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jueves, noviembre 11, 2010

El valor de las emociones.

(Tomado del libro "Emociones positivas", coordinado por Enrique G. Fernández-Abascal)
Las emociones cumplen la función de dar información rápida y casi automática sobre los cursos de acción adecuados en determinadas instancias.
Cuando más intensa es la amenaza o, por el contrario, el atractivo del estímulo, más intensas deben ser las sensaciones y urgente la acción.
De acuerdo con tal perspectiva, ya creada por Sousa en 1987 (visión positiva de las emociones), las emociones ayudan a tomar las decisiones más correctas posibles en tiempo útil, existiendo precisamente para flexibilizar la conducta en ecologías variables, o sea, para proporcionar más opciones de respuesta.
Desde este punto de vista, las emociones son consideradas como un aspecto fundamental tanto de la toma de decisiones, como en que tales sean mejores y más rápidas.
Y es que el trayecto de activación emocional es más rápido que el trayecto circuito cognitivo. En resumidas cuentas, las emociones motivan e influyen fuertemente en lo que se elige, por lo que son guías para la acción.
Originalmente, los procesos de búsqueda, aproximación o de evitación-escape se encuentran en todos los organismos vivos.
Las formas más simples de orientación en el medio ambiente se denominan taxes y tropismos. Desde el inicio de la vida en la Tierra, hace millones de años, las primeras formas de vida, con protosistemas nerviosos, deberían poseer un sistema sensorial de recepción de información ambiental, un mecanismo de integración o clasificación de la información y un sistema efector.
Tales sistemas han sido considerados la base de la conducta motivada o dirigida hacia objetivos característicos de los organismos más complejos.
Y es que los fundamentos de la conducta emocional, aproximación y evasión, están presentes en criaturas sin cerebro y sin sistema nervioso, pero, no obstante, sí dotadas con la capacidad de detectar lo que es relevante, y así actuar de modo adaptativo.
En opinión de Antonio Damasio, todos los organismos vivos, desde la misma ameba nacen con mecanismos destinados a resolver de forma automática, esto es, sin raciocinio propiamente dicho, los problemas básicos de la vida. Sobre estos mecanismos fundamentales de regulación de la vida, se organizan las conductas más complejas. Y ya en un nivel más elevado se hallan las conductas asociadas a las nociones de recompensa o placer, y a dolor o castigo. Y aún más elevadas son las conductas motivadas, o drives, representadas por la curiosidad y la exploración de los niños, y las emociones como mecanismos de regulación de la vida y promoción de la adaptación y la supervivencia. Por último, la cumbre de la jerarquía la conforman los sentimientos, como las expresiones o mapas mentales de la regulación de la vida y de la relación con el entorno social. O sea, "las emociones o su representación consciente, los sentimientos, se organizaron a partir de las respuestas reguladoras fundamentales para la adaptación del organismo a su entorno físico y social".
La temperatura corporal de las ratas aumenta en períodos de estrés emocional, algo que no se encuentra en peces ni anfibios pero sí en pájaros y todos los mamíferos.
Hay cuatro estadios importantes en la comprensión de la evolución de las emociones: 1) La emergencia de un sistema organizado como comando centralizado que permite responder a los estímulos ambientales; 2) algo que pueda ser considerado como "recompensa" o "castigo" que influya en la conducta a fin de poder sacar partido de las oportunidades o para evitar daños, y que rudimentariamente corresponda a las sensaciones positivas y negativas; 3) la capacidad de diferenciar las sensaciones agradables de las desagradables; y 4) la capacidad de tener conciencia de uno mismo.
Como es lógico, la vivencia de acontecimientos que provocan la emoción tiene un correlato anatómico, o sea, hay una "grabación" en las estructuras del cerebro de las situaciones emocionales (memoria, por supuesto, como todas, con base neuronal).
Gracias a las llamadas neuronas "espejo", no sólo vemos u oímos las acciones y emociones de los otros, sino que los sentimos "como si" estuviésemos realizando la misma acción o sintiendo la misma emoción.
Como conclusión final se deduce la necesidad de incluir las emociones en cualquier estudio sistemático sobre la cognición y la toma de decisiones.