OBRAS DEL AUTOR

domingo, noviembre 11, 2007

TEILHARD Y LA MÍSTICA (y V)

TEILHARD Y LA MÍSTICA (y V)


Nuestros precursores, esos hombres santos que nos han precedido, Buda, Jesucristo, Mahoma, Zaratustra, etc. serán nuestros cicerones en ese campo celestial que nos está esperando.
El "Mundo", ese intervalo temporal en el que se desenvuelve la estirpe humana y las de las demás criaturas vivas, necesariamente no debe ser el caldo de cultivo de la "maldad"; simplemente, el primitivismo de nuestro grado evolutivo presente, reflejo claro de nuestra baja "moralidad", es el verdadero responsable de nuestro entorno. Pero, esa no es nuestra verdadera naturaleza: ¡hemos sido creados para heredar y compartir ese reino celestial con nuestro Padre, ese reino en el que toda sombra del Mal ha desaparecido!
El Amor es el alimento imprescindible de nuestra naturaleza, es el agua bendita que limpiará nuestro espíritu, que permitirá la "correflexión" autotransformadora por la que el "yo" empezará a descubrir al "tú", el uno al otro, la solidaridad que hará posible la Noosfera, "la malla que paulativamente cubrirá la Tierra", y que hará mayúscula la "h" de Humanidad, haciendo posible que toda ella, la estirpe humana, se incorpore al papel que tiene reservado en la Unidad Suprema. Es el Amor la argamasa de todo el proceso, ese Amor al prójimo que le traspasa para incrustarse en el mismo Dios.
No es malo que el hombre se ame a sí mismo; por el contrario, el mayor amor a sí mismo supone un mayor amor al "otro", pero ambos amores han de ser equivalentes, y en dirección al Padre.
La autocreación requiere un salir de sí, buscando el propio ser en el espejo de los demás. Ese encuentro con nuestra propia imagen es una labor de creación, de creación de nuestro propio ser. El Padre también se autocreó a través de sus hijos, nosotros; su propia creación requería de la existencia de lo "otro" externo a Él, de las otras criaturas, sus propios hijos. El Amor que puso en esa obra, es el Amor con que sus hijos deben correponderle, como una muestra de agradecimiento a la "donación" de su ser.
La vacilación de la criatura humana en su episodio temporal, nace de la Nada, esa Materia de la que partió pero a la que, ya , su naturaleza le es ajena. ¡Desembarazémonos de esa "muda" del pasado, recubriéndonos de la nueva piel que deja entrever nuestro cuerpo glorioso! ¡Somos partículas pertenecientes al Cuerpo Místico de Dios, del Ser Supremo, del Padre!... Ese Amor que profeses hacia Él es explosivo, se acrecienta exponencialmente, dando el ciento por Uno; ya no serás el mismo, desembocarás estrepitosamente en el nuevo Horizonte, despeñándote hacia el océano inmóvil de la dicha y la calma eterna en la que todas nuestras ansias, que parecen infinitas, serán totalmente saciadas.