El Nuevo Testamento (Biblia) pone en boca de Jesús las siguientes palabras: "Ama a Dios sobre todas las cosas, y a tu prójimo como a ti mismo". "Ambos mandamientos son el mismo".
A mi entender, ello equivale a una "identidad" o "equivalencia" entre Dios y el prójimo, lo que supone elevar el nivel del prójimo, nuestros semejantes, la sociedad, al del mismo Dios, lo que a mi juicio es excesivo... Además, en mi opinión, paradójicamente y en cierta forma, el hombre, la sociedad actuando como tal, que para mí sería no más que pura masa o número, y hasta la misma oración en sociedad ("Religio") en el caso religioso, adoptarían el mismo papel que el proletariado del marxismo: ¡Curioso, "comunismo", "marxismo", desde lo más básico equivaldrían a la comunidad cristiana que sigue los preceptos del Nuevo Testamento...! Yo diría, salvando los matices, que estamos ante una visión del cristianismo parecida a la defendida por el filósofo Nietzsche.
Sin embargo, el sino del hombre es su tremenda individualidad en su esencia más fundamental, pues "nace solo... y acaba feneciendo solo". Y es que el sentimiento más profundo del hombre ante la infinitud de Dios es su sí-mismo, su presencia inapelable ante el críptico, misterioso y formidable Ser divino: ¡él solo, sin sociedad que le valga con el único equipaje de su ser interno!
Mucho hemos valorado, filosóficamente hablando, la comunidad, la sociedad, hasta el punto de que algunos han asegurado que el hombre lo es en cuanto a la sociedad en la que vive, minusvalorando su propio valor interno, su sí-mismo... Yo creo que es un gran error. Diría mejor que desde una funcionalidad básica, el hombre es el resultado de una evolución, finalmente biológica, que creó la especie y cada uno de los individuos que la componen pero, además, y para estos propósitos, yo definiría también una especie de "evolución transversal"; quiero decir que el tiempo fue moldeando las agrupaciones que al individuo hombre le dotaron de mayor protección ante la naturaleza, en un principio hostil, hasta formar las sociedades actuales, pero eso no cambia lo fundamental que es el significado de cada individuo como tal ante el juicio de Dios. La evolución biológica le creó hombre, y así nació; desarrolló su vivencia apoyado en los diversos adelantos que procuró tal "evolución transversal", de la que hablo ( escritura, técnica, grupos sociales, etcétera), pero sigue siendo genuinamente un ser que acaba (acompañado o no) tan solo como nació, y este es su único bagaje ante la presencia divina; "un único diálogo entre tú y el Creador".
¡No una religión gobernada por sacerdotes o gurús; no una agrupación; no un primera persona del plural, sino simplemente la primera persona del singular que eres tú, tu sí-mimo!
Así cabe preguntarse: ¿Cómo una dictadura comunista como lo es China, ha sabido enfundarse los beneficios del capitalismo?... Capitalismo nacido de la evolución de las sociedades cristianas (protestantes, católicas, etcétera). Precisamente por la importancia que ambos regímenes (comunismo, cristianismo) le han dado al número, a la masa, a la sociedad, ante la paradoja de que el hombre es esencialmente individualista, al menos ante la presencia de Dios.
Se me ocurre que una derivación de todo lo anterior podría resolver en cierto modo el sempiterno problema del mal. Si nos damos cuenta, el mal (también el bien) solo queda claramente definido dentro de la sociedad, de las comunidades (así lo reflejan los códigos de justicia humanos). La individualidad esencial del hombre parece "diluir" tal concepto: ¡Ante Dios tal concepto se antoja superfluo!... La "evolución transversal" creó las sociedades, por consiguiente, su imperfección (definida como tal) no es atribuible a Dios. En resumen, no existe el trascendental problema del mal "aireado por tantas confesiones religiosas".
Este artículo pertenece al trabajo del autor (Alejandro Álvarez Silva) titulado "El Desprendimiento: Testamento para el buen morir". Dicha obra puede copiarse gratis desde el siguiente enlace: Desprendimiento.