad de criaturas (células, órganos, subsistemas, etc.), íntimamente interconectadas de una forma sumamente compleja, que poseen diferentes niveles evolutivos (fijémonos en su filogénesis y la existencia de sus diversos tipos de cerebros: rectiliano, de mamífero, etc.). La "mismidad" del "yo" que lo presenta "único" es simplemente el nivel evolutivo superior del inmenso conjunto de seres que constituyen ese hombre. Así que a la circunstancia personal o propia de cada ser que constituye ese conjunto (una célula, por ejemplo), se la circunscribe un "destino" del conjunto que tiene que ver con la historia del ser "hombre" en cuestión. Este "ser" hombre no sería nada sin el concurso de cada una de esas pequeñas criaturas que lo habitan. Su sino o destino está íntimamente unido al sino o destino de cada uno de los seres que lo componen, de formas diferentes y distintas, pero no indiferentes. De algún modo, las esencias de cada uno de dichos seres están conectadas a la esencia del hombre. Esta última, pues, en todo momento, será la "tarjeta" de presentación de las anteriores.
El hombre es más que el conjunto de todas esas "criaturas" que lo componen, pero es casi lo mismo. Sin ellas no sería lo que es. Cada una de dichas criaturas necesita ese mismo hombre, es más, se alimenta de él, pues su existencia sólo tiene sentido como constituyente del mismo. Todo lo que precisan está en dicho hombre. ¡Criatura y hombre se necesitan mutuamente!... A donde vayan unos, deben ir los otros; si no ninguno iría a ningún lado. El "ser" hombre es, pues, la catapulta que necesitan los seres que lo habitan para su "elevación" al sitio donde vaya el mismo hombre. (Aquí estamos expresando una hipótesis totalmente contraria a la teoría cristiana de la separación a la muerte de cuerpo y alma, pues si la "esencia" alma aparece en otro "mundo", también las "esencias" de los demás seres que componen ese cuerpo volverán a aparecer juntas en ese otro "mundo").
Y si esto es así en cuanto al ser hombre, de igual forma acontecerá con el Ser Supremo. Por el cierre del círculo, el Cuerpo del Ser Supremo somos todas las criaturas que hemos existido y que estamos en "íntima relación" con dicho Ser Supremo. Al finalizar el tiempo (fuera del tiempo), todos los seres (las esencias) estaremos en el mismo "lugar" que dicho Ser Supremo como el Cuerpo suyo. La fase del dominio del tiempo, pues, es simplemente, la de la creación del mismo Ser Supremo (con todas sus criaturas): es la del "parto" de Dios.
El Mal no existe, es sólo la intuición humana de la expresión de todos los caminos que nos conducen al Ser Supremo. El camino correcto es obviamente el Bien.