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viernes, diciembre 01, 2006

COSMOGONÍA (2ª parte), de la obra "El parto de Dios"

El origen es el fundamento de las cosas, y a partir de él se desarrolla la existencia de las mismas. Según el pensamiento órfico y pitagórico el principio que "anima" el cosmos es diferente de las causas que lo "mueven". Y entre ambos el número, como punto de encuentro entre lo infinito y lo finito.

Lo que hay o hubo antes del inicio de la creación sólo puede describirse a partir de los resultados del proceso inicial de la creación, resultados simbólicos, sólo accesibles gracias al mito.

La palabra "mito" tiene una raíz etimológica que significa "expresión". En cierto sentido las ciencias son equivalentes a los mitos y no sólo funcionalmente sino en determinadas y concretas expresiones. Por ejemplo, la ecología es el prototipo de ese concepto holístico de la ciencia, pues sabe reconocer esas metáforas inconscientes del saber, así como el carácter simbólico y simbiótico, al igual que los mitos, de nuestra morada terrenal.

La ecología es una conjugación de distintas disciplinas científicas que se basan en la idea de la naturaleza como un todo, como si la Tierra y todas sus formas vivas constituyeran un sólo organismo, un mismo cuerpo con un mismo hálito vital. Las manos, los pies, el iris reflejan o son como un mapa de todo el cuerpo humano; de igual forma, el hombre mismo es una versión microscópica del universo: pertenece al mundo, pero también el mundo parece reflejado en él. "El mundo es el Macroantropos", escribió el poeta romántico Novalis.

Existe un cierto paralelismo entre la creación del cosmos y el proceso de gestación de un individuo. Si se considera la creación como un proceso continuo y no como un hecho instantáneo y definitivo, aparecen más patentes las correspondencias entre microcosmos y macrocosmos, entre lo visible y lo invisible, pues el modelo original determina a todas las criaturas, entre ellas al hombre.

El "estar-en-el-mundo" es un proceso continuo de recreación, es una manifestación de la "imaginación primigenia" que, para Coleridge, es la fuerza viva y primer agente de toda percepción humana, en sus palabras: "repetición en la mente finita del acto creador permanentemente en el infinito YO SOY". El ser humano no recibe el mundo con pasividad sino que lo ve con nuevos ojos de forma activa. Martin Ruber relata así el nacimiento de un niño: "Ha emergido de la cálida oscuridad del caos para sumergirse en la fría luz de la creación, aunque no la posee; antes debe hacer que se manifieste, convertirla en realidad, encontrar su propio mundo tocándolo, viéndolo, oyéndolo, formándolo".

El proceso de "individualización", como desarrollo de la personalidad, es explicado por los discípulos de Jung en términos cósmicos: las separaciones entre el consciente y el inconsciente, entre el "ego" y el "no-ego", son el reflejo psíquico de otras escenas del cosmos, como la separación de la luz y las tinieblas, o del cielo y la tierra.

Jung, estrecho colaborador del padre del Psicoanálisis, Freud, es el gran desvelador de los mitos, el creador del "inconsciente colectivo". Desde este enfoque, los mitos, al igual que los sueños, son producto de las fuerzas del inconsciente, superadoras de las barreras de la conciencia individual. Los "arquetipos" de Jung son estructuras formativas universales que ofrecen al consciente imágenes que facilitan claves para interpretar los mitos. Arquetipo quiere decir modelo original. Para Jung, el arquetipo es como el precipitado de millones de experiencias inmemoriables, o el término medio de todos los comportamientos. Se trata de una forma de vida, de posibilidad de preformación, forma de representación dada a priori. Al ser vida y no instinto, su existencia no puede ser probada en tanto su manifestación no sea concreta. Pero por otra parte, Jung considera al arquetipo de "naturaleza" instintual, declarándolo psicoide; así que el arquetipo no sería sólo psicológico sino que podría revelar otras formas de existencia "espirituales", infiriendo hasta en las estructuras de la materia inorgánica.

Las imágenes arquetípicas como aparecen en sueños, visiones, alucinaciones, mitos, religiones, no son las únicas que forman este material, pues, las mismas concepciones científicas y filosóficas, los conceptos de espacio, tiempo, materia, los mismos números y axiomas matemáticos forman parte de ello. Los acontecimientos "sincronísticos", en opinión de Jung, testimonian de ello de forma a veces turbadora. Allí donde la aparición de una imagen provoca el escalofrío, el temor y el temblor se presenta un símbolo, un reflejo arquetípico.

Para Jung el inconsciente está constituido por los contenidos reprimidos del individuo, por la suma de todos los rechazamientos de la especie y, también, por la suma de sus deseos no realizados, de sus virtualidades tampoco realizadas y de sus esquemas formativos, por ello expandió la libido con su "Energética psíquica".

El símbolo es para Jung el motor psíquico de una transformación de la energía en proceso civilizador. En su opinión, toda inmersión en lo colectivo, en el inconsciente, descarga al individuo de sus conflictos, poniéndole en comunicación benéfica con los demás, por eso el hecho de pertenecer a cualquier religión es una especie de "higiene mental".

Entre los signos religiosos estudiados por Jung, al círculo le ha dado una importancia singular. En Occidente, los rosetones de las catedrales, en Oriente, las mandalas son ejemplos expresivos de ello.

Jung considera el mito de Cristo como un arquetipo que contiene una muerte y una resurrección que, por otra parte, se repite a lo largo y ancho del mundo.

Jung consagra al arquetipo pez también un valor singular, pues, al ser un animal marino, no sale nunca del mar, es decir, del inconsciente. Los que siguen a Cristo son almas de naturaleza inconsciente, según Jung, que tienen necesidad de la "cura de almas".

El cristianismo, desde esta óptica, es la expresión y fórmula de un estado psíquico que predominó al principio de nuestra era. En otras épocas existen otros estados psíquicos; precisamente en nuestro tiempo se sale de la era zodiacal de Piscis para entrar en la de Acuario.

La coincidencia entre la aparición de Cristo y el comienzo de la era de Piscis, que siguió a la de la aparición de Hammurabi como soberano de la era de Aries, sugirió a Jung estudiar el conjunto de las "coincidencias sensatas". El resultado supuso la elaboración de su teoría de la sincronicidad, elaborada con la estimable colaboración del físico Pauli.

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