"Hacia la nueva cotidianidad"
Me pregunto si son las musas quienes guían al escritor en su quehacer... Bueno, de alguna forma había que llamar a ese impulso que te reconcome internamente y que solo se aplaca cuando sale al exterior la progenie que genera en las entrañas...
Sí, siempre es un impulso el que me obliga a escribir, a veces voluptuosamente, otras apesadumbrado y las más sublimemente.
Hoy esos vericuetos del inconsciente me han dirigido a la situación social que se ha gestado en amplias capas de la colectividad humana. Al menos en lo que me toca, nos toca, en esta esquina del mundo del occidente europeo: ¡la pandemia lo ha cambiado todo!
Bueno, no exactamente, pues, bien mirado, la pandemia no es la causa, sino la parte visible del afloramiento de algo que subyace en el ambiente... La pandemia sí es a modo de hito, el punto de arranque de "algo" que se "cuece", alumbrando lo que nos promete, mejor, lo que se barrunta (y no es nada bueno) en el futuro, cada vez mucho más próximo...
¡Una vida de sobresaltos!... Así se titula el artículo, y nunca más cierto; ¡es lo que tenemos todos los días!
Esa política de emergencias, de urgencias, de cambios súbitos que trastocan las costumbres con inmediatez, no puede ser prolongada "ad infinitum": ¡se ha transformado ya en una costumbre de consecuencias imprevisibles! Aunque, en verdad, quizá no sean tan imprevisibles, a fuerza de pervertir, o "mal usar" el procedimiento...
Un año de sobresaltos, como digo; otro año más por los menos, confiados (aunque cada vez menos), como "agua de mayo", en las "salvíficas" vacunas que acortarán nuestro sufrimiento...
Lo que nos están enseñando estos episodios, es que la tan "cacareada" "nueva normalidad" es una más de las perversiones del lenguaje, como "lo intrusivo", las "leyes LGTBI", el "progresismo" sin sustancia, etcétera, que, como un apéndice más de la aplicación del sectario lema, "el fin justifica los medios", utilizan las fuerzas políticas carentes de principios y dominadas por un "tacticismo" denigrante.
La prolongación "sine die" de la situación presente, ha abierto en canal el paradigma democrático en el que se desenvolvía hasta ahora la cultura occidental... Esta misma democracia, con sus derechos basados en el humanismo cristiano, con el revulsivo de las ideas de oriente y su cada vez mayor preponderancia en el mundo, junto a los acuciantes problemas de todo orden (crisis del agua, crisis climática, contaminación creciente, pandemias, etcétera), requiere una "adaptación" no traumática a tal realidad, sin urgencias, con pasos firmes, sin solución de continuidad, pero no ficticia, ni insustancial: ¡la transformación tiene que ser real y radical!
Los problemas que han emergido con solvencia en el marasmo de la pandemia son enormes, tanto desde el punto de vista sanitario (física y mentalmente), como económico... Los tres importantísimos, pero quizás el plano psicológico o mental no sea percibido con la misma premura, pero ahí está... y para ese tipo de salud no existe una vacuna que sea eficaz: ¡solo el tiempo la puede curar!
Debemos acostumbrarnos a una nueva "cotidianidad" (no esa "nueva normalidad" del "pervertido" lenguaje), dada la prolongación en el tiempo de las crisis: pandemia en la que estamos sumergidos ante la continua aparición de nuevas cepas o variantes del virus, catástrofes climáticas, etcétera. El "recalar" en esta nueva situación de continuos cambios, requiere construir esa "nueva cotidianidad", que incluye la continua adaptación a los mismos, desde luego, sin las urgencias, y los estados de excepción que solo hacen "cercenar" aquellos "derechos democráticos" de los que, como conquistas, la humanidad alardeaba, ahora sí, como "verdaderos progresos".
¡Que el obligado cambio nos lleve, como revulsivo, a cotas más elevadas! ¡En nosotros está!