OBRAS DEL AUTOR

jueves, diciembre 28, 2006

Palabras de mi jardín (X)

La semilla ("El Jardinero" -Tagore-):

Belleza, entre el fragor del mar de la vida alzas estática y callada tu piedra solitaria. El tiempo enloquecido te ruega postrado ante ti: "¡Háblame, amor mío, dime algo!"
Pero tu frialdad tan despiadada mantiene prisionera la voz en tus labios, ¡oh belleza incambiante!



"La belleza atributo de Dios"

El jardín (AAS):

¡Tiempo que alimentas nuestras venas, reviviendo primaveras y agostando nuestras mieses!... ¡cuántas veces acurrucas la belleza entre tus ondas! y... ¡cuántas te abandona!... ¡Oh belleza, compañera de mis mejores momentos, quédate conmigo!... ¡tal vez esperes mi llegada al mundo eterno de tu dueño!

sábado, diciembre 23, 2006

Cap.2. El fenómeno vital. LA POLÉMICA DEL GEN EGOÍSTA I( De la obra "El parto de Dios")

LA POLÉMICA DEL GEN EGOÍSTA (1ª parte)

"El gen egoísta (un "sujeto" pasivo), ¿cómo puede imponer su dominio sobre las individualidades?

Se adivina que el "modo" de la imposición del gen ha de ser a través de las "tendencias" o "instintos" que impone a la criatura. Entonces, existirían en el organismo instintos que no favorezcan al individuo, es más, a veces estarán en su contra si su prioridad es la especie, implementada en el gen correspondiente. Estos genes, seguramente, han sido seleccionados y conservados en la carga genética del individuo como resultado de la evolución. Como los instintos no son "absolutos" en cuanto a la conducta, al coexistir varios a la vez, es la criatura la que va decantándose por unos u otros en cada circunstancia de su curriculum. El instinto, pues, no se impone, "inclina" valiéndose de recompensas o satisfacciones. El actuar a favor del instinto produce en el individuo una sensación placentera; lo contrario acarrea desagrado. Las pautas de sensaciones agradables o desagradables (llamémoslas positivas o negativas) pivotan, pues, alrededor de un gen o grupo de genes. Este tipo de sensaciones calificadas genéricamente de positivas o negativas, pueden ser sumamente variables, y forman el conjunto de emociones que es capaz de sentir cada criatura. Por consiguiente, el gen produce la impronta, o la capacidad en el ser vivo de poder sentir la correspondiente emoción.

El gen como estructura pose una "esencia" (al estilo definido por el filósofo español Zubiri) inmutable a lo largo de su existencia.

En el ejemplo ilustrativo de la filogenia del ojo de un mamífero, dicho órgano es el resultado de la colaboración de un grupo de genes, no de uno solo, por otra parte, algo bastante frecuente en la gestación de cualquier otro órgano. Esta colaboración produce un beneficio mutuo para todos, por lo que, en realidad se asemeja a una relación simbiótica. Un gen individual de los que pertenecen a esa "simbiosis", en tiempos anteriores a esta relación, llevará "marcado" en su "esencia" el fruto de la misma, ese "aparente" futuro simbiótico (futuro para la criatura que porta el gen, no para dicho gen). Entonces, la "impronta" de esa relación favorable al gen (repetimos, a nuestros ojos perteneciente al futuro) quedará fijada en la criatura actual. En otras palabras, la criatura se verá inclinada instintivamente a tender en sus acciones a favorecer todo aquello que, sin percatarse, le acerca a la filogénesis de ese órgano complejo moldeado por los genes simbióticos. Nuestro aparente futuro no lo es tal para el gen. Esto es así, porque la duplicación del gen en la reproducción origina genes en todo idénticos, idénticos en el presente pero, también, idénticos sucesivamente a lo largo del tiempo, hasta que cambie por alguna mutación o fenezca por la muerte de las criaturas que lo portan; ello equivale a la ampliación o expansión del gen a lo ancho del espacio (número de genes idénticos existentes en cada instante) y del tiempo (número de genes descendientes idénticos desde la aparición del gen a su desaparición). Esta ampliación del gen en el espacio y en el tiempo se comporta como un solo organismo, pues posee una sola "esencia"; las múltiples interrelaciones de este "ente" con el entorno (en sentido amplio) marcarán una "cierta memoria" en su propia "esencia". La clase de "impronta" que produce el gen en cada criatura que lo porta en el "marcaje" del instinto, debe tener que ver con la "esencia" del gen, por eso "la memoria" que guarda el gen de la relación simbiótica debería traducirse en una cierta influencia, un cierto instinto o tendencia sobre la criatura portante. Para el gen es su realidad "presente", su "ahora" en su "ente" expandido a lo largo de un cierto espacio y tiempo que indica su presencia en el mundo. En nosotros, en las criaturas, presenta la apariencia de una anticipación del Futuro, de una inexplicable influencia del Futuro sobre el Presente.

El resultado de todo ésto es la aceleración de la evolución, es decir, la habilitación de cambios evolutivos que requerirían para su producción de períodos muchísimo más largos, lo que ha hecho posible la vida tal como la conocemos."

miércoles, diciembre 20, 2006

Palabras de mi jardín (IX)

La semilla ("El jardinero" de Tagore):

Yo era una más, y mi vida se me escapaba con la oscura labor de cada día. ¿Por qué me elegiste entre todas, por qué me hiciste salir del confortable aposento donde transcurría mi vida cotidiana?
El amor que no se ha confesado es algo sagrado y resplandece como la joya en la penumbra del corazón escondido. Pero cuando se le saca a la claridad del día el muy impertinente resulta desgraciadamente negro. ¿Por qué rompiste, entonces, el velo de mi corazón? ¿Por qué sacaste a la luz del sol mi tembloroso amor y rompiste para siempre su umbrío cobijo?
Mis compañeras continúan igual. Nadie se ha asomado a sus almas, y hasta ellas desconocen sus secretos. Se ríen, lloran, hablan y se afanan, descuidadas y superficiales; van directamente al templo, preparan sus lámparas y acarrean agua del riachuelo.

Tenía la esperanza de que mi amor, sacado de su cobijo, no iba a temblar de vergüenza; pero tú me has mirado. Has emprendido tu camino, pero no me has dejado continuar por el mío. ¡Y me dejas desnuda frente al mundo, que con los ojos siempre abiertos me observan noche y día!



"Un alma tocada por el Amor"


El jardín (AAS):

¿Me preguntas qué es amor?... ¿Y a mí me lo preguntas?... Interroga a él directamente la razón de mis cimientos removidos, la inquietud de mi alma desvalida sin rumbo, sólo en pos de su esbelta estela indefinida... ¡Pregunta sí, pero cuídate de sus ardientes y peligrosos rayos!

jueves, diciembre 14, 2006

Cosmogonía III. (De la obra "El parto de Dios")

"Para Jung la realidad tranpsíquica es el fundamento inmediato de la psique. Los acontecimientos sincrónicos que no pueden ser insertados legítimamente en nuestras categorías explicativas de la casualidad, del espacio-tiempo, deben ser interpretadas según las categorías próximas a las de la psique cuántica y en función del afloramiento de un arquetipo determinado en cierta situación particular. Por cierto, la mayor parte de los acontecimientos sincrónicos surgen en la vida real en situaciones de alerta o angustia. Por eso Jung considera los arquetipos como figuras psicoides, a la vez materiales y espirituales, la unidad de lo que llamamos la materia y el espíritu, la fuente imperceptible común de ellos y que sólo se revela en circunstancias extraordinarias, es decir, en situaciones más allá de nuestras categorías causales espaciotemporales.

Entonces, bajo esta perspectiva, el inconsciente no sólo es el residuo de pensamientos y sentimientos rechazados de la vigilia, sino también la matriz de posibilidades por venir, la conexión del hombre con el universo, el árbol filogenético del cual la consciencia no es más que un retoño tardío.

La conciencia es una pequeña isla en el mar del inconsciente. El inconsciente personal no es más que una delgada capa que separa el inconsciente colectivo de dicha conciencia. El Yo es el sujeto de esa conciencia.

Como dijimos, el inconsciente colectivo es "una fuerte masa espiritual hereditaria del desarrollo humano que renace en cada estructura individual". Son las formas primitivas intemporales las que actúan y que son propias de cada uno. Por ello son tan parecidos los símbolos y los mitos de todos los pueblos, conservándose en la psique, no sólo el desarrollo común de toda la estirpe humana, sino también nuestro pasado animal.

Para Jung, la base del inconsciente colectivo es totalmente irracional y no puede ser comprendida por el Yo, como "fondo insondable" de todo lo producido, y de donde antaño salieron las psiques individuales que han conducido a la realidad actual de nuestro mundo.

La realidad del sueño integra un aspecto colectivo, por eso existe un escalón "subjetivo" (relacionado con la situación interior del soñador) y otro "objetivo" (en conexión con la situación concreta exterior). Los sueños se hallan unidos entre sí bajo "el manto de la conciencia", derivando unos de otros, pero sin tener entre sí conexión lógica.

La relación entre los arquetipos y la vida individual se asemeja a la que existe entre el tema y sus variaciones. Hay tantas variaciones como individuos por la inagotable diversidad de la vida.

Para Jung el alma individual es el "sí", rodeado del mundo exterior que representa la conciencia, y el mundo exterior del inconsciente colectivo. (La zona límite es el inconsciente personal). La clave superior del Sí, absorbente del mundo exterior, es el "Yo", y frente al Yo se encuentra la "sombra". Lo mismo que el Yo es la salida al mundo concreto, la sombra es la entrada al mundo de la profundidad. La sombra es el lado sombrío de nuestro Yo, al que se desprecia y niega por diversas razones culturales o morales; realmente es primitiva o inadaptada. Se tiende a transferir a los demás estos aspectos sombríos de nuestra personalidad; su conocimiento ayuda a aceptarla como una parte de nosotros mismos, eliminándose aquella actitud negativa pertubadora.

Ahora bien, el Sí no puede definirse con exactitud, siendo como es la vivencia más profunda y subjetiva de la propia unidad de la cual sólo conocemos su capa exterior, el Yo.

En palabras de Jung: "Desde el punto de vista intelectual, el Sí no es más que un concepto psicológico, una construcción que debe expresar una esencia que no percibimos, que no podemos concebir como tal, porque sobrepasa nuestro poder de comprensión... El Sí es la expresión más absoluta de esta combinación del destino llamada individuo..., no podemos decir nada de los contenidos del Sí... El Yo es el único contenido que conocemos del Sí..., nos es extraño y no obstante muy próximo; es, en realidad, nosotros mismos, y, sin embargo, no nos es perceptible... Los principios de nuestra vida psíquica parecen provenir de este punto, y todos nuestros objetivos más elevados y últimos parecen converger en él. Esta paradoja es inevitable cuando intentamos definir alguna cosa que se encuentra más allá de nuestra comprensión..."

Y volvamos a nuestras visiones cosmológicas. Platón en el Timeo nos dice que el conjunto del cosmos, vistos su orden y su armonía, debe poseer una inteligencia y ser una "verdadera criatura viva, con alma y razón". El cosmos que aparece en Timeo es obra de un creador, pero en otros mitos el creador se disuelve en su propia creación, generalmente por medio de la muerte o de la inmolación.

En la cosmología hindú, Purusha, el Hombre Primordial, es descuartizado, y de sus partes es creado el universo.

El ciclo de transmutación no sólo trasciende los géneros de los seres vivos sino que puede participar en el proceso mismo de la creación: al sacrificarse, el creador se dispersa o difunde por toda la creación, aunque pueda resucitar continuamente. La paradoja de que el creador está presente gracias a su muerte es paralela a la idea de que la muerte del hombre forma parte de un ciclo de duración mayor a la propia vida.

La contrapartida de la vida, el precio a pagar a cambio de su cambiante naturaleza, es la muerte; todo lo creado que se desarrolla por transmutación, debe también seguir la parte descendiente del ciclo, es decir, la decadencia y la muerte. La muerte es el reverso del instinto de conservación animal, como la causa oculta del mundo creado. En el Brihandaranyaka Upanishad figura: "...en el principio no existía nada. Todo estaba envuelto en Mrtyn (la Muerte), en el apetito, pues el apetito es la Muerte... Pensó entonces Mrtyn "si yo pudiera tener identidad..." y comenzó a moverse en tanto recitaba las plegarias. Y al recitarlas se formaron las aguas".

Algunos mitos distinguen entre un tiempo concreto, referido al mundo, y otro universal, referido al cosmos; este último es parecido al que rige la sucesión de las eras del mundo, llamadas kalpas en la mitología hindú. La idea de que el tiempo es el árbitro definitivo entre los principios opuestos origen del cosmos, fue expresada ya por el filósofo Anaximandro: "El origen de todo lo que existe es el infinito, y así como todo lo que es hubo de empezar a ser, así dejará de ser cuando llegue su momento, y cada cual pagará sus desviaciones según los arbitrios del tiempo".

En algunas cosmologías, la creación se identifica de forma tan estrecha con la fuente divina de la misma, que el mundo se representa como el cuerpo de Dios; es la visión impresionante de Krisna ante la petición de Arjuna (Bhagavad Gita)."

sábado, diciembre 09, 2006

Palabras de mi jardín (VIII)

La semilla (Tagore, "El jardinero"):

Serénate, alma mía, que el momento de la partida no sea doloroso. Que esto no se parezca a la muerte, que sea un complementarse. Consérvese el amor con el recuerdo y las canciones se lleven el dolor. Que este volar por los cielos una al fin sus alas en el nido. Que la última caricia de tus manos sea suave, como una flor nocturna...
Belleza que te marchas, párate un instante, y di callada tus palabras postreras, que yo me inclino ante ti y enciendo mi lámpara para que veas bien tu camino.



"La partida del alma serena"


El jardín (AAS):

¿Por qué no vives, alma mía, tal cual, el instante supremo de la partida?...
¡Alégrate, oh alma, es el momento de partir!... Ante ti se abre tu verdadero horizonte, el remanso en que descansarás y que te hará inmortal, una y suprema, por encima de todo tiempo y espacio que existe, que te hará conocer a fondo el Amor que tanto anhelas...
¡Alégrate, oh alma, hoy vives el momento de partir!

viernes, diciembre 01, 2006

COSMOGONÍA (2ª parte), de la obra "El parto de Dios"

El origen es el fundamento de las cosas, y a partir de él se desarrolla la existencia de las mismas. Según el pensamiento órfico y pitagórico el principio que "anima" el cosmos es diferente de las causas que lo "mueven". Y entre ambos el número, como punto de encuentro entre lo infinito y lo finito.

Lo que hay o hubo antes del inicio de la creación sólo puede describirse a partir de los resultados del proceso inicial de la creación, resultados simbólicos, sólo accesibles gracias al mito.

La palabra "mito" tiene una raíz etimológica que significa "expresión". En cierto sentido las ciencias son equivalentes a los mitos y no sólo funcionalmente sino en determinadas y concretas expresiones. Por ejemplo, la ecología es el prototipo de ese concepto holístico de la ciencia, pues sabe reconocer esas metáforas inconscientes del saber, así como el carácter simbólico y simbiótico, al igual que los mitos, de nuestra morada terrenal.

La ecología es una conjugación de distintas disciplinas científicas que se basan en la idea de la naturaleza como un todo, como si la Tierra y todas sus formas vivas constituyeran un sólo organismo, un mismo cuerpo con un mismo hálito vital. Las manos, los pies, el iris reflejan o son como un mapa de todo el cuerpo humano; de igual forma, el hombre mismo es una versión microscópica del universo: pertenece al mundo, pero también el mundo parece reflejado en él. "El mundo es el Macroantropos", escribió el poeta romántico Novalis.

Existe un cierto paralelismo entre la creación del cosmos y el proceso de gestación de un individuo. Si se considera la creación como un proceso continuo y no como un hecho instantáneo y definitivo, aparecen más patentes las correspondencias entre microcosmos y macrocosmos, entre lo visible y lo invisible, pues el modelo original determina a todas las criaturas, entre ellas al hombre.

El "estar-en-el-mundo" es un proceso continuo de recreación, es una manifestación de la "imaginación primigenia" que, para Coleridge, es la fuerza viva y primer agente de toda percepción humana, en sus palabras: "repetición en la mente finita del acto creador permanentemente en el infinito YO SOY". El ser humano no recibe el mundo con pasividad sino que lo ve con nuevos ojos de forma activa. Martin Ruber relata así el nacimiento de un niño: "Ha emergido de la cálida oscuridad del caos para sumergirse en la fría luz de la creación, aunque no la posee; antes debe hacer que se manifieste, convertirla en realidad, encontrar su propio mundo tocándolo, viéndolo, oyéndolo, formándolo".

El proceso de "individualización", como desarrollo de la personalidad, es explicado por los discípulos de Jung en términos cósmicos: las separaciones entre el consciente y el inconsciente, entre el "ego" y el "no-ego", son el reflejo psíquico de otras escenas del cosmos, como la separación de la luz y las tinieblas, o del cielo y la tierra.

Jung, estrecho colaborador del padre del Psicoanálisis, Freud, es el gran desvelador de los mitos, el creador del "inconsciente colectivo". Desde este enfoque, los mitos, al igual que los sueños, son producto de las fuerzas del inconsciente, superadoras de las barreras de la conciencia individual. Los "arquetipos" de Jung son estructuras formativas universales que ofrecen al consciente imágenes que facilitan claves para interpretar los mitos. Arquetipo quiere decir modelo original. Para Jung, el arquetipo es como el precipitado de millones de experiencias inmemoriables, o el término medio de todos los comportamientos. Se trata de una forma de vida, de posibilidad de preformación, forma de representación dada a priori. Al ser vida y no instinto, su existencia no puede ser probada en tanto su manifestación no sea concreta. Pero por otra parte, Jung considera al arquetipo de "naturaleza" instintual, declarándolo psicoide; así que el arquetipo no sería sólo psicológico sino que podría revelar otras formas de existencia "espirituales", infiriendo hasta en las estructuras de la materia inorgánica.

Las imágenes arquetípicas como aparecen en sueños, visiones, alucinaciones, mitos, religiones, no son las únicas que forman este material, pues, las mismas concepciones científicas y filosóficas, los conceptos de espacio, tiempo, materia, los mismos números y axiomas matemáticos forman parte de ello. Los acontecimientos "sincronísticos", en opinión de Jung, testimonian de ello de forma a veces turbadora. Allí donde la aparición de una imagen provoca el escalofrío, el temor y el temblor se presenta un símbolo, un reflejo arquetípico.

Para Jung el inconsciente está constituido por los contenidos reprimidos del individuo, por la suma de todos los rechazamientos de la especie y, también, por la suma de sus deseos no realizados, de sus virtualidades tampoco realizadas y de sus esquemas formativos, por ello expandió la libido con su "Energética psíquica".

El símbolo es para Jung el motor psíquico de una transformación de la energía en proceso civilizador. En su opinión, toda inmersión en lo colectivo, en el inconsciente, descarga al individuo de sus conflictos, poniéndole en comunicación benéfica con los demás, por eso el hecho de pertenecer a cualquier religión es una especie de "higiene mental".

Entre los signos religiosos estudiados por Jung, al círculo le ha dado una importancia singular. En Occidente, los rosetones de las catedrales, en Oriente, las mandalas son ejemplos expresivos de ello.

Jung considera el mito de Cristo como un arquetipo que contiene una muerte y una resurrección que, por otra parte, se repite a lo largo y ancho del mundo.

Jung consagra al arquetipo pez también un valor singular, pues, al ser un animal marino, no sale nunca del mar, es decir, del inconsciente. Los que siguen a Cristo son almas de naturaleza inconsciente, según Jung, que tienen necesidad de la "cura de almas".

El cristianismo, desde esta óptica, es la expresión y fórmula de un estado psíquico que predominó al principio de nuestra era. En otras épocas existen otros estados psíquicos; precisamente en nuestro tiempo se sale de la era zodiacal de Piscis para entrar en la de Acuario.

La coincidencia entre la aparición de Cristo y el comienzo de la era de Piscis, que siguió a la de la aparición de Hammurabi como soberano de la era de Aries, sugirió a Jung estudiar el conjunto de las "coincidencias sensatas". El resultado supuso la elaboración de su teoría de la sincronicidad, elaborada con la estimable colaboración del físico Pauli.