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viernes, diciembre 28, 2007

EL GEN Y LA REALIDAD (V)

EL GEN Y LA REALIDAD (V)


Los sentimientos de cada"presente" de nuestras vidas son eso, momentáneos, de cada presente, de cada instante. Nuestra "esencia" es la suma de"rescoldos" de cada "presente" de nuestras vidas, también del presente del instante final, o de nuestra muerte (que según esta versión, es un momento más, no el único que configure ya nuestro ser "posterior"). Entonces, el modo de "estar" en otra circunstancia que no sea el "mundo de la realidad" que conocemos es el modo de "estar" no de ningún "presente" (comp podría ser el "presente" que marca el instante final o de nuestra muerte), puesto que el tiempo y espacio fuera de "nuestra realidad" dejan de tener valor, sino el modo de "estar" de lo que está fuera de estas coordenadas espacio-temporales, es decir, de la "esencia" de nuestro ser.
El modo de "estar" de nuestra "esencia" en otra circunstancia (no nuestro mundo "real") es algo que desconocemos por completo, y más, como hemos dicho, sin intuición (como sentimiento unido a una configuración material) de ello. Solamente habría una vía posible para acercarnos al conocimiento de esta cuestión, y sería el saber qué es verdaderamente la "esencia" de nuestro ser, puesto que la conexión entre el "estar" del devenir (después de nuestra muerte) y el sentimiento presente (actual) no puede tener más vía de transmisión que la misma "esencia".
Ahora bien, sí pueden desecharse cuestiones a las que, curiosamente, estamos abocados cada vez que hablamos de nuestra muerte. Sería, por ejemplo, ese sentimiento de temor, ante la presencia de la misma, de permanecer por siempre como la materia inerte, falta de movilidad, como si la falta de movimiento equivaliese a una muerte. Y es que nada puede estar má alejado de la verdad, pues, ciertamente la materia nunca está quieta, siempre está tratando de inventar la vida. La misma materia es un verdadero ciclo de construcción y destrucción, de cambio... ,¡lo que nunca aparece en ella es la quietud! (La quietud no es más que el principio de inercia newtoniano ante la ausencia de fuerzas, precisamente ausencia que no se da en la naturaleza). Lo que sí representa la quietud es un instante de nuestra vida, el de la muerte, en el que, ciertamente, parece como si en dicho instante nos "disolviéramos" en la pura materia, como haciendo partícipe a la misma de nosotros mismos; pero nuestro espíritu no acaba ahí (es sólo un instante de su currículo), quizás en ese instante nuestro ser retome la materia toda... En ese preciso instante "adherimos" a la "esencia" de nuestro ser la misma mteria inanimada... Pero nuestra "esencia" como "historia" de unos presentes, como conjunto histórico de acontecimientos sigue ahí, en sí misma, como bloque, sin constreñirse a instante alguno... A partir de la muerte deja de ser real (no está ligada a ningún presente posterior del universo real), pero sigue siendo ella misma. No es real, pero existe... ¿No habría un cierto paralelismo con ese "mundo de cualidades" no real que vimos anteriormente?
No obstante, ese "mundo de cualidades" sí es distinto en el sentido de que la esencia de los seres vivos es transcurrente, está referida al tiempo, lo que le da un aspecto novedoso respecto a los componentes de ese "mundo de cualidades". Verdaderamente, lo único que les asemeja es esa particularidad de que ambos existen pero no son reales nada más que en ciertas circunstancias. El "mundo de cualidades" se hace real en los "estímulos" que aparecen en los seres vivos. La "esencia" de los seres vivos en los sucesivos "presentes" de los mismos. Estos "presentes", como apuntaba Zubiri, tienen en sí el "germen" del mismo tiempo, pues, en cada presente viene definido ya un cierto pasado y un cierto futuro, justo los necesarios para que el presente pueda definirse como tal. O sea, en el "presente" de cada ser vivo la esencia del mismo se hace real, y por lo anterior, esta realidad del presente encierra en sí la temporalidad, el movimiento.
La cualidad se hace real en el estímulo que aparece en el ser vivo. Es real, pues, para este ser vivo, pero no es real para sí misma; no tiene realidad en sí misma. La esencia del ser vivo se hace real en el ser vivo, en su "presente".
Y es que parece intuirse que una cualidad se haría real en sí misma sólo si el ser vivo que la "sintiese" fuese la misma cualidad (acto reflejo). Ninguna cualidad que no sea el mismo ser vivo (su esencia) tiene capacidad para ello. Todo ser vivo está capacitado para "captar" aspectos de su propia esencia en cada uno de sus "presentes" temporales. La evolución va produciendo seres cada vez más complejos, cada vez más capaces de "sentir" en mayor medida su esencia. Es posible que la conciencia humana sea el resultado de la "captación total" de su esencia por el animal hombre, ya que la esencia se hace real en su totalidad en el presente de aquella criatura capaz de "sentirla" íntegramente.

martes, diciembre 25, 2007

EL GEN Y LA REALIDAD (IV)

EL GEN Y LA REALIDAD (IV)
Deberíamos separar lo que existe de lo real. El concepto de lo real es algo apriorístico para nuestra mente; es algo, según Zubiri, que se nos ha dado de antemano a nuestra mente. Lo que existe, a veces, no es real. Una idea existe, pero no tiene por qué ser real. De igual forma, ese "mundo de cualidades" existe pero no es real. Así que, de forma impropia, como ya hemos advertido, podríamos decir que en el estímulo se produce la "captación" o "recepción" de parte de ese "mundo de cualidades" por el ser viviente. Y volvemos a reiterar que esta "captación" sólo se entiende en el sentido anteriormente apuntado. La creciente complejidad de los seres vivientes les va capacitando para la "captación" de unas emociones y sentimientos desconocidos para los niveles inferiores: es otra forma de expresar la ley de la complejidad-conciencia apuntada por Teilhard.
Desconocemos los "niveles" de la citada ley; sólo los más evidentes se nos hacen presentes, como el que supone la captación de la realidad por parte del hombre (la intelección sentiente de Zubiri), y la aparición de la subsiguiente conciencia con los sentimientos de eternidad e infinitud que la adornan.
La vida, tal como la conocemos, refleja que toda función "superior" no sólo ha sido reclamada por la "inferior", sino que está sustentada por ella, justo por aquello mismo que en esta función inferior (y por ser ella lo que es) exige la función superior (lo que llama Zubiri "subtensión dinámica" de unas funciones por otras).
Si la relación entre funciones inferiores y superiores en el organismo vivo es tal "subtensión dinámica", tales funciones inferiores y superiores no pueden existir independientes, es decir, una sin la otra. De ello se deduce que a toda función superior le son completamente imprescindibles las funciones inferiores; los niveles superiores necesitan de los inferiores, y estos últimos están "reclamando" a los primeros. La vida es "una" desde los niveles inferiores a los superiores.
Teológicamente entrevemos que en la "noosfera" de Teilhard de Chardin, el nivel superior (más cercano al Ser Superior) necesita de todos los niveles inferiores al nuestro, cual son los otros animales, el manto vegetal y la misma materia.
El universo entero, pues, está dotado de una evidente unicidad; la criatura superior a la que quizás la evolución algún día dé a luz, llamémosla Superhombre, Dios, Unidad Suprema, etc. necesita de todo el universo, a lo largo de todo "su" presente, del pasado transcurrido antes de Él, y del devenir que no esté aún configurado. Nosotros, como consecuencia de la "realidad" que conocemos, somos completamente necesarios para esta criatura superior, cuya aparición en este mundo "real" nuestro espíritu "reclama". Y recalcamos que todo esto no sucede en un mundo imaginario creación de nuestra mente. El universo es real, está dotado de "realidad", y en esta realidad este ser supremo debe aparecer, de igual forma que nosotros somos reales. Hay una unicidad de todo el universo en la "realidad" que conocemos; hay una "subtensión dinámica" entre el ser supremo, nosotros y todos los niveles inferiores a nosotros como són los demás animales, el mundo vegetal y la propia materia.
La desaparición de cada uno de nosotros de este mundo real, después de nuestra muerte individual, nos hará salir de la realidad que conocemos, y todo lo que hemos dicho anteriormente dejará de tener lugar, es más, la extrapolación de cualquiera de estas consecuencias a otro "mundo" para lo que no poseemos la más mínima apoyatura, algo que sí adornaba a la especulación en lo real, no es más que una simple conjetura o ilusión sin base cierta (o real). La "subtensión dinámica" de las criaturas en el "organismo" que supone la Vida con mayúsculas, no tiene por qué extrapolarse a otro mundo que no sea el que vivimos y en el que estamos inmersos. Ante lo "devenir", después de este supremo acontecimiento que es nuestra muerte individual, sólo podemos colocar la formidable incógnita de nuestro desconocimiento. Nuestras intuiciones, como forma de sentimientos, tienen que ver con una cierta organización de la materia que compone nuetro organismo; la materia desorganizada que es lo que supone nuestro óbito, sólo es capaz de intuir su propio ser como materia. la intuición de nuestra muerte es la intuición de la pura y simple materia; en nuestra muerte volvemos a lo que "siente" la propia materia en sí... ¿El caos primordial, tal vez?

viernes, diciembre 21, 2007

EL GEN Y LA REALIDAD (III)

EL GEN Y LA REALIDAD (III)
Estamos con Zubiri en que el "faro" de todo es la realidad; otras construcciones mentales pueden estar dotadas de belleza, pero son, como se dice en Física Cuántica, posibilidades que se decantan o desvanecen ante el hecho, el suceso, el acontecimiento, en suma, ante lo "real".
Materia, vida y mente son estrictamente la realidad, no una elucubración teórica. Esta realidad presupone la realidad de lo que hace posible la materia, la vida y la mente. Luego es real el átomo, las moléculas, los "instintos" (sin pararnos a definir estos instintos, pues los estamos tomando en su acepción más amplia) que definen la vida, la "esencia básica" de lo que constituye la mente.
Continuando el texto antedicho, transcribimos: "Es real la emoción que preside cualquier instante de nuestra vida: al admirar la belleza, en la recepción de un color, en el acto de intelección, etc. Y estas emociones son muy diversas. Cada criatura del "árbol filogenético" posee las suyas, estrechamente relacionadas con las "sensibilidades" de que está dotado cada organismo, el cual está construido a partir de las instrucciones escritas en su código genético. El gen que configura el organismo es en último lugar el responsable de las distintas sensibilidades que hacen posible el abanico de sentimientos de que es capaz cada criatura. El código genético de cada criatura viva "hace posible", pues, la recepción de un conjunto de sentimientos o emociones por parte de ésta. Cuando hablamos de "recepción" no queremos presuponer, sin más, la existencia de "ciertas cosas" fuera del propio ser del individuo que son recogidas por éste en lo que llamamos la emoción o el sentimiento. Aquí, también, nos parece plausible la concepción del estímulo zubiriano, en cuanto a la "realidad" del estímulo en sí, compuesto necesario e inseparable del dualismo: causa física (radiación, etc.) y órgano receptor del mismo. Ahora bien, sí podemos decir, sin presuponer nada y sin ir más allá de lo que estamos diciendo, que la estructura organizativa del organismo es la condición necesaria para que el sentimiento y la emoción tengan lugar, se produzcan, es decir, se hagan reales, en otras palabras, esa especial organización, transcripción del código genético, hace posible que la emoción y el sentimiento puedan existir en el universo, de forma concreta, en el concepto zubiriano del "de suyo" de cada criatura.
Así que, impropiamente podemos hablar de la existencia de "cualidades" (subjetivismos tales como emociones y sentimientos) que aparecen en la materia organizada (seres vivientes) y que varían de acuerdo con esta organización o "complejidad" (para atenernos al término acuñado tan felizmente por el filósofo Teilhard de Chardin). Y seguimos hablando, impropiamente, del conjunto de esas cualidades que, si bien es cierto, no tienen entidad real por sí solas, pues reiteramos, nos ceñimos al concepto estricto del estímulo zubiriano, forman parte de un mundo, por supuesto, fuera de la realidad (mejor, "nuestra" realidad, la única conocida) que , por otra parte, hace posible esta realidad que conocemos. Y es que la vida y la mente, componentes de nuestra realidad cotidiana, a través de sus cualidades más significativas como sentimiento y emoción, reflejan continuamente la injerencia de ese mundo o "conjunto de cualidades" situadas fuera del plano real."

martes, diciembre 18, 2007

EL GEN Y LA REALIDAD (II)

EL GEN Y LA RELIDAD (II)
De inmediato podrá hacérsenos una objeción. La "expansión" de la esencia del gen en el tiempo y el espacio, siendo este último como es un simple código, todo lo elaborado que queramos, y cuya base es la identidad del ser en cada una de las duplicidades citadas, recuerda fuertemente a las simples moléculas y átomos cuya identidad, si cabe, es más palpable. ¿Es que la "esencia" del átomo de cualquier elemento está "expandida" de igual forma en el tiempo y el espacio? Tengamos en cuenta que el átomo desde su génesis prácticamente va a durar una eternidad, para ser exactos hasta la desintegración del cosmos en energía (salvando, claro está, los elementos radiactivos). Pues bien, la objeción es tremendamente fuerte y muy evidente. El problema no puede soslayarse por mediación de explicaciones más o menos artificiosas, pues entramos de lleno en el quid de la cuestión. A grandes problemas, grandes soluciones, mejor, una solución drástica, definitiva, nunca buscada por lo que significa... Y es que, no queda más remedio que reconocer, rotundamente, que la simple materia, aún en sus más bajos niveles de organización, "palpita", puesto que su esencia es ya el germen de la vida futura. La esencia de la misma materia contiene, al igual que el gen, una "memoria" de todos los acontecimientos en los que interviene a lo largo de todo lo ancho del espacio y el tiempo del cosmos, mejor, a lo largo de su presencia en el cosmos, estén definidas en el mismo cualquier dimensión, cuestión esta en la que no queremos entrar.
La materia rezuma vida, rezuma voluntad (la voluntd de Schopenhauer ); posee en sí misma toda la potencia necesaria para que por su intermediación las criaturas sientan todas las emociones y sensaciones presentes en la naturaleza. (Para Nietzsche la "voluntad" presenta en el hombre características distintas a las apuntadas por Schopenhauer).
La materia, el gen, posibilita en general una cierta configuración de las criaturas, de la materia viva y a cada configuración corresponde la capacidad de recepcionar las mil y una sensaciones posibles de la naturaleza. La "esencia" del átomo, por ejemplo, "para sí" quizás sólo puede sentir su existencia, su "voluntad" de conservación, pero su "actuación", al formar parte de un gen, que a su vez configura la constitución de un organismo, posibilita al final, en este último, la recepción por el mismo de unas precisas sensibilidades o emociones. La existencia de un gen no es eterna por eso su "memoria", que implementa su esencia, no puede tener constancia de acontecimientos que van más allá del tiempo. Sin embargo, el átomo que forme parte posteriormente de otro gen, en su esencia sí puede tener "reflejados" acontecimientos de un futuro más lejano, tanto como el final del mismo universo, por ello, la "influencia" de este átomo en el momento presente podría posibilitar la recepción de "algo" perteneciente al mismo final del universo todo. ¿Qué estamos diciendo?... Pues, suponiendo la evolución como una línea ascendente de complejidad de la vida, podemos intuir el final de esta cadena, es decir, el cenit, por la observación "si estamos capacitados para ello" de la misma materia. El sentimiento general en todas las civilizaciones de un ser supremo, unitario, todopoderoso ha podido ser intuido desde muy antiguo, simplemente observando las cualidades positivas que observamos en el cosmos, en la simple materia, en la simple realidad. Por cierto, en este punto es conveniente manifestar que nos adherimos a la doctrina "materialista" del filósofo españól Xavier Zubiri (verdaderamente una materia con características totalmente espirituales, a su pesar), que esencialmente niega la existencia de algo fuera de la estricta realidad, de la materia que nos rodea que guarda en sí no sólo la simple materia estudiada por la Física, sino la vida, la complejidad organizada sentiente, el "de suyo" de "Zubiri".

jueves, diciembre 13, 2007

EL GEN Y LA REALIDAD (I)

EL GEN Y LA REALIDAD (I)
Las pautas de sensaciones agradables o desagradables en los sres vivos "pivotan" alrededor de un gen o grupo de genes. Este tipo de sensaciones a las que podemos calificar genéricamente de positivas o negativas, pueden ser sumamente variables, distintas, y forman el conjunto de emociones que es capaz de sentir cada criatura. Por consiguiente, el gen produce la impronta, o la capacidad en el ser vivo de poder sentir la correspondiente emoción.
En cuanto a la influencia del gen sobre los instintos o sentimientos de las criaturas que lo portan, volvamos a acudir al texto de consulta ("Ciencia, Filosofía, Religión. Una visión armónica"). En su página 19, se dice:
"El gen como estructura posee una "esencia" (al estilo definido por el filósofo español Zubiri) inmutable a lo largo de su existencia.
En el ejemplo ilustrativo de la filogenia del ojo de un mamífero, dicho órgano es el resultado de la colaboración de un grupo de genes, no de uno sólo, por otra parte, algo bastante frecuente en la gestación de cualquier órgano. Esta colaboración produce un beneficio mutuo para todos, por lo que, en realidad se asemeja a una relación simbiótica. Un gen individual de los que pertenecen a esa "simbiosis", en tiempos anteriores a esa relación, llevará "marcado" en su "esencia" el fruto de la misma, ese "aparente" futuro simbiótico (futuro para la criatura que porta el gen, no para dicho gen). Entonces, la "impronta" de esa relación favorable al gen (repetimos, a nuestros ojos perteneciente al futuro) quedará fijada en la criatura actual. En otras palabras, la criatura se verá inclinada instintivamente a tender en sus acciones a favorecer todo aquello que, sin percatarse, le acerca a la filogénesis de ese órgano complejo moldeado por los genes simbióticos. Nuestro aparente futuro no lo es tal para el gen. Esto es así porque la duplicación del gen en la reproducción origina genes en todo idénticos, idénticos en el presente pero, también, idénticos, sucesivamente a lo largo del tiempo, hasta que cambie por alguna mutación o fenezca por la muerte de las criaturas que lo portan; ello equivale a la ampliación o expansión del gen a lo ancho del espacio (número de genes idénticos existentes en cada instante) y del tiempo (número de genes descendientes idénticos desde la aparición de gen a su desaparición). Esta ampliación del gen en el espacio y el tiempo se comporta como un solo organismo, pues posee una sola "esencia"; las múltiples interrelaciones de este "ente" con el entorno (en sentido amplio) marcaran una "cierta memoria" en su propia "esencia". La clase de "impronta" que produce el gen en cada criatura que lo porta en el "marcaje" del instinto, debe tener que ver con la "esencia" del gen, por eso la "memoria" que guarda el gen de la relación simbiótica debería traducirse en una cierta influencia, un cierto instinto o tendencia sobre la criatura portante. Para el gen es su realidad "presente", su "ahora" en su "ente" expandido a lo largo de un cierto espacio y tiempo que indica su presencia en el mundo. En nosotros, en las criaturas, presenta la apariencia de una anticipación del futuro, de una inexplicable influencia del futuro sobre el presente.
El resultado de todo esto es la aceleración de la evolución, es decir, la habilitación de cambios evolutivos que requirirían para su producción de períodos muchísimo más largos, lo que ha hecho posible la vida que conocemos."

domingo, diciembre 09, 2007

COMENTARIOS A UN ARTÍCULO DE DOUGLAS R.HOFSTADTER

COMENTARIOS A UN ARTÍCULO DE DOUGLAS R. HOFSTADTER


(Comentarios al artículo del citado autor "Temas metamágicos. Frases víricas y estructuras lingüísticas autoduplicantes en el reino de las ideas" -Revista Investigación y Ciencia. Marzo 1983-)
Del artículo entresacamos algunas partes interesantes. En el mismo se entiende por "frases víricas" aquellas que buscan la reproducción de sí mismas tomando el control de recursos pertenecientes a entidades más complejas. La producción de duplicados de sí mismas les permiten "apoderarse" de una gran proporción de un "estado de ideas" (un "nicho" dentro de ese espacio de ideas, al igual que las especies biológicas ocupan un nicho en su espacio ecológico). Esto supone una analogía de la lucha por la supervivencia, con su mismo carácter evolucionista, pero entre "ideas autorreplicantes".
Jacques Monod, autor de "El azar y la necesidad", en el último capítulo de su libro utiliza la expresión "Reino abstracto" para referirse a este "espacio de ideas", retratándolo como pariente cercano de la biosfera, por ello Hofstadter llama al mismo "ideosfera".
Dawkins, el autor de "El gen egoísta", llama "meme" a la unidad de replicación y selección en la ideosfera, equivalente al gen de la biosfera. (Una memoria sería una colección organizada de memes). El caldo de cultivo en el que los memes crecen y florecen es la cultura humana.
Si los genes se propagan pasando de un cuerpo a otro a través de espermatozoides u óvulos, los memes se propagan al saltar de un cerebro a otro a través de un proceso que puede llamarse de imitación. Nos dice Dawkins que su colega Humphrey consideró a los memes como estructuras vivientes, en un sentido técnico y no de pura metáfora.


lunes, diciembre 03, 2007

EL PAPEL DEL INCONSCIENTE EN LA FORMACIÓN DEL SER ( y III)

EL PAPEL DEL INCONSCIENTE EN LA FORMACIÓN DEL SER (y III)


La complejidad cortical del cerebro humano permite la imbricación entre la consciencia de lo externo y la de su propia interioridad. Las continuas relaciones entre lo exterior a sí y su "mismidad" crecen, hasta llegar a un momento crucial, misterioso y fantástico en que una chispa de su mente le hace comprender, de una manera consciente, su propia realidad. Entonces, en dicha criatura se produce una dualidad entre los sentimientos originales (naturaleza animal) de su principio de conservación y el sentimiento de una libertad que acaba de nacer dentro de sí, una libertad que le hace apetecer y sentir "algo" distinto al simple placer, un nuevo sentimiento que, tal vez, sea el amor en todos sus diferentes matices y formas.
En el texto de referencia (Ciencia, Filosofía, Religión. Una visión armónica), en "La armonía al descubierto", se dice: "La asunción de la propia naturaleza tiene características de verdadera "creación propia" de dicha naturaleza. Es cierto que la Evolución ha desarrollado el cuerpo que nos sustenta y que supone la potencialidad necesaria para el paso del umbral de la conciencia, pero éste no es la "naturaleza" de que hablamos. La "naturaleza" propia es un "ente inmaterial" construido a caballo del tiempo y fuera de él. Cada acción volitiva en cuanto a la parte de asunción de nosotros mismos, con su componente de dolor, placer y trabajo que conlleva puntualmente, en cada momento presente, "crea" nuestra naturaleza. Y es ella misma, con la unicidad que le proporciona su "mundo" del inconsciente, la que "actúa" en cada uno de nuestros actos".
Y más adelante, continúa: "El sentido del universo material es el de la transformación de la Nada original en los distintos seres creados a lo largo de los ciclos evolutivos (si se supone el universo como una serie de ciclos de explosiones e implosiones -Big Bang y Big Crunch-). Los diferentes "componentes" de esa Nada son "sacados" del universo a través de la asunción de su propia naturaleza "autocreada", por medio del "impulso" de Dios.
Los aspectos internos (subjetividad) y externos (objetividad) que acompañan a todo ser vivo son dos formas de definir el "fenómeno" que supone la realidad.
Ambos aspectos son reflejo de la dualidad que representa la imperecedera "unicidad" del ser y la variablidad manifiesta de su apariencia exterior, como simbiosis de una criatura definida tanto sobre el mismo tiempo como fuera de él.
La propia naturaleza del ser es una construcción hacia sí mismo, sólo alcanzable por la subjetividad. La información externa, motor de la Evolución, es la única realidad objetiva reconocida por la "Ciencia".