La semilla ("El Jardinero" -Tagore-):
Una pareja de alfareros, hombre y mujer que un buen día llegó de occidente, trabaja la arcilla. La niña lava cacharros y sartenes en el agua del río. El niño, con la cabeza pelada, lleno de barro su cuerpecito moreno, la va siguiendo un rato y la espera con paciencia junto a la lona, como ella le ha encargado. Y la niña, que ayuda muy seriecita a su madre, regresa con un cántaro rebosante de agua en la cabeza, un caldero en una mano y a su hermano cogido de la otra.
Un día andaba el niño jugando totalmente desnudo. La niña fregaba una olla con arena muy concienzudamente. Un corderito miraba manso la corriente del río. De pronto, se acercó al niño, balando fuerte, y el crío, asustado, se puso a llorar. Soltó su hermana la olla y llegó corriendo. Y con el niño en un brazo y en el otro el corderito, repartía entre los dos sus caricias, uniendo con el lazo de su amor al hijo del animal y al hijo del hombre.
"Esa clase de relación entre animales y hombres"
El Jardín (AAS):
¡Hombre, mira ahí a tu semejante!... Ese animalillo tranquilo, plácido, tumbado ante ti; esos ojos buscando tu mirada y marcando su admiración... En su sosiego, ¡cómo entiende tu ánimo!... ¡Olvida tu ascendencia, mira sólo a tu alrededor, sumérjete en el conjunto!... ¿No percibes el cántico de tu "semejante"? ¿No sientes el latido de su pequeño corazón?... ¿No te es tan familiar como tus propias entrañas?... Él te da la preferencia, pero te pide que cuentes con él... ¡Sólo quiere pertenecer a ese momento, a ese "cuadro" que formas tú y él en ese instante universal!
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