Para Heidegger el ser es algo distinto de la esencia. La esencia es el ente, pero no es el ser. Esta diferencia entre el ser y el ente es lo que Heidegger llama diferencia ontológica. No solo las realidades, sino incluso las esencias de Husserl, pertenecen al dominio de lo óntico; las esencias de Husserl son , pues, para Heidegger, nuevas "generalidades ónticas".
Solo el ser es lo ontológico, y, recíprocamente, lo ontológico concierne al ser en su diferencia con los entes. El sentido del ser es el problema radical de la filosofía; su objeto formal es el ser y no el ente. La filosofía es pura y simplemente ontología.
Husserl había llegado a las esencias ónticas mediante una reducción trascendental de la realidad fáctica, mediante una trascendencia que nos ha llevado de todo lo real a su esencia. Pero este acto no es suficiente, porque el ser no es una cosa o esencia más. El ser es siempre y sólo ser del ente. Por consiguiente, hay que prolongar, en cierto modo, la trascendencia en una línea distinta, la trascendencia que nos lleva de todo ente al ser. Para la constitución del ser ante nuestra mente, el tiempo desempeña también una función constituyente; en él se constituye el sentido del ser. El ser y el tiempo, en su unidad radical, se le convierten a Heidegger, pues, en la estructura del problema ontológico.
Para Heidegger la comprensión del ser es el acceso a todo ente. El hombre es un ente en cada una de cuyas acciones trata de ser de una manera o de otra; cada una de sus acciones se ejecuta, pues, con vistas al ser que se va a ser. Este "en vista de" es justo la comprensión del ser del hombre mismo. Y en esta comprensión va envuelta, por tanto, de una manera imprecisa y pre-ontológica, la comprensión del ser. De ahí que el hombre es el ente que consiste en que le es presente (Da) el ser mismo (Sein). Por esto el ente humano es lo que Heidegger llama Da-sein. El hombre es, pues, aquel ente cuyo ser consiste en la presencia del ser. Por esto no puede entenderse el ser desde el hombre (es el error de toda la antropología filosófica al uso), sino que ha de entenderse al hombre desde el ser, pues el hombre vive con vistas al ser. El hombre es lo que es por y desde el ser. Ahora bien: ser, sistere, desde (ex) algo, es justo lo que se llama ex-sistencia. La esencia del Dasein es, pues, ex-sistir desde el ser, existir con vistas a ser su ser propio para ser sí mismo. Aquí existir no significa el hecho de tener existencia real, sino que significa el modo como llega el hombre a ser lo que es. El hombre no puede caracterizarse ni por tener existencia real ni por ser lo que es, sino por el modo como en lo que es; esto es, existiendo. En definitiva, el hombre como ente es Dasein, y el ser de este ente envuelve como momento suyo la comprensión del ser. Por esto la ontología fundamental es análisis ontológico del dasein, es una análisis existencial. La vida real y efectiva del hombre tiene carácter óntico; sus vivencias todas, lo único que ha entendido Dilthey, son algo óntico; la manera de vivirlas y el tipo de ser que en ellas se plasma es un asunto de la vida personal de cada cual, que ha de resolverse ónticamente. Pero el carácter ontológico de esta vida óntica es la existencia, porque la vida entera es sólo algo vivido en vista del ser. Mientras "vida" es algo óntico, "existencialidad" es algo ontológico.
La existencia (Dasein) se encuentra entre las cosas esbozando sus proyectos y sus posibilidades para existir. Y el horizonte de este esbozo de posibilidades es justo lo que Heidegger llama mundo, algo completamente distinto del mundo como totalidad de las cosas o entes. La comprensión del ser, en vista del cual y desde el cual el hombre existe, es, pues, también, una comprensión del mundo. La comprensión de mí mismo y de todos los entes intramundos sólo es posible porque mi ex-sistencia precede ontológicamente a todo ello. Existo, en efecto, previamente desde el ser para realizar ónticamente mi vida. Mi existencia, pues, es en cierto modo algo "pre-cursor", en el sentido etimológico de la palabra. Entonces el modo de existir desde el ser envuelve formalmente la posibilidad de venir desde el ser que aún no somos, pero vendremos a ser. Este "por-venir" pertenece intrínsecamente al sentido del ser desde el que existimos; el ser de la existencia tiene, pues, intrínsecamente, este sentido de futurición. El ser como pre-anuncio de nuestra propia existencia es lo que llamamos futuro. El futuro, pues, no es un momento posterior del tiempo, sino un momento del ser de la existencia misma.
Y esta unidad de este ser desde el que existimos es lo que Heidegger llama temporeidad. No se trata del tiempo, ni como sucesión ni como durée, ni como fluencia, sino de la unidad del ser desde el ser que existimos; es la tridimensionalidad intrínseca del "ex" mismo. La temporeidad es el tiempo originario; lo demás es tiempo vulgar e impropio, es sólo "ser el tiempo". El hombre, como ente, es Dasein, y el ser de este ente es temporeidad. A esta temporeidad es a la que pertenece, como momento intrínseco suyo, la comprensión del ser. Y por esto es la temporeidad el sentido del ser de nuestra existencia, y por ella estamos allende nosotros mismos, estamos trascendiéndonos.
De esta forma, aún pre-ontológica, es como la trascendencia y la comprensión del ser, a diferencia del ente, pertenecen a la existencia humana. (De la obra del autor "Paradigma". Ver Biblopia.com).