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martes, septiembre 22, 2020

El mito de Narciso y la introversión


 Si Narciso no pudo soportar la imagen incólume de su rostro por bello que fuera, en el transcurrir del tiempo, el mito nos enseña mucho sobre la introversión... ¿Es la introversión el camino para el conocimiento de uno mismo?

Es el humano, el homínido, una criatura cuyo sentido más avanzado o desarrollado es el de la vista. Todo lo traducimos, excepto casos puntuales, a imágenes. Pero las imágenes son captadas por dicho órgano (la vista), y la vista siempre se refiere a un "mirar hacia afuera", el símil de "la mirada por la ventana" (sus connotaciones ya han sido exploradas en repetidas ocasiones por mí mismo), es decir, a través de un "marco"...

Si la "introversión" la asimilamos a  un "movimiento" en dirección propia "("hacia sí") exclusivamente, esa dirección única no nos conducirá al conocimiento propio, por el mismo fenómeno que se presenta en el "mito de Narciso": entramos en un inextinguible "bucle", cuyo fin temporal es el "derrape", la extinción, lo mismo que le ocurrió a Narciso.

Y es que la "introversión" no es un movimiento de dirección única, sino que precisa sustancialmente del "movimiento de ida y vuelta" que proporciona la "reflexión"...  a saber: el que se dirige hacia afuera en "la mirada por la ventana", hacia el exterior; y el de "recogida" de las imágenes que nos proporciona el entorno, el mundo, compuesto de lo ajeno pero con trazas de nuestra propia interioridad. (Lo que somos se refleja en nuestra "actividad" externa en este mundo.) Es así como pueden "captarse" los "signos" de nuestra propia esencia, de lo que somos... y es ahí donde debemos buscar nuestra interioridad.

¡Si la imagen que reflejaba el espejo de las aguas que miraba Narciso hubieran contenido, además de su rostro, otras de su entorno y no solo las de su amada Eco, el espíritu de Narciso no hubiera colapsado, sino por el contrario, se hubiera "enriquecido", conduciéndole al conocimiento de "sí mismo", no a esa visión enfermiza que le condujo a desaparecer!...¡Menos mal que el mito se adorna con el engendro de la bella flor del Narciso!

Cuando contemplo a través de mi ventana (ahora sí, literalmente) la quietud, el equilibrio que en mi jardín existe, comprendo cómo el anacoreta buscaba estos momentos para "encontrarse a sí mismo!...

¡Ahí, esa vida contemplativa, nada narcisista, manifiesta su poder... y yo, gracias a Dios, no soy ajeno a ella!