Este artículo es continuación de los artículos: "¿Entendemos el universo?: ¡La clave!" (Foro Esencia); "Las claves del universo" (El Imperio de la verdad); y el trabajo "El Desprendimiento: Testamento para el buen morir" (Editorial Bubok). Yo diría que una "concreción" sobre distintos aspectos de los mismos.
¿A qué viene la traslación del concepto mercantilista "Know-how" a estos ámbitos?... Simplemente para no confundir el tratamiento clásico de la primera manifestación (lo material) que se refiere, lógicamente, a la Ciencia, a este otro mundo caracterizado por su "inaccesibilidad" tomada como lo significativamente poco abordable por la ciencia pura (ver mi obra "Accesible e inaccesible"); su subjetivismo requiere una inmersión en el sí- mismo... Entonces, para no hablar de ciencia (evitar equívocos) me he inclinado por el "Know-how", desde el punto de vista del "conocimiento práctico", la "habilidad" de realizar un estudio serio sobre la segunda manifestación.
Resulta que si ponemos dos barreras (no del todo infranqueables), metafóricamente, en ambos extremos de la segunda manifestación -que serían: el "velado manto de la brujería" (vmb), por un lado, para no introducirnos más allá de la metafísica; y, por otro, el materialismo puro de la físico-química clásica-, aparece un nítido e intercalado mundo que puede ser estudiado mediante un cierto "Know-how" de conocimiento práctico y técnicas habilitadoras.
Para mí, y con este enfoque, se incluirían dentro de la segunda manifestación, muchas especialidades médicas, como la Psicología, la Psiquiatría, la clínica del dolor, etcétera. Y hasta podría explicarse (lo explicitaré en un nuevo artículo) la "sincronicidad" de Jung y Pauli -simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera acausal-.
En cierto modo todas estas ideas nos hacen retomar el pensamiento de Aristóteles sobre la materia y la forma (serían la primera y segunda manifestación, respectivamente). O, salvando las distancias, la res cogitans y la res extensa de René Descartes.
Una antigua forma práctica de abordar la conexión entre ambas manifestaciones, la representa, a mi forma de ver, la Ley de Weber-Fechner que estable una relación cuantitativa entre la magnitud de un estímulo físico (primera manifestación) y el cómo es percibido (segunda manifestación), lo que permitió en su día considerar a la Psicología y más particularmente a la Psicofísica como probables ciencias incipientes (para mi, más que ciencia, el Know-how de esta segunda manifestación).
En esencia, dicha ley establece que "si un estímulo crece en progresión geométrica, la percepción evoluciona en progresión aritmética", por ejemplo, un estímulo 10 con una percepción 110, si se incrementa a 20, la percepción crece hasta 120. En otras palabras: Nuestra capacidad de apreciación ante un cambio se basa en el "valor relativo de la variación respecto al valor de partida". El porcentaje aproximado es totalmente subjetivo dependiendo de la sensibilidad de cada individuo.
Generalmente la ley se aplica a estímulos sensoriales que podríamos denominar primitivos como la luz, el ruido, el olor, etcétera, o compuestos (que se derivan al combinarse en un sexto sentido alguno de los anteriores) como el peso, la velocidad, la presión, el calor, el dolor, etcétera.
Matemáticamente la ley se escribe así: dp=k dS/S (p estímulo; S sensación), cuya integración produce p=k ln S+C.
Siempre pareció extraño ese cierto paralelismo entre estímulo y sensación, lo que para algunos (materialistas) se zanjó tildando de puramente materialista a la sensación (mero neurotransmisor, una sustancia química). Pero si aplicáramos este mismo razonamiento a todo, el materialismo subyacente elimina, simplemente "extirpa" toda explicación satisfactoria de la "conciencia"... Del abuso de estas prácticas se ha llegado a la situación actual sobre el tema: ¡el problema "difícil" de la conciencia, en estimación del filósofo David Chalmers, y su "inescrutabilidad"! (Ver mi obra "Consciencia y sensación" de la editorial Bubok)
¡Se abre una ventana, aprovechémosla!